TÍTULO: El asesino de los caprichos. TÍTULO ORIGINAL: El asesino de los caprichos. AÑO: 2019.
NACIONALIDAD: España-Bélgica. DIRECCIÓN: Gerardo Herrero. GUION: Ángela Armero.
MONTAJE: Teresa Font. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: David Omedes. MÚSICA ORIGINAL:
Vanessa Garde. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Maribel Verdú, Aura Garrido, Daniel Grao,
Antonio Velázquez, Roberto Álamo, Ruth Gabriel, Ginés García Millán, Tamar
Novas. DURACIÓN: 100
minutos. PÁGINA WEB OFICIAL: http://www.acontracorrientefilms.com/pelicula/1006/el-asesino-de-los-caprichos/.
CALIFICACIÓN:
Gerardo Herrero es uno de los
directores y productores más prestigiosos de nuestro país. Realizador de
títulos tan interesantes como Malena es
un nombre de tango (1996), Territorio
Comanche (1997), Frontera Sur
(1998), Las razones de mis amigos
(2000), El misterio Galíndez (2003), El principio de Arquímedes (2004), Heroína (2005), Los aires difíciles (2006), Una
mujer invisible (2007), Silencio en
la nieve (2011) y La playa de los
ahogados (2015), ha producido, igualmente, películas tan meritorias como El hombre que perdió su sombra (1991) y El diario de Lady M (1993) de Alain
Tanner, Madregilda (1993) de
Francisco Regueiro, Tierra y libertad (1995),
La canción de Carla (1996), Felices dieciséis (2002), El viento que agita la cebada (2006) y Buscando a Eric (2009) de Ken Loach, Guantanamera (1995) de Tomás Gutiérrez
Alea y Juan Carlos Tabío, Éxtasis (1996)
y Hormigas en la boca (2005) de
Mariano Barroso, Martín (Hache) (1997)
y Lugares comunes (2002) de Adolfo
Aristarain, La camarera del Titanic (1997)
de Bigas Luna, Cosas que dejé en La
Habana (1997), La vida que te espera (2004)
y Una rosa de Francia (2006) de
Manuel Gutiérrez Aragón, Mensaka (1998)
de Salvador García Ruiz, Golpe de estadio
(1998) de Sergio Cabrera, El coronel
no tiene quien le escriba (1999) de Arturo Ripstein, Sé quién eres (2000) y El
alquimista impaciente (2002) de Patricia Ferreira, Plata quemada (2000) y El
método (2005) de Marcelo Piñeyro, Krámpack
(2000), En la ciudad (2003) y Ficción (2006) de Cesc Gay, Sin vergüenza (2001) e Inconscientes (2004) de Joaquín
Oristrell, El hijo de la novia (2001),
Luna de Avellaneda (2004), El secreto de sus ojos (2009) y El cuento de las comadrejas (2019) de
Juan José Campanella, Sin noticias de
Dios (2001) de Agustín Díaz Yanes, La
vida mancha (2003) de Enrique Urbizu, Triple
agente (2004) de Éric Rohmer, El
penalti más largo del mundo (2005) y El
club de los suicidas (2007) de Roberto Santiago, Los crímenes de Oxford (2008) y Balada
triste de trompeta (2010) de Álex de la Iglesia, Tetro (2009) de Francis Ford Coppola, Todas las canciones hablan de mí (2010) de Jonás Trueba, Tesis sobre un homicidio (2013) de
Hernán Goldfrid, 15 años y un día (2013)
y Felices 140 (2015) de Gracia
Querejeta, Marsella (2014) de Belén
Macías y Que Dios nos perdone (2016)
y El reino (2018) de Rodrigo
Sorogoyen.
En esta ocasión, Herrero, con El asesino de los caprichos, dirige una
película que presenta un aspecto problemático esencial: al eje argumental que,
en realidad, acaba articulando toda la historia y que determina y explica su
desenlace no se le da el espacio necesario en relación a la trama que copa todo
el protagonismo y que resulta, a la postre, de mucho menor interés.
Efectivamente, esta película
(desde el mismo título) pone el énfasis en una trama de thriller bastante previsible (a mitad del film, es fácil para el
espectador atento y perspicaz deducir quién es el asesino) y que bebe de
fuentes bastante conocidas, y yo diría que hasta manidas, relacionadas con historias
de búsqueda policial de asesinos en serie que ejecutan complejos rituales y
procedimientos: por ejemplo, Seven (1995)
de David Fincher, El coleccionista de
amantes (1998) de Gary Fleder, El
coleccionista de huesos (1999) de Philip Noyce, Giro inesperado (2004) de Philip Kaufman, la saga Saw o los argumentos de muchos de los
episodios de Mentes criminales o de
las distintas versiones de CSI. En
este caso, se trata de un asesino del que se acabará sabiendo que, en cada
crimen, reproduce la escena de uno de Los
caprichos de Goya. Sin embargo, lo que poco a poco se demostrará como el
aspecto que podría haber llegado a ser mucho más interesante y que, en el
acabado final de la película, no está lo suficientemente bien perfilado es cómo
hay dos actitudes contrapuestas entre las dos inspectoras de policía que
protagonizan el film y cómo una de ellas se acaba imponiendo a pesar de las
buenas intenciones iniciales. Por un lado, está Maribel Verdú, que da vida a un
personaje cínico, amargado y desencantado que ha convertido su trabajo en la
única dimensión importante de su vida y que solo tiene relaciones sentimentales
superficiales. Por otro, está Aura Garrido, una policía casada con hijos que
intenta conciliar su vida laboral y su vida familiar y que tiene un punto de
vista más optimista y luminoso. Conforme se vaya desenvolviendo la trama y,
sobre todo, cuando llega su dramática resolución, el personaje de Aura Garrido
irá acumulando motivos para ir asumiendo la misma postura que su compañera,
transformación que acaba cristalizando en su fría mirada final. En cierto modo,
sería un proceso similar al que vive el personaje de Jodie Foster en El silencio de los corderos (1991), solo
que en la película de Jonathan Demme el mismo funciona en clave esencialmente
psicológico e, incluso, filosófica, mientras que aquí funcionaría en clave
fundamentalmente sociológica (sobre todo, si tenemos en cuenta el significado
de la serie de Los caprichos y la
subtrama relacionada con la presidenta de la comunidad autónoma).
Como suele ser habitual en todo
el cine de Gerardo Herrero, El asesino de
los caprichos es una película que posee una gran agilidad narrativa, lo
cual permite al espectador verla sin demasiado esfuerzo. Pero la escasa
originalidad del relato criminal y el hecho de que la transformación del
personaje de Aura Garrido quede relativamente desdibujada acaban dejando,
inevitablemente, una sensación de “película fallida” que el loable esfuerzo de
todos los integrantes del reparto no logra mitigar.
TRÁILER DE LA PELÍCULA:
IMÁGENES DE LA PELÍCULA:
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