KALIFAT: DESOLADOR RETRATO DE LA LUCHA ANTITERRORISTA


Hoy, en Cine Arte Magazine, comentamos la serie sueca Kalifat, la cual está disponible en Netflix.




Cuando una serie quiere abordar los vericuetos de una investigación policial, tiene ante sí dos modelos míticos y absolutamente opuestos. Por un lado, está 24 (cuyas nueve temporadas están disponibles en Netflix desde hace unos días), una serie en la que la acción, la espectacularidad y las descargas masivas de adrenalina eran la tónica dominante y marcaban el desarrollo de la trama. Por otro lado, está The Wire, cuya estrategia narrativa es opuesta: en vez de una acción hiperacelerada, se opta por seguir minuciosa y exhaustivamente el paso a paso de unas pesquisas complejas y retorcidas en las que no caben ni los atajos ni las maniobras al margen de la más estricta legalidad.





La serie sueca Kalifat, disponible en Netflix, sigue claramente y sin complejos el segundo modelo, de modo que, lejos de asistir a un espectáculo de acción trepidante y rocambolescos vericuetos, asistimos al proceso, lento y fatigoso, por el que los servicios secretos de Suecia van desenredando la madeja de un entramado que quiere cometer un atentado yihadista en el país. Y, como tal madeja que hay que desenredar, varias subtramas, en principio autónomas, van conformando la historia hasta que, poco a poco, todas se van relacionando y vinculando. Las dos principales tienen lugar, por un lado, en Estocolmo, donde la agente Fatima (Aliette Opheim) tiene constantes enfrentamientos con sus superiores por sus métodos y su libérrima forma de llevar a cabo su trabajo, y, por otro, en Raqqa, capital que fuera del Estado Islámico, donde Pervin (Gizem Erdogan), originaria de Suecia y víctima de las constantes agresiones cometidas por aquella organización islamista contra los derechos de las mujeres, consigue por casualidad un teléfono móvil con el que intentará ponerse en contacto con sus conocidos en su país de origen para poder hallar una vía de escape. Será así como Fatima y Pervin acabarán comunicándose e intentando ayudarse mutuamente en sus respectivos propósitos.



Aliette Opheim es la principal protagonista de Kalifat


Junto a estas dos subtramas, también tienen una gran importancia otras dos, que se desarrollan en Suecia y que afectan a dos familias completamente diferentes. Por un lado, a una familia musulmana, cuyo padre, Suleiman (Simon Mezher), contempla con asombro (y en contra de sus propias ideas) cómo sus dos hijas, Sulle (Nora Rios) y Lisha (Yussra El Abdouni), sufren un acelerado proceso de radicalización religiosa ideológica por la influencia que ejercen en ellas Ibbe (Lancelot Ncube), uno de los monitores del instituto donde ellas estudian. Por otro lado, nos encontramos a dos hermanos huérfanos, Jakob (Marcus Vögeli) y Emil (Nils Wetterholm), que también han sido atrapados por las consignas y mensajes del fanatismo islamista. Todas estas subtramas acabarán convergiendo en un plan de atentado a gran escala que Fatima intentará desarticular ante la incredulidad de sus superiores sobre el complot que ella cree haber descubierto y las dificultades inherentes para llegar a los objetivos proyectados por la organización implicada en el mismo.



El personaje que interpreta Gizem Erdogan hará todo lo posible por huir de Raqqa


La visión que ofrece Kalifat de la lucha antiterrorista y del origen del terrorismo es, esencialmente, pesimista y desoladora. Y ello por dos aspectos muy concretos que la serie aborda. El primero, por la enorme efectividad y facilidad con que opera la labor de radicalización ideológica, sea en la muy moderna Suecia, sea en los feudos conquistados por el Estado Islámico, sea entre musulmanes de origen, sea entre suecos cuyo árbol genealógico no va más allá de los límites del país. En este sentido, Kalifat nos acaba hablando de un problema social, cultural y de valores en las sociedades más avanzadas, en las cuales existe un vacío espiritual que puede ser ocupado por cualquier movimiento de fanáticos y fundamentalistas, un caldo de cultivo ideal para las ideas más intolerantes e intransigentes. El segundo aspecto a destacar es la denuncia que realiza la serie sobre cómo el terrorismo acaba siendo utilizado como excusa para desarrollar estrategias de corte autoritario y para que el Estado ocupe parcelas de poder a las que difícilmente podría acceder sin la amenaza de la realización de acciones criminales.



Lancelot Ncube es Ibbe en Kalifat, un personaje que esconde su verdadera personalidad


Siendo Kalifat una serie que se caracteriza por su austeridad y sobriedad, esos rasgos se convierten en su principal virtud de cara a exponer unas ideas que perderían verosimilitud y credibilidad si fueran expresadas desde o la falta de contención, unas ideas que se concretan en una trama que nos deja en su desenlace con un sabor agridulce en la boca pero que se ajustan con precisión a lo que son los hechos de una realidad compleja y endiabladamente retorcida que pende sobre nosotros como brutal espada de Damocles.

TRÁILER DE LA SERIE:


IMÁGENES DE LA SERIE:













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