TÍTULO: Rojo. TÍTULO ORIGINAL:
Rojo. AÑO: 2018.
NACIONALIDAD: Argentina-Brasil-Francia-Holanda-Alemania-Bélgica-Suiza.
DIRECCIÓN Y GUION: Benjamín Naishtat. MONTAJE: Andrés Quaranta. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Pedro
Sotero. MÚSICA ORIGINAL: Vincent van Warmerdam. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Darío
Grandinetti, Andrea Frigerio, Laura Grandinetti, Diego Cremonesi, Mara
Bestelli, Alfredo Castro, Rafael Federman, Claudio Martínez Bel, Rudy
Chernicoff. DURACIÓN: 109 minutos. PÁGINA WEB OFICIAL: https://es.unifrance.org/pelicula/44818/rojo
y http://www.luxboxfilms.com/rojo.
Hay historias que solo pueden ser
presagios de lo que está por venir. A la vuelta de la esquina, puede estar
esperando el horror, el pavor silencioso que va segando vidas y futuros en la
penumbra y en el más absoluto anonimato, con frialdad burocrática y administrativa
pero, simultáneamente, con contundencia brutal y expeditiva. Y, evidentemente,
algo tenso e indefinible late en el ambiente, una sensación extraña que es un
vaticinio obvio pero que, al mismo tiempo, no deja de ser un ente borroso que aún
no ha tomado forma definitiva. Rojo viene
a ser el retrato del momento inmediatamente anterior al golpe de estado militar
de Argentina en 1976 y, desde un punto de vista conceptual, puede guardar con
películas como La noche de los lápices (1986)
de Héctor Olivera, La historia oficial (1985)
de Luis Puenzo o Soldado argentino solo
conocido por Dios (2016) de Rodrigo Fernández Engler, la misma relación que
tiene Los últimos juegos prohibidos (1971)
de Michael Winner con Suspense (1961)
de Jack Clayton o Cabaret (1972) de Bob Fosse y La cinta blanca (2009) de Michael Haneke con La lista de Schindler (1993) de Steven Spielberg. Es el horror
previo, abstracto y etéreo, antes de que el horror concreto y total se haga
presente. Cuando hablamos de Suspiria (2018) de Luca Guadagnino,
ya comentamos dos cuentos del libro Alguien
que anda por ahí de Julio Cortázar (publicado en 1977),
“Segunda vez” y “ Apocalipsis en Solentiname” que nacen de la intuición del
horror que estaban generando las dictaduras del Cono Sur americano implantadas
a finales de los 70. Rojo es la
plasmación cinematográfica de esa sensación de angustia y malestar nacida de la
convicción de que algo terrible está a punto de suceder o, quizás, ya está
sucediendo.
En Rojo, cuya acción se desarrolla en torno al año 1975, Darío
Grandinetti interpreta a un abogado de relativo prestigio que vive en una
ciudad argentina de provincias. Una noche, mientras espera en un restaurante
que llegue su mujer, acaba teniendo un altercado con un cliente que está
esperando a que una de las mesas quede vacía. A partir de dicha situación, los
acontecimientos tomarán cauces completamente inesperados. Rojo, segundo film en solitario dirigido por Benjamín Naishtat tras El Movimiento (2015), no
se recrea, como cabría suponer, en desarrollar el suspense provocado por el
intenso punto de partida (aunque el mismo llegará a su inevitable y original
clímax) sino que, a partir de él, prefiere recrear el ambiente y atmósfera del
lugar donde tiene lugar la trama, una exploración de los comportamientos y
hábitos sociales que explican el mal que se está gestando en el interior de ese
microcosmos claustrofóbico y asfixiante, una indagación en las mentalidades y formas
de pensar que van a acabar justificando la ola de odio y violencia que se
avecina y de la que los ciudadanos más ilustres y mejor considerados de esa
sociedad (aparentemente idílica pero interiormente convulsionada) también van a
encontrar modo de sacar ilegítimo provecho.
Rojo no es una película que busque ser fácilmente asequible para el
espectador sino que convierte la incomodidad permanente en el medio perfecto
para hablarnos de lo que significa un eclipse civilizatorio, es decir, un clima
en el que lo que se considera conjunto de normas esenciales de una sociedad libre
quedan en suspenso para proceder a una dinámica salvaje en la que todo está
permitido para acabar con el oponente. Para ilustrar esta circunstancia, Benjamín
Naishtat sabe conducir el film de un modo muy inteligente, estructurando un
proceso que no se desarrolla abiertamente sino que se mueve con la suficiente
sutileza como para hacernos llegar a la escalofriante moraleja de que cuando el
mal hace acto de presencia no es que sea un elemento nuevo que antes no existía
sino que ya podía estar escondido dentro de nosotros mismos y que basta un
insignificante cambio de aspecto o apariencia para que el mismo se manifieste
tal como realmente era, sin ningún tipo de disfraz, máscara, engaño o equívoco.
Acompañamos la reseña con dos de
las canciones que forman parte de la banda sonora de la película.
TRÁILER DE LA PELÍCULA:
IMÁGENES DE LA PELÍCULA:
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