EL OFICIAL Y EL ESPÍA DE ROMAN POLANSKI. EL AUTORITARISMO DE LA RAZÓN DE ESTADO


TÍTULO: El oficial y el espía. TÍTULO ORIGINAL: J’accuse. AÑO: 2019. NACIONALIDAD: Francia-Italia. DIRECCIÓN: Roman Polanski. GUION: Roman Polanski y Robert Harris, adaptando una novela de este último. MONTAJE: Hervé de Luze. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Pawel Edelman. MÚSICA ORIGINAL: Alexandre Desplat. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Jean Dujardin, Louis Garrel, Emmanuelle Seigner, Grégory Gadebois, Hervé Pierre, Wladimir Yordanoff, Didier Sandre, Melvil Poupaud, Eric Ruf, Mathieu Amalric, Laurent Stocker, Vincent Perez, Vincent Grass, Laurent Natrella. DURACIÓN: 132 minutos. PÁGINA WEB OFICIAL: http://www.caramelfilms.es/site/pelicula/el_oficial_y_el_espia.

CALIFICACIÓN: 

El estallido del caso Dreyfus a finales del siglo XIX en Francia marcó un hito decisivo en la evolución del país. Un oficial de artillería, Alfred Dreyfus, fue acusado y condenado por realizar presuntas labores de espionaje para Alemania. Las pruebas eran débiles pero, sin embargo, los responsables políticos, el alto mando del ejército, el tribunal militar que lo juzgó y toda la prensa nacionalista lo consideraron culpable, siendo su condición de judío un elemento decisivo en la sentencia final de culpabilidad y en su reclusión en la isla del Diablo, cerca de la Guayana. Con posterioridad, el nuevo jefe del contraespionaje galo, el coronel Picquart, dio con la pista de otro posible espía, el comandante Ferdinand Esterhazy, que no era, en realidad, “otro espía”, sino el mismo espía, ya que Picquart comprobó que la letra de Esterhazy era idéntica a la que aparecía en el principal (y, prácticamente, único) documento incriminatorio contra Dreyfus, que le fue atribuido a este en virtud de una grosera pericia grafológica. Ante la evidencia, las autoridades políticas y militares decidieron aferrarse (de manera manifiestamente insensata) al veredicto inicial, reafirmando la culpabilidad de Dreyfus y exonerando de responsabilidad a Esterhazy, lo cual llevó a la publicación por parte de Émile Zola en el periódico L’Aurore de su mítico artículo J’Accuse, una carta abierta al Presidente de la República en la que exponía con toda crudeza y contundencia las irregularidades del proceso y apuntaba con claridad a los culpables de la injusticia cometida. Toda esta historia y sus derivaciones posteriores ofrecen la posibilidad de hacer reflexiones en múltiples dimensiones: sobre los prejuicios socialmente extendidos que acaban subyugando la vida de muchas personas por su condición social, étnica o religiosa, sobre la virulencia perniciosa de los procesos extrajudiciales, sobre el abominable peso que puede llegar a tener la llamada razón de Estado, sobre el poder que pueden llegar a tener determinadas estructuras burocráticas y jerárquicas que pueden anteponer su autoinmunidad al interés general… Todas estas dimensiones son exploradas en el último film de Roman Polanski, El oficial y el espía, que indaga en las claves del caso Dreyfus y nos obliga a realizar la incómoda reflexión (incómoda por diversos motivos) sobre hasta qué extremo muchos de los aspectos del mismo siguen plenamente vivos y vigentes.





Dicha reflexión es incómoda porque nos obligaría a replantearnos si la actitud actual de los gobiernos y su afán por imponer “verdades oficiales” sigue o no el mismo patrón que el seguido por el gobierno francés de la época en el caso Dreyfus, porque el admitirlo supondría un, vamos a llamar, corrimiento de tierras ideológico en el que muchas certezas y convicciones se verían evaporadas y porque nos lleva a considerar si, con este film, Polanski estaría realizando un ejercicio de autoindulgencia en relación a sus propias circunstancias, en relación al caso de violación que le impide regresar a Estados Unidos sin que sea inmediatamente puesto a disposición judicial. Siendo, posiblemente, consciente de todo ello, el director opta por imprimir una sólida factura clásica al film, con una trama cuidadosamente estructurada, casi como la demostración paso a paso de un teorema, y con una medida y precisa contención de las interpretaciones de todo el reparto (están especialmente brillantes Jean Dujardin dando vida al coronel Picquart y Louis Garrel como Alfred Dreyfus). De este modo, frente a los films de Polanski en los que predomina el delirio y la locura (desde Repulsión – 1965 –, pasando por Callejón sin salida – 1966–, ¿Qué? – 1972–, Lunas de hiel – 1992–, La muerte y la doncella – 1994–, Un dios salvaje – 2011– hasta llegar a La venus de las pieles – 2013–), El oficial y el espía opta por inscribirse en la línea de los que se mueven en patrones de corte clásico, tales como Chinatown (1974), Tess (1979), El pianista (2002) u Oliver Twist (2005), en un afán por conseguir que la trama trascienda de elementos personales y biográficos y se convierta en el relato desnudo de una situación de criminal arbitrariedad de la que un ser humano se convierte en injusta víctima. Con esa envoltura de rigurosa frialdad con la que El oficial y el espía se nos presenta, se logra que nos olvidemos de elementos ajenos a la historia misma y nos centremos en los perfiles de un caso histórico que, lejos de ser mero vestigio de una época superada, sigue siendo lección viva de cómo la conciencia ciudadana debe seguir estando alerta para evitar que lacras del pasado vuelvan a repetirse en forma de imposición de relatos que, pretendiendo ser verdaderos, no son más que mentiras construidas al servicio de los intereses del poder.



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