JOKER DE TODD PHILLIPS. “EL PASADO ES UN LUGAR REPLETO DE PREOCUPACIONES Y ANSIEDADES…” (*)


TÍTULO: Joker. TÍTULO ORIGINAL: Joker. AÑO: 2019. NACIONALIDAD: Estados Unidos-Canadá. DIRECCIÓN: Todd Phillips. GUION: Todd Phillips y Scott Silver. MONTAJE: Jeff Groth. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Lawrence Sher. MÚSICA ORIGINAL: Hildur Guðnadóttir. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Joaquin Phoenix, Robert de Niro, Zazie Beetz, Frances Conroy, Brett Cullen, Shea Whigham, Bill Camp, Glenn Fleshler, Leigh Hill, Josh Pais, Rocco Luna, Marc Maron, Sondra James, Murphy Guyer, Douglas Hodge, Dante Pereira-Olson, Carrie Louise Putrello. DURACIÓN: 122 minutos. PÁGINA WEB OFICIAL: http://www.jokermovie.net y https://www.warnerbros.es/joker. ENLACE EN GOOGLE PLAY: https://play.google.com/store/movies/details/Joker?id=mx3VnuQGR0Y.P&hl=es.

CALIFICACIÓN: 

(*) El texto entrecomillado es una frase del cómic La broma asesina.

En consonancia con el hecho de que los dos superhéroes más carismáticos del mundo del cómic sean Superman y Batman, los dos villanos con más personalidad son sus respectivas némesis, es decir, Lex Luthor y Joker. Sin embargo, ambos representan posturas y actitudes radicalmente diferentes como representantes del mal. La conducta de Lex Luthor siempre obedece a planes trazados minuciosamente en su propio beneficio. Así, por ejemplo, en Superman (1978) de Richard Donner, Luthor, interpretado por Gene Hackman, busca que un misil impacte contra la falla de San Andrés con el fin de que el oeste de California se hunda en el mar y, de este modo, la desértica zona oriental se convierta en zona costera y se revaloricen los terrenos que él ha adquirido de forma masiva en ese lugar. Frente a ello, Joker representa la irracionalidad, el caos, el mal arbitrario e imprevisible. La escena de El caballero oscuro (2008) de Christopher Nolan en la que Joker prende fuego a una montaña de dinero obtenida mediante chantaje a la propia mafia resume de forma contundente la quintaesencia del personaje. Podemos decir que, mientras que Luthor es el criminal maquiavélico, Joker sería el criminal sádico que hace el mal por el simple placer de hacerlo, sadismo que, por ejemplo, el cómic La broma asesina retorcería argumentalmente (al plantear la duda que la locura del Joker sea compartida por el propio Batman) pero que, de cualquier forma, dejaba suficientemente claro y patente.




No obstante, hasta llegar a esta formulación del personaje del Joker, ha habido un largo recorrido que va paralelo a la propia evolución que ha sufrido el personaje de Batman. Mientras que el personaje de Superman, desde sus comienzos, no ha experimentado un cambio radical en su enfoque y fundamentos (ha sido siempre la criatura superior que, viniendo de otra planeta y teniendo poderes muy superiores a los de la raza humana, impone su ley para hacer justicia y restaurar el bien), el de Batman ha ido tomando un tono cada vez más oscuro y sombrío (enfatizando las ambigüedades y contradicciones del héroe) de modo que el Joker se ha ido adaptando al perfil que las historias del hombre murciélago iban adquiriendo. Si, al principio, se imponía la visión del Joker como “bromista”, posteriormente fue adquiriendo fuerza la visión del  Joker como “comodín”, esto es, el personaje sin personalidad, sin perfiles firmemente construidos, un vacío que podía ser cualquier cosa, un psicópata, en última instancia, que podía llevar a cabo cualquier acción por criminal, cruel e insensata que fuera. Esto ha quedado muy bien reflejado en el cine y ahí está la plasmación inicial que, con la interpretación de Cesar Romero, tuvo lugar en la serie de claro tinte pop de los 60 y en el film Batman (1966) de Leslie H. Martinson, pasando por la estación intermedia del papel de Jack Nicholson en Batman (1989) de Tim Burton hasta llegar a la encarnación de Heath Ledger en El caballero oscuro. En el Joker actual de Todd Phillips, se viene a dar un paso atrás y se rastrean los orígenes del personaje, algo que ya se hizo en los cómics (por ejemplo, en el antes comentado La broma asesina) y que, en el cine, solo se había hecho en el Batman de Tim Burton.



Los actores que han dado vida al Joker. De arriba a abajo y de izquierda a derecha: Cesar Romero en la serie de los 60 y en el film de Leslie H. Martinson; Jack Nicholson en la versión de Tim Burton; Heath Ledger en El caballero oscuro de Cristopher Nolan; Jared Leto en Escuadrón suicida (2016) de David Ayer; Cameron Mohaghan en la serie Gotham; y, finalmente, Joaquin Phoenix, en Joker de Todd Phillips


La gran decisión que adopta el film de Phillips es prescindir del elemento fantástico en la transformación del protagonista en el Joker tal como lo conocemos e incidir en los aspectos realistas, psicológicos y sociológicos. Aquí, el Joker nacería de un contexto social en el que el cinismo, el escepticismo y el individualismo llevado hasta sus últimas consecuencias campan a sus anchas, en el que la violencia arbitraria puede estallar en cualquier esquina y en el que la precariedad laboral, la estrechez económica y la falta de cobertura de los servicios sociales son los elementos esenciales de la rutina cotidiana. Un clima de crisis social en el que el fracaso individual no se atribuye al modo en que la estructura colectiva está diseñada sino que recae en su totalidad sobre aquellos que no logran ni progresar ni mejorar en su posición socioeconómica. Indudablemente, en este punto de partida reside la gran virtud del film. A partir de ahí, es cuando se ha dicho que Joker es una obra maestra y que la interpretación de Joaquin Phoenix pasará a la historia del cine, afirmaciones que el León de Oro obtenido por la película en el Festival de Venecia ha ayudado a convertir en prácticamente incontestables. Yo debo matizar esas afirmaciones tan grandilocuentes y debo decir que, en mi opinión, Joker no es una obra maestra aunque sí es muy posible que sea una obra artesanal muy bien realizada. Y digo “artesanal” porque la mayor parte de las soluciones visuales, narrativas e interpretativas ya han sido probadas con anterioridad y, de modo parecido a como decíamos recientemente de Ad Astra, aquí se han aplicado bajo el criterio de utilizar lo que previamente ha dado resultados positivos y, adicionalmente, para situar al espectador en una zona de confort donde a nada nuevo se tiene que acostumbrar porque todo lo que va a contemplar forma parte de una memoria visual ya consolidada. Está claro que, en las grandes producciones de Hollywood que se realizan en la actualidad, todo está perfectamente medido y calculado para que la taquilla no falle y, así, no cabe esperar ningún atisbo de audacia e innovación que suponga el más mínimo riesgo.




Ver Joker es ver cosas que ya hemos visto en Taxi Driver (1976) – con un Joaquin Phoenix de payaso ocupando el lugar en el que Robert de Niro hacía de taxista– y El rey de la comedia (1982) – la relación entre Joaquin Phoenix y Robert de Niro, que se desenvuelve prácticamente en la mente del protagonista, es casi idéntica a la que mantenían en esta película Robert de Niro y Jerry Lewis– de Martin Scorsese, en Network, un mundo implacable (1976) de Sidney Lumet – el papel morboso y cruel de los medios de comunicación–, en The French Connection (1971) – ese disparo en las escaleras del metro– de William Friedkin, en Psicosis (1960) de Alfred Hitchcock, en El club de la lucha (1999) de David Fincher, en Una mente maravillosa (2001) de Ron Howard, en La naranja mecánica (1971) – ese grupo de jóvenes acercándose a quien creen su víctima potencial entonando Send In The Clowns en vez de Singin’ In the Rain– o en El beso del asesino (1955) – hay un plano, cuando Joker se marcha de su trabajo, tomado desde lo alto de unas escaleras, que es prácticamente calcado a uno de esta película– de Stanley Kubrick. Se puede objetar a este argumento que lo que hay son influencias de esas películas en Joker. Pero solo cabe hablar de influencia legítima cuando se utiliza algo ya conocido para hacer algo diferente, no cuando simplemente se mimetiza lo ya realizado para hacer aproximadamente lo mismo. Pero es que, además, tampoco la caracterización que hace de Joaquin Phoenix sea radicalmente novedosa. Aparte de que este ya nos ha brindado grandes interpretaciones en otras películas que en nada tienen que envidiar a la que ahora hace – ahí están para demostrarlo En la cuerda floja (2005) de James Mangold, La noche es nuestra (2007) de James Gray, I’m Still Here (2010) de Casey Affleck, Her (2013) de Spike Jonze, Puro vicio (2014) de Paul Thomas Anderson, En realidad, nunca estuviste aquí (2017) de Lynne Ramway o Los hermanos Sisters (2018) de Jacques Audiard, la de Joker es, quizás, la menos original de todas ya que lo que aquí hace el actor es emplear la caracterización de su personaje en The Master (2012) de Paul Thomas Anderson, añadiéndole gotas del Tom Hulce de Amadeus (1984) de Milos Forman y del Robert de Niro de El cabo del miedo (1991) de Martin Scorsese. El resultado final de todo ello es, obviamente, una película que funciona porque, obviamente, utiliza fórmulas ya contrastadas pero ello creo que está lejos de encajar con lo que debemos considerar una obra maestra.




Dejo para el final el que se considera el mensaje político rebelde (muy rebelde) que encierra el film. Obviamente, cada película puede transmitir el mensaje que crea oportuno pero, en este punto, a mí me parece que muchos han querido ver en Joker cosas que, en realidad, no aparecen. El mensaje de la película no es, como se ha querido dar a entender, que el sistema genera per se gente marginada que, por ello, se acabará levantando contra el orden establecido, sino que dicho sistema no atiende adecuadamente a aquellos que acaban siendo unos marginados. Joker no es presentado, si analizamos el argumento, como una víctima del sistema sino víctima de unas circunstancias muy concretas (empezando por una enfermedad mental) que lo convierten en un excluido. Cabe pensar, extendiendo el razonamiento, que si alguien no vive ese tipo de circunstancias, no tiene nada que temer ni tiene nada de lo que preocuparse: la exclusión social, en realidad, solo afectaría a un segmento determinado de la población. Y esta es una aseveración mucho más ingenua y conformista de lo que se ha divulgado en los medios de comunicación: podría parecer que, reformando y mejorando los servicios sociales, los problemas colectivos tenderían a desaparecer, cuando la realidad es mucho más problemática y compleja. Por otro lado, la película parece transmitir que la rebelión contra el sistema solo puede proceder de la psicopatía o la irracionalidad y no de un discurso racional y lógicamente fundamentado, algo que es mucho menos contestatario de lo que los medios de comunicación han afirmado.

Por todo ello, lo que decimos desde Cine Arte Magazine es que, efectivamente, animamos a los espectadores a ver la película, podrán disfrutar de dos horas de cine muy bien rodado y realizado, pero que no esperen ver una obra maestra porque esta película carece de la originalidad creativa necesaria para poder atribuirle tal calificativo.


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