Kike Maíllo se ha ido confirmado como un solvente y eficaz director de cine de género que, tras sus dos anteriores films, la historia de ciencia-ficción Eva (2011) y el thriller neo-noir con ribetes de tragedia griega Toro (2016), el cual ocupó la posición nº 13 en nuestro ranking de mejores películas españolas de la década 2010-2019, ahora viene a añadir una nueva dimensión a su currículum con un inquietante thriller de corte psicológico, adaptación, además, de un best-seller de la autora belga en lengua francesa Amélie Nothomb. Es muy difícil no ver en Cosmética del enemigo los ecos de otras películas en las que el enfrentamiento psicológico entre dos/tres personajes se convierte en el eje argumental de la trama: desde La huella (1972) de Joseph L. Mankiewicz, pasando por títulos de Polanski como su opera prima El cuchillo en el agua (1962), La muerte y la doncella (1994) y La venus de las pieles (2013), hasta llegar a films como Oleanna (1994) de David Mamet o Interview (2003) de Theo van Gogh y su remake homónimo de 2007 dirigido por Steve Buscemi. En este caso, los dos personajes que vamos a decir que van enredando sus destinos son un arquitecto (Tomasz Kot, protagonista de Cold War –2018–de Pawel Pawlikowski), que ha dejado atrás la contratación de grandes proyectos para diseñar hospitales en el Tercer Mundo, y una chica joven (Athena Strates, a quien hemos visto con anterioridad en la serie Genius: Picasso –2018– y en la película La gran mentira –2019– de Bill Condon) que le pide poder ir en su taxi para poder llegar a tiempo al aeropuerto. Pronto veremos que este aparente encuentro casual no lo es tanto y encierra, en realidad, toda una amalgama de oscuros secretos del pasado.
Cosmética del enemigo es una película perfectamente narrada, rodada, diseñada e interpretada. Pero su gran problema radica en la propia historia y el mecanismo que la estructura. Elegir un argumento en el que, al final, se saca un gran conejo de la chistera y el espectador descubre que todo lo que ha visto ha de ser revisado a la luz de la gran revelación final siempre implica el riesgo de que toda la película quede reducida a las raspas de su desenlace, de que nos sintamos decepcionados porque lo que descubrimos no nos acaba de sorprender tanto como la propia película piensa o de que anticipemos lo que va a ocurrir antes de que ello efectivamente ocurra (porque lo que ocurre ya nos recuerda a otras cosas que hemos visto con anterioridad). Algo de esto sucede en Cosmética del enemigo pero, al mismo tiempo, no podemos dejar de reconocer la potencia de su descripción de cómo va aflorando lo monstruoso en la esfera de lo común y ordinario, un poco al modo como David Cronenberg hace con la Samantha Eggar de Cromosoma 3 (1979), el Jeff Goldblum de La mosca (1986), el Viggo Mortensen de Una historia de violencia (2005) o el Armin Mueller-Stahl de Promesas del Este (2007). En ese retrato del horror disfrazado por las buenas acciones y las bonitas palabras es donde reside lo más valioso de Cosmética del enemigo desde un punto de vista de valores estéticos y de diagnóstico de un determinado espíritu de época.
TRÁILER DE LA PELÍCULA:
Me parece acertado el titulo de esta pelicula
ResponderEliminarbien para consultarel trailer para identificar hacia donde va. Gracias