TÍTULO: Tailor. TÍTULO ORIGINAL: Tailor. AÑO: 2020. NACIONALIDAD: Grecia-Alemania-Bélgica. DIRECCIÓN: Sonia Liza Kenterman. GUION: Sonia Liza Kenterman y Tracy Sunderland. MONTAJE: Dimitris Peponis. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Giorgos Mihelis. MÚSICA ORIGINAL: Nikos Kypourgos. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Dimitris Imellos, Tamilla Koulieva, Thanasis Papageorgiu, Stathis Stamoulakatos, Daphne Michopoulou. DURACIÓN: 100 minutos. PÁGINA WEB OFICIAL: https://www.argonautsproductions.gr/portfolio-item/tailor/.
En momentos de crisis y de profundo cambio social son cuando los fenómenos de inadaptación y desajuste se intensifican y se multiplican los casos de quienes no comprenden qué está sucediendo, se aferran a las circunstancias del pasado, tienen que soportar y sobrellevar unas mentalidades y unas condiciones de vida que no son las que han aprendido ni a la que están acostumbrados o, por lo contrario, se esfuerzan para encontrar su propio espacio en el nuevo escenario que se está desarrollando ante sus ojos. Al cine le ha encantado abordar este tipo de temas porque dan lugar a personajes inmersos en el conflicto entre nostalgia y adaptación y que acaban trazando (por necesidad) un gran arco de cambio que les puede conducir al éxito, al fracaso o a la melancolía. Ahí están para demostrarlo Rocco y sus hermanos (1960) de Luchino Visconti, con los antiguos campesinos emigrados a la gran ciudad teniendo que acomodarse a unas estructuras sociales, urbanísticas y laborales muy diferentes a las que siempre han conocido en el entorno rural del que provienen, La cuadrilla (2001) de Ken Loach, con esos trabajadores que sufren las consecuencias de las privatizaciones de los servicios públicos en los que desarrollaban su labor, Los lunes al sol (2002) de Fernando León de Aranoa, con esos desempleados víctimas de la reconversión industrial que los ha dejado sin la que desde siempre ha sido su rutina diaria, The Company Men (2010) de John Welles, con esos ejecutivos a los que la crisis económico-financiera de 2008 les ha dejado sin su empleo, Adiós a la reina (2012) de Benoît Jacquot, con esos nobles que ya son fantasmas (sin que ellos mismos lo sepan) tras la toma de la Bastilla el 14 de julio de 1789, Las herederas (2018) de Marcelo Martinessi, con esas herederas venidas a menos que tienen que abandonar sus viejos hábitos y emprender actividades y tareas que consideraban impensables para ellas, o Sorry We Missed You (2019) de Ken Loach, con ese transportista que se ve crecientemente presionado y desbordado por las nuevas condiciones que van imponiendo las nuevas plataformas de distribución. Algo parecido plantea la coproducción entre Grecia, Alemania y Bélgica Tailor, dirigida por la realizadora greco-alemana Sonia Liza Kenterman, al contar la historia de una sastrería que hace trajes a medida para hombres y que ve cómo su clientela se va reduciendo poco a poco hasta quedar abocada a la bancarrota. Sin embargo, frente al resto de películas que hemos mencionado, Tailor presenta una gran y esencial diferencia: se trata de, aunque sutil, delicada y llena de matices, toda una comedia.
El protagonista de la película, Nikos (Dimitris Imellos), es el hijo del propietario de la sastrería en decadencia. Utilizando una factura visual que recuerda en algunos momentos a la de las películas de Fellini (por su tratamiento a la vez preciosista y expresionista de lo anacrónico) o a las de Jean-Pierre Jeunet o Michel Gondry (por su visión irónica, afable y cariñosa de la excentricidad y la extravagancia), Sonia Liza Kenterman sabe retratar a la perfección desde la primera escena el carácter del padre y el hijo encargados de la tienda de trajes de caballero como personajes de otra época que tienen que desenvolverse en unos tiempos que ni comparten ni comprenden y que, en gran medida, viven desconectados de la realidad. La enfermedad del padre y su posterior hospitalización obligan al hijo a tomar las riendas del negocio y, conforme va liberándose de los estrictos principios que rigen el universo paterno, a modificar sus rígidas pautas de actuación para adaptarse a un mundo muy alejado del que era en la edad de oro del establecimiento familiar. La aparición de clientes que piden productos muy diferentes a los trajes de caballero a la medida en la que el personaje es experto y la relación con una familia (sobre todo con la madre y con la hija) de la que él es vecino en el mismo bloque de viviendas en el que reside provocarán que el personaje vaya transformándose no solo en un sentido profesional sino, sobre todo, en un sentido personal y abandone la que era su escasa flexibilidad vital para que empiece a aflorar el auténtico carácter que albergaba su férrea apariencia. Gracias al trabajo visual ya comentado de la realizadora, la precisa interpretación de Dimitris Imellos (quien sabe modular perfectamente la progresiva evolución de su personaje), las chispeantes actuaciones de Tamilla Koulieva y Daphne Michopoulou (quienes interpretan, respectivamente, a la madre y a la hija de la familia vecina del protagonista) y la habilidad narrativa con que nos es contada la historia, Tailor se convierte en una agradable y honda comedia, que no es comedia por la presencia de gags, enredos o situaciones humorísticas sino por el tono con el que el relato es presentado y por la mirada de la directora, llena de ternura y de complicidad hacia sus personajes. En su retrato de un protagonista que sale de lo que, en términos modernos, se denomina “zona de confort”, Tailor es capaz de reformular la concepción tradicional de happy end y conducirnos a un desenlace en el que el cambio vital ha quedado materializado aunque no todas las expectativas hayan quedado cumplidas, convirtiéndose, por ello, en la perfecta metáfora de lo que es y significa la madurez.
TRÁILER DE LA PELÍCULA:
IMÁGENES DE LA PELÍCULA:
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