ÉLITE – T2: CLASES, JERARQUÍAS Y APARIENCIAS


La segunda temporada de Élite está disponible en Netflix desde el pasado 6 de septiembre

La ficción televisiva española siempre ha estado marcada por unas cuantas series que podríamos denominar seminales, que han marcado el camino de otras muchas continuadoras que, con más o menos variantes, han ido asumiendo modelos previos que han demostrado ser eficaces y tener gran aceptación por parte de la audiencia. Así, hemos tenido durante muchos años (ahora, mucho menos) las series que eran adaptaciones de grandes obras literarias y que comenzaron con La saga de los Ríus (1976) y continuaron con Cañas y barro (1978), La barraca (1979), Fortunata y Jacinta (1980), Los gozos y las sombras (1982), La plaza del diamante (1984), Los pazos de Ulloa (1985), Vísperas (1987), El obispo leproso (1990), La forja de un rebelde (1990), El Quijote (1991), Los jinetes del alba (1991), Celia (1993) o La Regenta (1995). Por otro lado, hemos tenido las comedias, iniciadas posiblemente con Este señor de negro (1975) y que llegan hasta Lleno, por favor (1993), Truhanes (1993), ¡Ay, señor, señor! (1994), 7 vidas (1999), Aquí no hay quien viva (2003), Aida (2005) o La que se avecina (2007). Tenemos también las series de género criminal, que se remontan a La huella del crimen (1985), Página de sucesos (1985), Las aventuras de Pepe Carvalho (1986) y Brigada Central (1989) y que llegan hasta nuestros días con Apaches (2015), Fariña (2018), Vivir sin permiso (2018) o Servir y proteger (2017). Tenemos muchas, muchas series que podemos denominar de realismo costumbrista, que comenzaron con Verano azul (1981) y siguieron con Anillos de oro (1983), Segunda enseñanza (1986), Tristeza de amor (1986), Turno de oficio (1986), Gatos en el tejado (1988), Farmacia de guardia (1991), Médico de familia (1995), Pepa y Pepe (1995), Querido maestro (1997), Raquel busca su sitio (2000), Los Serrano (2003) y cuyo espíritu está encarnado en la actualidad por Cuéntame cómo pasó (2001). Y, finalmente, desde El internado (2007), se han ido produciendo series de suspense e intriga que, a lo largo de varias temporadas, han mantenido en vilo a los espectadores con todo el misterio que encerraban y de las que tenemos ejemplos como El barco (2011), Estoy vivo (2017) o La casa de papel (2017).



De izqda. a dcha., Miguel Bernardeau, Jorge López e Itzan Escamilla en un momento de la segunda temporada de Élite


Pero, en los últimos años, este panorama que se antojaba tranquilo y previsible ha ido cambiando radicalmente con la irrupción de obras audiovisuales que no encajan en los esquemas previos y que nos hacen vislumbrar un futuro de la ficción televisiva nacional muy diferente del que recientemente hemos conocido. Series como El Ministerio del Tiempo (2015), Paquita Salas (2016), Vergüenza (2017), Las chicas del cable (2017), La peste (2018), Arde Madrid (2018), Atlánticas (2019) o Élite (2018), no solo es que sean muy diferentes entre ellas, es que no se parecen a otras series españolas realizadas con anterioridad. Son otra cosa, sin que tengamos aún la suficiente perspectiva temporal como para saber qué es lo que realmente son. Es evidente que, en la irrupción de estos productos inclasificables, mucho ha tenido que ver la aparición de nuevas plataformas televisivas y de nuevas modos y maneras de visionar series y películas. Ante la necesidad de captar la atención del público con apuestas que tengan fuerte personalidad propia en un contexto de oferta audiovisual masiva, la única opción era arriesgar con modelos narrativos novedosos y, hasta cierto punto, posibilitar una cierta experimentación que permitiera encontrar nuevas fórmulas y alternativas.



En primer plano, a la izqda., Mina El Hammani. A la dcha., Danna Paola.


Cuando nos enfrentamos al inicio de la primera temporada de Élite, cabía pensar que se trataba de una serie que podía estar en la estela de Al salir de clase (1997), Compañeros (1998), Rebelde (2004) o Física o Química (2008). Pero, aun tomando elementos de todas ellas, Élite acaba siendo algo diferente porque se sumerge en temáticas y enfoques que no son para nada superficiales. Cuando, el pasado mes de mayo, entrevistamos a Ramón Salazar, uno de los dos codirectores de la primera temporada de la serie, junto a Dani de la Orden (quienes repiten en la segunda temporada con el acompañamiento en tres capítulos de Silvia Quer), le preguntamos por algunos aspectos de Élite y sus respuestas fueron muy relevantes.

CINE ARTE MAGAZINE: Tras haber realizado La enfermedad del domingo, has dirigido dos episodios de la serie Vis a vis y, después, has tenido una mayor participación en la serie de Netflix Élite, en la que has tenido un papel mucho más importante porque has dirigido cinco de los ocho episodios. Hay una cosa que me llama la atención de la serie y es que, por debajo de su apariencia de serie para adolescentes, hay aspectos de bastante enjundia y que pueden ponerse en relación con muchos de los temas de tu cine y hasta con La enfermedad del domingo. El tema de la familia, casi todos los personajes tienen una relación problemática con su familia, hay unos enfrentamientos de clase muy definidos, el carácter coral… Con todo ello, se crean unas dinámicas muy peculiares. ¿Trabajaste a conciencia todas esas vertientes de la serie?

RAMÓN SALAZAR: Cuando me llegó el guion, yo había terminado de hacer La enfermedad del domingo y estaba intentando empezar a escribir inmediatamente la siguiente película. Y me di cuenta que estaba navegando en los mismos temas. Me di cuenta de que no estaba haciendo un avance en relación a La enfermedad del domingo. Entonces, me ofrecieron Élite, al haber trabajado ya con Netflix y, enseguida, vi que nunca había trabajado antes con gente tan joven de una manera tan coral. Porque, claro, eran doce personajes protagonistas y pensé que iba a ser un cambio de energía tan fuerte en relación a La enfermedad del domingo que me interesaba mucho para, de verdad, soltar definitivamente la que había sido mi anterior película. Y lo único que les pedí a los productores fue tomar decisiones de casting y tener dos meses de ensayos con los actores. Y, entonces, ahí había una decisión que tomar. Esto, con el mismo guion, podemos hacer que sea Física o Química o podemos hacer algo distinto y darle seriedad, darle peso, con independencia de que sea un entretenimiento adolescente, por supuesto, pero que toquemos temas adolescentes con seriedad. Estuvimos dos meses con los chavales, algunos no habían hecho nunca nada o venían de cosas muy diferentes, y les dimos un propósito a cada uno de ellos para que vieran que lo que tenían que hacer era algo serio y algo importante. Entonces, realizamos la serie pensando que iba a ser para un público muy determinado y, al final, sabemos por Netflix que se abrió el nicho y que no solo ha llegado a ese público adolescente al que a priori iba destinado sino que se amplificó y creo que, precisamente, ha sido por el trabajo de base y tan profundo que hemos hecho con los actores antes de empezar a hacer la serie.



Cine Arte Magazine habló el pasado mes de mayo con Ramón Salazar, uno de los tres codirectores de Élite, y nos contó detalles muy interesantes de la serie


Creo que en eso que nos dijo Ramón Salazar es donde residen las claves esenciales de Élite y lo que puede provocar cierto desconcierto en el espectador más adulto. No en el espectador adolescente o juvenil que contemplará una serie hecha a su medida y que, por ello, está imbuida de una estética moderna cercana al videoclip pero sí en quien ya tenga más años que, por un lado, no conectará muy bien con dicha estética pero que, por otro, sí percibirá que la serie plantea cuestiones bastante audaces que la ficción más tradicional no se ha atrevido a abordar. Está, por ejemplo, un tratamiento directo y sin tapujos del clasismo y del modo en que las clases más pudientes ven a quienes pertenecen a las clases menos favorecidas: sin buenrollismo, sin apelaciones a una convivencia tranquila y abierta, sin retratos edulcorados para hacernos creer que los de “arriba” aceptan a los de “abajo” sin problemas ni obstáculos. En Élite también se tratan de una manera muy abierta las fricciones existentes dentro del ámbito familiar y las complicidades malsanas que pueden surgir dentro del mismo, alejándose de cualquier tipo de planteamiento de color de rosa. Hay, finalmente, un planteamiento muy atrevido de las relaciones sexuales que prescinde de moralinas y prejuicios y que siempre vendrá acompañado de la polémica sobre si es adecuado o no mostrar determinadas situaciones estando gente joven implicada en ellas (sobre todo, si, adicionalmente, también está presente el consumo de drogas). Aunque aquí queremos ceñirnos estrictamente a los elementos estéticos o técnicos de la serie, si ampliamos nuestro punto de vista a otras cuestiones, no podemos menos que apuntar que no creemos que, en el caso de que se quiera luchar contra ciertos aspectos que son moneda corriente en los tiempos actuales, el medio más adecuado sea ocultar que, efectivamente, existen y tienen lugar. El evitar que sean plasmados en series y películas puede funcionar como operación de maquillaje pero nunca como solución real de ningún problema.



De izqda. a dcha., Miguel Bernardeau, Danna Paola, Arón Piper y Ester Expósito en un momento de la tercera temporada de Élite


(¡¡¡ATENCIÓN!!! En los siguientes párrafos, y hasta el final del artículo, haremos varios spoilers de la primera y segunda temporadas de la serie.)

Todos estos rasgos que ya estaban presentes en la primera temporada de Élite vuelven a darse en la segunda que, adicionalmente, opta por un camino narrativo sumamente arriesgado y que solo se explica por el nuevo modo de visionar las series por parte del espectador. Y es que, si la primera temporada acababa con el cierre en falso de la investigación sobre el asesinato de Marina (María Pedraza) con la detención errónea de Nano (Jaime Lorente), en esta segunda temporada, durante siete capítulos, dicha investigación casi no avanza, teniendo todo el protagonismo la desaparición de Samuel (Itzan Escamilla), hermano de Nano. Esta opción sería, posiblemente, inasumible en un modelo de visionado de un episodio por semana como era la norma hasta tiempos recientes. Pero, ahora, con la puesta a disposición de los espectadores de las temporadas completas de las ficciones televisivas desde el primer momento y la realización subsiguiente de “maratones” en que se ven de un tirón todos los capítulos, esta elección es completamente factible y hay que admitir que, en el plano narrativo, con ese sorprendente y brusco giro que tiene lugar en el octavo episodio, es sumamente eficaz y logra llevar la historia de forma bastante fluida al clímax de la trama.



El personaje de Ester Expósito gana peso en la segunda temporada de Élite


Las incorporaciones de personajes en esta segunda temporada funcionan bastante bien. Hay que destacar el personaje de Rebeca (Claudia Salas) y su madre Sandra (la gran Eva Llorach), que interpretan a dos mujeres que han adquirido una elevada posición económica por los negocios turbios de la madre y que, además de desempeñar un papel importante en la trama, aportan a la misma una frescura y desparpajo notables a la acción. También es muy interesante el personaje de Cayetana (Georgina Amorós) quien es la hija de la limpiadora del colegio (Marta Aledo) pero se hace pasar por una chica millonaria para poder ser aceptada por sus compañeros de clase. El papel de esta nueva integrante del reparto acabará teniendo un peso decisivo en el desenlace de esta segunda temporada. Y, finalmente, la llegada del medio hermano de Lu (Danna Paola), Valerio (Jorge López), introducirá un elemento de turbiedad que se concilia perfectamente con la idiosincrasia de la serie.



El personaje de Rebeca es una de las incorporaciones en la nueva temporada de Élite y está interpretado por la actriz Claudia Salas 


Eva Llorach, la inolvidable protagonista de Quién te cantará, interpreta a la madre de Rebeca en la segunda temporada de Élite


A la izqda., Jorge López. A la dcha., Georgina Amorós. Ambos son nuevos integrantes del reparto de Élite


Sin embargo, a pesar de que la segunda temporada de Élite cumple dentro de los condicionantes a los que la propia serie se ajusta, no es menos verdad que se percibe cierto agotamiento de la propuesta por la ausencia de nuevas tramas que vayan más allá de la resolución del asesinato de Marina, ya que las nuevas que surgen acaban estando relacionadas con esta trama inicial. Resulta difícil alargar las incógnitas sobre dicho misterio y, si se alargan, puede resultar algo cansino y artificial. No sabemos si la serie irá más allá de la tercera temporada que está prevista para 2020, pero, si quiere que la misma no sea una prolongación desesperada de un argumento que ya no da más de sí, o si quiere ir más allá de la misma, deberá encontrar tramas que renueven la premisa de partida y permitan explotar los aspectos de interés de una ficción de la que, sin que sepamos aún muy bien cómo definirla, sí que podemos afirmar que sus directores han sabido llevarla a un nivel que su concepción original no cabía imaginar.



El personaje de Miguel Bernardeau estará marcado en estos nuevos episodios de la serie por el asesinato de su hermana Marina


Ester Expósito y Miguel Herrán, cómplices que se verán envueltos en medio de sentimientos complejos y contradictorios


Mina El Hammani verá cómo su personaje vivirá toda clase de cambios y vaivenes vitales y emocionales


Omar Ayuso e Itzan Escamilla vivirán momentos complicados y de gran intensidad en esta nueva entrega de Élite


Abdelatif Hwidar, actor y director de cine, da vida al padre de los personajes interpretados por Mina El Hammani y Omar Ayuso


Georgina Amorós interpreta a una chica que inventará toda una vida falsa para ganarse el favor de sus compañeros


Danna Paola y Jorge López son en Élite dos medio hermanos cuya relación acabará teniendo perfiles inesperados


¿Se descubrirá que Polo, el personaje interpretado por Álvaro Rico, fue el autor de la muerte de Marina?




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