TÍTULO: El crack cero. TÍTULO ORIGINAL: El crack cero. AÑO: 2019. NACIONALIDAD: España.
DIRECCIÓN Y MONTAJE: José Luis Garci. GUION: José Luis Garci y Javier Muñoz. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Luis Ángel Pérez. MÚSICA ORIGINAL: Jesús
Gluck. INTÉRPRETES
PRINCIPALES: Carlos Santos, Miguel Ángel Muñoz, Luisa Gavasa, María Cantuel,
Macarena Gómez, Raúl Mérida, Ramón Langa, Andoni Ferreño, Cayetana Guillén Cuervo, Luis Varela, Patricia Vico, Pedro Casablanc. DURACIÓN: 120 minutos. PÁGINA
WEB OFICIAL: http://www.filmax.com/peliculas/el-crack-cero.120. ENLACE EN FILMIN: https://www.filmin.es/pelicula/el-crack-cero.
Hay varios momentos de El crack cero que giran en torno a la
idea del tiempo que se detiene. Por ejemplo, cuando (en una de las escenas más
extrañas desde el punto de vista de la estructura narrativa del film) Ramón
Langa pisa y hace añicos el reloj de Andoni Ferreño. O cuando Pedro Casablanc
le cuenta a Carlos Santos un gol de Marsal, jugador del Real Madrid, al
Athletic de Bilbao. El tiempo (o el tempo,
si se prefiere) juega un papel fundamental en la última película de José Luis
Garci, tanto por esas escenas que insinúan que el paso de las horas, de los minutos,
de los segundos, puede llegar a congelarse bien por arte de magia (o por la
magia del arte) bien por decisión del poder como por la presencia de elementos
que parecen de un tiempo diferente a aquel en que la película se desarrolla (la
referencia al caso Almería, por ejemplo). Hay otra circunstancia de El crack cero que también es fundamental
a la hora de crear el escenario de la historia: la trama transcurre unos días
antes y unos días después de la muerte de Franco, el 20 de noviembre de 1975.
Fecha esencial en la historia de España y en la filmografía de Garci, no solo porque
marca un cambio de época, sino porque es un acontecimiento que ilumina y marca
el contexto del antes y del después y que se convertirá en el núcleo central de
muchas de sus primeras películas y sobrevuela el espíritu de muchas obras
posteriores (Asignatura pendiente – 1977–, Solos en
la madrugada – 1978–, Volver a
empezar – 1982–, Asignatura aprobada –
1987–, You’re the One – 2000–, Tiovivo c. 1950 – 2004–, Luz de domingo – 2007–).
Hasta ahora, hemos hablado del
tiempo y de España, dos de las grandes preocupaciones de las películas de
Garci. Su preocupación por el primero de esos temas le ha llevado a impregnar a
sus obras de un aire y ritmo dreyerianos gracias a un montaje sereno y pausado que invita al espectador a huir de la
rutina frenética del día a día y habitar un espacio diferente donde puede
llegar a intuir las verdades que se le hurtan en la vida cotidiana. Su
preocupación por España, quizás le ha llevado a estructurar sus películas en sucesivas trilogías, al modo de las novelas de Pío Baroja,
y trazar un retrato espiritual de un país que, pareciendo encontrar la senda
definitiva del progreso, vuelve una y otra vez a sus viejos fantasmas y a sus
ancestrales odios atávicos. Y, tal vez, por ello, ante una realidad áspera y desagradable,
nos encontramos al final del camino con el amor al cine como una especie de
realidad de repuesto que nos permite refugiarnos de las incomodidades del mundo
exterior. Todo ello se conecta en El
crack cero del modo en que Garci ha querido hacerlo desde Canción de cuna (1994), intentando
conciliar extremos que parecen irreconciliables y, así como algunas veces el
director no ha acabado de lograrlo, hay que admitir que, en esta ocasión, ha
salido airoso del reto creando una obra que sabe ser armónica como un paseo de
un extremo a otro de un alambre suspendido en el aire.
Hay varias cosas de El crack cero que la convertían en un
empeño en principio imposible. En primer lugar, como ya hemos comentado, por el
afán del director en aunar el tono de Dreyer con los modos y maneras del género
negro más clásico y genuino y, a la vez, dibujar un retrato melancólico y
desencantado de un país. Pero, sobre todo, porque, en segundo lugar, por
intentar cerrar una trilogía iniciada hace 38 años con El crack (1981) y continuada con El crack dos (1983),
que tenía al frente de ambas películas a dos actores emblemáticos como Alfredo
Landa y Miguel Rellán, que daban vida a dos personajes tan carismáticos como
Germán Areta y Cárdenas El Moro,
respectivamente, y que contaba con la presencia serena, dulce e insustituible
de María Casanova. El primer acierto de José Luis Garci es no querer mimetizar
las dos primeras películas de la saga sino renovar su factura visual con una espléndida
fotografía en blanco y negro y un clima y una ambientación perfectamente
medidos que conectan con los del noir estadounidense
de los años 40. El segundo es una soberbia elección de reparto en que Carlos
Santos (como Areta) y Miguel Ángel Muñoz (como El Moro) se alejan del molde creado por sus antecesores y saben
hacer suyos los personajes y, respetando su esencia, evitan todo intento de
imitación para hacer un trabajo de auténtica creación. Al mismo tiempo, una
maravillosa María Cantuel sabe, con su caracterización, cumplir la función
dramática que María Casanova realizaba en las dos primeras entregas de la
trilogía. Y, adicionalmente, Pedro Casablanc se aleja del perfil que José
Bódalo daba al personaje de don Ricardo para ofrecernos una visión nueva y muy
personal del mismo.
Quizás, El crack cero no alcanza el nivel de You’re the One (el mejor film de Garci en la etapa que inició con
la realización de Canción de cuna),
porque es muy complicado aunar elementos tan diversos sin que haya algún
resquicio que no acabe de encajar, pero sí supera el de El abuelo (1998), Historia de
un beso (2002), Tiovivo c. 1950 y
Luz de domingo, porque en su acabado
final logra despertar y suscitar reflexiones que van mucho más allá de su
apariencia inicial para hablarnos del refugio que debemos encontrar cuando las
circunstancias vienen mal dadas y no hay huida ni escapatoria posible. Cuando
llega su magnífico y expresivo plano final, en suave picado y con evidente tono
sombrío, mostrándonos a un Areta derrotado a pesar de su victoria, no podemos
menos que pensar si todo lo que hemos visto, con sus elementos anacrónicos y
hasta incompatibles, no es más que un sueño noir,
por supuesto en blanco y negro, con muchas zonas de luces y sombras y con
tintes de pesadilla, en el que esconderse ante la constatación de que en España
siguen imperando los viejos vicios, los poderosos de siempre y un cainismo
atroz que será el pozo en el que acaben enterrados todos los anhelos y todas
las ansias de cambio. En ese espíritu, con muchas dosis
de nostalgia y desilusión, es donde radica la verdadera esencia de El crack cero por debajo de su brillante
e implacable apariencia de género negro clásico, que, al final, es solo el
medio para llegar a moralejas auténticamente hondas y relevantes.
TRÁILER DE LA PELÍCULA:
IMÁGENES DE LA PELÍCULA:
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