Habiéndose proyectado Letters to Paul Morrissey de Armand Rovira en el Festival de Sevilla de 2018 (en la sección "Las nuevas olas") y en el Festival de Tallin de ese mismo año, publicamos reseña de la misma.
TÍTULO: Letters to Paul Morrissey. TÍTULO ORIGINAL: Letters to Paul Morrissey. AÑO: 2018.
NACIONALIDAD: España. DIRECCIÓN Y MONTAJE: Armand Rovira. GUION: Saida Benzal y
Armand Rovira. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Edu Biurrun. MÚSICA ORIGINAL: The Youth.
INTÉRPRETES PRINCIPALES:
Xavi Sáez, Almar G. Sato, María Fajula, Saida Benzal y Joe Dallesandro.
DURACIÓN: 69 minutos. PÁGINA WEB OFICIAL: http://fromouterspace.weebly.com/letters-to-paul-morrissey.html.
El cine de Paul Morrissey, conocido al haberse
desarrollado en sus inicios en el seno de la factoría Warhol, forma parte de
una actitud que siempre ha sido minoritaria en el séptimo arte (porque los
requerimientos económicos y financieros de la producción siempre se han acabado
imponiendo sobre los criterios de libertad artística) pero que es la que
explica buena parte de lo que se ha venido en llamar “cine independiente”,
“cine underground”, “cine low cost” o “cine de guerrilla”. Incluso,
podríamos afirmar que es una cuestión que ha estado presente desde el mismo
inicio del séptimo arte. Porque el nacimiento de Hollywood se produjo por el
intento de los cineastas de librarse del yugo de Thomas Alva Edison quien, como
poseedor de la patente del cinematógrafo en Estados Unidos, les pretendía
imponer el pago de elevados cánones por sus películas. En el mismo sentido, la
creación de la United Artists en 1919, de la mano de Charles Chaplin, Douglas
Fairbanks, Mary Pickford y David W. Griffith fue un proyecto de estos artistas
para crear un medio que les permitiese salir de la órbita de los grandes estudios
comerciales. Fue el neorrealismo
italiano el que (al calor de las circunstancias en las que se encontraba el
país tras el fin de la II Guerra Mundial) quien demostró que, prescindiendo de
la utilización de decorados ficticios, utilizando si fuera necesario actores no
profesionales y narrando historias absolutamente realistas, podían hacerse
películas y que estas llegaran a tener repercusión en el público y la crítica. Algo
que en los años 50 influyó, en distinto grado, en cineastas como Robert Aldrich
(ahí está para comprobarlo su film El beso mortal – 1955–),
Jean-Pierre Melville (en Bob, el jugador –
1956–, por ejemplo) y en John Cassavetes (su opera prima, Sombras, es de 1958) y en toda la llamada Escuela de
Nueva York (Lionel Rogosin, Jonas y Adolfas Mekas, Shirley Clarke, Maya Deren,
Stan Brakhage…). Fue en esta ciudad, precisamente, donde la “factoría Warhol” enlazó
los sueños de independencia creativa y unos modestos estándares de producción
con la vanguardia artística (algo que ya sucedió en los años 20 en Francia con
Germaine Dulac, Luis Buñuel y Jean Vigo) y donde el cineasta Paul Morrissey
jugó un papel central.
La personalidad de Paul Morrissey no es
fácilmente comprensible ni abarcable. Posiblemente, porque su carácter
libertario como creador no se deja encasillar en las categorías habituales y
estereotipadas. Sus películas de los 60 (Chelsea
Girls – 1966–, Imitation of Christ –
1967–, Lonesome Cowboys –1968–, Flesh
– 1968–, Trash – 1970–, Heat – 1972–) consideradas como odas de
la contracultura parecen chocar con la fe católica y la ideología derechista
que el realizador ha defendido.
Se decantó después por películas de género como Carne para Frankenstein (1973), Sangre
para Drácula (1974) y El perro de los
Baskerville (1978) y, finalmente, fue buscando opciones, algunas en Europa,
que garantizaran su libertad artística (Madame
Wang’s – 1981–, Cuarenta y dos –
1982–, Sangre y salsa – 1984–, The Armchair Hacker – 1985–, Le neveu de Beethoven – 1985–, Spike of Bensonhurst – 1988–, Veruschka – Die Inszenierung (m)eines
Körpers – 2005–, News from Nowhere –
2010–) hasta que sus películas se fueron espaciando porque dejó de encontrar vías
que pudieran dar cauce a esa libertad.
Armand Rovira, que se ha embarcado en la tarea de
rendir homenaje a este cineasta y lo ha hecho de una manera original,
imaginativa y, desde el punto de vista estético, profundamente hermosa y fascinante, alejándose
de cualquier solución convencional, logra reflejar mejor la personalidad de
Paul Morrissey que otras vías más rutinarias hubieran podido hacerlo. Como su
propio título indica, Letters to Paul
Morrissey se estructura en torno a 5 cartas que distintos personajes
(reales, ficticios o inspirados en personas de carne y hueso) escriben al
cineasta. Las historias que se van sucediendo son un caleidoscopio que refleja de
modo sorprendente la compleja, multifacética y contradictoria personalidad del
director homenajeado.
Imagen
de Letters to Paul Morrissey
Los cinco autores de las cartas son Udo Strauss
(un claro homenaje al actor Udo Kier, protagonista de Carne para Frankenstein y Sangre
para Drácula), Joe Dallesandro (protagonista real de buena parte de las
películas de la “factoría Warhol” y de las películas del propio Morrissey),
Olena Wood (trasunto de las actrices de dicha “factoría”), Saida Benzal
(coguionista de la película y directora de este fragmento, que evoca la etapa
de películas de terror de Morrissey) e Hiroko Tanaka (protagonista de ficción del
último fragmento, el cual pudimos ver como cortometraje en el Festival de
Málaga con el título Hoissuru y que
cuenta una historia compleja llena de referencias cinematográficas). Como
habrán comprobado, cada uno de los fragmentos de la película quiere representar
un aspecto de la obra del director independiente estadounidense. Pero, no conformándose
con eso, visualmente el film se inspira continuamente en los hallazgos y
estrategias narrativas de Morrissey y, así, a modo de ejemplo, se emplea el
sistema de “pantalla doble” que el director empleara en Chelsea Girls.
Fotograma de Chelsea Girls
Imagen
de Letters to Paul Morrissey
Sabiendo reflejar la película el universo de Paul
Morrissey y mostrándolo con su propia imaginería visual, el film da un paso más
allá y aspira a ser el ejemplo vivo de que las ideas del realizador son
perfectamente aplicables al cine actual y se esfuerza por desarrollar un
ejercicio creativo basado en los postulados de la independencia
cinematográfica. Y no podemos menos que concluir que este ejercicio acaba
siendo brillante y expresivamente potente porque, aparte del empaque de sus
fotogramas (que convierte la visión del film en una absoluta delicia), la
película acaba siendo una exploración hipnótica del vacío, de la desolación, de
la soledad y de la falta de sentido de la vida para quienes tienen aspiraciones
elevadas y viven en una sociedad que solo se rige por criterios materialistas.
Compleja, inabarcable y recorrida por múltiples
senderos que se bifurcan y se entrecruzan (como la obra del director al que se
le rinde tributo), Letters to Paul
Morrissey atrapa al espectador y lo sumerge en un torrente sugerente y
extraño que lo lleva a un territorio en el que el arte y la creación, en su
búsqueda de nuevas formas y manifestaciones, a lo mejor puede curar algunos de
nuestros males porque una visión nueva de la realidad puede ofrecernos, al
mismo tiempo, una nueva panorámica del laberinto en que nos hallamos
encerrados. Armand Rovira sabe conducirnos en este viaje con un brío, una
seguridad y un sentido visual completamente encomiables y plenamente sugestivos.
TRÁILER DE LA PELÍCULA:
IMÁGENES DE LA PELÍCULA:
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