EL HOYO DE GALDER GAZTELU-URRUTIA. ¿TERROR?¿CIENCIA-FICCIÓN?¿AUTO SACRAMENTAL?


TÍTULO: El hoyo. TÍTULO ORIGINAL: El hoyo. AÑO: 2019. NACIONALIDAD: España. DIRECCIÓN: Galder Gaztelu-Urrutia. GUION: David Desola y Pedro Rivero. MONTAJE: Elena Ruiz y Haritz Zubillaga. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Jon D. Domínguez. MÚSICA ORIGINAL: Aránzazu Calleja. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Iván Massagué, Zorion Eguileor, Antonia San Juan, Emilio Buale, Alexandra Masangkay, Zihara Llana, Mario Pardo, Algis Arlauskas, Txubio Fernández, Eric Goode. DURACIÓN: 94 minutos. PÁGINA WEB OFICIAL: http://elhoyolapelicula.com/.

CALIFICACIÓN: 

Que la gran première de El Hoyo fuera en el Festival de Sitges y que, en dicho certamen, la película ganara el Premio a la Mejor Película permiten hacernos pensar que deberíamos situarla en la órbita del terror, de la ciencia-ficción o del fantaterror (es decir, el terror fantástico) y, ciertamente, el espectador reconocerá en ella muchos de los rasgos y maneras de estos géneros. Pero si algo hace de El hoyo un film completamente diferente a cualquier otro que podamos ver actualmente es esa capa alegórica que su argumento alberga y que refleja el estado y el pensamiento social que, en estos tiempos, nos absorbe, nos domina y nos obsesiona. Porque El hoyo es una película obsesiva, tanto porque sus protagonistas están obligados a pensar únicamente en cómo seguir sobreviviendo consiguiendo la comida necesaria para no fallecer de hambre como porque el contexto en el que se desarrolla la situación es un escenario cerrado y claustrofóbico, carente de salida, y en el que solo el capricho y la aleatoriedad parecen determinar el destino de las personas. Ivan Massagué aparece en una especie de celda que cuenta en su centro con una gran abertura que permite apreciar que, tanto por encima como por debajo, existen un número indefinido de celdas similares. Junto al protagonista, está el personaje magníficamente interpretado por Zorion Eguileor que le explica cómo funciona ese siniestro edificio (y que siempre termina sus frases con el mismo latiguillo verbal, que sirve para realimentar la atmósfera obsesiva de la historia). A través de la abertura de la celda, va descendiendo cada día una mesa de piedra donde están los alimentos de los que los recursos pueden alimentarse. Conforme más hondo se esté en la estructura, de menos alimentos se podrá disponer y más difícil será resistir el mes que hay que pasar en el correspondiente nivel. Después de pasados treinta días, los reclusos despiertan en un nivel diferente, más alto o más bajo, sin que ellos sepan el motivo de la subida o bajada.




Los motivos por los que los reclusos han aceptado entrar voluntariamente en dicha cárcel y qué hay detrás de ella serán un profundo misterio desde el principio al final del film. Solo veremos fugaces apuntes de lo que ocurre en el nivel más alto, donde se ubica la cocina y donde se elaboran los platos que luego irán descendiendo por el diabólico mecanismo. Esa ausencia de explicaciones y la arquitectura que se dibuja en la película han hecho comentar que existe cierto paralelismo con Cube (1997) de Vincenzo Natali. Aunque ello tiene parte de verdad, como hemos dicho con anterioridad el factor que da personalidad propia al film es esa punzante y ácida metáfora que traza sobre el actual orden social (y que casi lo convierte en una especie de auto sacramental moderno), en el que las diferencias entre clases se han agrandado hasta el extremo de hacer imposible cualquier atisbo de promoción o movilidad y en el que ya no existe ningún tipo de pensamiento o actitud críticos que aborden la necesidad de corregir la situación de los más desfavorecidos. Es dicho retrato agudo y demoledor el que explica el propósito que se trazan los personajes de Ivan Massagué y Emilio Buale para cambiar el orden de las cosas y el que, al mismo tiempo, encierra su desoladora moraleja final, que parece decirnos que, en esta época, ya no hay cabida para los héroes. Con un soberbio nivel de todo el reparto (además de los actores ya mencionados, hay que añadir a Antonia San Juan, Alexandra Masangkay, Zihara Llana, Mario Pardo y Eric Goode) y con una dirección capaz de saber mantener con pulso filme los complicados y delicados tono y ritmo que la historia requería, El hoyo impacta, incomoda y lleva al espectador a territorios inhóspitos y escasamente transitados. Sabiendo cerrar perfectamente el nivel alegórico del film, quizás no suceda lo mismo con su trama efectiva pero, seguramente (al igual que ocurría con Cube), haya que buscar la causa de ello en la dificultad o, incluso, la imposibilidad de hallar una vía de escape en un universo cerrado. Tan cerrado como la actual situación histórica que nos ha tocado vivir y padecer.

TRÁILER DE LA PELÍCULA:




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