(¡¡¡ATENCIÓN!!!: En
el artículo, hay varios spoilers sobre
la serie.)
Que una plataforma como Netflix
logre estrenar serie tras serie y película tras película semana tras semana a
lo largo de todo el planeta y que su número de suscriptores no haga más que
crecer es porque ha desarrollado un sistema de producción con unos principios
firmes e inamovibles que aplica de manera sistemática e implacable a todos y
cada uno de sus productos. Algo parecido a lo que el viejo Hollywood hacía con
las películas de género, las cuales manufacturaba de forma prácticamente
industrial, solo que actualizado a la nueva situación y a las nuevas
circunstancias. Algunos de estos principios son una estética relativamente
homogénea en todos sus proyectos que va situando al espectador poco a poco en
una rutinaria zona de confort, realizaciones
e interpretaciones siempre correctas y de buen nivel con un significativo
brillo visual en el acabado final del producto, una sutil (y poco evidente si
no se analiza con atención) contención de costes de producción (plasmada en una
cuidadosísima planificación de las escenas) y una elección de escenarios y/o épocas
con gran potencial desde el punto de vista narrativo pero de los que se toman
solo los elementos más característicos para ser, a continuación, transfigurados
de modo que su apariencia en la serie o en el film sea comprensible tanto en
América como en Europa como en Asia.
En función del contexto expuesto,
hay que reconocer que cada serie o película también necesita tener algún rasgo
de particularidad que le proporcione una personalidad propia y, gracias a ello,
Netflix llega a proponernos títulos que ofrecen historias insólitas y
relevantes, como es el caso de la primera temporada de la serie alemana Unorthodox, integrada por cuatro
capítulos y que sirven para darnos a conocer el ambiente de los judíos
ultraortodoxos de Nueva York, interés reforzado por el hecho de que el origen
del proyecto es una historia real relatada en la autobiografía de Deborah
Feldman, Unorthodox: The Scandalous
Rejection of My Hasidic Roots, publicada en el año 2012. La serie ha sido
creada por Anna Winger que ha participado, como la autora del libro original,
en la escritura del guion (junto a Daniel Hendler y Alexa Karolinski) y los
cuatro episodios han sido dirigidos por la actriz y realizadora Maria Schrader
(quien ha intervenido en películas como Nadie
me quiere – 1994 – de Doris Dörrie y Aimée
y Jaguar – 1999 – de Max Färberböck y ha dirigido Stefan Zweig: Adiós a Europa – 2016 –). La protagonista es una
portentosa Shira Haas, una actriz israelí a quien ya hemos visto en A Tale of Love and Darkness (2015) de
Natalie Portman, La casa de la esperanza (2017)
de Niki Caro y María Magdalena (2018)
de Garth Davis y que traza una espléndida caracterización de un personaje que
tiene que vivir toda una odisea para alcanzar no solo su libertad sino algo que
llega a ser mucho más importante para ella (y que no podemos revelar porque es
uno de los secretos más significativos de la trama).
Como hemos mencionado con anterioridad,
uno de los puntos fuertes de Unorthodox
es su aproximación a una comunidad ultraortodoxa judía en medio de la capital
neoyorquina, una isla de opresión que se aferra con rigidez absolutamente
inflexible a las tradiciones y formas de vida y de pensamiento del pasado y que
se mantiene completamente cerrada a cualquier rasgo de modernidad. Es en esta comunidad
donde la protagonista, Esther Shapiro (interpretada por Shira Haas), ha tenido
que contraer un matrimonio concertado con Yanky Shapiro (Amit Rahav). Las ideas
de Esther no acaban de encajar con el espíritu de la comunidad a la que
pertenece y su rebeldía soterrada se ha visto alimentada por su propia
biografía, ya que su madre abandonó el lugar para ir a vivir a Berlín. Y ese
desencaje le llevará a no aceptar cómo se desarrolla su vida matrimonial,
regida por unos principios obsoletos en los que la discriminación de la mujer,
la permanente intromisión de los padres de su marido y el rechazo a que el acto
sexual proporcione placer más allá de la función estrictamente reproductiva son
moneda corriente. Por ello, logrará urdir una compleja maniobra para escapar de
esa vida y marcharse a Berlín, donde vive su madre, para ir desde una isla de
opresión en medio de una urbe que vive indiferente a ella a otra isla de
libertad y creatividad en medio de otra urbe que, en gran medida, también
permanece ajena a las ansias e inquietudes del conservatorio de música con el
que Esther traba contacto.
En gran medida, la visión que nos
ofrece Unorthodox es un mundo que
podría ser retratado por lo cultural, lo ético y lo ideológico más que por
criterios estrictamente geográficos. Al igual que Soljenitsin habló de dibujar
todos los puntos en los que había campos soviéticos de prisioneros en la era de
Stalin para trazar en el mapa el perfil del “archipiélago Gulag”, podríamos
trazar ahora los puntos en los que rige la mentalidad de una sociedad abierta
frente a aquellos en los que domina el pensamiento de una sociedad anclada en
el pasado y donde la libertad individual es un valor irrelevante y podríamos,
así, encontrarnos con dos archipiélagos diferenciados que conviven en los
mismos territorios y en las mismas fronteras y cuyas respectivas delimitaciones
no son físicas sino, sobre todo, mentales. Hay dos secuencias que vienen a
ilustrar con bastante precisión esta intuición que ha venido a mi cabeza viendo
la serie.
La primera es cuando Yanki
Shapiro y Moishe Lefkovitch (interpretado por Jeff Wilbusch), el peculiar y
contradictorio miembro de la comunidad que los líderes de la comunidad han
elegido para acompañar al marido “abandonado” en la búsqueda de su mujer,
llegan al hotel de Berlín y en la recepción les dicen que es un honor para
ellos poder hospedar a dos ciudadanos israelíes. La respuesta que reciben por parte
de Moishe es calificar despectivamente a los israelíes como sionistas, lo cual
no solo rompe los esquemas del recepcionista sino también del propio espectador
pero deja claro que lo que separa a unos personajes de otros no es el hecho
religioso en sí sino cómo conciben el mismo en relación a la modernidad. La
segunda secuencia es la última de la temporada, cuando Esther camina por Berlín.
La seguimos, vemos cómo cruza la puerta de Brandenburgo con aparente
indiferencia (en todo caso, con mucha más indiferencia que la que podría
mostrar nuestra mirada de turistas) y llega a su destino. Y es solo entonces
cuando la sentimos que está cómoda en el lugar donde está. Toma asiento, mira
la brújula que la ha acompañado en su viaje (un elemento simbólico evidente) y
sonríe cuando llegan sus nuevos amigos. Parece estar claro que el objetivo de
su viaje no era realmente Berlín, sino un espacio mental en el que ella pudiera
desarrollar todo su potencial y vivir de acuerdo con su idiosincrasia.
La trama de Unorthodox se aleja de cualquier concepción o retrato simplista
para centrarse en las consecuencias de un pensamiento cerrado e inmovilista en
las personas concretas. No deja de ofrecernos una explicación a la existencia
de una comunidad ultraortodoxa como la que la serie muestra (en un momento
dado, los líderes espirituales del grupo hacen referencia a la continua
persecución sufrida por los judíos durante dos milenios como motivo de la forma
de vida que se han impuesto) pero, sobre todo, asistimos a cómo los personajes
sufren en carne propia una forma de pensar intolerante que les obliga a vivir
en contra de sus impulsos naturales y que les hace caer en frecuentes
contradicciones e hipocresías. Yendo un paso más allá, no es menos verdad que,
en un nivel más profundo, Unorthodox es
un retrato del gran conflicto que vamos a vivir en los próximos años: la
apuesta bien por una sociedad abierta y global en la que las diferentes culturas
se enriquecen mutuamente, estando más atentas a sus avances y progresos que a
la preservación de sus esencias, bien por comunidades defensoras celosas de su
propia identidad que controlan exhaustivamente los elementos ajenos para que
los mismos no supongan una alteración esencial de las formas de vida
imperantes. La trama de Unorthodox nos
hace ver que esta batalla, lejos de ser la elección que cada país realice,
puede tener lugar en el interior de cada país dando lugar a reductos
incompatibles entre sí que pueden remitirnos más a una sociedad típicamente
feudal que a una sociedad verdaderamente moderna.
TRÁILER DE LA SERIE:
IMÁGENES DE LA SERIE:
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