PÁJAROS DE VERANO DE CRISTINA GALLEGO Y CIRO GUERRA. COMUNIDADES EVAPORADAS




TÍTULO: Pájaros de verano. TÍTULO ORIGINAL: Pájaros de verano. AÑO: 2018. NACIONALIDAD: Colombia-Dinamarca-México. DIRECCIÓN: Cristina Gallego y Ciro Guerra. GUION: María Camila Arias, Cristina Gallego y Jacques Toulemonde Vidal. MONTAJE: Miguel Schverdfinger. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: David Gallego. MÚSICA ORIGINAL: Leonardo Heiblum. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Carmiña Martínez, José Acosta, Natalia Reyes, Jhon Narváez, Greider Meza, José Vicente, Juan Bautista Martínez. DURACIÓN: 125 minutos. PÁGINA WEB OFICIAL: http://bteampictures.es/pajaros-de-verano/. ENLACE EN FILMIN: https://www.filmin.es/pelicula/pajaros-de-verano.

CALIFICACIÓN: 

En 2015, el director colombiano Ciro Guerra impresionó con El abrazo de la serpiente, una reconstrucción, más lírica que realista a través de dos tramas temporales claramente diferenciadas, de las exploraciones realizadas por Theodor Koch Grunberg y Richard Evans Chultes por la selva amazónica. En un esplendoroso blanco y negro, hacíamos un triple recorrido por unos paisajes insólitos, recónditos y profundamente desconocidos: era, evidentemente, un viaje físico, en el que, poco a poco, nos íbamos adentrados en el corazón y los secretos de una grandiosa masa verde esmeralda; era, también, un viaje histórico y antropológico en el que conocíamos el efecto de la llegada de la colonización española sobre los pueblos indígenas, tanto en sus costumbres, como en su cultura como en su forma de vida; pero era, esencialmente, un viaje espiritual en el que descubríamos cómo la civilización nos convertía en seres despojados de una parte esencial de su condición y cómo necesitábamos remontar el tiempo en el espacio para llegar a ser personas completas y en armonía con el mundo.

Ahora, nos llega Pájaros de verano, película codirigida por el propio Ciro Guerra y por quien fuera su productora en su anterior título, Cristina Gallego, en la cual se nos narra cómo afectó a determinadas comunidades indígenas de Colombia la irrupción del cultivo de marihuana, producida a raíz del aumento del consumo de esta planta en Estados Unidos. Explicando el argumento, cabe pensar que el film nace al calor del éxito que ha tenido la serie Narcos a nivel internacional y, de hecho, la publicidad de la película habla de “la verdadera historia del origen del narcotráfico”. Sin embargo, Pájaros de verano, por vocación, tono y estilo, es completamente diferente a la serie emitida por Netflix y, lejos de recrearse en tramas adrenalíticas y ambiguos juicios morales sobre la personalidad de los narcotraficantes, es una película austera y sobria que se centra, sobre todo, en los aspectos psicológicos y sociales, llegando a tener un cariz casi elegíaco que habla por sí mismo más que pudiera hacerlo cualquier tipo de subrayado innecesario.





En consonancia con lo dicho en el párrafo anterior, Pájaros de verano elude tanto el recrearse en situaciones morbosas como la realización de ejercicios de complejo barroquismo visual para reconstruir momento de violencia. De hecho, en determinadas escenas, el recurso que se prefiere utilizar es el de la elipsis, dejando al espectador que complete en su mente lo ocurrido en las situaciones hurtadas a su mirada. Si en El abrazo de la serpiente, encontrábamos ecos de Aguirre, la cólera de Dios (1972) de Werner Herzog o de Apocalypse Now (1979) de Francis Ford Coppola, muchas secuencias de Pájaros de verano nos recuerdan más bien al cine de Akira Kurosawa, en el que la sobriedad no está reñida en absoluto con momentos de gran potencia expresiva y visual gracias a una esmerada labor de composición de las imágenes.

Y, aunque por lo dicho, pueda parecer que El abrazo de la serpiente y Pájaros de verano son películas completamente diferentes, en realidad ambas comparten un mismo eje temático central: la desestructuración y disgregación de comunidades tradicionales a raíz de su contacto con un exterior en los que es imposible encajar costumbres ancestrales y comportamientos arraigados cuyo origen reside en las brumas del tiempo. Lejos de articularse a través de ideas simplificadas, el discurso de Pájaros de verano es de gran profundidad, al recalcar con sutileza cómo determinadas culturas se extinguen en virtud de sus propias contradicciones y por carecer de suficiente sentido autocrítico como para no detectar que determinadas mentalidades son el mejor camino para llegar a la autodestrucción al convertirse en armas mortíferas en coexistencia con un mundo donde las reglas del mercado y de la economía capitalista amplifican y sobredimensionan su poder de disolución y conflicto. Si hemos estado suficiente atentos, descubriremos, cuando lleguemos al final de esta película, que la semilla del desenlace ya estaba presente en el mismo inicio, en las exigencias de la matriarca del clan al protagonista de la historia. Y, con ello, Pájaros de verano acaba siendo una reflexión de gran hondura libre de todo tipo de maniqueísmo.


TRÁILER DE LA PELÍCULA:




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