LIBERTÉ DE ALBERT SERRA. EL PODER DE LA IMAGEN SIN PREJUICIOS

Hoy, comentamos el film Liberté de Albert Serra, el cual ya está disponible en www.margenes.org y www.filmin.es.


TÍTULO: Liberté. TÍTULO ORIGINAL: Liberté. AÑO: 2019. NACIONALIDAD: Francia-Portugal-España-Alemania. DIRECCIÓN y GUION: Albert Serra. MONTAJE: Ariadna Ribas, Albert Serra, Artur Tort. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Artur Tort. MÚSICA INTÉRPRETES PRINCIPALES: Helmut Berger, Marc Susini, Iliana Zabeth, Laura Poulvet, Baptiste Pinteaux, Theodora Marcadé, Alexander García Düttmann, Lluís Serrat, Xavier Pérez, Francesc Daranas, Catalin, Jugravu, Montse Triola, Safira Robens. DURACIÓN: 132 minutos. ENLACE EN MÁRGENES: https://www.margenes.org/pelicula/5e7663934fdd0512df4f05b8. ENLACE EN FILMIN: https://www.filmin.es/pelicula/liberte.

CALIFICACIÓN: 

El cine de Albert Serra es personal, peculiar e inclasificable. Sin embargo, creo que sus claves han sido, hasta el momento, bastante sencillas de comprender ya que desde Honor de cavalleria (2006), una adaptación sui generis de El Quijote, se observa el intento, que hunde sus raíces probablemente en el cine de Antonioni, de eliminar la épica, o, más bien, la épica artificial, de sus proyectos narrativos y buscar la épica real (menos rimbombante y grandilocuente) que existe en cualquier proceso de búsqueda y que, en ocasiones, lleva, efectivamente, a un momento verdaderamente cumbre y glorioso –tal como ocurría en El cant dels ocells (2008) con la escena de la adoración de los Reyes Magos a Jesús–. Si quieren conocer la base teórica de esta concepción del cine, es imprescindible leer la entrevista que hicimos al realizador cántabro Paulino Viota y, en concreto, sus comentarios sobre su film Contactos (1970). En particular, destacaría dos párrafos:

– “La idea era que el cine clásico era genial pero un tanto evasivo, por así decirlo. Los aspectos desagradables de la realidad, el trabajo cotidiano, (...) el aburrimiento, las partes de la vida en las que no hay atractivo, todo eso el cine clásico tiende a prescindir de ello porque se busca que el espectador esté siempre interesado.”

– “Había una voluntad muy intelectual de responder, no tanto de hacer una cosa diferente, sino de responder a lo que era el cine clásico. Contactos insiste continuamente en hacer exactamente todo lo contrario que hace el cine clásico: recrearse en los tiempos muertos, descentrar la cámara… Una serie de cosas que el cine clásico, a lo largo de 50 años, había procurado evitar. Había creado toda una estética genial evitando todo ese tipo de cosas… Contactos se basa en hacer todo lo contrario. (…) Contactos es una película (que) lo que (…) trataba (…) de hacer (era), partiendo de las ideas sobre todo de Oteiza y de Burch, una película que realizara todo lo contrario de lo que el cine a lo largo de 50 0 60 años había llegado a hacer depurándose. Es decir, utilizar una serie de técnicas que podríamos denominar de extrañamiento, de demostrar lo que el cine tiene de artificio.”

En función de lo expuesto, además, el cine de Serra podría quedar conectado con el de Chantal Akerman, José Luis Guerin o Jaime Rosales, cineastas todos ellos en los que la observación minuciosa y desapasionada de la realidad es el eje de sus relatos fílmicos.




Si Honor de cavalleria o El cant dels ocells se ajustaban perfectamente a esta concepción cinematográfica, Historia de mi muerte (2013) – ensoñación en la que un personaje real (Giacomo Casanova) acababa encontrándose con un personaje ficticio (Drácula) – y La mort de Louis XIV – minuciosa reconstrucción de la agonía, muerte y autopsia del Rey Sol – representaban un audaz paso adelante y venían a enlazar con esa tendencia del cine contemporáneo en la que la perfección de la composición formal y la búsqueda de belleza visual ocupan un lugar preponderante y el significado de la narración queda abierto para que sea el espectador quien cierre la película y aporte su propia interpretación a lo que ha contemplado o, en su caso, se abstenga de llegar a una interpretación final y el film quede cristalizado como un hecho estético sometido a un proceso de reflexión siempre abierto. Con Liberté, que ganó el Premio Especial del Jurado en la sección “Un certain regard” del Festival de Cannes 2019, Albert Serra opta por una opción mucho más radical que lleva su cine a un territorio nuevo y sin explorar y en el que la mirada del espectador juega un papel mucho más crucial que en todas sus películas anteriores (y que en la inmensa mayoría de películas que se ruedan en la actualidad) de cara a que lo que vemos adquiera un sentido y un significado.




En Liberté, Serra nos lleva a finales del siglo XVIII a Prusia. Hasta allí han ido unos libertinos franceses que, habiendo huido de la rígida corte de Versalles, quieren buscar la protección de Federico II para poder llevar a cabo sus ideas aunque dicho intento queda muy pronto frustrado. A partir de dicho fracaso, el espectador será testigo de una particular sesión nocturna de cruising (esto es, de sexo casual entre desconocidos en un lugar público) en el bosque donde arrancó la acción y veremos todo tipo de prácticas eróticas entre los personajes, tanto nobles como criados, mezclados y revueltos, que van apareciendo y desapareciendo entre la espesura de los árboles, sin intercambiar apenas palabras pero haciendo del contacto físico continuo de sus cuerpos el leit motiv de una noche extraña y enigmática. Desde el punto de vista de la materia narrada (y de la ambivalencia de la misma), Liberté se emparenta, por un lado, con Salò o los 120 días de Sodoma (1975) de Pier Paolo Pasolini y, por otro, con muchas películas contemporáneas que, en el seno del cine convencional (y, por tanto, no pornográfico), han optado por mostrar de forma abierta y desprejuiciada escenas de sexo (tanto homosexual como heterosexual) tales como Ken Park (2002) de Larry Clark, The Brown Bunny (2003) de Vincent Gallo, 9 songs (2004) de Michael Winterbottom, Batalla en el cielo (2005) de Carlos Reygadas, El desconocido del lago (2013) de Alain Guiraudie, Love (2015) de Gaspar Noé o Théo & Hugo: París 5:59 (2016) de Olivier Ducastel y Jacques Martineau. Sin embargo, Serra, libre de cualquier influencia externa, adopta un enfoque insólito y, por momentos, hasta desconcertante, llevando su cine hasta una frontera a la que nunca antes se había atrevido a llegar.




Para empezar a comprender Liberté, hay que hablar del interés creciente de Serra por el videoarte y las instalaciones artísticas, como la que realizó en febrero de 2019 en el Museo Reina Sofía con imágenes y escenas que ahora podemos ver en su última película y de una dupla de conceptos que he visto utilizar a Pasolini en alguna de sus críticas de cine: “prefílmico” y “postfílmico”. Lo “prefílmico” sería lo que se desarrolla ante la cámara y lo “postfílmico” sería lo que tiene lugar tras la cámara, es decir, todo lo que se refiere a la planificación cinematográfica y a las decisiones de dirección. En Liberté, la relación entre lo “prefílmico” y lo “postfílmico” es el elemento clave de la película y lo que le otorga su personalidad. Porque la sucesión de escenas, que tiene lugar sin una ilación narrativa clara, se parece en muchos momentos a una especie de performance que sumerge al espectador en la estupefacción ante la ausencia de explicaciones o valoraciones. Pero es que, además, dicha estupefacción se ve realimentada por el hecho de cómo Serra decide emplazar la cámara. En muy pocos films, la posición de la cámara tiene tanta importancia como en Liberté: porque se trata de evitar, sistemáticamente, una lejanía que dificulte al espectador saber qué sucede pero, al mismo tiempo, se procura en cada momento del metraje no incurrir en una cercanía que lleve a aquel a un conjunto de emociones forzadas o programadas. Lo que ocurre, no se muestra en todos sus detalles sino de modo preferentemente fragmentario y, además, el director no se recrea en las imágenes o en las situaciones sino que, en la mayoría de las ocasiones, su aproximación es cauta y hasta recelosa pero es inevitable que sea el espectador (en un rol inquietante de “mirón” del comportamiento lascivo de terceras personas) el que complete el puzle en su cabeza, despertando así sensaciones contradictorias y enfrentadas. Lejos de ser una película sensual, Liberté es una película desasosegante en la que la mirada del director parece haberse evaporado y hace recaer todo el peso del juicio y el análisis en un espectador que deberá moverse entre el desconcierto y la reflexión sobre su propia opinión o, incluso, en el replanteamiento y reestructuración de la misma. Por lo dicho, el hecho de que no califiquemos la última película de Albert Serra no es un hecho negativo: es el reconocimiento de que, descubriéndonos en un territorio al que nunca antes habíamos llegado, habrá que esperar a que sea el paso del tiempo quien decida la valoración final del film y su trascendencia definitiva. De momento, Liberté queda como un hito sorprendente que nos obliga a repensar qué es lo cinematográfico y donde están sus verdaderos límites, si es que estos, efectivamente, existen.

TRÁILER DE LA PELÍCULA:


IMÁGENES DE LA PELÍCULA:










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