NUEVA VERSIÓN DE ARREBATO EN FLIXOLÉ

 


Arrebato (1979) de Iván Zulueta es un film cuya historia deslumbra, fascina y se puede volver peligrosamente adictiva para aquel espectador que conecta con la película (como también puede generar un rechazo automático por parte de quienes queden espantados por el discurso que parece desprenderse de ella en relación al consumo de drogas). Pero, al mismo tiempo, es una película que encierra, en su proceso de génesis, rodaje, posproducción, distribución y divulgación, una tortuosa sucesión de avatares que es, por sí misma, una historia paralela a la que la propia película nos cuenta. Por ello, en Arrebato se conjugan un relato abrumador con un aire de leyenda que hacen de ella un mítico título de culto. Ahora, el próximo viernes 21 de enero, la plataforma FlixOlé estrena una nueva versión de la película restaurada en 4K que, manteniendo en su integridad el montaje ya conocido, restaura su imagen y sonido para ofrecernos el film rejuvenecido y adaptado a los estándares de calidad y resolución visual a los que el espectador actual está habituado.

 


 

DÉ CÓMO LLEGÓ ARREBATO A SU VERSIÓN ACTUAL

Uno de los hechos en los que todos quienes vivieron de cerca el proceso de creación de Arrebato están de acuerdo es en que su director, Iván Zulueta, se obsesionó de tal modo con el proceso de montaje de la película que, si no hubiesen mediado circunstancias relacionadas con la burocracia, hubiese podido estar absorbido por el mismo durante (por lo menos) muchos meses más. Sin embargo, según palabras de su productor ejecutivo, Augusto Martínez Torres  (en el documental Arrebatos, realizado por Jesús Mora en 1998), la necesidad de presentar la película a los Premios Especiales del Ministerio de Cultura en diciembre de 1979 obligó a forzar el fin de la edición del film para poder presentarlo a dicha convocatoria oficial y, así, se llegó a la versión final que hoy conocemos.

 


 

Sin embargo, hasta llegar a la misma, hubo, previamente, otras versiones provisionales. Hubo una primera versión de algo más de tres horas que, finalmente, se quedó en dos horas y media y que fue presentada a los seleccionadores de los festivales de Berlín y Cannes sin éxito (básicamente porque les preocupó cómo reaccionaría el público con su temática relacionada con el mundo de las drogas y, en el caso concreto del seleccionador del certamen berlinés, porque un pariente cercano había tenido serios problemas por culpa del consumo de estupefacientes). Tras ello, y tras nuevos cortes, se llegó, obviamente, a la versión de una hora y cincuenta minutos (aproximadamente) que ahora conocemos.

 


 

Hay otro tema relacionado con la edición de la película que también varió de una versión a otra y es el relativo a su banda sonora. Inicialmente, Iván Zulueta deseó escoger temas musicales que a él le gustaban de bandas e intérpretes muy conocidos y llegó a integrarlos en la primera versión del film. Posteriormente, y debido a los elevados derechos de autor que había que pagar para que dicha música apareciera en Arrebato, hizo que hubiera que eliminarla del montaje final y dejarlo con los sonidos tan particulares y expresivos que, actualmente, asociamos a la película. Jaime Chávarri comenta (en el mismo documental que antes hemos mencionado) que él vio una versión de algo más de dos horas (probablemente, la que fue presentada a festivales) con la música originalmente prevista y que le pareció espléndida pero que, al mismo tiempo, el montaje final de Arrebato, tal como hoy lo conocemos, conserva íntegramente el espíritu de aquella versión que no vio la luz y que, en ese tormentoso proceso de edición, la película no perdió nada de su calidad. Frente a otras películas en las que el proceso de remontaje o mutilación, por motivos comerciales, les hizo perder buena parte de su espíritu, ímpetu y potencia expresiva iniciales (pienso, por ejemplo, en títulos como Avaricia –1924– de Erich von Stroheim, El cuarto mandamiento –1942– de Orson Welles, Cleopatra –1963– de Joseph L. Mankiewicz, La puerta del cielo –1980– de Michael Cimino o El Sur –1983– de Víctor Erice), Arrebato conserva, tal como nos ha llegado, toda la fuerza y esencia con la que Iván Zulueta la concibió y, de hecho, el director nunca se quejó por los cambios que tuvo que hacer ni nunca lamentó que sus primeras versiones se perdieran en el proceso de edición.

 

 

A partir de que estuvo terminada, las copias de la película y las versiones exhibidas a partir de ellas han pasado por diversas circunstancias que parecen confirmar el aura de película “maldita” que Arrebato tiene. Así, según también comentó Augusto Martínez Torres en el documental que ya hemos mencionado, fue proyectada en una televisión privada con los rollos cambiados. Y, en la publicación del guion de Arrebato por la editorial Ocho y Medio, el productor ejecutivo también revela que prestó la copia que él poseía en 16 mm. del cortometraje Leo es pardo, también de Iván Zulueta, al programa de TVE Versión española, como complemento de Arrebato, y la misma quedó destrozada. Pero, tal vez, lo más curioso es que, debido a sus malas condiciones de estreno en 1980, la película pasó desapercibida en un principio y solo adquirió su condición de título de culto (minoritario) cuando se reestrenó en los cines Alphaville de Madrid en 1981 y estuvo un año en la cartelera de dichas salas y, de hecho, no llegó a ser nunca editada en VHS.

 


 

En el año 2002, Karma Films editó la película en DVD (acompañada de los documentales Arrebatos, del que ya hemos hablado, e Iván Z de Andrés Duque) con una muy buena calidad de imagen. Ahora bien, yo, que tuve la oportunidad de ver Arrebato en una sala de cine con motivo de su proclamación como “Película de oro” en el Festival de Málaga 2008, debo decir que esa versión en DVD no se ajustaba escrupulosamente a lo que era la factura visual original de la película tal como yo tuve ocasión de ver. Digamos que los colores de la copia cinematográfica de Arrebato que yo vi eran más ocres y apagados (por lo demás, coincidente con lo que era la tónica habitual de la fotografía de las películas de los años 70) mientras que la versión en DVD de Karma Films tenía los colores más vivos, digamos que con una estética más almodovariana (a lo mejor, esa era la idea de sus editores), que, sin dudar de la calidad de imagen, cuesta trabajo no pensar que, en el proceso de creación de dicha versión, se intentó que aquella se adaptara a los patrones de años posteriores y, en concreto, a los de un director al que siempre se le ha emparentado con la figura del realizador donostiarra. La versión en BluRay que editó 39 Escalones en una edición limitada para clientes de la FNAC en diciembre de 2018 intentó resolver dicha circunstancia pero trajo consigo mucha polémica por el resultado final del trabajo realizado (se trató de una restauración realizada por Filmoteca Española). Fueron tales la controversia y las protestas originadas que 39 Escalones, un año después, sacó una nueva edición y ofreció la posibilidad a quienes habían comprado la edición de la FNAC la sustitución del disco por el nuevo con la nueva versión.

 


 

Hay que decir, no obstante, que esa nueva versión se ajustaba a un patrón similar al del DVD de Karma Films, por lo que cabe pensar que el problema consistió en que el intento del primer BluRay de llevar la imagen de Arrebato a su esencia original resultó fallido. Posiblemente (a esta conclusión he llegado después de leer muchos foros sobre la cuestión), se optó por probar una saturación de los colores de la copia con la que se trabajó, lo cual, en determinadas secuencias, dio bastante buen resultado, pero, en otras, las que estaban peor iluminadas, proporcionaba una calidad visual desastrosa. No obstante, los fragmentos con más que satisfactoria calidad de imagen, se ajustaban mucho mejor a la imagen de Arrebato tal como ya la vi en una sala de cine que la que ofrecían el DVD de Karma Films y el segundo BluRay de 39 Escalones.

 


 

Ahora, el próximo 21 de enero, FlixOlé estrena una nueva versión restaurada y debo decir que es la que logra respetar, además con una óptima calidad de imagen, el espíritu de Arrebato tal como Iván Zulueta llegó a presentarla en público. Eliminando la vivacidad impostada de la versión de Karma Films, la factura visual de esta versión me recuerda la versión que yo vi en cine pero, de todas formas, si mi memoria me estuviera fallando, si analizamos sus características se acercan mucho más a lo que era la fotografía de las películas de los años 70 que lo que lo hacían las versiones de Karma Films y el segundo BluRay de 39 Escalones. Digamos que esta versión logra cumplir el objetivo que tenía el primer BluRay de diciembre de 2018, solventando, simultáneamente, los problemas que dicha versión arrastraba.

 


En suma, quien quiera ver Arrebato con unos estándares de calidad al nivel de los que hoy se reclaman y, a la vez, con factura visual absolutamente respetuosa con la que el film presentaba en el momento de su estreno, ahora, en FlixOlé, tiene una oportunidad única. Asimismo, tenemos que decir que esta versión ya se ha proyectado los pasados 7, 8 y 9 de enero en la Cineteca Madrid, en la Sala Azcona, en el espacio Matadero. Esperemos que, con este paso, Arrebato pierda de una vez por todas su aura de película “maldita” y que, posibilitando que, quizás, esta nueva versión se convierta en la canónica, acabe teniendo el lugar que se merece dentro de la historia del cine español.

 

ESCENA DE ARREBATO EN LA NUEVA VERSIÓN DE FLIXOLÉ

 

EL SENTIDO DE ARREBATO

De todas formas, la gran polémica que siempre ha acompañado a Arrebato, por encima de las controversias y discusiones sobre cuestiones paralelas y colaterales (p. ej. sobre el coste real de producción de la película), ha girado en torno a su tratamiento del tema de las drogas y el impactante desenlace del film. Su productor ejecutivo ha dejado escrito (por ejemplo, en sus libros Las películas de mi vida y Directores españoles malditos)  que considera que el mensaje que encierra Arrebato es el de la exaltación de las drogas y el de la apología del suicidio. De hecho, cuando tuve la oportunidad de coincidir con Augusto Martínez Torres con motivo del estreno de su documental La décadence en el Festival de Málaga 2016 (el cual se incluye en la edición e BluRay de 39 Escalones de la he hablado con anterioridad), me llegó a decir (y vino a reiterarlo en la presentación y debate posterior a la proyección del documental) que Arrebato es una película que detesta por todo el trabajo y esfuerzo que le supuso y, cabe pensar, que, sobre todo, por la interpretación que él le da a la historia y que yo, ya anticipo, no comparto del todo.

 

 

Ya he tenido ocasión, en 2012, de hablar de Arrebato en esta revista pero, ahora, con motivo de su versión restaura en FlixOlé, es buen momento de profundizar algo más en los temas que esta película aborda. Es innegable que el tema de las drogas y el de la autodestrucción son ejes esenciales de la trama de Arrebato. Como también lo son los del amor, el sexo, el de la creación en un contexto industrial y comercial restrictivo y corto de miras y el de las servidumbres impuestas por unas relaciones sociales superficiales. Todos estos hilos argumentales quedan enlazados por lo que, a fin de cuentas, es el gran tema de la película: el sentimiento de pérdida que surge con el fin de la niñez, convirtiendo la historia en un remake, más consciente y voluntario de lo que en un principio podría pensarse, de la historia de Peter Pan. Si, en nuestra infancia, parece que tengamos el tiempo en nuestras manos, convirtiendo una mañana de juegos (de visión, por ejemplo, de una colección de cromos, que es una de las imágenes icónicas del film) en una experiencia que ha simulado ser eterna, al convertirnos en adultos el tiempo, el mundo y las circunstancias nos devoran y acaban manejándonos como simples títeres sin voluntad.

 

 

Buscamos, entonces, toda una serie de subterfugios para recuperar esa sensación perdida: la amistad, las relaciones sociales, la creación, el sexo, el amor y, cuando todo ello fracasa, hay quien empieza a explorar el mundo de las drogas. Es importante remarcar que Arrebato, con absoluta claridad, retrata todas esas salidas como simples subterfugios carentes de todo tipo de encanto y glamour. Las condiciones en las que hay que hacer cine quedan expuestas en la primera secuencia del film tras los títulos de crédito, que se desarrolla en una sala de montaje, y en la conversación entre Eusebio Poncela y Cecilia Roth en el coche camino de la finca donde vive Pedro (Will More). La relación entre el director José Sirgado (Eusebio Poncela) y la actriz Ana Turner (Cecilia Roth) muestra cómo el amor y el sexo se deterioran a pesar de la pasión inicial y los efectos del consumo de drogas se muestran sin tapujos en una conversación entre ellos y en la tremenda escena en la que ambos esnifan la heroína que se ha caído en la alfombra. Es el propio Pedro quien da cuenta de la vaciedad de las relaciones sociales banales y superficiales en la casete que envía a José Sirgado y del juicio negativo que las mismas le merece. Todo ello no es más que el intento (al final, fracasado) de recuperar algo que se ha perdido y, al final, no son más que vampiros que te absorben la sangre, que te agotan las energías y eliminan la posibilidad de reencontrar aquello que se busca.

 

 

Sería un error querer identificar a Pedro y a José Sirgado con dos personajes distintos. Yo creo que ambos son dos manifestaciones diferentes de la personalidad de Iván Zulueta. Por un lado, Pedro sería el Iván Zulueta que rueda en San Sebastián con su cámara automática de Super-8 mientras vive con su madre en Villa Aloha. Por otro, José Sirgado es el Iván Zulueta que trabaja en TVE realizando Último grito y dirigiendo la película Un, dos, tres… al escondite inglés, el Iván que tiene que acomodarse a unas estructuras rígidas y férreas. Según Arrebato, el Iván de San Sebastián, el Iván de Villa Aloha es el que tiraría del otro Iván, del Iván público, para que volviese a su impulso genuino, al de hacer películas alejadas de cualquier veleidad comercial, al de captar imágenes deslumbrantes destinadas a ser montadas como hipnóticas cataratas visuales, y abandonase lo que consideraría un trabajo romo, rutinario y sin ilusiones. Y ello, con el fin de recuperar una forma de ver la vida que es añorada con tristeza y nostalgia, una forma de vivir en la que cada experiencia era gozada de forma absoluta e incondicional.

 


 

Visto así, más que una apología simple del suicidio, lo que Arrebato viene a decirnos es que el gran drama del ser humano es que, para recuperar el sentimiento de plenitud que nos invade en la infancia, la única salida posible es la de desconectar de todas las convenciones a las que el mundo adulto nos arrastra y, en consecuencia, el precio que hay que pagar por ello es altamente elevado y gravoso. El dilema al que nos enfrentamos sería el de pagar dicho precio o el de conformarnos con llevar una vida gris, parcial e incompleta. Es así como adquiere pleno sentido lo que Marta Fernández Muro dice (en el documental Arrebatos) que Iván le comentó cuando ella le preguntó de qué iba la película. Iván le respondió: “La película va de que vivo sin vivir en mí, y tan alta dicha espero que muero porque no muero”. Es decir, que, deseando vivir una experiencia de éxtasis, la única opción sería la autodestrucción para intentar alcanzarla y, de ahí, la decisión final de José Sirgado y el desenlace de la película. En cierto modo, el desasosiego que produce Arrebato viene del hecho de que es la encarnación de la opción, radical y sin marcha atrás, por esa vía que conduce al abismo. Arrebato fue el vampiro que absorbió la sangre y las energías a Iván Zulueta pero, a cambio de ello, hizo que permaneciera retratado siempre joven y en su auténtica y verdadera esencia, aunque él, personalmente, ya nunca fue lo que llegó a ser. Si queremos saber qué era y cómo era Iván, no debemos atender a lo que hizo o dejó de hacer antes y después de la creación de Arrebato porque él decidió quedarse a vivir para siempre en dicha película y es ahí donde debemos ir para llegar a conocerlo de verdad. Esa es la dimensión trágica que encierra su historia y que un análisis precipitado o superficial nos puede llevar a no comprender en toda su hondura, en su descarnada y desnuda exposición de la imposibilidad de alcanzar lo que una vez tuvimos y que siempre echaremos de menos.

 

ESCENA FINAL DE ARREBATO EN LA NUEVA VERSIÓN DE FLIXOLÉ:




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