PLANTA PERMANENTE DE EZEQUIEL RADUSKY. ENTREVISTA A SU DIRECTOR

 

 

Como ya informamos en su día, la película argentina Planta permanente ganó el Premio a Mejor Película de la Sección Oficial del Festival Iberoamericano de Huelva 2020. Ahora, los espectadores españoles tendrán la oportunidad de verla en salas ya que el próximo viernes, 2 de julio, se producirá su estreno en las mismas. Este film cuenta una pequeña pero más que relevante e ilustrativa historia en la que una empleada de la limpieza de un organismo oficial, quien, además, suele cocinar y vender almuerzos a los funcionarios que allí trabajan, ve una oportunidad para mejorar su posición social y económica en la apertura de un comedor en una dependencia del edificio que se halla vacía y sin utilizar. A partir de esta decisión, se desencadenarán toda una serie de consecuencias que pondrán en cuestión lo que parecía un proyecto sencillo y sin complicaciones y, al mismo tiempo, mostrarán muchas de las tendencias perniciosas de los tiempos actuales que conducen a una inevitable insatisfacción de expectativas y a una frustración rampante.

 

TRÁILER DE LA PELÍCULA:


Hemos tenido la oportunidad de hablar con el director de la película, Ezequiel Radusky, quien nos ha contado muchos detalles sobre su film y los entresijos artísticos, narrativos y dramáticos del mismo.


Ezequiel Radusky, director de Planta permanente


CINE ARTE MAGAZINE: Hola, Ezequiel. Lo primero de todo sería preguntarte por tu trayectoria previa. ¿Cuáles han sido tus trabajos hasta la fecha?

EZEQUIEL RADUSKY: Mi recorrido tiene sus inicios en el teatro. Nací en 1981 y viví en Tucumán, una provincia al norte de Argentina, hasta 2015. Desde que inicié mis estudios en la Escuela de Teatro de la Universidad Nacional de Tucumán, tuve la dicha de trabajar con grandes directores locales a quienes considero mis maestros: Jorge Gutiérrez, Marcelo Bianco, Ana Teitelbaun, Beatriz Lábate. En el 2002, junto a Agustín Toscano, Daniel Elías y Cynthia Avellaneda, fundamos el grupo Gente No Convencida Teatro. Con esta compañía, y convocando a muchos otros actores y actrices según el proyecto, hicimos seis obras hasta el 2009, año que confluye con un inesperado pero clave encuentro: Assumpta Serna y Scott Cleverdon aterrizan en Tucumán para dictar un seminario acelerado de interpretación cinematográfica y soy seleccionado para hacerlo. Puedo decir que mi primera aproximación al cine viene de la mano de ellos dos. Y en buena hora que los conocí.

Al final de ese año, junto a Agustín Toscano, decidimos presentar el proyecto Los dueños a un concurso para directores noveles del INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales). Afortunadamente ganamos, la película fue estrenada en La Semana de la Crítica del Festival Internacional de Cannes 2013, y tuvo un recorrido internacional apabullante.

Ingresé al mundo del cine pero nací en el teatro, y creo que eso es algo maravilloso, único, y no lo cambiaría por nada en el mundo. Aprendí cine de personas grandiosas como Gonzalo Delgado, Gustavo Biazzi, Catriel Vildosola, Rodrigo Moreno, Martín Mainoli, y sin duda, la persona más importante en todo esto: Hernán Musaluppi, el productor que, junto a su socia, Natacha Cervi, supieron descubrir y extraer de nosotros la particularidad que nos permitiría entrar y desarrollarnos en el complejo mundo del cine argentino.

Y también quiero decir que aprendí a hacer cine con mis compañeros actores, Daniel Elías, Sergio Prina, Liliana Juárez y Cynthia Avellaneda, con quienes solo podíamos soñar con hacer películas. Entonces, cuando se nos presentó la oportunidad, estudiamos día y noche para estar a la altura de ser filmados por una cámara profesional. Y no quiero dejar de destacar que Los dueños fue el proyecto que me acercó a quien luego iba a continuar trabajando conmigo hasta el final de sus días, que se convirtió en una de mis mejores amigas y que fue una gran maestra de la vida: Rosario Bléfari.

Y ahora, Planta permanente, mi segunda película, mi segundo proyecto cinematográfico. En ese camino empinado y lleno de pruebas a superar, me encontré con Giorgina Mesiano, Diego Lerman y Nicolás Avruj, los productores de la película. Y Diego, además, coguionista. Con ellos desarrollamos el proyecto y nuevamente me encontré, ya en el rodaje, con gente maravillosa como Sandra Fink, Ana Berard, Lucio Bonelli, Catalina Oliva, Sofía Straface y Valeria Racioppi. Y además pude cumplir el sueño de trabajar con actores y actrices de Uruguay, como Veronica Perrota y Horacio Camandule. Planta permanente, para mí, significa el paso más importante de mi carrera porque pude lograr desenvolverme sin mi núcleo duro de amistad y confianza. Con este proyecto pude poner a prueba todo lo que aprendí con ellos y creo que funcionó. Ahora, tengo que decir que han habido dos personas que fueron los pilares que me mantuvieron en pie durante todo el desarrollo del proyecto: Liliana Juárez y Rosario Bléfari. La película fue escrita para ellas dos y junto a ellas dos y durante todo el proceso de escritura, fuimos compartiendo y puliendo cada detalle relacionado con sus personajes. El plan era que luego, ellas dos, iban a ser las encargadas de contagiar al resto del elenco ese naturalismo extremo que buscábamos para la película.


Liliana Juárez (izqda.) y Rosario Bléfari (dcha.), protagonistas de Planta permanente

 

 CINE ARTE MAGAZINE: ¿Qué tipo de cine, qué directores o qué películas son los que más han influido en tu estilo?

EZEQUIEL RADUSKY: Voy a ser injusto en esta respuesta porque veo mucho cine y admiro a muchos directores y directoras. El que avisa no traiciona. En general disfruto mucho del cine social, aunque miro todo tipo de películas. Admiro mucho a directores como Ken Loach, Stéphane Brizé, Laurent Cantet, Maïwenn, Ana Katz, Anahí Berneri, Lisandro Alonso, y de los clásicos R. W. Fassbinder, Ingmar Bergman, Aki Kaurismäki, Leonardo Favio. Me enloquece el llamado Nuevo Cine Rumano, Tabú de Miguel Gomes me parece algo superior, una de las obras más maravillosas que vi en mi vida. Mis películas favoritas son White God, de Kornél Mundruczó, y Un verano con Mónica, de Ingmar Bergman. Y hace poco volví a ver la trilogía Azul, Blanco y Rojo, de Kieslowski y casi me muero de la emoción. Recordé que, cuando era chico, mi madre me las hizo ver y si bien no debo haber entendido mucho, creo que ver cine adulto cuando se es chico es clave para una buena formación audiovisual. Y no quiero dejar de decir que Las maravillas y Lazzaro feliz, de Alice Rohrwacher, y Verano 1993, de Carla Simón, me parecen obras maestras del cine contemporáneo. 

 

Imagen de Planta permanente de Ezequiel Radusky

 

CINE ARTE MAGAZINE: Planta permanente, que se estrena en España el próximo 2 de julio en España, parte de una anécdota mínima pero, a partir de ella, se suscita una situación que da lugar para un amplio campo de análisis y reflexiones. ¿Está inspirada dicha anécdota en algún hecho real o es completamente ficticia?

EZEQUIEL RADUSKY: En general, me inspiro en hechos reales, en situaciones que viví o que vivieron personas muy cercanas. Planta permanente nace de una necesidad de hacer visible una situación que me parece sumamente preocupante: la lucha entre personas de la misma clase. Entiendo, y sé, que generalmente esta situación se debe a la coacción que realizan las clases altas sobre las medias y bajas. Creo que el gran problema de Argentina es su oligarquía, siempre asociada a los capitales extranjeros que suelen ser extractivistas. Pero también creo que para poder cambiar esta desgraciada situación, primero tenemos que asumir que muchas veces salimos a contagiarnos del virus del odio y perdemos de vista quienes son los verdaderos enemigos.

Yo trabajo en la Administración Pública y conozco muy de cerca todos estos pequeños pero nocivos vicios que nos carcomen silenciosamente. Sin embargo, no creo que eso sea el verdadero problema. El poder en manos de gente que no lo sabe ejercer es el verdadero problema. He tenido pocos jefes que sabían liderar. En general, los jefes, tanto en el sector privado como en el público, han sido déspotas y lo único que han sabido hacer es generar conflictos entre los compañeros. Entonces, cuando ocurre eso, cada uno intenta salvar su rancho, pues para héroes están las películas. Creo que ese modo de razonar (y la imposibilidad de ver la necesidad de que los más débiles nos mantengamos unidos caiga quien caiga) es lo que nos mantiene y nos mantendrá en desventaja contra cualquier tipo de poder. Porque esto va más allá de partidos políticos. Aunque claro está que los partidos de derecha jamás buscan el bienestar de los pueblos y siempre van a trabajar para los oligarcas.

Entonces sí, Planta permanente termina de nacer de una anécdota: una mujer que vendía comida en el lugar donde yo trabajaba y consigue que la autoricen abrir un comedor. Pero cuando lo hace, en vez de seguir trabajando ella para mantener la calidad de la comida (que era exquisita), contrata a otra gente (se vuelve jefa) y, de pronto, la comida pasa a ser horrible y nos vemos obligados a dejar de comprarle. Luego, una autoridad del estamento le mete una denuncia y la obligan a cerrar el lugar. Entonces, ese comedor que tanto añorábamos, ahora era un lugar cerrado que en unos cuantos meses se tuvo que desmantelar. Pero también está relacionada a situaciones que viví con mis propios compañeros de trabajo y al fenómeno social que se vivió en Argentina entre 2013 y 2015, en donde la clase media comenzó a renegar del ascenso social que habían tenido las clases bajas durante los años del kirchnerismo. Este odio a la posibilidad de ascenso me partió el corazón y me inspiró para escribir la película.


Liliana Juárez y Rosario Bléfari empiezan siendo grandes amigas en Planta permanente pero la relación entre ellas se acabará enrareciendo

 

CINE ARTE MAGAZINE: Tu película, ¿podría interpretarse solo en clave argentina, solo en clave global o admite un amplio abanico de interpretaciones?

EZEQUIEL RADUSKY: Creo que tranquilamente se puede ver en cualquier país y se puede leer lo que planteamos. Es muy argentina porque yo soy argentino. Hay cosas que seguramente en algunos países no podrían existir ya, como un comedor clandestino en un taller. Pero uno debe valerse de las particularidades más específicas e inéditas para pintar su aldea. Creo que es la única manera de trascender en el relato que se intenta hacer leer. Y estas particularidades no sólo están en la historia que se pretende contar, sino en el modo de hacerlo, en las personas que se decide mostrar, en sus cuerpos, sus caras y sus maneras de hablar. Mi interés está puesto en que el mundo pueda ver un cine argentino que se escape a la hegemonía centralista que impone la Capital. Podemos inspirarnos en modos de filmar o en formas de actuar, no vamos a inventar una manera de hacer cine. No creo que sea necesario. Simplemente creo que hay que encontrar ese punto especial que nos hace ser lo que somos y pensar lo que pensamos. Y a partir de ahí, hay que trabajar mucho para transmitirlo. Y seguramente habrá gente que no estará de acuerdo o que no gustará de lo que decimos, ni de cómo lo hacemos. Pero justamente ahí está la clave. Creo que hay que desconfiar de lo que le gusta a todo el mundo y de lo que intenta evitar el conflicto como eje poético.


Liliana Juárez en otra imagen de Planta permanente de Ezequiel Radusky


CINE ARTE MAGAZINE: Creemos que los trabajos de Liliana Juárez, Rosario Bléfari y Verónica Perrotta son fundamentales para el buen resultado de la película. ¿Qué nos puedes decir de las interpretaciones de estas actrices?

EZEQUIEL RADUSKY: Creo que son tres seres de otro planeta. Con Liliana y Rosario trabajamos en Los dueños, pero con Lili ya venía trabajando en teatro. Nos conocíamos mucho, y fuimos armando los personajes mientras escribía el guión. Con Rosario, pasé mucho tiempo armando el código de actuación que yo pretendía para la película, ese naturalismo extremo: naturalismo de joggineta y pantuflas, le decíamos. Queríamos que la gente vea  a su vecino o vecina en la pantalla. Queríamos que sientan que al salir del cine, de pasada por el supermercado, Lila podía estar en la cola de la verdulería. Rosario y Liliana se complementaban muy bien. Lila es hipersensible, volátil, salvaje, puro corazón pero con una inteligencia emocional que pocas veces conocí en mi vida. En cambio, Rosario manejaba un nivel intelectual muy elevado. Entendía todo, tenía la capacidad de leer la escena desde adentro como si estuviera desde afuera. Controlaba mucho a los demás actores que participaban en la escena y a su vez ejercía sobre ella misma mucho auto control. Entonces, al juntarlas, se descolocaban y cada una tomaba de la otra lo que le faltaba.

En cuanto a Verónica, me acuerdo del día que ensayamos con ella por primera vez. Hicimos una improvisación muy larga, en donde las dos empleadas discutían con la nueva Directora. Estuvimos algo así como treinta minutos seguidos. Fue maravilloso porque fluían como si siempre hubiesen trabajado juntas. Si bien yo había tenido algunas charlas/ensayos con Vero para diseñar el difícil personaje que le tocó, cuando terminamos ese ensayo nos miramos con Lili y Ro y teníamos una emoción indisimulable. Verónica es una actriz ideal. Hace cualquier cosa, aprende los textos y los hace propios a tal punto que me hizo confiar en mi capacidad como dramaturgo. Me resultaba muy difícil corregirle cosas entre toma y toma; ella me decía: ¿y? Y yo le decía: está perfecto. Perdón pero no puedo decirte nada.

Volvería a trabajar con ella en todas mis películas.  Es muy importante tener una buena técnica para actuar. Entender la técnica, pero entendería bien, hace que tengas un método y, a su vez, lo logres esconder. Hay quienes creen que una escena parece natural porque se la filma y se utiliza la primera toma. Hay quienes piensan que mientras menos ensayes, más natural sale. Creo que es todo lo contrario. Y esto me lo enseño el teatro. Ensayar hasta que el personaje y vos sean la misma persona. Mientras no ocurra eso, mejor no hagas nada.


Un ilustrativo plano de Planta permanente


CINE ARTE MAGAZINE: ¿Qué ha significado para la película que fuera la ganadora del Festival Iberoamericano de Huelva 2020?

EZEQUIEL RADUSKY: Fue el primer premio Internacional a la película. Y, en realidad, fue la primera vez que una película mía ganaba Mejor Película a nivel internacional. Me acuerdo del día y lo que grité al enterarme. Mis perros ladraban, no entendían qué pasaba. Para mí, era muy importante porque, de alguna manera, esto confirmaba que lo que quería transmitir (pensando en la respuesta de más arriba) funcionó. Era clave saber si afuera se estaba leyendo. Y esa devolución no suele llegar hasta que un jurado dice: ok, esta.

Este tipo de reconocimientos ayuda mucho a que la película tenga más vistas. Creo que eso es lo más importante. Y por supuesto, el reconocimiento al equipo que tanto amor puso para hacerla. Estos premios, creo yo, sirven sobre todo para eso. Y a mí me ayudará a seguir en esta carrera, me ayudará a seguir haciendo películas. Y también me encanta que haya sido en España, porque sueños con poder filmar ahí alguna vez.

 

Liliana Juárez en un representativo momento de la evolución de su personaje en Planta permanente

 

 CINE ARTE MAGAZINE: Para terminar, ¿qué le dirías a un lector de nuestra revista para atrapar su interés y vaya a verla a una sala de cine?

EZEQUIEL RADUSKY: Le diría que si quiere presenciar una historia fuerte y que pone sobre la mesa verdades que no siempre se quieren ver, con actuaciones memorables, con una fotografía y un sonido pensados para las salas de cine y no para la TV o el ordenador, que si se atreven a ser testigos de una historia con grandes momentos humorísticos pero que de a poco van desapareciendo a medida que la tragedia va apoderándose de la trama, Planta permanente es la película que tienen que ir a ver al cine.

 

La respuesta final de Ezequiel Radusky es el broche perfecto que sirve para enmarcar su película y atraer a los espectadores a las salas. Quien acuda a ellas para verla, se encontrará con una historia que no le dejará indiferente, en la que encontrará ecos de muchas de las problemáticas actuales y quedará marcado por unos personajes entrañables que luchan por mejorar pero para los que, como suele ocurrir con más frecuencia de la deseada, las circunstancias son muy superiores a ellos.

 

 

 

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