CHIMERICA. BALANCE DE CINCO DÉCADAS DE SIMBIOSIS



Enlace a la serie en Filmin: https://www.filmin.es/serie/chimerica


El término “Chimerica” fue acuñada por dos historiadores, uno británico, Niall Ferguson, y otro alemán, Moritz Schularick, y hace referencia a la particular relación económica y geopolítica establecida entre China y Estados Unidos que tiene como punto de arranque la visita del presidente Richard Nixon a la nación asiática en 1972 cuando Mao Tse-Tung aún era el máximo dirigente del país. Este primer acercamiento se consolidó cuando, tras la muerte de Mao, su sucesor de facto Deng Xiaoping impulsó un proceso reformista por el que el país, a pesar de seguir siendo gobernado por un régimen autoritario con el Partido Comunista Chino como única fuerza política permitida, iría introduciendo progresivamente los mecanismos de funcionamiento de una economía capitalista, con el fin de escapar del declive que ya empezaba a apuntar el sistema de la Unión Soviética. Este proceso condujo a la apertura económica del país y a la instalación de fábricas de grandes multinacionales occidentales que elevaron el nivel de vida de una parte creciente de la población china y condujeron a elevar el nivel de desarrollo de la nación asiática hasta convertirla en la gran potencia mundial junto a Estados Unidos. Sin embargo, al menos hasta la llegada de Trump al poder (y habrá que ver cuál es el desenlace de la actual guerra comercial entre ambas potencias), la relación entre China y Estados Unidos no ha sido en todo este tiempo precisamente de rivalidad sino, más bien, de complementariedad cómplice y precavida. Las empresas estadounidenses se aprovechaban de los menores costes laborales que les proporcionaba una economía de más de mil millones de personas que, sometidas a un sistema político carente de libertades, tenían escaso margen para poder ser críticas o conflictivas, los productos allí elaborados se vendían a un precio asequible para la población de los países más desarrollados (que se veía acosada por la creciente precarización laboral y las crecientes limitaciones del Estado del Bienestar) y China, con los enormes superávits comerciales obtenidos, adquiría títulos de deuda pública norteamericana, cuyo volumen no dejaba de crecer año tras año. Así, al menos hasta 2008, la economía internacional logró mantener un precario equilibrio que, en ese fatídico año, se acabó rompiendo…




En todo este proceso, transcurrido con relativa calma y sin que buena parte de la gente de a pie implicada en el mismo fuera consciente de él, sí que hubo un momento en que pudo cambiar todo. Y ese momento fue, indudablemente, el de las protestas que, en 1989, tuvieron como centro neurálgico la plaza de Tiananmén en Pekín, una revuelta ciudadana que pedía más libertad y democracia y que fue brutalmente reprimida por el régimen chino. Si reflexionamos sobre las implicaciones de estos acontecimientos y volvemos a una de las frases que he escrito con anterioridad (“una economía de más de mil millones de personas que, sometidas a un sistema político carente de libertades, tenían escaso margen para poder ser críticas o conflictivas), entenderemos que la violenta respuesta de las autoridades chinas no puede ser considerada como un hecho puntual sino casi como la viga maestra sobre la que se ha asentado treinta años de aparente calma social pero que, probablemente, no sea más que el resultado del miedo de la población a las acciones del gobierno ante una petición de mayor apertura política.




La revuelta de Tiananmén y su posterior represión marcan el arranque de la serie Chimerica, dirigida por Michael Keillor para el Channel 4 de la televisión británica, y que parte de un guion de Lucy Kirkwood, quien ya escribió una obra teatral del mismo título que fue representada en Londres en el año 2013. Pero, casi inmediatamente, la trama temporal salta a 2016, en plena campaña electoral estadounidense con el enfrentamiento entre Donald Trump y Hillary Clinton, pero no sin que antes haya un sutil guiño ya que vemos en la pantalla de un televisor, casi como de pasada, cómo en 1989 el actual Presidente de los Estados Unidos era entrevistado por Larry King en la CNN. Pero ello es algo mucho más que un simple guiño ya que toda la serie se asienta sobre un cordón umbilical que une los trágicos sucesos de la represión en China con los tiempos actuales y el resultado de ese ejercicio es de todo menos optimista.




El personaje principal que sostiene el nexo entre ambas épocas es el de Alessandro Nivola (a quien hemos visto con anterioridad en Trabajos de amor perdidos – 2000– de Kenneth Branagh, La calle de las tentaciones  – 2002– de Lisa Cholodenko, La sombra de un secuestro – 2004– de Pieter Jan Brugge, Junebug – 2005– de Phil Morrison, Coco, de la rebeldía a la leyenda de Chanel – 2009– de Anne Fontaine, La gran estafa americana – 2013– de David O. Russell, El año más violento – 2014– de J. C. Chandor, Selma – 2014– de Ava DuVernay o En realidad, nunca estuviste aquí – 2017– de Lynne Ramsay), quien interpreta a Lee Berger, un fotógrafo que, hipotéticamente, realizó la foto del “hombre del tanque”, la famosa imagen en la que un ciudadano de Pekín con dos bolsas de compra en sus manos, intentó detener la marcha de una hilera de tanques del ejército que volvían de reprimir las protestas, una fotografía que ayudó a encumbrarlo en la élite de su profesión. Casi treinta años después, su prestigio se va a ver seriamente dañado cuando se detecta que una de sus instantáneas tomadas en la guerra civil en Siria y que tuvo gran repercusión no es más que el fruto de una manipulación. Para restaurar la posición perdida, Lee Berger decide volver a su imagen icónica tomada en China y descubrir la identidad del “hombre del tanque” y saber qué fue de él.




Chimerica hace un balance crítico de esa asociación tácita entre las dos principales potencias mundiales y traza un inquietante paralelismo entre los modos de ejercer el poder sobre su ciudadanía de la dictadura china y la deriva autoritaria por la que el gobierno de Estados Unidos se va deslizando con el argumento siempre presente de lucha contra el terrorismo, término que ya no parece englobar solo a las organizaciones como Al Qaeda y sus aliados sino también a los movimientos políticos de oposición interna que, apartados de cualquier viso de oficialismo, se convierten en grupos proscritos con la excusa de que hay que salvaguardar la seguridad nacional. Al mismo tiempo, hay dos ideas importantes que se convierten en un eje fundamental de la serie. La primera es el desconocimiento absoluto que Occidente tiene de la mentalidad de la sociedad China y de sus pautas de comportamiento. En gran medida, desde nuestros países vemos al país asiático lo vemos solo como un mercado que puede ser un destino altamente rentable para nuestros productos y servicios pero ignoramos sus dinámicas y sus tendencias de fondo. La segunda es la sensación de impotencia que transmite el mundo liberal estadounidense: más allá de ser un mero espectador pasivo, se ha llegado a convertir en agente activo de la particular simbiosis entre Estados Unidos y China y de todas sus implicaciones negativas y daños colaterales, perdiendo su credibilidad y su capacidad para influir en la marcha de los acontecimientos a partir de la confianza de los votantes. En este sentido, el triunfo de Trump no sería más que la confirmación de la impotencia política, ideológica e intelectual de los liberales estadounidenses para ser una alternativa real a un conjunto de políticas que están logrando la desafección de sectores cada vez más amplios de la sociedad norteamericana.




En este punto, conviene volver al término “Chimerica” y a una derivación adicional de su formulación. Porque la palabra “Chimerica” remite al término mitológico “quimera”, la criatura con cabeza de león, cola de dragón y cuerpo de cabra. En gran medida, la extraña asociación entre Estados Unidos y China es una combinación contra natura que, antes o después, está destinada a romperse porque en ella hay contradicciones profundamente insalvables. Esta serie británica que se puede ver en Filmin ahonda inteligentemente en esa idea y con grandes interpretaciones tanto de su protagonista como del resto del reparto, como F. Murray Abraham (el famoso Antonio Salieri de Amadeus – 1984– de Milos Forman), Cherry Jones, Terry Chen, Sophie Okonedo, Katie Leung y Naomi Yang, así como con detalles artísticos que hay que señalar para que no pasen desapercibidos como la música, obra de Tom Holkenborg y Shigeru Umebayashi, autor del famoso tema de Yumeji, consigue ser un diagnóstico lúcido y preciso de la situación actual y de las contradicciones en las que nos movemos. La visión de Chimerica nos ayudará a comprender mejor el mundo en que nos movemos y de algunas de sus claves esenciales, que pasan de manera sospechosamente desapercibidas en el imparable torrente de los medios de comunicación actuales.







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