EL FESTIVAL DE MÁLAGA 2020 EN 14 MIRADAS (6): EL DIABLO ENTRE LAS PIERNAS DE ARTURO RIPSTEIN

 

Si en el anterior artículo, hablábamos de tres películas que exploraban el lado luminoso de la tercera edad, hoy, con El diablo entre las piernas de Arturo Ripstein, vamos a visitar el reverso oscuro y retorcido de esa visión.



El director mexicano Arturo Ripstein no solo ha sido protagonista en la edición de 2020 del Festival de Málaga por la presencia en la Sección Oficial de su último largometraje, El diablo entre las piernas, sino por haber recibido el Premio Retrospectiva a toda su carrera. Marcado por su descubrimiento del cine de Luis Buñuel, Ripstein debutó en 1966 con el film Tiempo de morir. Tras el reconocimiento crítico obtenido con películas como Principio y fin (1993), Profundo carmesí (1996), El evangelio de las maravillas (1998) y la adaptación de la novela de Gabriel García Márquez El Coronel no tiene quien le escriba (1999), en el año 2000 gana la Concha de Oro del Festival de San Sebastián con La perdición de los hombres. La virgen de la lujuria (2002), El carnaval de Sodoma (2006), Las razones del corazón (2011), La calle de la amargura (2015) y, ahora, El diablo entre las piernas acaban por jalonar una carrera brillante formada por films tensos, sórdidos e impactantes que navegan por el lado pantanoso del alma humana y no dejan nunca indiferente al espectador.


Arturo Ripstein dando instrucciones en pleno rodaje

 

El diablo entre las piernas bebe de muchas de las claves y referencias perennes del cine de Ripstein. Con ese aire de familia que proporciona a todos sus films los guiones de Paz Alicia Garciadiego (esposa del director), la dirección de fotografía en blanco y negro de Alejandro Cantú y la presencia habitual de la actriz Patricia Reyes Spíndola, la dirección artística sabe crear un escenario realista solo a medias porque no esconde cierta factura teatral, es decir, cierta artificialidad, como si se pretendiera crear en el espectador la impresión de que lo que tiene ante sus ojos es una representación engañosa de la realidad, una representación que carga las tintas en los aspectos más sórdidos y soeces, aquellos aspectos que nacen de los bajos instintos y de los pozos más ocultos de la psique humana. Es por ello que el cine de Ripstein provoca en primera instancia en el espectador un rechazo, un choque, que tendrá que superar si quiere descubrir qué esconden unas historias brutales y desoladoras.

 


El último largometraje de Ripstein tiene como protagonista a una pareja de edad avanzada (formada por la ya mencionada Patricia Reyes Spíndola y Alejandro Suárez) que mantienen una relación asfixiante y llena de rencor. Él no deja de insultarla todo el tiempo (a pesar de la atracción sexual que aún siente por ella) a la vez que la engaña con una de las vecinas de similar edad (Silvia Pasquel) mientras que ella asiste a una academia de tango (en la que otro de los alumnos es Daniel Giménez Cacho) donde no está claro si acude para aprender a bailar o para hallar una salida a la sensación de soledad y desprecio que siente. La criada de la pareja (Greta Cervantes) será una espectadora, en principio meramente pasiva, de todo lo que sucede en la casa.

TRÁILER DE EL DIABLO ENTRE LAS PIERNAS


Decíamos antes que el cine de Ripstein provoca, de partida el rechazo del espectador, por la forma de comportarse de los personajes y por la sordidez de las situaciones que retrata. Y ello también sucede, tal vez con más intensidad, en El diablo entre las piernas, un film que no deja de recrearse en un conjunto de relaciones tóxicas a varias bandas que provocan la humillación y denigración de quienes forman parte de las mismas. Y es que el cine del director mexicano obliga al espectador a “pagar un peaje” para entrar en su discurso y comprender su esfuerzo de desmontaje y deconstrucción de los códigos mentales que nos arrastran al odio, a la violencia y a la frustración. Casi podríamos decir que, como cineasta, Arturo Ripstein vendría a ser una especie de Douglas Sirk “en feo”, es decir, mientras que Sirk se aparta de la realidad utilizando los elementos más elegantes, lujosos y ostentosos, Ripstein lo hace empleando los tenebrosos, soeces y de mayor escabrosidad.



Y es que convendría tener en cuenta que tanto uno como otro utilizan el “distanciamiento brechtiano” como técnica dramática en la construcción de sus películas. Eso ya lo explicó Douglas Sirk en las conversaciones que tuvo con Antonio Drove allá por los años 80 (que, recientemente, se han editado en forma de libro) y que sirvieron de introducción a las películas que integraron el ciclo que TVE dedicó en su día al director de origen alemán. Al igual que Brecht no intentaba en sus dramas reproducir una factura realista sino que buscaba el antinaturalismo como medio de provocar al espectador a la reflexión sobre la situación que le era mostrada, Sirk y Ripstein crean atmósferas irreales para espolear la desconfianza y el escepticismo y que ello sirva como instrumento de denuncia de hipocresías y falsas fachadas.

 



El diablo entre las piernas no será plato de gusto para paladares delicados o miradas poco inquisitivas pero, para el espectador que sea capaz de pasar por encima de su descarnada dureza, acabará encontrando una punzante reflexión sobre los prejuicios que nos condenan a la amargura y sobre las debilidades que nos encadenan a convivencias malsanas. La brutalidad de este film puede llegar a ser el mejor antídoto contra rémoras mentales que nos impiden escapar del pantano en el que mueren ahogados todos nuestros sueños y todas nuestras esperanzas.




 


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