MÁRGENES 2019 – 9º FESTIVAL DE CINE INDEPENDIENTE DE MADRID (y 8): ENTREVISTA A FEDERICO ROBLES



Sin duda alguna, El hijo del cazador de Federico Robles y Germán Scelso es uno de los documentales más emocionalmente intensos que hemos visto en la Sección Oficial del MÁRGENES 2019 – 9º Festival de Cine Independiente de Madrid. El hijo del cazador, el cual gira en torno a la figura de Luis Quijano, hijo de un represor de la dictadura argentina, que participó, él mismo, en algunos aspectos colaterales de dicha represión. Luis Quijano decidió denunciar y relatar los crímenes de la dictadura argentina, revelando aspectos que eran poco conocidos de la misma. Este cambio de postura de Luis Quijano le ha situado en una incómoda tierra de nadie pero, a pesar de ello, él mantiene una sólida y segura posición personal que demuestra con contundencia en sus declaraciones en este documental. Hemos hablado con Federico Robles y dejamos que él nos cuente de forma prolija los orígenes y desarrollo de esta fascinante película. 



Federico Robles (izqda.) y Germán Scelsa (dcha.), directores de El hijo del cazador


CINE ARTE MAGAZINE: ¿Cómo nació y surgió la posibilidad de realizar este proyecto?

FEDERICO ROBLES: En Córdoba (Argentina) – la ciudad de la que somos originarios y donde residimos actualmente Germán y yo–  entre 2013 y 2016 se realizó un juicio histórico por delitos de lesa humanidad cometidos en esta región durante la última dictadura militar. Fue el proceso judicial más importante en la historia de la provincia y resultó en condenas para decenas de represores e involucrados. En ese marco, un día se presentó voluntariamente un tal Luis Quijano a declarar como testigo. Resultaba ser el hijo de quien fuera uno de los jefes del campo de concentración La Perla, el segundo más grande de Argentina. Y quería testificar acerca de todo lo que había vivido junto a su familia en aquellos años de dictadura. Para esa época Luis tenía 16-17 años, y apuntaba haber colaborado con su padre en tareas vinculadas a su “trabajo”.

Yo oí un relato periodístico sobre su testimonio en la radio y automáticamente llamé a Germán para comentarle. Era casi la primera vez que alguien vinculado de algún modo al campo de los acusados/represores rompía el férreo pacto de silencio que han mantenido siempre. Por tanto, más allá del valor jurídico de su testimonio, había como mínimo un interés histórico en su relato. Así que nos pusimos en contacto con él y de a poco fuimos generando una especie de vínculo que nos permitió primero pensar en una película y plantearla como una posibilidad junto a él, después. 



CINE ARTE MAGAZINE: Es difícil encontrar a lo largo de cualquier vida un personaje como Luis Quijano, con una biografía tan dura, tortuosa y complicada. ¿Fue complejo el proceso hasta decidir cómo plasmar cinematográficamente la vida de este hombre?

FEDERICO ROBLES: En este caso, lo que sucedía era que Quijano había declarado en la causa judicial que antes mencioné y eso empezaba a generarle ciertos inconvenientes porque al hacerlo estaba claro que se metía “en la boca del lobo”. Ser hijo de uno de los “capos” del campo de concentración y declarar contra él y sus colegas no lo dejaba en un lugar muy cómodo en un país donde muchos de los testigos de las causas deben moverse con custodia policial permanente (el testigo Julio López, por caso, declaró en un juicio en Buenos Aires en 2006 y a los pocos días se lo reportó desaparecido, estatus que aún mantiene) Además, Quijano no pertenecía a ninguna organización política que le abrigara por lo que su situación era bastante precaria en ese sentido. 

Por tanto, una vez que generamos un vínculo lo suficientemente consolidado con él, y aún a sabiendas de que el proceso de desarrollo de un film precisa una maduración mayor, decidimos que teníamos que grabar lo antes posible ya que no sabíamos en qué momento las condiciones podrían cambiar. Incluso en aquel momento (2014-2015) ya se avizoraba el cambio de signo político del gobierno nacional en Argentina, por tanto era probable que, con el advenimiento de la derecha, el consenso social que habían tenido los juicios se pusiera en crisis (cosa que efectivamente sucedió) y Quijano ya no estuviera tan convencido de participar en una película sobre su vida y la de su familia.

Teníamos que encontrar entonces una forma cinematográfica que conjugara nuestro punto de vista con el “apuro” de las circunstancias, sumado a la precariedad realizativa que ello significaba, ya que implicaba trabajar sin presupuesto asegurado. Así, optamos por realizar una serie de entrevistas con Luis las cuales llevamos adelante en varios días sucesivos, aunque en la película aparecen como si se tratara de un solo encuentro. Eso nos aseguraba un corpus de testimonio mínimo, y luego, si las condiciones lo permitían, iríamos haciendo crecer la propuesta. 

La decisión fue decantamos por un primer plano fijo y frontal del personaje, con un fondo negro indescifrable. Los realizadores no apareceríamos ni en las preguntas ni en la mirada del personaje, ya que este hablaría mirando directamente al lente de la cámara. De este modo cubríamos dos necesidades: realizativamente nos permitía grabar en días diferentes y replicar casi idénticamente las condiciones de luz y puesta en escena. Y desde lo cinematográfico la idea de Quijano mirando directamente a los ojos del espectador como en una especie de “confesionario” nos parecía muy interesante en función de su testimonio, que es bastante incómodo en términos políticos. La puesta así planteada nos funcionaba como dispositivo interpelante, también. 



CINE ARTE MAGAZINE: ¿Qué sentisteis vosotros y todo el equipo al estar cerca de un lugar donde tuvieron lugar secuestros y torturas?

FEDERICO ROBLES: No son temas que abordáramos por primera vez; hemos trabajado antes en otros proyectos personales y de colegas en relación a la dictadura y la represión. Por tanto, hay ya una etapa de procesamiento y transformación del sentimiento en algo más complejo y distanciado que es lo que también te permite reflexionar en otros términos, complejizar la búsqueda, porque si no es muy difícil hacer una propuesta cinematográfica inteligente o novedosa. 

En esto creo que tiene mucho que ver el contexto social y la institucionalización de los discursos en relación a los derechos humanos que viene operando en Argentina hace décadas, ya. Las instancias de juicios independientes e inapelables que cumplen con todas las garantías del derecho internacional han ido generando con los años una especie de discurso social incontrastable en relación a los hechos ocurridos durante la dictadura. Hay un margen muy pequeño para la “chicana” política o la disputa chauvinista. Entonces, sobre esa base mínima trabajan su lenguaje disciplinas como el arte y en este caso el cine. Por tanto, cuando uno se pone a trabajar sobre este tipo de relatos o con un personaje como Quijano, más allá de lo terrible de las experiencias que relata, hay un contexto social en el que se enmarcan, hay unas líneas de trabajo ya afianzadas incluso en términos de investigación teórica, etc. Por tanto, no es el caso simplemente de un realizador (en este caso, dos) enfrentándose “quijotescamente” a unos relatos brutales o unos espacios del horror, sino que el fuera de campo está también matizando esa instancia.




CINE ARTE MAGAZINE: El problema de los desaparecidos, ¿sigue siendo una herida sin cerrar en Argentina?¿Se tiene la impresión de que se ha hecho reparación o justicia, o estas continúan estando pendientes?

FEDERICO ROBLES: En la medida en que existan personas individuales a quienes el vacío de las pérdidas o las experiencias vividas les remueva dolores supongo que será “una herida abierta en Argentina”. Yo personalmente no creo mucho en la idea de los procesos sociales abstractos para casos como estos. La psicología social tiende a hacer definiciones generalistas sobre cuestiones que en verdad son personales. Para ejemplo de lo que digo: en los procesos judiciales no se juzga a “la dictadura”; lo que hay son juicios concretos contra acusados particulares que responden por su responsabilidad individual en hechos muy específicos que son delitos tipificados. Nadie es acusado de “ser parte del proceso militar”. Por tanto, la idea de reparación o justicia no creo que pueda ser proyectada más allá de los casos particulares. Y, si bien muchos de los criminales que formaron parte de las fuerzas militares han sido condenados o están siendo juzgados,  también puede decirse que hay toda una maquinaria de complicidades civiles que permitieron y colaboraron en la perpetuación de la represión ilegal que aún no han sido investigados. 

En términos de “herida social”, quizás podrían plantearse argumentos cercanos a la idea de que los juicios ya han sido suficientemente ejemplificadores o reparadores, y que no existe una necesidad de seguir escarbando en ese pasado (incluso hubo instrumentos legales que intentaron crear sentido político en esos términos, como la ley de punto final, luego derogada por inconstitucional; equivalente a la ley de Amnistía en España). Sin embargo, en un tribunal judicial independiente, esas abstracciones no deberían tener peso, y en cuanto exista una sola víctima que busque reparación deberían ser las pruebas y testigos los que determinen responsabilidades; porque las heridas son de las víctimas, no del colectivo social.



CINE ARTE MAGAZINE: Al narrar la historia de Luis Quijano, ¿sentís que estáis contando a través de esta biografía las tensiones y contradicciones que vive vuestro país?

FEDERICO ROBLES: Sería muy pretencioso atribuirse eso, y además no creo que seamos nosotros quienes debamos afirmarlo. Lo que sí puedo contar es que no trabajamos pensando en eso, apenas si intentamos plasmar una historia biográfica muy compleja de un personaje gris. Lo que no rehuimos es el planteo interpelante que tiene la película, provocativo incluso para parte del público, y que lleva al relato a moverse en una compleja y angosta línea donde se percibe y se representan unas tensiones a nivel de lo sensible y de lo político. Tocar esas fibras es complejizar ciertas discusiones y contradicciones, pero no sé hasta qué punto proyectables más allá de la película o de los temas sobre los que el film trata. 




CINE ARTE MAGAZINE: ¿Qué proyectos nos podéis contar para el futuro inmediato?

FEDERICO ROBLES: Ahora mismo, estoy en pleno recorrido de Apuntes para una herencia, un documental en el que indago la historia de mi abuelo español que luchó para el ejército franquista en la guerra civil y luego fue guardia civil. Se estrenó en DocumentaMadrid en mayo y está haciendo su recorrido por festivales (Alcances, Doc Buenos Aires, etc.). También este año sacamos un corto experimental hecho con materiales del juicio por crímenes de DD.HH. en Córdoba que está moviéndose por muchos festivales. Se titula 4664. En España estuvo en L’Alternativa, en Elche y en el encuentro Video Art House de Madrid. Y para el año que viene estoy  trabajando en un proyecto con fotografía de archivo y pueblos originarios de mi región en Argentina, también con un cruce entre lo político y lo histórico. 


Esperamos que todo lo que nos ha explicado Federico Robles les haya llevado a tener una idea precisa de El hijo del cazador y cuál es su estética y sus últimas intenciones. Hay muchas cuestiones (cinematográficas, psicológicas, sociales, políticas) que se derivan de este documental y su vibrante coincidencia en el film hacen de este uno de los mejores que hemos visto no sólo en el MÁRGENES 2019 sino a lo largo de este intenso año cinematográfico.






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