Aprovechando que en Filmin van a estar disponibles a partir del 1 de septiembre de 2019 todas las películas de Andrei Tarkovski, vamos a publicar una serie de artículos en los que vamos a repasar toda la filmografia del director ruso. Al final de cada entrega, publicaremos los enlaces a las películas comentadas.
* * *
Cuando pensamos en directores de
cine que tengan un estilo único y absolutamente personal, no hay muchos nombres
con los que podamos completar la lista. Uno de ellos es, indudablemente, el del
realizador soviético Andrei Tarkovski (1932-1986). Sus películas, enigmáticas y
aparentemente indescifrables, están surcadas por una corriente permanente de
poesía en imágenes, inconfundible en su originalidad y enormemente potente en
su fuerza expresiva. Aunque pueda parecer que Tarkovski esconde en sus films un
complejo e intrincado entramado filosófico, no hay que descartar la posibilidad
de que, en realidad, su intención era exponer ideas más sencillas de las que la
crítica y el público llegan a pensar cuando contemplan sus films.
Cuando estudiaba en la Escuela de
Cine VGIK (Instituto Estatal de Cinematografía Panruso), uno de los
cortometrajes que realizó con el título original de Ubiytsy (1956) – que se puede traducir como Los asesinos- estaba basado en el famosísimo relato de Ernest
Hemingway The Killers. Recordemos que
este relato fue adaptado en la célebre película de Robert Siodmak Forajidos (The Killers) en 1946 y en la no menos conocida Código del hampa (The Killers)
de Don Siegel en 1964 – como curiosidad, hay que decir que esta fue la última
película en la que apareció Ronald Reagan como actor antes de dedicarse a la
política-. En principio, puede parecer extraño que un realizador marcado por la
espiritualidad y el sentido religioso de sus futuros films optara por adaptar a
un autor que parecía situarse en las antípodas de dichas preocupaciones. Sin
embargo, aunque podamos atribuir esta adaptación a una imposición de los
profesores de la escuela, en realidad ello tiene un sentido que la emparenta
con la trayectoria posterior del director. La posible relación de Tarkovski con
Hemingway nace de una combinación de aceptación y rechazo a sus planteamientos.
Fotogramas de Ubiytsy (1956)
Recordemos que el estilo de
Hemingway se basa en la precisión, el laconismo y la contención y sobriedad expresivas.
El autor está ausente, la narración habla por sí misma y en ella se esconden claves
ocultas que sirven para descifrarla e interpretarla. La muerte ocupa un lugar
central como hecho fundamental de la vida, como barrera final que supone la
derrota definitiva del ser humano. De estos elementos, Tarkovski asimilará su,
en el fondo, austeridad narrativa: a pesar del barroquismo de muchas de sus
imágenes, el relato en el director ruso evita cualquier tipo de explicación o
subrayado. El realizador se limitará a ofrecer al espectador los elementos
estrictamente imprescindibles para comprender la película, ni uno más ni uno
menos. Sólo hay que repasar la lista que, en 1972, hizo el director sobre cuáles
eran sus diez películas favoritas para confirmar ese aspecto de su estilo:
1.- Diario de
un cura rural de Robert Bresson.
2.- Los
comulgantes de Ingmar Bergman.
3.- Nazarín de
Luis Buñuel.
4.- Fresas
salvajes de Ingmar Bergman.
5.- Luces de
la ciudad de Charles Chaplin.
6.- Cuentos
de la luna pálida de Kenji Mizoguchi.
7.- Los siete
samuráis de Akira Kurosawa.
8.- Persona de
Ingmar Bergman.
9.- Mouchette
de Robert Bresson.
10.- La mujer
en la arena de Hiroshi Teshigahara.
Basta ver los nombres de Robert
Bresson, de Ingmar Bergman, de Charles Chaplin, de Kenji Mizoguchi o de Akira
Kurosawa para ver cómo Tarkovski se sentía atraído, preferentemente, por
estilos sobrios, austeros, contenidos, despojados de todo virtuosismo formal…
Como diría el personaje de Kirill en Andrei
Rublev (1966), recordando lo que escribía Epifanio el Sabio en La vida de San Sergio, era necesaria “la
simplicidad sin vulgaridad”. Es muy importante la inclusión de Buñuel porque el
director español era capaz de insertar, en un ritmo narrativo ágil y sencillo,
imágenes de gran potencia visual. Prescindiendo de las diferencias de opinión
en relación a la religión entre ambos directores, ese sería el modelo que el
realizador ruso seguiría para sus películas.
Tarkovski, en cambio, invertirá el significado que Hemingway concede a la muerte en su obra: la muerte será la vía por la que el alma se libere del cuerpo y alcance su verdadero destino. Es en esta reivindicación de la espiritualidad donde se halla el origen del enfrentamiento de Andrei Tarkovski con el régimen soviético.
Es evidente que la posible
influencia de Hemingway en la obra de Tarkovski se centra en algunos elementos
formales porque, en lo que se refiere a su mensaje y contenido, el director
sigue fielmente toda una tradición de la cultura rusa que tiene en Dostoievski
y Tolstoi sus más egregios representantes literarios (en el siglo XX,
tendríamos que hablar de Aleksandr Solzhenitsyn) pero que hunde sus raíces en
toda una tradición mística en la que se enmarcan personajes tan dispares como
Vladimir Pecherin o George Gurdjieff. (Sólo la fuerza de esta tradición explica que un personaje tan extravagante
como Grigori Rasputín -1869-1916- adquiriera tanta ascendencia en la corte de
los zares). Esta tradición supone, en última instancia, el rechazo del
paradigma de la Ilustración y emparenta la aceptación de Dios y de la religión
cristiana con el propio destino de Rusia. En su formulación más radical, esta
doctrina defendería que la propia Rusia debería estar dispuesta a sacrificarse
para salvar, cual Jesucristo retornado a la Tierra, a todo el Occidente
cristiano. (Esa era precisamente la filosofía del personaje de Yakov Savelyev
en La casa Rusia de John Le Carré, la
cual no se trata, precisamente, de una pura invención ficticia del autor
británico.)
En La infancia de Iván (1962), primer largometraje de Tarkovski, están
presentes muchos de los elementos de los que hemos estado hablando a lo largo
de este post. Desarrollándose su trama en plena II Guerra Mundial, en el
momento en que la URSS está preparando su ofensiva para poner fin al cerco de
Stalingrado y romper las líneas alemanas, narra las vivencias de un niño
huérfano que ha decidido convertirse en explorador del ejército soviético y
quiere cumplir obstinadamente su empeño. Siguiendo con la línea argumental que
hemos trazado desde Ubiytsy, no es difícil emparentar esta historia
con obras de Hemingway como Adiós a las
armas (1929) o Por quién doblan las
campanas (1940). Pero hay varias secuencias (sobre todo, la inicial y,
especialmente, la final) que son una auténtica provocación a lo que el régimen
de la URSS pretendía para su cine. Ahí empezaron los problemas para Tarkovski y
explica las condiciones en las que Andrei
Rublev tuvo que proyectarse en el Festival de Cannes.
Pero eso ya lo veremos en el
próximo post.
Enlace en Filmin para ver Los asesinos
Enlace en Filmin para ver La infancia de Iván
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