1917 DE SAM MENDES. EJERCICIO DE VIRTUOSISMO TÉCNICO



TÍTULO: 1917. TÍTULO ORIGINAL: 1917. AÑO: 2019. NACIONALIDAD: Reino Unido-Estados Unidos. DIRECCIÓN: Sam Mendes. GUION: Sam Mendes y Krysty Wilson-Cairns. MONTAJE: Hirokazu Kore-eda. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Roger Deakins. MÚSICA ORIGINAL: Thomas Newman. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Dean-Charles Chapman, George Mackay, Daniel Mays, Colin Firth, Pip Carter, Andy Apollo, Andrew Scott, Mark Strong, Richard McCabe, Claire Duburcq, Benedict Cumberbatch, Richard Madden. DURACIÓN: 119 minutos. PÁGINA WEB OFICIAL: https://www.entertainmentone.com/home/ES/1917/.

CALIFICACIÓN: 

Sam Mendes tuvo un deslumbrante comienzo como director con sus dos primeras películas, American Beauty (1999) y Camino a la perdición (2002), un acerado retrato de la sociedad estadounidense de finales de los 90 y una tensa y contundente historia inscrita en el género negro, respectivamente, que mostraron a un realizador capaz de unir a la brillante expresividad de sus poderosas imágenes un estimulante marco de pensamiento, profundo, coherente y significativo. Tras realizar tres películas relativamente desiguales, Jarhead (2005), Revolutionary Road (2008), Un lugar donde quedarse (2009), que no alcanzaron el nivel de sus dos primeras obras, Mendes dio paso a un curioso giro en su carrera, poniéndose al frente de las entregas 23 y 24 de la saga James Bond, es decir, Skyfall (2012) y Spectre (2014), con mejores resultados en el primer caso que en el segundo pero logrando aportar nuevos temas y nuevas dimensiones a una serie que parecía poco propicia a hallazgos e innovaciones. Posiblemente, la realización de estos dos films haya ayudado a Mendes a valorar y a saber integrar los efectos especiales en el desarrollo de su cine, efectos sin los que el virtuosismo técnico en el que se basa su más reciente film, 1917, no sería posible ya que toda la película se presenta al espectador como un inmenso plano-secuencia (en realidad, dos, por algo que sucede en mitad de la historia) que no ha sido, en realidad, rodado como tal. Esto es, el rodaje ha tenido lugar de forma convencional, grabando cada fragmento por separado, y, en posproducción, se han unido todos ellos hasta dar la apariencia de que no existe ningún corte de cámara a lo largo de los casi 120 minutos que dura la película.




1917 transcurre durante la I Guerra Mundial, en un momento clave de la contienda, cuando en Rusia se ha producido la caída del zar y Estados Unidos acaba de declarar la guerra a los Imperios Centrales. Ambos hechos no mostrarán su trascendencia hasta 1918 y, por tanto, en los terrenos franceses próximos a la frontera alemana aún continúa la desgastadora guerra de trincheras que marcó el rumbo de la contienda durante más de tres años, marcada por avances y retrocesos sangrientos que no suponían ninguna modificación sustancial en las posiciones militares. En dicho contexto, un soldado británico (Dean-Charles Chapman) recibe la muy arriesgada complicadísima misión de hacer llegar un mensaje a un batallón (en el cual su hermano ejerce de teniente) para paralizar el ataque que tienen planeado ya que la aparente retirada alemana no es más que una estratagema para causar un grave daño a su adversario. Acompañado por su mejor amigo (George MacKay), deberá atravesar un territorio inhóspito y hostil plagado de amenazas, triturado por las heridas abiertas del conflicto bélico, si quiere llegar sano y salvo y evitar que miles de hombres (incluido su propio hermano) mueran en un ataque inútil.




Es evidente que el concepto de toma única por el que se guía la película, el poderío visual de las imágenes y la tensión y suspense narrativos (en los que, en todo momento, el espectador siente la incertidumbre sobre si la misión se va a saldar o no con éxito) articulan con eficacia una historia que atrapa al espectador desde el primer al último minuto pero que, no obstante, presenta algunos aspectos problemáticos que restan fuerza al conjunto. En primer lugar, habría que preguntarse si el preciosismo visual y el aliento épico que, en muchos momentos, inundan la película es el adecuado para una cinta que transmite un evidente mensaje antibelicista, el cual hubiese requerido de unos tratamientos de la imagen y de la narración mucho más secos y ásperos. En segundo lugar, frente a las opiniones de que 1917 consigue alcanzar un notorio realismo, la realidad es que la coreografía de movimientos necesaria para que el sistema formal de toma única se haga posible imprime, más bien, un aire de artificiosidad al relato que muestra continuamente las trazas de su compleja elaboración. Y, finalmente, viendo el film, me he acabado planteando una cuestión para la que no he encontrado una respuesta satisfactoria: ¿cuál es el punto de vista de la cámara? Es decir, ¿qué justifica que haya un “narrador” que contemple cada hecho y cada detalle de la historia de manera permanente y minuciosa y que, sin intentar adoptar la posición de alguno de los personajes, adopte a la vez el de todos ellos realizando todos los movimientos obligados para hacer ello posible? Todo ello me conduce a una última pregunta que resume mis dudas finales sobre esta película: si 1917 no hubiese sido realizada como un “único” plano-secuencia, ¿su historia presentaría algún rasgo verdaderamente innovador y emocionante, algún elemento que igualase su potencia expresiva con otras cintas bélicas como Senderos de gloria, Los desnudos y los muertos, El cazador, Apocalypse Now, La chaqueta metálica, Stalingrado o Enemigo a las puertas? Según la respuesta que dé cada espectador a dicha pregunta, así será su mayor o menor grado de entusiasmo en relación a este film.


TRÁILER DE LA PELÍCULA:





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