AD ASTRA DE JAMES GRAY. EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS ESTABA EN NEPTUNO


TÍTULO: Ad Astra. TÍTULO ORIGINAL: Ad Astra. AÑO: 2019. NACIONALIDAD: Estados Unidos-China-Brasil. DIRECCIÓN: James Gray. GUION: James Gray y Ethan Gross. MONTAJE: John Axelrad y Lee Haugen. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Hoyte Van Hoytema. MÚSICA ORIGINAL: Max Richter. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Brad Pitt, Tommy Lee Jones, Ruth Negga, Donald Sutherland, Kimberley Elise, Loren Dean, Donnie Keshawarz, Sean Blakemore, Bobby Nish, LisaGay Hamilton, John Finn, John Ortiz, Freda Foh Shen, Kayla Adams, Ravi Kapoor, Liv Tyler. DURACIÓN: 123 minutos. PÁGINA WEB OFICIAL: https://www.adastrapelicula.es/videos/ y https://www.foxmovies.com/movies/ad-astra. ENLACE EN GOOGLE PLAY: https://play.google.com/store/movies/details/Ad_Astra?id=81kIuRVdS1M.P&hl=es.

CALIFICACIÓN: 

El cine de James Gray ha transitado por diversos géneros, el noir (La otra cara del crimen – 2000–, La noche es nuestra – 2007–), el drama romántico (Two Lovers – 2008–), el melodrama (El sueño de Ellis – 2013–) y el cine de aventuras (Z, la ciudad perdida – 2016). Sin embargo, a pesar de este recorrido por diversos modelos narrativos, en las películas de Gray siempre ha pesado más una serie de ejes temáticos centrados en las tensiones y las traiciones en el seno de la familia, los procesos obsesivos, los dilemas morales y el afán de redención. Ahora que, con Ad Astra, ha pasado al género de ciencia-ficción, el director estadounidense no ha cambiado sus preocupaciones autorales y, en esta odisea espacial que nos acaba llevando casi a los confines del sistema solar, unas complejas relaciones paterno-filiales y las obsesiones individuales convertidas en justificaciones que dan sentido a la vida terminan teniendo todo el protagonismo.

Así, un Brad Pitt hierático e impasible a lo largo de casi todo el metraje (hay que reconocer que el actor norteamericano sabe moverse con desenvoltura en todo tipo de registros, aunque, algunas veces, parezca ir con el piloto automático puesto) da vida a un astronauta a quien se le envía a la Luna con la tarea de enviar un mensaje a su padre (un Tommy Lee Jones plenamente solvente en su retrato de la obsesión), presuntamente desaparecido en una antigua misión espacial destinada a detectar si hay vida en algún lugar del Universo pero que, ahora, parece ser el causante de una grave tormenta magnética que está azotando a la Tierra. Esa relación padre-hijo, compleja, áspera, retorcida, prácticamente tóxica, es el destino final del viaje (menos físico que espiritual) del personaje de Brad Pitt que, más que enfrentarse a las dificultades a las que deberá irse enfrentando en las sucesivas escalas de su ruta, se estará enfrentando a sí mismo y a los fantasmas que esconde en su interior.





Dentro de este preciso marco narrativo, sorprende, sin embargo, que, lejos de adoptar algún tipo de riesgo visual o dramático, Ad Astra se limite a repetir viejos modelos sin lograr aportar hallazgos de ningún tipo. Así, toda la estructura del guion viene a seguir el esquema fijado por El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, solo que cambiando la figura de Kurtz por la del padre del protagonista. En consonancia con ello, hay muchos elementos del film que remiten directamente a Apocalypse Now (1979) de Francis Ford Coppola (película que, recordemos, era una adaptación del relato antes mencionado): la reunión en la que los superiores de Pitt le encomiendan la misión, la voz en off del protagonista que va desmenuzando el historial del su padre, la caracterización del equipo que lo traslada a la Luna… Pero, además, hay otros muchos elementos que recuerdan igualmente a otras películas del género, desde 2001: Una odisea del espacio (1968) de Kubrick, pasando por Alien (1979) de Ridley Scott o (en su secuencia inicial) Gravity (2013) de Alfonso Cuarón. Parece que es como que las grandes superproducciones o blockbusters que actualmente se hacen en Hollywood hubieran renunciado a probar nuevos caminos y alternativas y, de cara a situarse en la zona de confort del espectador, reproducen, de forma casi mimética, facturas visuales y narrativas ya contrastadas y que resulten familiares al público. Algo que puede resultar rentable a corto plazo pero que, si se continúa insistiendo en dicho planteamiento, acabará, inexorablemente, en el declive artístico y, a largo plazo, económico de dicha producciones. Aunque esto es una constante en los últimos años, salvo brillantes excepciones, en Ad Astra puede encontrar una cierta base en que el hecho de que esa opción por modelos ya conocidos y la imposibilidad de despegarse de ellos va en paralelo a la propia dependencia del protagonista del film hacia su figura paterna, ello no deja de ser el reconocimiento de una cierta incapacidad de mejorar o avanzar respecto a los códigos narrativos previos y la necesidad de repetirlos por no disponer de medios expresivos que los superen.

A pesar de todo ello, que resta valor al acabado del conjunto, no se puede dejar de admitir que Ad Astra logra ser una producción solvente y que consigue transmitir con gran intensidad la desasosegante sensación de que el horror que tanto espantaba a Kurtz en El corazón de las tinieblas se convierte, cuando ampliamos nuestra visión hasta llegar a los mismos límites del Universo, en la más decepcionante y perturbadora soledad.


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