Si ha habido un fenómeno de
importancia en Latinoamérica en las últimas dos décadas ha sido el protagonismo
creciente de los pueblos indígenas, su peso cada vez más decisivo en el proceso
político y la focalización por parte de los medios informativos y culturales en
los problemas, peligros y discriminaciones que los mismos sufren. En Cine Arte
Magazine, ya hemos comentado varias películas que son ejemplos, desde diversos
puntos de vista, de esa realidad y, así, en diversos artículos, hemos hablado
de Aquí y allá (2012) de Antonio
Méndez Esparza,
Pájaros de verano (2018) de Cristina
Gallego y Ciro Guerra,
Doble yo (2018) de Felipe Rugeles,
Huahua (2017) de José Espinosa
Anguaya,
Sánctorum (2019) de Joshua Gil y Los que vuelven (2019) de Laura
Casabé.
Ahora, se estrena en nuestro país El
ombligo de Guie’dani, película que viene de México, que está dirigida por
el director nacido en Alicante y de nacionalidad mexicana Xavi Sala y que aborda
el tema desde la perspectiva del triple conflicto (de clase social,
étnico-cultural y generacional) que rodea al mismo. La historia que sirve para
enmarcar la reflexión es la de una madre (Érika López) que, con su hija, Guie’dani
(Sótera Cruz), viaja desde la comunidad zapoteca donde vive a la capital para
entrar como criada en la casa de una familia acomodada. Pero a Guie’dani no le
gustará el cambio, le manifiesta a su madre sus deseos de volver a su pueblo
natal e iniciará un proceso creciente de rebeldía hacia unas circunstancias que
no ha elegido vivir.
Se puede afirmar (no somos los primeros que lo hacemos) que El ombligo de Guie’dani acaba manteniendo un dialogo involuntario con Roma (2018) de Alfonso Cuarón, en la medida en que ambas películas expresan puntos de vista divergentes sobre una realidad similar. Mientras que el film de Cuarón mostraba a una criada integrada en la casa de una familia acomodada sin mostrar visos de protesta, distancia o rebeldía (recalcando la solidaridad de género entre ella y la señora de la casa, difuminando las diferencias étnicas y de clase como cuestiones que pasaban a ser irrelevantes en la relación que mantenían entre ellas), en El ombligo de Guie’dani son expresamente las diferencias mencionadas las que abren un abismo (abismo magistralmente expresado desde el punto de vista estético en la película) entre una y otra familia, la del matrimonio burgués con sus dos hijos y la de la madre e hija que trabajan para la primera como personal doméstico. Y en el conflicto que surge, es la dimensión generacional la que actúa como catalizador del mismo. Porque si Érika López tiene una actitud similar a la del protagonista del film de Cuarón, en cambio es la hija la que no acepta la forma de vida que su madre le ha impuesto, como símbolo quizás del cambio que ha experimentado una sociedad y, sobre todo, unas comunidades y unos pueblos que no están dispuestos a seguir siendo considerados como ciudadanos de segunda categoría. Las magníficas y naturalistas interpretaciones de Sótera Cruz y Érika López se acaban convirtiendo en el medio imprescindible para otorgar plena credibilidad a una película que, más allá de su condición de retrato social, muestra con sutileza y en un microcosmos perfectamente descrito la permanente lucha de la voluntad humana por encontrar su lugar en el mundo sin tener que estar atada por sometimientos o servidumbres.
TRÁILER DE LA PELÍCULA:
IMÁGENES DE LA PELÍCULA:
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