EL PERAL SALVAJE DE NURI BILGE CEYLAN. EXTRAÑO EN TU PROPIA TIERRA

TÍTULO: El peral salvaje. TÍTULO ORIGINAL: Ahlat Agaci. AÑO: 2018. NACIONALIDAD: Turquía-Macedonia-Francia-Alemania-Bosnia Herzegovina-Bulgaria-Suecia. DIRECCIÓN Y MONTAJE: Nuri Bilge Ceylan. GUION: Akin Aksu, Ebru Ceylan, Nuri Bilge Ceylan. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Gökhan Tiryaki. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Dogu Demirkol, Murat Cemcir, Bennu Yildirimlar, Hazar Ergüçlü, Serkan Keskin, Tamer Levent, Öner Erkan, Ahmet Rifat Sungar, Akin Aksu, Kubilay Tunçer, Ercüment Balakoglu, Kadir Çermik, Özay Fecht, Sencar Sagdic, Asena Keskinci. DURACIÓN: 188 minutos. PÁGINA WEB OFICIAL: http://www.golem.es/distribucion/peliculas/el-peral-salvaje/. ENLACE EN FILMIN: https://www.filmin.es/pelicula/el-peral-salvaje.

CALIFICACIÓN: 

El frustrado y desencantado protagonista de Lejano (2002), el primer título que se estrenó en España del director turco Nuri Bilge Ceylan, no dejaba de ver películas de Andrei Tarkovski en el televisor, esas películas que él, en su juventud, tenía como referencia para poder hacer algún día obras del mismo nivel y estilo, ambición que ya era solo parte de un olvidado y enterrado pasado. Más allá de ser un elemento que describiera a un personaje concreto, esa referencia cinematográfica venía a servir de homenaje a una concepción del cine que es a la que, sin duda, cada vez de forma más ferviente, se adhiere Ceylan en sus películas. No es que las preocupaciones y estilo de Ceylan sean idénticas a las de Tarkovski, ni mucho menos, sino que toma esa idea de que el cine refleje el tiempo real, lo reconstruya en los fotogramas, lo haga revivir para siempre y, en ese proceso, el espectador no contemple meramente la historia sino que se sumerja en ella, comparta el mismo proceso que viven los personajes de la trama y llegue con ellos al descubrimiento o revelación final, que será toda una lección y enseñanza de vida.

De este modo, si Lejano tenía un metraje de 105 minutos, Los climas (2006), de 98, y Tres monos (2008), de 105, Érase una vez en Anatolia (2011) duró ya 2 horas y 37 minutos, Sueño de invierno (2014), de 3 horas y 16 minutos, y la que, ahora, ha estrenado, El peral salvaje, de 3 horas y 8 minutos. Decíamos antes que, aunque Ceylan tiene una concepción del cine similar a la de Tarkovski, su estilo difiere esencialmente. Y ello es así porque si, en el caso del director ruso, el silencio tiene un peso fundamental, en el caso del realizador turco no es solo el silencio, sino, sobre todo, los diálogos, esas conversaciones interminables, en las que cuestiones rutinarias y reflexiones vitales, filosóficas y morales de envergadura se alternan sin solución de continuidad, desconcertándonos, abrumándonos y dejándonos sin saber muy bien cuál es el sentido de la historia que se nos está relatando. Sin embargo, ese sentido acaba aflorando, poco a poco, como si se nos fuera mostrando las piezas de un puzle que, solo al verlo completado, mostrara cuál es la imagen que esconde. Por todo lo dicho, las películas de Ceylan no serán de fácil recepción para muchos espectadores, pero para aquellos que se olviden de cualquier expectativa previa y acepten los términos de la propuesta que se les hace, que consiste en desconectar mentalmente del entorno y hacer el esfuerzo de conocer a unos personajes del mismo modo que si nos trasladáramos al lugar donde se desarrollara la historia y observáramos detenidamente su día a día y su rutina cotidiana, encontrarán elementos de valor tanto humano como cinematográfico.




Hay dos aspectos fundamentales en el cine de Ceylan. Uno, el de la frustración y el desencanto de unos personajes que se sienten extraños en su propio entorno. Ya lo hemos dicho en el caso de Lejano, ocurría en el caso de Érase una vez en Anatolia, en la que el recorrido sin rumbo que hacían unos policías, un fiscal y su secretario y un médico para resolver un caso criminal casi parecía ser una metáfora del propio purgatorio interior que estaban viviendo, y sucedía con mucha mayor claridad en Sueño de invierno, película con la que Ceylan ganó la Palma de Oro en Cannes, en la que un personaje ya maduro y su mujer, más joven que él, intentaban, inútilmente, encontrar los medios que les permitiera sentir un consuelo o hallar un significado en medio del vacío interior que sentían. El otro aspecto a destacar es el de la exploración del tiempo y del tempo cinematográfico (que no tienen por qué coincidir), de forma que el ritmo narrativo avanza, se detiene o se ralentiza según sea el estado de ánimo o emocional que domina la secuencia.

Algo parecido sucede con el protagonista de El peral salvaje y con el propio ritmo de la película. Sinan es un joven que acaba de terminar la universidad y que vuelve a su pueblo natal. Allí, tendrá que lidiar con los problemas familiares (provocados, sobre todo, por su padre), con su deseo de publicar su primer libro, con sus dudas sobre qué hacer en el futuro y con la naturaleza de un entorno gris y estático en el que no parece encontrar su sitio. El peral salvaje explora con minuciosidad las vivencias del protagonista, observa sin juzgar y recrea sin desviar la mirada a favor de unos u otros personajes, intentando siempre mantener el equilibrio para que sea el espectador el que saque sus propias conclusiones. La película no se deja llevar por un tinte exclusivamente realista sino que, en un par de ocasiones, muestra experiencias oníricas de los personajes y, sobre todo, se detiene en determinados momentos, casi cortazarianos, en los que el mundo parece suspendido de un hilo y llegamos a intuir o adivinar una puerta hacia otro orden o realidad, puerta que no llega a abrirse y de la que no tendremos clara su existencia o no, pero que no llega, en cualquier caso, a hacerse patente, dejando a los protagonistas clavados en un hastío que parece insuperable. En ese proceso, Sinan no acaba siendo un antihéroe sino, más bien, un contrahéroe, alguien que quiere alcanzar un objetivo pero que, no sabemos si por orgullo, por amor propio, por impotencia o por ignorancia, se empeña en hacer todo aquello que lo aleja de él y en no hacer nada que suponga una aproximación, llevándolo, finalmente, a un triste callejón sin salida. En la intensidad y emotividad de su oscuro desenlace, El peral salvaje encierra una ácida moraleja sobre la dificultad de todos aquellos que, sintiéndose al margen de su entorno, no encuentran la vía para poder desarrollar la vida que desean vivir.

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