Empezó la jornada con un estupendo documental del realizador malagueño Rafael Robles 'Rafatal", titulado Navajeros, censores y nuevos realizadores que realiza una amplia revisión del llamado "cine quinqui" que se hizo en nuestro país desde finales de los años 70 (aprovechando el fin de la censura) hasta mediados de los 80. Los nombres de Ignacio F. Iquino, José Antonio de la Loma, Eloy de la Iglesia, Roberto Bodegas, Manuel Gutiérrez Aragón y Carlos Saura van pasando por el largometraje a la par que los títulos de toda una serie de películas que llegaron a ser muy populares y taquilleras en el momento de su estreno - Perros callejeros (1977), El diputado (1978), Navajeros (1980), Deprisa, deprisa (1981), Maravillas (1981), Colegas (1982), Yo, el Vaquilla (1985), Matar al Nani (1988)- son recordados para hacer revivir toda una estética y unas imágenes que se han convertido, no sabemos si voluntaria o involuntariamente, en testimonio de una época tensa y crispada. El documental está jalonado de valiosos testimonios de artistas, críticos, escritores y cineastas como Los Chichos, Ángel Pardo, María Barranco, Borja Cobeaga, Michel Gaztambide, Román Gubern, Antonio Hens, Gervasio Iglesias, Juan Madrid y Alberto Rodríguez que analizan el fenómeno, lo sitúan en su contexto y hacen una valoración del mismo desde los tiempos actuales. Navajeros, censores y nuevos realizadores sigue el impacto del cine quinqui hasta nuestros días donde ha revivido en obras audiovisuales tan interesantes como Caniville (2015) de Hilario Abad o Criando ratas (2016) de Carlos Salado, trazando un relato ágil, preciso y vigoroso que sirve para volver a traer a nuestra memoria cinéfila toda una serie de películas que, menospreciadas en su día por la crítica, hoy podemos verlas con la perspectiva que da el paso del tiempo y la percepción de que, en la actualidad, existe una autocensura que no existía en unos años en los que el ansia de libertad iba unida a la ausencia de prejuicios y a la voluntad de retratar la realidad sin edulcorantes ni paliativos.
Rafael Robles 'Rafatal' durante el coloquio posterior a la proyección de la película
Tras la proyección del documental, se produjo un pequeño coloquio en el que 'Rafatal' respondió a algunas de las preguntas del público asistente.
PREGUNTA: Rafael, ¿te has dejado muchos títulos en el tintero a la hora de realizar el documental?
RESPUESTA: De las que hemos hablado, fueron muy taquilleras y muy mediáticas. Pero, después, hay una larga lista de títulos que no son muy conocidos. Nosotros llegamos a ver unos setenta y hay títulos absolutamente desconocidos como La patria del rata o Todos me llaman Gato, que son fantásticas y son más underground aún que las que aquí hemos visto.
PREGUNTA: ¿Cómo estructuraste las participaciones que aparecen en el documental?
RESPUESTA: Por una parte, teníamos una parte muy académica, historiadores del cine, gente tuviera todo muy estudiado desde los años 50 en adelante. Porque hubo un cine policíaco que surgió en Barcelona en los años 50, que la censura intentó limitar y prohibir, de modo que, en torno al año 65, ese cine se deja de hacer. Y, mucha gente que estuvo trabajando en ese "policíaco" se incorpora al "cine quinqui". Por ejemplo, José Antonio de la Loma fue guionista de Iquino. Después, quise incorporar a gente que hubiera hecho cine policíaco en los 90: Urbizu, Gaztambide... Y, luego, gente que no tuviera nada que ver ni con lo académico ni con lo cinematográfico y que fuera fan del género y que yo supiera que lo iba a tratar con cariño porque ese cine, en su tiempo, fue muy menospreciado.
PREGUNTA: ¿Crees que estas películas tienen una estética propia, formada por música de Los Chichos y de Los Chunguitos, con los Seat 124, con los barrios de los extrarradios de los años 70, con el descampado como lugar casi mítico..., que hacen que, a día de hoy, conserven todavía un gran poder de fascinación?
RESPUESTA: Pues sí. De hecho, el documental puede ser visto como un estudio genealógico de cuál es el origen del cine quinqui, su desarrollo, su declive y las derivaciones que surgieron del mismo hasta llegar a hoy. Y, en ese análisis, está todo lo que has comentado. La estética, la ropa, la música, los espacios... Precisamente el año pasado, fui invitado por una facultad de arquitectura, de la Universidad de Pau, por unas jornadas de reflexión sobre la ciudad y el entorno en el cine. Y allí querían estudiar ese tema en España, sobre todo en la época de la transición y, en esta película, se podía estudiar perfectamente eso. Y sacar muchas reflexiones en torno a ello. Es decir, el cine quinqui era un cine casi documental pero, a la vez, tenía ese sentido narrativo, violento rápido, dinámico... Yo creo que las mejores persecuciones de coches que se han rodado en el cine español se han hecho en estas películas. Se puede decir que estas películas son puro cine.
José Manuel Cruz, director de Cine Arte Magazine, junto a Rafael Robles 'Rafatal' en los momentos previos a la proyección del estupendo documental Navajeros, censores y nuevos realizadores
La segunda película de la jornada fue la coproducción entre Suecia y Dinamarca Koko-di koko-da, dirigida por el realizador sueco Johannes Nyholm. Se trata de una extraña película que parece beber de las influencias del cine de Roy Andersson - realizador de títulos que han alcanzado gran prestigio crítico en los últimos años Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia (2014) o Sobre lo infinito (2019)- y David Lynch. Resulta difícil explicar la trama del film, que vendría a ser una especie de variante de lo narrado en la mítica Atrapado en el tiempo (1993) de Harold Ramis solo que filtrado por un posible tratamiento de carácter metafísico o psiquiátrico. Como ya dije durante el Atlántida Film Fest de este año en relación a The Tree de André Gil Mata, hay películas que solo pueden ser o un experimento fallido o una obra maestra y ese fue mi primer pensamiento tras ver Koko-di koko-da, que me ha obligado a hacer un especial esfuerzo para decidir cómo valorar este film. Al final, me inclino por su condición de experimento fallido, aunque, tal vez, no quepa ser tan duro como en el caso de The Tree. Koko-di koko-da vendría a hablarnos de la neurosis o paranoia que sufre una pareja tras vivir una fuerte experiencia traumática (más fuerte aún por haber sucedido en un lugar que es el ideal para que no hubiera tenido que ocurrir o, al menos, hubiera podido ser fácilmente remediada) que los hunde en la obsesión de pensar que van a morir a manos de unos extraños personajes. Una y otra vez vemos cómo todas las diversas variantes posibles de comportamiento que ambos pueden tener en relación al suceso desembocan en el mismo desenlace: la muerte de la pareja. Este bucle vendría a ser el reflejo o consecuencia de un trauma no cicatrizado y solo parece encontrar solución cuando, a través de un sueño representado con un tono muy lynchiano, ven que solo se puede romper superando el dolor que sufren para alcanzar un estado vital superior. Sin embargo, tras llegar el final del film, no he podido dejar de recordar lo que decía el guionista español Rafael Azcona: que si un personaje es el mismo al final que al principio de la película, es que en medio no ha pasado nada. Y, cuando veo cómo termina la pareja mientras va con su automóvil por la carretera, a pesar de la belleza formal de Koko-di koko-da, no puedo menos que concluir que, quizás, en sus noventa minutos no ha ocurrido nada que esté a a la altura de la potencia visual de sus imágenes.
Y, para terminar el día, pudimos ver Deerskin, la última locura del director francés Quentin Dupieux, de quien ya vimos el año pasado en el certamen Bajo arresto. Aunque en esta ocasión no se trata de un homenaje al cine de Buñuel, el absurdo y el surrealismo no dejan de estar presentes en una propuesta que logra, en solo setenta y siete minutos de duración, dibujar un amplio abanico de lecturas e interpretaciones. Protagonizada por Jean Dujardin (el inolvidable protagonista de The Artist) y Adèle Haenel (que ha participado en la reciente Retrato de una mujer en llamas), la historia cuenta la obsesión de un hombre con una chaqueta de piel de ciervo que le ha costado una fortuna. A partir de ahí, el relato se ramifica de un modo sorprendente (y que no queremos desvelar para no destripar la sorpresa al posible espectador) y, con un muy peculiar y personal humor negro, Dupieux utiliza la narración tal vez para criticar el peso que se le da en los tiempos actuales a las apariencias frente a la sustancia real de las cosas, el progresivo machismo o arrogancia que el protagonista va adquiriendo conforme crece su obsesión por la chaqueta o el poder embaucador del cine que es capaz de arrastrar a cualquiera en sus locuras y delirios... Deerskin es otra de las grandes sorpresas del certamen y una deliciosa miniatura que, lejos de su apariencia superficial, es una mirada cáustica y demoledora a muchos de los vicios y contradicciones de las sociedades actuales.
Las películas de la 5ª jornada del 29º FANCINE no dejaron al público indiferente...
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