LAS HUELLAS DEL 11-S EN EL CINE



Hoy, hace 18 años de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington. Atentados que han marcado el devenir del mundo desde entonces mediante trazos opacos y sinuosos. Del mismo modo, las huellas de estos ataques terroristas y de sus consecuencias posteriores (el clima de paranoia derivado de la tragedia, las guerras de Irak y Afganistán y el establecimiento por los gobiernos de un sistema generalizado de vigilancia telefónica e informática para toda la ciudadanía) en el cine de los siguientes años dista de ser clara y perfectamente definida, siendo más bien irregular y, en muchas ocasiones, es más bien una influencia que sobrevuela y que hay que leer entre líneas más que una reflexión abierta y explícita. Vamos a intentar hacer un resumen de los títulos principales relacionados con ese acontecimiento histórico que nos conmocionó hace ya casi dos décadas.




El primer bloque de películas que vamos a considerar son las que intentan ser una crónica o reconstrucción de los hechos y de los sucesos que acontecieron con posterioridad y ahí tenemos, para empezar, la película colectiva 11’09”01 – 11 de septiembre (2002) constituida por 11 segmentos dirigidos por Youssef Chahine, Amos Gitai, Shôhei Imamura, Alejandro González Iñárritu, Claude Lelouch, Ken Loach, Samira Makhmalbaf, Mira Nair, Idrissa Ouedraogo, Sean Penn y Danis Tanovic, que fue pionera tanto en abordar el tema como abrir un punto de vista crítico sobre las consecuencias que se derivaron del mismo. Esta perspectiva crítica se volvió a dar en el documental Fahrenheit 9/11 (2004) de Michael Moore, que fue premiada con la Palma de Oro en Cannes, Camino a Guantánamo (2006) de Michael Winterbottom y Mat Whitecross, W. (2008) de Oliver Stone y El vicio del poder (2018) de Adam McKay. Por su parte, United 93 (2006) de Paul Greengrass, World Trade Center (2006) de Oliver Stone y La noche más oscura (2012) de Kathryn Bigelow, optaron por una recreación fría de los hechos.




Un apartado especial en el terreno comentado hay que reservar a la trilogía documental de Laura Poitras, formada por My Country, My Country (2006) – que muestra la situación de Irak tras la invasión estadounidense–, The Oath (2010) – retrato de dos antiguos colaboradores de Al Qaeda, uno como guardaespaldas y otro como chófer de Osama bin Laden, y de sus dispares destinos– y Citizenfour (2014) – vibrante crónica de la deserción de Edward Snowden y de su denuncia del sistema de vigilancia masiva implantado por el gobierno de los EE.UU. – que aporta un conjunto de testimonios valiosísimos al margen de los que son habituales en los medios de comunicación convencionales. En particular, el film Snowden, realizado por Oliver Stone en 2016, palidece respecto a la comparación con el documental filmado por Poitras sobre el mismo personaje.




Otro grupo de películas a destacar son aquellas de género bélico o de acción cuya trama se desarrolla durante las guerras de Irak o Afganistán. En este bloque, se pueden ver tanto películas que inciden en los aspectos épicos, heroicos o de pura acción, como Green Zone: Distrito Protegido (2010) de Paul Greengrass, El único superviviente (2013) de Peter Berg y El francotirador (2014) de Clint Eastwood, mientras que otros títulos realizan una reflexión crítica sobre la estrategia militar seguida a raíz de los atentados del 11-S y el componente deshumanizador que implica las guerras emprendidas, como Hermanos (2004) de Susanne Bier, Jarhead (2005) de Sam Mendes, En el valle de Elah (2007) de Paul Haggis, Redacted (2007) de Brian de Palma, Leones por corderos (2007) de Robert Redford, En tierra hostil (2008) de Kathryn Bigelow – ganadora del Oscar a la Mejor Película– y Route Irish (2010) de Ken Loach.




Finalmente, el cuarto bloque, posiblemente el más interesante de analizar, es el que se refiere a aquellas películas que, por un lado, no hablan directamente del 11-S y sus consecuencias, sino del clima que generó y del contexto en que el mismo tuvo lugar y, por otro, realizan un replanteamiento del papel de la violencia en la mentalidad de la sociedad estadounidense. Es, por ejemplo, muy interesante Tierra de abundancia (2004) de Wim Wenders, tanto por su cercanía en el tiempo a los atentados como por su retrato (muy directo, profundo y realista) de la paranoia que invadió a la sociedad norteamericana en torno a las cuestiones de seguridad, y que ya plantea la necesidad de revisar creencias y prejuicios que solo conducen a un callejón sin salida de miedo y angustia. Las series 24 y Homeland también incidieron en temas que se volvieron comunes tras la realización de los ataques terroristas: las teorías de conspiraciones dentro del gobierno, actuación de las élites en contra de los intereses generales, actuaciones opacas y discutibles de los servicios secretos…. Incluso, una adaptación de cómic como Capitán América: El soldado de invierno (2014) de Anthony y Joe Russo y Star Trek: En la oscuridad (2013) de J. J. Abrams también incluyen en sus tramas historias de conspiraciones en el seno de las autoridades, una especie de gobierno dentro del gobierno con su propia agenda y objetivos. Una de las interpretaciones posibles de Buried (2010) de Rodrigo Cortes podría ser la de que es una metáfora del enquistamiento sin solución en la que se encontraban las acciones militares en Irak y Afganistán (teniendo en cuenta que las tropas estadounidenses aún siguen en este último país, tal interpretación, como mínimo, estaría acorde con la realidad de los hechos). Syriana (2005) de Stephen Gaghan es un análisis bastante crítico en forma de largometraje de ficción de la importancia del petróleo como factor que explica la política exterior estadounidense y sus acciones en Oriente Medio. Red de mentiras (2008) de Ridley Scott pone en cuestión las opciones militaristas y violentas como medio de solución del problema del terrorismo y es una defensa del denominado soft power (idea con la que llegó al poder la administración Obama). Evidentemente, no podemos menos que referirnos a continuación a Espías desde el cielo (2015) de Gavin Hood, que, siete años después a la anterior película comentada, es una mirada crítica a la utilización de drones como herramienta de ataque y los dilemas éticos que plantea (posiblemente, la idea del soft power fue más real en la teoría que en la práctica). La conspiración del pánico (2008) de D. J. Caruso muestra el miedo colectivo existente a la vigilancia sistemática por parte de los gobiernos y el temor por que las técnicas de inteligencia artificial acaben con los derechos y las libertades democráticas. Finalmente, El caballero oscuro (2008) y Los odiosos ocho (2015) de Quentin Tarantino son las que llevarían la reflexión al terreno más abstracto. La primera, nos hablaría del deber de no recurrir a procedimientos ilegítimos para luchar contra el mal y la necesidad de mantener la defensa de la legalidad y la democracia para impedir el envilecimiento de la sociedad. Por su parte, el film de Tarantino es un retrato desolador sobre el papel de la violencia como método de reacción básico en la sociedad estadounidense y sus nefastas consecuencias. La canción con la que se cierra la película, There Won’t Be Many Coming Home de Roy Orbison, es una clara referencia a todos aquellos que no volverán después de haber ido a combatir en una guerra.




Como pueden ver, no son pocos los títulos que hablan de unos hechos que marcaron decisivamente la evolución del siglo XXI desde su comienzo y que, aún hoy, nos estremecen, nos inquietan y nos hacen pensar en cómo revertir muchas de las consecuencias negativas que se derivaron de ellos.



La imagen superior y de portada han sido extraídas de un vídeo grabado por Mark LaGanga el 11-9-2001 en Nueva York que se puede ver en este enlace de YouTube




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