TÍTULO: Largo viaje hacia la noche. TÍTULO ORIGINAL: Di qiu zui hou de ye wan. AÑO: 2018.
NACIONALIDAD: China-Francia. DIRECCIÓN Y GUION: Bi Gan. MONTAJE: Qin Yanan. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: David
Chizallet, Dong Jingsong y Yao Hung-i. MÚSICA ORIGINAL: Lim Giong y Hsu
Chih-Yuan. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Tang Wei, Huang Jue, Sylvia Chang, Lee
Hong-Chi, Luo Feiyang, Tuan Chun-Hao. DURACIÓN: 138 minutos. PÁGINA WEB OFICIAL: https://surtseyfilms.es/peliculas/largo-viaje-hacia-la-noche/. ENLACE EN FILMIN: https://www.filmin.es/pelicula/largo-viaje-hacia-la-noche.
CALIFICACIÓN:
Hay películas y autores que suponen una
innovación nunca vista antes en la historia del séptimo arte y, por el contrario, hay otros casos
que siguen una estrategia algo diferente: utilizan innovaciones previas y las
combinan de forma que, siendo perceptible su eco, las mismas acaban adquiriendo
otro sentido, otros matices, otras texturas, dando lugar a obras con
personalidad propia, distintas a cualquier otra y que vienen a suponer la
materialización de un espíritu de cambio estético que andaba sobrevolando entre
estudios y platós y que esperaba encontrar el momento adecuado para hacer su
irrupción en la historia del cine. Cuando Orson Welles dirigió Ciudadano Kane, estaban presentes en
ella muchos de los hallazgos que el operador Gregg Toland había introducido en
las películas que rodó junto a William Wyler y la factura visual que John Ford
había pulido en su etapa expresionista, con títulos como La patrulla perdida (1934) y El
delator (1935), en westerns como La diligencia (1939) y en biopics como El joven Lincoln (1939). Cuando Welles hubo realizado esa obra
maestra, cambió claramente de enfoque: empezó la tarea sistemática de iniciar y
explorar nuevos caminos, arriesgando al máximo en cada una de sus nuevas películas . Welles ya no buscaba hacer
una película redonda sino revelar todo aquello que estaba aún pendiente de
encontrar y descubrir. Algo parecido podemos decir de la obra de Francis Ford
Coppola, que hizo algo similar a Welles tras las dos entregas de El padrino y de Apocalypse Now (ver el siguiente artículo).
Largo
viaje hacia la noche del director chino Bi Gan también viene a ser una película de
recapitulación de hallazgos previos que se recrean, se transforman y renacen
bajo una forma fascinada y fascinante para dar lugar a una película que, pese a
ello, no se parece a ninguna otra y que, desde que comienza a proyectarse en la
pantalla, toma un aire casi fundacional que obliga a reflexionar en profundidad
sobre qué es el cine y sobre cuáles son los medios expresivos adecuados para
que este se desarrolle y se despliegue. Respecto a lo primero, conforme vamos
viendo Largo viaje hacia la noche es
imposible no rememorar, a lo largo de la febril búsqueda del protagonista por
reconstruir su pasado, las indagaciones en la memoria y en los recuerdos de
Wong Kar-Wai en Deseando amar (2000) y
2046 (2004), los paseos por una
ciudad devastada en Naturaleza muerta (2006)
de Jia Zhang-Ke, la película que se parte en dos en Tropical Malady (2004) de Apichatpong Weerasethakul, la levedad
lírica y narrativa puesta al servicio de una colosal intensidad expresiva en los films de
Terrence Malick, la minuciosidad descriptiva de Hou Hsiao-Hsien en Tiempos de amor, juventud y libertad (2005)
y The Assasin (2015) o el aire alucinado y con tonos de pesadilla
de muchos films de género negro como El
corazón del ángel (1987) de Alan Parker o Puro vicio (2014) de Paul Thomas Anderson. Respecto a la acusada
personalidad de Largo viaje hacia la
noche, le viene del hecho de que el ser estructuralmente dos
películas en una le permite convertirse en vía de reflexión tanto sobre
la vida como sobre el cine y, en última instancia, sobre si lo soñado puede ser
no menos real que lo vivido.
Porque los dos segmentos (prácticamente dos
películas autónomas con amplias diferencias estéticas entre ellas) en los que
se divide Largo viaje hacia la noche
acaban correspondiendo tanto a dos niveles de conciencia como a dos formas casi
opuestas de entender el lenguaje cinematográfico. En el primer segmento, en el
que conviven con fluidez diferentes momentos temporales, contemplamos cómo el
protagonista (Huang Jue) se esfuerza por intentar quizás recordar, quizás
reconstruir, quizás recuperar, quizás rescatar su pasado, pasado en el que la
muerte de un amigo y un gran amor perdido juegan un papel esencial. En un
determinado instante, ese protagonista entra en un cine y empieza a ver una
película que se acaba convirtiendo en el segundo segmento de Largo viaje hacia la noche, un complejo
plano-secuencia de nada menos 55 minutos en el que, nuevamente, parecemos
revisitar el pasado del protagonista y nos obliga a poner en cuarentena tanto
lo que estamos contemplando como lo que hemos contemplado con anterioridad. Porque,
¿qué es lo real? ¿Lo que hemos visto en el primer cuarto y hora de película o
lo que estamos viendo en el eterno plano-secuencia donde el protagonista
deambula por los inhóspitos y ruinosos parajes de Kaili?
“Los recuerdos son en parte reales, en parte
falsos. Pero en el cine solo hay falsedad”. ¿Debemos tomarnos en serio esta frase
que se pronuncia en el film?¿En cuál de los dos segmentos de Largo viaje hacia la noche solo hay
falsedad?¿Y si la frase no fuese más que una impostura?¿Y si tanto la primera
como la segunda parte fuera la realidad contemplada desde puntos de vista
diferentes?¿O si la realidad fuera, a fin de cuentas, inaprehensible? Todas
estas preguntas surgen conforme el metraje de Largo viaje hacia la noche avanza. Pero, cuando esta acaba, aparte
de dejarnos con más preguntas que respuestas, nos deja con la sensación de que
hemos asistido no solo a una indagación en los recovecos psicológicos y
mentales del protagonista y de cualquier persona que afronta dudas sobre la
consistencia de las imágenes que conserva en su memoria sino también a una
batalla entre dos formas de entender el cine. Una, que se asienta en el montaje
como herramienta fundamental del lenguaje narrativo empleado, en la creación de
un tempo propio que pertenece a la
propia película y que está desconectado del tiempo externo real; otra, que se
basa en el plano-secuencia y, por ello, al contrario que la primera, en el
respeto al tiempo externo real y en la que a los personajes y a la historia les
da tiempo de respirar y a los espectadores se les sirve la oportunidad de ser
testigos de la recreación de un lapso temporal tal como sucedió y se
desarrolló, sin ahorrarnos un segundo de posibles sensaciones y percepciones.
En ese entrecruzamiento entre memoria y vida,
entre sueño y vida, entre memoria y sueño, entre cine y vida, entre cine y
sueño, entre realidad y no-realidad es donde Largo viaje hacia la noche alcanza un punto sublime y donde
consigue convertirse en una obra de referencia para el futuro, en un punto de
partida imprescindible para replantearse cómo debe ser el cine y cómo puede
contarse una historia y enfrentarse a la vida en un mundo fragmentado en el que
cualquier certeza se ha convertido en un espejismo.
TRÁILER DE LA PELÍCULA:
IMÁGENES DE LA PELÍCULA:
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