LA ODISEA DE LOS GILES DE SEBASTIÁN BORENSZTEIN. LA REBELIÓN DE QUIENES NUNCA SE REBELAN


TÍTULO: La odisea de los Giles. TÍTULO ORIGINAL: La odisea de los Giles. AÑO: 2019. NACIONALIDAD: España. DIRECCIÓN: Sebastián Borensztein. GUION: Sebastián Borensztein y Eduardo Sacheri, adaptando una novela de este último. MONTAJE: Alejandro Castillo Penovi. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Rodrigo Pulpeiro. MÚSICA ORIGINAL: Federico Jusid. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Ricardo Darín, Luis Brandoni, Chino Darín, Verónica Llinás, Daniel Araoz, Carlos Belloso, Marco Antonio Caponi, Rita Cortese, Andrés Parra. DURACIÓN: 116 minutos. PÁGINA WEB OFICIAL: https://alfapictures.com/sp/amy_movie/la-odisea-de-los-giles/.

CALIFICACIÓN: 

El director argentino Sebastián Borensztein ha logrado hacerse un hueco significativo dentro del saturado panorama cinematográfico actual con dos títulos muy diferentes entre sí: Un cuento chino (2011) y Capitán Koblic (2016). El primero, una comedia de corte clásico, construida sobre muchos de los rasgos idiosincrásicos del humor argentino, que supuso todo un éxito de taquilla (en España, tuvo más de 350.000 espectadores, recaudando casi 2,3 millones de euros, mientras que, a nivel mundial llegó a recauda más de 7 millones de euros). El segundo, en un cambio de registro verdaderamente notable y hasta espectacular, un intenso drama, sobrio, áspero e intimista, que exploraba las heridas sin cerrar existentes en su país como consecuencia de la represión militar argentina y todas sus secuelas, que aún permanecen y aletean impidiendo cerrar un capítulo traumático y doloroso. Ahora, Borensztein da un nuevo giro en su trayectoria y vuelve al género de la comedia, aunque con un formato distinto pero que, al mismo tiempo, también tiene rasgos que lo enlazan con sus películas anteriores. Más allá de que Ricardo Darín sea el protagonista de los títulos citados (algo que, como ahora explicaremos, va más allá de lo meramente anecdótico), llama la atención que estas tres películas se desarrollen en entornos rurales, alejados de la sempiterna Buenos Aires, como buscando, lejos del bullicio y el ruido urbanos, la esencia auténtica del país, custodiada en sus gentes más sencillas y humildes, aquellas que pelean día a día por sobrevivir y salir adelante y que terminan sufriendo las consecuencias de las decisiones de quienes, a miles de kilómetros, piensan más en sus propios intereses que en los de toda la comunidad. Esa idea se materializa en La odisea de los Giles de un modo muy diferente a cómo Borensztein lo había hecho en sus anteriores films aunque, cinematográficamente, no resulta demasiado original pero sí sumamente eficaz.




Esta película parte de la figura del “gil”, que, en el diccionario de la RAE, se indica que, en Argentina y Uruguay, es un término que se aplica a las personas que son simples e incautas. Sociológicamente, el concepto va más allá de esa definición tan tacaña y se refiere a todas esas personas que no encierran ninguna complicación en su limpia honestidad, que se levantan temprano, trabajan duro, son previsibles pero, a la vez, de absoluta confianza, ya que son incapaces de engañar a nadie. La odisea de los Giles retrata a un grupo de estas personas que, en 2001, sufren los efectos negativos del “corralito”, las restricciones a la libre disposición de las cuentas bancarias impuesta por el Ministro de Economía Domingo Cavallo, y que, como consecuencia de ello, ven malogrado un proyecto en el que estaban profundamente implicados, descubriendo, además, que han sido víctimas de un vil engaño. En un momento dado, descubren una oportunidad para poder vengarse y resarcirse del quebranto sufrido y no dudarán en llevar a cabo un plan, en principio descabellado, para poder lograr sus propósitos. Por tanto, el concepto central de este film vendría a ser que “los Giles se rebelan” y, por ello, el mismo se ajusta al esquema establecido por títulos como El mundo está loco, loco, loco (1963) de Stanley Kramer o Un golpe de altura (2011) de Brett Ratner o, dentro del cine español, Atraco a las tres (1962) de José María Forqué, El palo (2001) de Eva Lesmes o la reciente Taxi a Gibraltar (2019) de Alejo Flah. De esta manera, siguiendo un modelo previamente conocido, la película se deja llevar de modo eficaz y de forma algo más que correcta gracias al control del ritmo y las situaciones que Borensztein sabe aplicar al film y, sobre todo, a las grandes interpretaciones de un reparto que brilla a excelente nivel. Es difícil destacar a alguien, así que mencionaremos los excelentes trabajos que hacen Carlos Belloso, Daniel Aráoz, Rita Cortese, Marco Antonio Caponi, Ailín Zaninovich, Chino Darín y, sobre todo, Luis Brandoni y Ricardo Darín, quien, lejos de ser el típico actor-fetiche del director, es la encarnación de los valores que Borensztein quiere representar: la del ciudadano del común, que Darín ha sabido hacer suyo como nadie. Como el Expósito de El secreto de sus ojos (2009) de Juan José Campanella (película que, como La odisea de los Giles, estaba basada en una novela de Eduardo Sacheri), el protagonista de la película de Borensztein querría vivir modestamente y en paz pero las circunstancias, solo las circunstancias, le obligan a ser lo que no quiere ser. En esa contradicción o dicotomía, se halla el eje vertebral de la película que, por debajo de su trama ágil y ligera, acaba retratando el ambiente de ira contenida que reina en las sociedades actuales y que, tal vez, como ocurre en la película, pueda acabar estallando en cualquier momento.

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