TÍTULO: Día de lluvia en Nueva York. TÍTULO ORIGINAL: A Rainy Day in New York. AÑO: 2019.
NACIONALIDAD: Estados Unidos. DIRECCIÓN Y GUION: Woody Allen. MONTAJE: Alisa
Lepselter. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Vittorio Storaro. INTÉRPRETES PRINCIPALES:
Timothée Chalamet, Elle Fanning, Liev Schreiber, Annaleigh Ashford, Jude Law,
Kelly Rohrbach, Rebecca Hall, Selena Gomez, Suki Waterhouse, Diego Luna, Cherry
Jones. DURACIÓN: 92
minutos. PÁGINA WEB OFICIAL: http://www.acontracorrientefilms.com/pelicula/1005/dia-de-lluvia-en-nueva-york/.
CALIFICACIÓN:
A estas alturas, posiblemente no
tenga sentido pedirle una obra maestra a Woody Allen, después de 53 años de
carrera como director y 54 títulos a sus espaldas. No obstante, no es menos
verdad que, en los últimos años, ha sabido aportarnos una serie de títulos como
Midnight in Paris (2011),
A Roma con amor (2012), Blue Jasmine (2013),
Magia a la luz de la luna (2014), Irrational Man (2015), Café Society (2016) o Wonder Wheel (2017) que, siendo en
su conjunto desiguales, ofrecen siempre aspectos curiosos e interesantes dentro
de esa gran habilidad del director neoyorquino para que, pareciendo hacer siempre
las mismas 3-4 películas, todas acaban siendo diferentes y teniendo su propia
personalidad. Como dije en la revista Moon Magazine con motivo del estreno de Café Society, “la realidad, por utilizar
una metáfora musical, es que hay creadores cuyas obras se parecen a la Bohemian Rhapsody de Queen, con
continuos cambios y giros, y otros cuyas obras guardan similitud más bien con
las Variaciones Goldberg de Bach,
construidas a base de pequeños cambios de una misma melodía. Allen se engloba
dentro del segundo grupo y hay que reconocer su mérito de saber extraer de un
abanico de preocupaciones muy concretas (la trascendencia, el azar, la culpa,
el autoritarismo, la irrevocabilidad de las decisiones, los complejos ante la
vida) todo el jugo que demuestra su larga lista de títulos, sabiendo pasar,
además, con maestría del humor al drama si era narrativamente lo adecuado”.
En Día de lluvia en Nueva York, asistimos a una de sus comedias más
ligeras de los últimos tiempos. Tras realizar varias películas de tramas
enlazadas desarrolladas en diversas ciudades del mundo (Vicky Cristina Barcelona – 2008–, Midnight in Paris, A Roma con
amor), podría entenderse esta película como una especie de vuelta
metafórica a casa, de regreso a las raíces para recuperar energías e iniciar una
nueva etapa. Y la propia estructura del film y algunas referencias explícitas
que aparecen en los diálogos de los personajes y en algunas imágenes (la más obvia, las fotos de Katharine Hepburn, Lana Turner, James Stewart y Cary Grant en un restaurante), dan a entender que,
efectivamente, Woody Allen mira hacia atrás para revisar la comedia
fundacional, aquella basada en la acción continua, en situaciones absurdas, en
enredos disparatados y en frases chispeantes. Y, por concretar más, aquella
cuya trama parte de dos enamorados que se separan, que viven, cada uno por su
lado, andanzas cada vez más enrevesadas, cuya relación acaba pendiendo de un
hilo y que, al final, vuelven a reencontrarse, algo que está presente en un
amplio abanico de películas que van desde Siete
ocasiones (1925) de Buster Keaton hasta Corazonada
(1981) de Francis Ford Coppola (incluso, en muchos títulos españoles de los
50 y 60, como Las chicas de la Cruz Roja –
1958–, El día de los enamorados –
1959– de Fernando Palacios o Mi noche de
bodas – 1961– de Tulio Demicheli). Sin embargo, como suele suceder siempre
con el director neoyorquino, nada es fácil o simple.
Porque, en primer lugar, hay un
guion que, en muchos momentos, ametralla al espectador con el alud de gags y referencias (hay que estar muy,
muy atentos para no perderse ninguno y, aún así, alguno se puede escapar porque
se refiere muy especialmente al contexto estadounidense). Por otro, el director
prueba con recursos visuales que no formaban parte de su repertorio habitual,
concretamente varios planos-secuencia que sorprenden porque, cuando cabría
esperar la técnica del plano-contraplano, Allen hace gala de una planificación
concienzuda de los movimientos de la cámara, de los encuadres y de los
movimientos de los actores que no ha sido habitual en su filmografía hasta la
fecha. Y, finalmente, porque el realizador se desdobla en varios personajes
como si quisiera expresar la encrucijada personal y creativa en la que se
encuentra. Es, obviamente, el personaje de Timothée Chalamet con sus dudas y
complejos, pero es también el de Liev Schreiber, un director en plena crisis
artística y de identidad, y podría ser el de Griffin Newman, el joven director
que está empezando con el rodaje de un corto y que podría reflejar el ansia de
Allen por reinventarse e iniciar una etapa nueva.
Por todo ello, más que una
película nostálgica, algo que podría parecer en la medida en que Allen sigue a
rajatabla muchos de los elementos de la que podríamos denominar la alta comedia
más clásica (por ejemplo, todos los personajes del film prácticamente se mueven
en el ámbito de la high class estadounidense
y, en particular, neoyorquina), Día de
lluvia en Nueva York es un film que, al mismo tiempo, muestra casi sin
matices una grieta en dicho modelo como queriendo recalcar que lo que podía haber
de válido en el mismo en el pasado, hoy resulta mucho más discutible y
problemático. En pleno nazismo, Bertolt Brecht escribió un libro de poemas y,
frente a los reproches que le hicieron en relación a que no escribiera una obra
más combativa, él vino a decir que “en tiempos del fascismo, no hay que dejar
de aplaudir sino aplaudir un poco menos”. En estos tiempos tan críticos, Allen ha
preferido hacer una película más liviana de lo habitual para que, en medio de
sus divertidos y rocambolescos enredos, apreciemos la impostura de un género
cuyas reglas, en última instancia, no retratan la realidad y, más bien,
esconden verdades incómodas, como la que la madre del protagonista le cuenta en
plena fiesta para estupor de este e invitación a la reflexión de los
espectadores.
TRÁILER DE LA PELÍCULA:
IMÁGENES DE LA PELÍCULA:
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