TÍTULO: La virgen de agosto. TÍTULO ORIGINAL: La virgen de agosto. AÑO: 2019. NACIONALIDAD: España.
DIRECCIÓN: Jonás Trueba. GUION: Jonás Trueba e Itsaso Arana. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA:
Santiago Racaj. MONTAJE: Marta Velasco. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Itsaso Arana,
Vito Sanz, Isabelle Stoffel, Joe Manjón, Simon Pritchard, Mikele Urroz, Luis
Heras, María Herrador, Naiara Carmona, Sigfrid Monleón, Francesco Carril,
Violeta Rebollo. DURACIÓN: 125 minutos. PÁGINA WEB OFICIAL: http://bteampictures.es/la-virgen-de-agosto/. ENLACE EN MÁRGENES: https://www.margenes.org/pelicula/5ebc19d84fdd053330f8a58a.
En los créditos finales de La virgen de agosto se hace referencia,
entre otros, a dos libros cuyos títulos son más que significativos: La penúltima bondad de Josep Maria
Esquirol y El cine, ¿puede hacernos
mejores? de Stanley Cavell. Y digo que son más que significativos porque la
última película de Jonás Trueba tiene que ver mucho con la bondad, con la necesidad
de los sentimientos positivos y la tranquilidad de espíritu y con la capacidad
del cine para ayudarnos a encontrar el camino necesario para alcanzar un estado
de ánimo más sereno y enriquecedor. La historia parte de un hecho mínimo: la
decisión del personaje protagonista, interpretado por la actriz Itsaso Arana,
de permanecer en Madrid, como “acto de fe” en pleno agosto, mes en que todos
los madrileños suelen salir de ciudad huyendo del calor. Es bien conocido que
el cine de Jonás Trueba se nutre de referencias muy concretas que van desde la
Escuela de Nueva York (los hermanos Mekas, Lionel Rogosin, John Cassavetes) hasta Robert Bresson
y la nouvelle vague, pasando por
Dreyer, pero consiguiendo, de modo prodigioso, que todas ellas queden
asimiladas en un estilo muy personal e inconfundible que hace fácilmente
reconocible cualquier película realizada por el director. En La virgen de agosto, Trueba logra que
ese estilo y el relato que articula el film se acoplen como una mano a su
guante, ya que ese “acto de fe” del personaje encuentra su mejor respaldo en
ese cine heredero de la austeridad de un Bresson o un Dreyer, directores
siempre dispuestos a reflejar en sus historias el poder de la gracia y la
posibilidad de alcanzar un milagro en principio imposible, austeridad suavizada
por la agilidad y aire espontáneo con raíces en la nueva ola francesa y que
aquí sirven para retratar de modo preciosista
y colorido el mes de agosto en Madrid (maravillosa la fotografía de Santiago Racaj), cuyo tiempo avanza distendido e
ingrávido, tanto por las vacaciones como por la necesidad de adaptarse a la
torridez del ambiente.
Dando un paso más allá, podemos,
adicionalmente, encontrar un paralelismo entre el concepto general de La virgen de agosto con el de Cleo de 5 a 7 (1962) de Agnès Varda.
Si en esta última, somos testigos de la vida de la protagonista durante dos
horas de una tarde muy importante para ella, mostrando todas las caras y
facetas que conforman su existencia y su personalidad, en La virgen de agosto asistimos a un diario visual en el que, durante
quince días (un intervalo temporal mucho más amplio pero que sirve, igualmente,
de marco de disciplina del relato), Eva, la mujer espléndidamente interpretada por Itsaso Arana, se
encontrará con ella misma y acabará dando un nuevo rumbo a su vida.
Hay en el desarrollo de La virgen de agosto varios elementos
que, con gran sutileza y precisión, van conformando la textura de la historia y
nos van preparando para la evolución de la misma. Uno de ellos es el de la
mirada y, más concretamente, la mirada ajena al entorno como medio de
conocimiento y descubrimiento, mirada ajena que tiene varias vertientes, tanto
la de aquel que viene de fuera de ese entorno, incluidos los espectadores (hay
un momento, al comienzo del film en el que Itsaro Arana mira dos veces
directamente a cámara, es decir, nos mira a nosotros) como la del que,
perteneciendo a él, decide adoptar un punto de vista completamente diferente y
original. En esto último, acaba radicando el punto esencial del film y la
lección final que encierra. Porque, siendo agosto el mes excepcional del año,
haciendo en él también algo excepcional, algo completamente distinto a todo lo
que los demás hacen, te sitúas en la posición propicia para huir de la rutina y
el adocenamiento, para ver la realidad y tu vida desde una perspectiva
diferente y hallar, por tanto, vías de escape que, de otro modo, hubieran
pasado inadvertidas.
Así, durante los quince días de
un agosto etéreo, ingrávido y verbenero (recordemos que, en dicho mes, como se
puede ver en la película, se celebran en Madrid las verbenas de San Cayetano,
San Lorenzo y de La Paloma), Eva irá teniendo sucesivos encuentros y
experiencias que cambiarán su relación con el mundo y, sobre todo, harán
cambiar su interior, produciéndose un milagro que solo es imposible si no
abandonamos el marco impuesto por la comodidad cotidiana. El personaje de
Itsaso Arana decide salir de ese marco de la manera más sencilla posible, como intuición
de que podemos encontrar una especie de utopía a la vuelta de la esquina si
decidimos torcer las esquinas a las que nunca antes habíamos prestado ninguna atención.
TRÁILER DE LA PELÍCULA:
IMÁGENES DE LA PELÍCULA:
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