EL FESTIVAL DE MÁLAGA 2020 EN 14 MIRADAS (11): ÉRASE UNA VEZ EN VENEZUELA. CONGO MIRADOR DE ANABEL RODRÍGUEZ RÍOS.

 


Vamos llegando a la fase final de la cobertura del 23º Festival de Málaga. El artículo de hoy lo dedicamos al documental Érase una vez en Venezuela. Congo Mirador de Anabel Rodríguez Ríos, el cual nos acaba hablando sobre política y sobre la identidad de una nación.



A veces, se produce el extraño milagro de que se consigue encontrar un microcosmos que resulta ser reflejo perfecto de una realidad más amplia y superior. Que ese milagro logre, además, plasmarse en una película documental resulta ya estadísticamente casi imposible. Pero eso es lo que, precisamente, logra Erase una vez en Venezuela. Congo Mirador de Anabel Rodríguez Ríos, un film que, mostrando la vida cotidiana del minúsculo pueblo que es nombrado en el título, acaba siendo la crónica de cómo Venezuela ha ido deslizándose por la senda del autoritarismo, de los enfrentamientos irreconciliables y del colapso social y económico. El retrato de Congo Mirador acaba siendo, de esta forma, la radiografía del camino hacia el abismo de todo un país.

TRÁILER DE ÉRASE UNA VEZ EN VENEZUELA. CONGO MIRADOR


Erase una vez en Venezuela. Congo Mirador nos narra una historia tan potente como relevante, contada a través de un hábil e inteligentísimo montaje, en la que las fuerzas en pugna en el país se reproducen en un pueblo cuyo entorno natural está marcado por las explotaciones petrolíferas y por una laguna en trance de morir debido al acusado proceso de sedimentación. A pesar de las que intuimos duras condiciones de rodaje, el documental de Anabel Rodríguez Ríos se beneficia de un maravilloso esplendor visual que, prácticamente, introduce al espectador en la realidad que retrata y casi lo convierte en un habitante más de un lugar que vive al filo del abismo, tanto desde el punto de vista social como económico como ecológico.

Habiendo estado tanto la directora como el director de fotografía, John Márquez, en el Festival de Málaga para asistir a la proyección de Erase una vez en Venezuela. Congo Mirador en la Sección Oficial de Largometrajes Documentales, les hemos entrevistado para que nos cuenten cómo fue la realización del film y cómo consiguieron alcanzar la brillante factura técnica que posee.


Anabel Rodríguez Ríos, directora del documental, y John Márquez, director de fotografía estuvieron en el Festival de Málaga para asistir a la proyección del mismo


CINE ARTE MAGAZINE: Hola, Anabel y John. Cuando los españoles llegamos a Venezuela, vimos los palafitos, esas casas levantadas sobre el agua, y, de ahí, viene el nombre del país, ya que la palabra Venezuela vendría a ser algo así como “la pequeña Venecia”. Cuando comienza vuestro documental, lo primeros que vemos es, precisamente, unos palafitos. ¿Tiene esa imagen un carácter simbólico sobre lo que la película pretende que es, a partir de Congo Mirador, hacer un retrato de todo lo que sucede en el país?

ANABEL RODRÍGUEZ RÍOS: Sí, claro. Cuando empecé a ir allí, fue para intentar entender la cultural del petróleo, que tanto nos ha marcado a nosotros en nuestra historia y tratar de entender esa contradicción que es estar en el lugar donde se extrae la mayor cantidad de petróleo de Venezuela y el hecho de que sean comunidades muy marginales las que están alrededor de la industria. Y a ello se suma el símbolo de, sí, “la pequeña Venecia” pero también de un campo minero. Tenemos a un poeta, ya muerto, José Ignacio Cabrujas, que decía que Venezuela era como un campo minero. Y existe mucho esa mentalidad, ¿no? Construimos un sitio para que podamos estar allí rápidamente y, después, estamos allí doscientos años. Esa forma de mentalidad nos tiene atravesados… Claro, llegas allí y te encuentras con un símbolo literal de ese hecho. Luego, Congo Mirador, para los fotógrafos y para los artistas venezolanos, ha sido un sitio retratable durante mucho tiempo. Yo me acuerdo que tú me decías (dirigiéndose a John Márquez) que a ti te habían dicho que tú tenías que ir allí…

JOHN MÁRQUEZ: Sí, muchos años antes de ir tenía ese lugar como referencia porque está mitificado entre los fotógrafos. Además, no es un pueblo cercano, es un pueblo alejado. La ciudad más cercana está a tres horas, además en lancha. Al mismo tiempo, haces esas tres horas y hubieras dado una vuelta al mundo. Te encuentras con un ambiente muy del lugar, que está muy influenciado por la naturaleza que lo rodea que es muy agresiva. Hay una biodiversidad fantástica. Entonces, para los fotógrafos siempre es un referente…

ANABEL RODRÍGUEZ RÍOS: Además, la luz que hay allí…

JOHN MÁRQUEZ: Exactamente. Además, como son palafitos, las casas están el agua, el pueblo está en el agua, entonces toda la luz se refleja en el agua, en los techos, todo curtido de esos atardeceres que entran por todos lados y esos colores que dan los reflejos en el agua son fantásticos. Por todo ello, desde que conocí a Anabel cuando me propuso participar en el documental, me emocionó la idea de ir allí porque era un lugar que tenía pendiente de conocer. Pero, ya después, me fui enamorando de la historia, del proyecto y de la gente que fuimos conociendo allí, con sus fuertes dramas, que compartimos durante el rodaje y que están reflejados en la película.



CINE ARTE MAGAZINE: Cuando llegasteis allí, ¿cómo fue el proceso hasta conseguir que la comunidad, una comunidad pequeña, aceptara la presencia del equipo de rodaje a y se abriera a manifestarse con sinceridad y naturalidad ante la cámara?

ANABEL RODRÍGUEZ RÍOS: Hace muchos años, yo fui allí para rodar el fenómeno natural que se llama el relámpago del Catatumbo, que podemos definir como un relámpago sin trueno, que se ve en las noches del lugar, una figura mágica que, intermitentemente, está allí. Fuimos a grabar eso, en principio, y empezaron a acercarse niños. Nos hicimos amigos de esos niños y, después, de sus familias. Y, luego, mucho visitar, mucho tomar “cafecitos”… Hasta que un día desde The Why Foundation nos propusieron presentar un proyecto que formaría parte de la serie Why Poverty? de la BBC, que se llegó a emitir por las televisiones públicas de Europa y de Norteamérica. Yo recordé a estos niños e hice un primer corto. Estuvimos allí, con un poco de tensión, para hacer un corto en cuatro semanas con ese tema, se lo propusimos a las gentes del lugar y ellos nos abrieron las puertas. Eso fue en un principio. Entonces, fue cuando yo conocí la historia de que el pueblo se estaba sedimentando, que se estaba convirtiendo en un pantano. Fue algo que me interesó y logré que el Tribeca Film Institute nos apoyara para hacer un tráiler y un primer rodaje. En aquel momento, fue cuando hubo una primera relación. Cuando yo vi la posibilidad de hacer una película de larga duración, y me dije que me gustaría tener a un fotógrafo fuerte aquí y contacté con John, ya había una relación más fuerte. Pero todo eso es un poco llegar con la cámara, de saber cuál es tu rol, simplemente de estar, de hablar, de jugar, de pasar mucho tiempo compartiendo el momento en el que están trabajando, por ejemplo, el pescado. De repente, empiezas a grabar y esas grabaciones pueden durar todo el día… Sabes que la cámara está allí, la asumes pero llega un momento en que esa frontera empieza a borrarse. Pero toma tiempo. Nosotros, por ejemplo, para entrar en la casa de Tamara (la líder del partido chavista en Congo Mirador) fueron tres años. Grabamos mucho con la maestra, con mucha gente que se fue, lo cual nos obligó a cambiar la historia, y, en un determinado momento, logramos llegar a entrar en la casa de Tamara porque no había posibilidad de encontrar otro alojamiento. Para ella, yo era alguien de la oposición, de los “escuálidos”, como ellos dicen. Entonces, aunque ella no quería, no teníamos dónde quedarnos y yo le propuse el negocio de que nos quedáramos en su casa, si era posible, pagando. Fue así como nació esa relación. Al final, los seres humanos somos de una forma en que es que yo te doy algo, tú me estás dando algo, nace un intercambio y todo empieza a fluir de una manera en la que todo es muy natural.

JOHN MÁRQUEZ: Vale la pena acotar el tiempo en el que se estuvo yendo. Si se cuenta todo, yo creo que son siete años, desde que Anabel empezó a ir hasta la última vez que fuimos. Así se explica cómo se llegó a esa relación. La cámara no se siente, no se siente el camarógrafo, no se siente el equipo… De tanto estar allí, era vivir allí más que estar allí para grabarlos, era vivir con ellos. Íbamos por temporadas de dos semanas, diez días, tres veces al año. Entonces, cuando llegábamos, Anabel ya había desarrollado una relación de amistad y conmigo también. Hice muy buenos amigos en ese pueblo. También trabajábamos con un equipo muy pequeño. Cuando salíamos a rodar éramos Anabel, el sonidista, la persona que me ayudaba con la lancha, la persona de producción y yo. Justamente para ser lo menos invasivos posible. Utilizamos también cámaras pequeñas. Había una puesta a la hora de grabar que no era “ahora, vamos a grabar”, sino que era algo más fluido y natural. A la vez que estábamos viviendo y compartiendo, estábamos trabajando. De ahí, la frescura con la que el documental ha salido y que ayuda al espectador a sentirse ahí, dentro de esas vidas.


Un momento del rodaje de Erase una vez en Venezuela (Autor de la fotografía: Juan Díaz)


 CINE ARTE MAGAZINE: A pesar de, o quizás debido a, que Congo Mirador es un pueblo muy pequeño, se percibe claramente la tensión existente entre los distintos grupos, se detecta que hay un grupo de personas que no sabe muy bien a qué atenerse, se nota la parálisis, en la falta de soluciones al problema de la sedimentación, lo cual tiene su clímax en la visita al gobernador… Es sorprendente que, tratándose, como habéis dicho, de un lugar muy alejado dentro de Venezuela, están presentes muchas cosas de lo que ocurre en el país…

ANABEL RODRÍGUEZ RÍOS: La verdad es que hemos conseguido encontrar allí un reflejo de la situación generalizada de nuestros tiempos. Es la razón por la que permanecimos en Congo Mirador. En un principio, yo sentía que nos reflejaba a nosotros en nuestro tiempo en Venezuela, en el drama de la polarización, en el populismo, en el tema de la corrupción hecha cultura… Todas estas cosas. Con el tiempo, presentándola en Sundance, vi que la gente se reflejaba, pero de otra manera, desde su propia polarización. Eso a mí, como decimos en Caracas, me paró los pelos. Porque hizo darme cuenta que los tiempos en los que vivimos están muy permeados por ese espíritu del “divide y vencerás” y, efectivamente, la gente se está dividiendo. Hasta entonces no fui consciente del todo. Claro, uno se va sintiendo atraído sobre el tema y te vas quedando con el tema hasta contar la historia completa porque uno se siente reflejado. Pero no sabía que podía tener esa capacidad de reflexión tan generalizada.



Tamara, la líder del partido chavista en Congo Mirador, en un momento de Erase una vez en Venezuela (Autora de la fotografía: Anabel Rodríguez Ríos)

 

CINE ARTE MAGAZINE: Hay un elemento sutil a lo largo del documental que es el que se refiere a la música. Está el músico popular, entrado en años, con esa guitarrita pequeña, que no sé cómo se llama…

ANABEL RODRÍGUEZ RÍOS: El cuatro.

ANABEL RODRÍGUEZ RÍOS: Pues ya lo sabemos, el cuatro. Y, en el otro extremo, se ve cómo las nuevas generaciones apuestan por otros sonidos como el reguetón. ¿Es algo consciente la presencia variopinta de ese abanico musical?

ANABEL RODRIGUEZ RÍOS: Es una reconstrucción de lo que existe allí. Ese es un sitio donde se cultiva mucho la poesía declamada, las décimas. Y ellos cuentan la historia del pueblo en décimas. Y siempre acompañados por el cuatro. Y eso tiene mucho del alma del venezolano. Por otro lado, este tema del reguetón o del ballenato está allí muy presente. Está, además, muy cerca de la frontera con Colombia. Y el uso de altavoces potentes, de esos sound-systems, es mucho de ese lugar. Tiene como algo muy de Venezuela. Y también de campo minero.

JOHN MÁRQUEZ: Se puede apreciar también ahí el cambio generacional. El señor Camarillo representa a la música que él escuchaba y que no solo se escuchaba sino que también se interpretaba. Lo de las nuevas generaciones, con el tema del reguetón y de los equipos de sonido, es algo completamente distinto. Yo creo que la intención del documental es reflejar lo que hay allí, como son las cosas, sin ningún otro aditivo.

ANABEL RODRÍGUEZ RÍOS: Reconstruir la presencia del reguetón supuso también un reto. Porque, como siempre hay un problema técnico con el sonido, poder reconstruir aquello significó una prueba importante. En ello, quizás sí hubo algo más intencional, pero siempre se trataba de recrear lo que allí había.


El señor Camarillo, uno de los personajes emblemáticos que veremos en Erase una vez en Venezuela (Autor de la fotografía: John Márquez)

 

CINE ARTE MAGAZINE: Yo creo que es hora de hablar de los aspectos técnicos y visuales del film. Muchas veces, se habla de la excelente fotografía de determinadas películas pero, claro, eso se logra en entornos perfectamente controlados, planificados y programados. Ahora bien, ¿cómo se logra una fotografía tan buena en un documental como Erase una vez en Venezuela, en el que, entiendo, los elementos controlables son pocos?

JOHN MÁRQUEZ: Lo más importante que tuve en cuenta era que estaba haciendo una fotografía para un documental en el que la directora era Anabel, eso no lo podía perder de vista, y en el que me tenía que esforzar por reflejar aquello hacia donde ella me estaba llevando. Era un trabajo que hacíamos antes del rodaje y después de cada día hablábamos de lo que ella quería hacer al día siguiente. Esa era la preparación que hacíamos. En verdad, no se podían montar unas luces. Al contrario, teníamos que ir hacia la naturalidad de lo que estaba ocurriendo. Y la naturalidad se consigue mejor si intervienes en ella lo menos posible. Muchas veces, era grabar desde donde estés, algo que estaban diciendo o algo que estaba pasando. Es algo que, cuando está haciendo documental, puede extrañar de la ficción: no puede ser autor de la imagen que está creando. Pero si antes yo tenía esa queja, después, conforme fui haciendo documentales, me fue encantando poder buscar la naturalidad y, con lo que hay, con lo que está pasando allí, contar y concentrarse en que lo que queremos contar es lo que está delante de la cámara, más que la fotografía, que, sí es cierto que hay cosas que uno le puede agregar, pero siempre sin que esa fotografía distraiga lo que está sucediendo.

CINE ARTE MAGAZINE: ¿Cuál fue la mayor dificultad que tuviste que superar allí?

JOHN MÁRQUEZ: Mira, yo vivo en Francia hace un año y ahora disfruto del calor. La temperatura puede llegar a 40 grados y estoy feliz. Pero, en el momento del rodaje, el calor en el pueblo era lo más difícil y, a veces, en plena grabación, no estaba de más cortar y darse un baño o tirarse un balde de agua encima. Es un ambiente muy húmedo, está el agua por todos lados, entonces teníamos que estar muy pendientes de los equipos. Así que lo más difícil fue el calor que, a veces, hacía hostil el ambiente pero todo lo demás lo compensaba.


Una imagen de Erase una vez en Venezuela grabada en plena noche de Congo Mirador


CINE ARTE MAGAZINE: Si vemos el documental, el final no creo que sea optimista. Respecto a la situación actual de Venezuela, ¿cabe mayor o menor optimismo que el que se muestra en el desenlace de tu película?

ANABEL RODRÍGUEZ RÍOS: Creo que el optimismo es algo que puede ayudar a continuar. Con todo, tenemos un dolor fuerte y, en concreto, estamos muy pendientes de sobrevivir. En tanto que estamos aquí, estamos enviando dinero a nuestras familias para que puedan seguir adelante. Decir, por ejemplo, que una de las niñas que está retratada allí murió con 15 años de edad por falta de antibióticos. Por desgracia, no lo supimos a tiempo porque nosotros estamos pendientes de apoyarles. A la vez que pasa todo lo que está pasando, también está la solidaridad de la gente. A mí me duele mucho que, por un lado está la tragedia, pero, por otro, hay una proliferación de fundaciones de fundaciones y grupos familiares que están poniendo en marcha la solidaridad de ciudadano a ciudadano y es un fenómeno impresionante. En esa red de solidaridad, continuamos. En ese sentido, en relación al documental, hay que tomar decisiones difíciles en el momento porque pueden influenciar de forma más dañina que otra cosa, pero, en el contexto venezolano, yo creo en el poder que pueda tener asumir una tragedia como una tragedia. Es decir, no nos riamos, porque el venezolano es tan optimista y adaptable, que, puede estar en una cola de tres días para buscar gasolina, y yo te aseguro que oirás en la cola muchos chistes. El venezolano es así. Pero esta es la oportunidad y esta es la realidad y la verdad es que lo hemos puesto suavecito porque lo que había detrás de ese documental era bien fuerte, más fuerte aún de lo que se ve, así que vamos a asumir esto como una tragedia como lo que es. Entonces, son dos cosas diferentes. Una, el acto artístico y otra es como uno sobrevive a esa situación.


Pues así termina esta densa entrevista a Anabel Rodríguez Ríos y John Márquez, en la que hemos hablado tanto de los aspectos técnicos de Erase una vez en Venezuela. Congo Mirador como del contexto político de Venezuela, una entrevista que puede servir a magnífica carta de presentación a un documental que, podemos asegurar a nuestros lectores, es sencillamente impresionante y descomunal.



La maestra de Congo Mirador, otro de los personajes clave del estupendo documental de Anabel Rodríguez Ríos (Autora de la fotografía: Anabel Rodríguez Ríos)


 



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