TÍTULO: Lo que arde. TÍTULO ORIGINAL: O que arde. AÑO: 2019. NACIONALIDAD: España-Francia-Luxemburgo.
DIRECCIÓN: Oliver Laxe. GUION: Santiago Fillol y Oliver Laxe. MONTAJE:
Cristóbal Fernández. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Mauro Herce. INTÉRPRETES
PRINCIPALES: Amador Arias, Benedicta Sánchez, Iván Yáñez, Elena Mar Fernández,
Inazio Abrao, David de Peso, Nuria Sotelo, Álvaro de Bazal, Nando Vázquez,
Rubén Gómez Coelho, Luis Manuel Guerrero Sánchez. DURACIÓN: 90 minutos. PÁGINA WEB OFICIAL: https://distribucion.numax.org/es/peliculas/lo-que-arde. ENLACE EN FILMIN: https://www.filmin.es/pelicula/lo-que-arde.
CALIFICACIÓN:
Oliver Laxe es uno de los más
originales y personales de los directores españoles de la década. Su cine viene
a ser un cruce de los que podemos denominar “cineastas de la revelación”, tales
como Carl Theodor Dreyer,
Robert Bresson,
Andrei Tarkovski (1,
2,
3,
4),
Werner Herzog,
Abbas Kiarostami o Jafar Panahi.
Con ello, queremos decir que todos estos directores, más que contar historias
al modo ortodoxo (que también las cuentan), proponen más bien al espectador
realizar un viaje espiritual (y, en el caso de Herzog, también físico) cuyo
destino final es una verdad esencial o trascendente. Al final de sus películas,
no solo hay un desenlace sino también un descubrimiento. De ahí que los
denomine “cineastas de la revelación”. En consonancia con un proceso de despojo
de elementos accesorios y prescindibles, de eliminación de lo irrelevante y
superfluo, todos estos directores optan por un ascetismo visual, por una
textura visual casi documental, en la que, en paralelo al proceso metafísico de
los films, tiene lugar una búsqueda de pureza visual en la que la resta va
sumando al resultado estético de su obra.
En sus dos primeras películas
como director Todos vós sodes capitáns (2010)
y Mimosas, ambas rodadas en
Marruecos, Laxe realizaba, en el primer caso, un documental en torno a unos
niños que acababan tomando el mando del rodaje (título que podía tener cierto
parentesco temático con El espejo –
1997– de Jafar Panahi) y, en el segundo, filmaba un neowestern en las montañas del Atlas (con un claro aire de familia
con las aventuras cinematográficas de Werner Herzog), que demostraban cómo el
director era poseedor de un estilo visual y narrativo propio y absolutamente
personal y, por otro, cómo el mismo podía llegar a tener gran versatilidad ya
que, manteniendo sus rasgos esenciales en ambos films, servía para desarrollar
dos historias completamente diferentes. Ahora, con Lo que arde, Laxe, continuando fiel a su estilo, vuelve a ser capaz
de aportar, con un argumento que se desarrolla esta vez en Galicia, una
narración liberada de sus narraciones previas (y mucho más libre a la vez de
otras referencias fílmicas más o menos identificables), la cua logró el Premio
del Jurado en la sección “Une certain regard” del Festival de Cannes de este
año, como confirmación de que nos encontramos con un realizador que posee una
poderosa voz propia en el panorama cinematográfico actual.
Lo que arde gira en torno al personaje de Amador, un antiguo
pirómano que sale de la cárcel donde estaba cumpliendo condena en régimen de
libertad condicional. Vuelve a su pueblo natal, regresa a la casa de su madre
y, allí, se dedica a ayudarla en las labores ganaderas que lleva a cabo. Sin
embargo, un nuevo incendio romperá la calma aparente del lugar. Y decimos
aparente porque, por debajo de los paisajes idílicos, va sembrándose
sibilinamente la semilla de la destrucción, plantándose especies foráneas que
impiden el crecimiento de las autóctonas (como los eucaliptos) y abriendo el
camino a un turismo rural que va, inevitablemente, a desnaturalizar la
idiosincrasia y esencias del lugar. En este sentido, la gran dialéctica que
plantea la película es cómo tiene lugar la estigmatización del, vamos a llamar,
pecador individual (el antiguo pirómano), sobre el que recae toda la
reprobación social, frente al pecador colectivo (anónimo y difuso) que opera
sin cortapisas realizando su labor de zapa y carcoma ante la ignorancia y la
indiferencia generalizadas.
Lo que arde logra sus mejores momentos en el reflejo del estoicismo
con el que el protagonista de la película vive su situación y, sobre todo, en
esas imágenes del bosque retratado como un ser vivo en situación de permanente
precariedad, amenazado, primero por las máquinas y, en el tramo final de la
película, por el fuego, con unas impresionantes e impactante secuencias que
suponen una gran novedad en el cine de Oliver Laxe y que dan cuenta del talento
visual y narrativo del director.
En un momento dado, la madre del
protagonista dice, refiriéndose a los eucaliptos que “si hacen sufrir, es
porque sufren”. Quizás sea la frase que sirva para arrojar luz a un desenlace
aparentemente ambiguo pero que, más bien, refleja a quiénes quieren vivir a
costa del entorno y, en función de ello, son capaces de desarrollar una
conducta marcada por la hostilidad y la agresividad, y a quiénes, habiendo sido
capaces de alcanzar la armonía interior a pesar de las adversidades, ya no son
capaces de causar daño o dolor. Tal vez este ahí el descubrimiento que Oliver
Laxe, como un “cineasta de la revelación” más, quiere aportar a los
espectadores como moraleja de este viaje tanto físico como, sobre todo,
interior.
TRÁILER DE LA PELÍCULA:
IMÁGENES DE LA PELÍCULA:
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