LOS DOS PAPAS DE FERNANDO MEIRELLES. TRADICIÓN vs. CAMBIO


TÍTULO: Los dos papas. TÍTULO ORIGINAL: The Two Popes. AÑO: 2019. NACIONALIDAD: Reino Unido-Italia-Argentina-Estados Unidos. DIRECCIÓN: Fernando Meirelles. GUION: Anthony McCarten. MONTAJE: Fernando Stutz. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: César Charlone. MÚSICA ORIGINAL: Bryce Dessner. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Anthony Hopkins, Jonathan Pryce, Juan Minujín, Luis Gnecco, Cristina Banegas, María Ucedo, Renato Scarpa, Sidney Cole, Achille Brugnini, Federico Torre, Germán de Silva, Lisandro Fiks, Libero De Rienzo, Willie Jonah. DURACIÓN: 125 minutos. PÁGINA WEB OFICIAL: https://www.netflix.com/title/80174451.

CALIFICACIÓN: 

El conflicto que plantea Fernando Meirelles en Los dos papas, aunque parece muy alejado del que mostraba en sus anteriores films, en realidad guarda un sutil punto de conexión con ellos. Tanto en Ciudad de Dios (2002) como en El jardinero fiel (2005), sus películas más relevantes hasta la fecha, el director brasileño mostraba, en el primer caso, las contradicciones que llevaban aparejados los profundos cambios experimentados en las favelas de su país desde la aparición de las mismas hasta el impacto que supuso el inicio en ellas del tráfico de drogas y, en el segundo caso (adaptación de una novela de John Le Carré), mostraba las contradicciones de un personaje (Ralph Fiennes) que, confiando en la buena fe de las instituciones de su país, tiene que enfrentarse a una dolorosa verdad con motivo del asesinato de su esposa (Rachel Weisz). Los dos papas viene a situarse a medio camino entre ambas películas ya que, por un lado, da cuenta de los profundos cambios sociales que nuestro mundo ha conocido en las últimas décadas y, al mismo tiempo, refleja las dos opciones que, frente a los mismos, han escogido dos hombres en el seno de la Iglesia católica. Por un lado, Joseph Ratzinger, el papa Benedicto XVI, que quiere seguir fielmente los dictados de la tradición y la quintaesencia teológica. Por otro, Jorge Bergoglio, el futuro papa Francisco, que, en función de su experiencia vital, cree que la Iglesia debe cambiar su visión y adaptarse a una sociedad con graves problemas, tensiones e injusticias. La película se centra en un encuentro entre ambos personajes poco tiempo antes de la renuncia de Benedicto XVI el 11 de febrero de 2013, donde confrontan sus puntos de vista y van encontrando el camino hacia la amistad y hacia un espacio mental común.




Hay que reconocer a Los dos papas su habilidad para trazar con agilidad y hasta con amenidad un discurso que podría resultar denso o monótono y las magníficas interpretaciones de sus dos protagonistas, Anthony Hopkins en el papel de Benedicto XVI y Jonathan Pryce como el cardenal Bergoglio y futuro papa Francisco, que consiguen realizar dos soberbias caracterizaciones que nos hacen recordar a los personajes originales sin caer en la siempre risible mimetización (o vulgar imitación). Sin embargo, con independencia de la naturaleza de los hechos reales, cinematográficamente siempre suele chirriar un conflicto simple y de trazo grueso entre “buenos” y “malos”. En el caso de Los dos papas, el “bueno” sería Jorge Bergoglio, encarnación de la innovación y la necesidad de cambio, y el “malo”, Benedicto XVI, que representaría el inmovilismo y la tradición más rancia. A pesar de esta concepción que articula toda la película desde el primer hasta el último minuto de metraje, el guion sí que consigue humanizar a ambos caracteres, mostrando la ambigua postura de Bergoglio durante la dictadura militar argentina (que, a la postre, será el origen del gran cambio en sus puntos de vista) y los sentimientos de culpa de Ratzinger por algunos de sus errores del pasado, paliando, de algún modo, la ruda distinción que marca la personalidad del film. Para quien crea que no era posible plantear de otro modo el choque de puntos de vista sobre el que se articula el relato, planteo una cuestión para que piensen sobre ella y vean si hubiera dado juego o no. El punto fundamental sobre el que se asienta las opiniones de Bergoglio es la pérdida de fieles que la Iglesia ha experimentado en los últimos años. Y, frente a este punto de vista, hay una reflexión que el propio Ratzinger realizó en su día y que no deja de tener su enjundia: ¿por qué tiene que ser la Iglesia una institución mayoritaria?¿por qué tiene que aspirar a alcanzar una preponderancia mayoritaria en la sociedad? Añadiría yo: ¿no sería positivo, incluso a nivel colectivo, que la Iglesia no tuviera el peso excesivo que ha llegado a tener en algunos países y no se plantease volver a alcanzar ese peso mediante una adquisición impostada de ideas modernas que, posiblemente, sean ajenas a la esencia del ideario católico?¿Hasta qué punto es sincera la apuesta de determinados prelados por la modernidad y no es, más bien, un medio para seguir conservando viejas prebendas y privilegios? Esta vertiente del debate, por poner un ejemplo, hubiera inyectado mucha vida en el film y, tal vez, hubiera hecho prescindible la última secuencia durante los títulos del crédito finales en la que ambos pontífices contemplan la final del Mundial de Fútbol 2014 entre Argentina y Alemania. Aunque divertida, llega a desequilibrar algo el conjunto.

TRÁILER DE LA PELÍCULA:




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