EL FESTIVAL DE MÁLAGA A FONDO. DOCUMENTALES (y 5): ELLAS. LA HISTORIA DE LA PRINCESA Y LA GUERRERA DE PABLO DE VILA Y VIRGINIA MUÑOZ JABATO
Aunque conociendo la obra del
director ruso puede parecer sorprendente, Andrei Tarkovski alababa lo que
significaba Llegada del tren a la
estación de La Ciotat (1896) de los hermanos Lumière. Porque en ese pequeño
fragmento visual de un minuto había quedado grabado para siempre un instante,
un momento que nunca se volvería a repetir tal como había sucedido. El tren
volvería a llegar pero ni los pasajeros serían los mismos ni sería posible que
las circunstancias de esa jornada volvieran a ser exactamente idénticas a la de
aquella en que se produjo la grabación. Descubrir el valor de ese minúsculo y,
aparentemente, insustancial cortometraje era descubrir la capacidad que tiene
el cine de, como decía Tarkovski, “esculpir el tiempo”, es decir, legar a la
eternidad lo que pasaba por ser efímero y pasajero. Si Rutger Hauer en Blade Runner temía que esas naves
ardiendo en llamas más allá de Orión o esos rayos-C brillando en la oscuridad
cerca de la puerta de Tannhäuser se perdieran como lágrimas en la lluvia, el
cine permite que esos momentos que se pueden perder en el olvido sigan vivos y
que podamos volver a ellos para recuperar su esencia y su sentido.
Escena de Ellas (la historia de la princesa y la
guerrera)
Andrei Tarkovski no se limitó a
declarar su admiración por ese corto de los hermanos Lumière sino que aplicó su
concepto en muchas de sus películas. Ahí está, por ejemplo, el famoso
plano-secuencia de Nostalgia (1983),
con el poeta exiliado Andrei Gorchakov atravesando una piscina vacía con una
vela encendida en busca de un milagro, plano-secuencia que reproduce segundo a
segundo todos los pasos hasta completar el aparentemente fácil trayecto. Pero
no resulta tan sencillo porque el viento apaga la llama y tiene que volver al
punto inicial, tiene que encender de nuevo la vela y volver a recorrer paso a
paso el fondo de esa piscina inhóspita hasta llegar a su extremo opuesto,
depositar allí la vela con su frágil candela y esperar a que el milagro se
produzca. Tarkovski no nos ahorra ni un solo instante, ni una sola brizna de
respiración del poeta que se aferra a un último acto para no perder la
esperanza. Este inmenso plano-secuencia es, en última instancia, con su tono
áspero y fatigoso, la representación de lo duro que es tener fe en algo. Porque
la fe es algo que está más allá de lo racional y solo encuentra asidero en un
impulso interior que nadie logra explicarse.
Ellas (la historia de la princesa y la guerrera) es también la
plasmación para siempre de una lucha esculpida en el tiempo gracias a los
avances conseguidos en materia de grabación, es también una historia de fe y es
también el retrato de un milagro. Y la lucha que podemos ver en este documental
es la de la actriz Virginia Muñoz contra el cáncer, una lucha sostenida desde
la fe, la convicción y el optimismo y que acaba teniendo un desenlace feliz
como testimonio de esperanza para aquellas personas que puedan llegar a vivir
esta misma situación. Virginia no solo retrata los pasos de su proceso de
curación sino que muestra el proceso psicológico que todo enfermo tiene que
vivir y en el que ella nos descubre cómo ha descubierto facetas de su propia
personalidad que desconocía y ha salido fortalecida de la dura prueba que ha
tenido que superar. Hemos tenido la inmensa suerte de poder entrevistar a
Virginia y a Pablo de Vila que ha codirigido con ella este documental que es,
ante todo, un testimonio vivo de la necesidad de no rendirse nunca y de la
posibilidad de enfrentarse a las más duras circunstancias con una sonrisa en
los labios.
Virginia Muñoz y
Pablo de Vila, codirectores de Ellas (la
historia de la princesa y la guerrera)
CINE ARTE MAGAZINE: Virginia, tú eres protagonista y codirectora del
documental, y Pablo de Vila es codirector…
PABLO DE VILA: Sí. Bueno, realmente es que, prácticamente, lo hemos
hecho nosotros dos solos…
CINE ARTE MAGAZINE: Efectivamente, se percibe que es un trabajo muy
intimista. De eso vamos a hablar. Virginia, la última vez que presentaste una
película en el Festival de Málaga fue en 2014 con 321 días en Michigan. Ahora, presentas este documental. Un trabajo
que es muy diferente a esa otra película. Porque es algo que te afecta muy
personalmente. Supongo que los sentimientos cuando presentaste 321 días en Michigan fueron muy
diferentes a los que ahora experimentas. ¿No te sientes casi como si fuera la
primera vez en el Festival?
VIRGINIA MUÑOZ: Sí, justamente. El otro día, lo estuve pensando: “¡Hay
que ver qué diferente es esto a lo de la otra vez!”. Porque la otra vez
formabas parte de un equipo. Tú formas parte pero no recae sobre ti toda tu
responsabilidad. Tú solo te responsabilizas de una pequeña parte. Y todo es
compartido. La responsabilidad es compartida. Los nervios son compartidos.
Pero, aquí, aunque fuera compartida con Pablo, la que sale ahí todo el rato soy
yo. Y, además, no se trata de ningún personaje. Soy yo misma. Es mi historia
verdadera. Y, sobre todo, porque sale toda mi familia, sale todo mi entorno.
Entonces, había una cierta responsabilidad brutal de que nadie se sintiera no
respetado y de que nadie viera atacado su pudor.
Escena de Ellas (la historia de la princesa y de la guerrera)
CINE ARTE MAGAZINE: Virginia, ¿cómo se gestiona emocionalmente una
situación como esta, querer mostrarte ante la cámara en un momento muy
delicado, en que estás atravesando una enfermedad grave?
VIRGINIA MUÑOZ: Mira, la cámara fue como una tabla de salvación.
Porque en el momento en que me propusieron contarlo y tomé a la cámara como
testigo, sabía que ya no iba a dejarlo, porque soy así de apretá… Era como que ya me había comprometido y no podía dejarlo de
hacer. Entonces, al principio, me venía muy bien la cámara porque me
desahogaba, era como mi ratillo de confesionario, era un rato conmigo. Como no
sabía muy bien qué iba a pasar con esos vídeos, no tenía ninguna
responsabilidad. No iba editando sobre la marcha. Iba grabando y todo iba a
parar a una carpeta. Era una especie de diario hablado. Yo siempre había
escrito y esta era una forma diferente de contar lo que sentía. Lo que pasa es
que, claro, a la mitad de la enfermedad, ya me empieza a pesar un poco más
grabarlo porque ya no tengo tan buena cara, ya no siento tan fuerte pero, aún
así, sigo. Entonces, ya al final, la cámara era como una compañera mía. A
veces, no tenía ganas de contar nada pero dejaba la cámara grabando y yo hacía
mis cosas. Y llegué a convivir con esa cámara sin ningún tipo de problema. El
rollo ha sido después. Cuando lo ves todo, tienes que superar tu primer pudor
y, luego, darle muchísimas vueltas para ver cómo ordenas y como haces revivir
esos momentos.
CINE ARTE MAGAZINE: Es decir, el problema ha sido más a posteriori que en el momento de grabar
los videos, ¿no?
VIRGINIA MUÑOZ: Sí, efectivamente. Y ahí ha sido fundamental que
estuviera Pablo porque era alguien que veía las cosas desde fuera pero, a la
vez, también lo veía desde dentro porque conocía perfectamente a ese personaje…
Es que hablábamos de ese personaje como si fuera una tercera persona que no
tuviera nada que ver conmigo…
PABLO DE VILA: Sí… Es que cuando a mí me llega todo el material,
había que tener en cuenta una cosa. Normalmente, cualquier proyecto audiovisual
cuenta con una planificación previa. En los documentales, sí que surgen ocasiones
en que te pones a grabar cosas que no te esperas. Pero tampoco suelen entrar en
temáticas muy, muy personales. Pero, en este caso, sí que lo era y, además, se
trataba de un cáncer. Y un cáncer no puedes planificarlo. Sale, coges la
cámara, tira, tira y tira y llega a haber una cantidad de material que es una
locura. Lo primero que haces es verlo. Vamos a minutarlo, estructurarlo… Y creo
que hicimos como cuatro o cinco estructuras… Tuvimos en cuenta que era un
proceso, que era una enfermedad y, a partir de ahí, nos planteamos si nos
queríamos centrar en la enfermedad misma, si nos queríamos centrar más en la
evolución del personaje… Y, al final, creo que a mitad del proyecto o al final,
me doy cuenta de que lo que me quiere contar en los vídeos que tenemos es una
cosa y la realidad nos va llevando un poco hacia otro lugar. Pero, claro, ella
ha rodado el año de la enfermedad. Llevamos tres o cuatro años con esto. Haces
un ejercicio también psicológico con ella. Hablamos muchísimo. Una de las cosas
que eran importantes para hacer esto era que ella no se guardara nada. Si no se
había guardado nada en los vídeos, era absurdo que se lo hubiera guardado
después en el documental. Va a salir lo que los dos queramos que salga, sobre
todo lo que ella quisiera, pero no nos guardemos nada porque si alguien tiene
esa sensación de que se oculta algo, le va a producir cierta distancia respecto
al documental. Y debo decir que, en lo referente a ese aspecto, chapeau para Virginia. Se ha entregado a
muerte. Y siempre teniendo claro que nuestra finalidad era ayudar a la gente.
Ofrecer algo que sirviera de guía de viaje para alguien que viviera la misma
situación. Entonces, desde el punto de vista técnico, todo esto va
evolucionando en el tiempo. En un principio, tiendes a ir más a lo que hay, a
lo que estás viendo, a intentar explicar de manera más ortodoxa o más clásica. Y,
después, te das cuenta de que si empiezas a indagar con el paso del tiempo y de
que si ella narra desde el punto de vista de hoy lo que estaba pasando en ese
momento, ahí es donde encontramos la estructura final que envuelve todo.
VIRGINIA MUÑOZ: Claro, porque al principio, justo cuando termina el
proceso, la sensación es una: tú estás de subidón total porque acabas de pasar
la enfermedad. Incluso, diría que es un subidón extraño, porque hay una
sensación de que todo es muy guay, de que has aprendido muchísimo y que es muy
parecida a la que tienes al salir de un parque de atracciones. Tú ya sabes que
está ahí, que lo has pasado, pero tú tienes la sensación de haberlo conseguido.
¿Qué pasa? Que eso se va asentando en este tiempo, viendo los vídeos, hablando
entre nosotros, volviendo a tu vida normal, y, entonces, tú ves realmente qué
ha calado de eso en ti. Y eres capaz de hacer un discurso mucho más maduro y
más real. Ya se te quita un poco ese subidón extraño… Yo eso no era capaz de
verlo antes. Pero Pablo sí lo vio. Y él me fue llevando porque se estaba dando
cuenta de que yo no lo estaba viendo todavía. No he podido dimensionarlo bien
todo hasta hace unos meses. Me di cuenta que seguía faltando algo y lo que
faltaba era el punto de vista de ahora. Entonces, quedaba una cosa que no era
muy real, que era hasta frívolo. Como si, de repente, solo se sacaba lo bueno.
CINE ARTE MAGAZINE: ¿Es quizás eso que me cuentas el parapeto
psicológico que se necesita para superar la enfermedad?
VIRGINIA MUÑOZ: Bueno, yo no era muy consciente de estar así. Yo creo
que tienes que estar lidiando con muchísimas sensaciones. Es verdad que la
cabeza, cuanto más a raya la mantengas y cuanto más converse con el cuerpo,
mejor… Porque siempre hablamos de la cabeza, la cabeza, la cabeza, y hay veces
en que el cuerpo habla y te dice que hasta aquí ha llegado porque ya no puede
más con las autoexigencias que nos imponemos. Entonces, claro, ahí tienes que
empezar una conversación entre la cabeza y el cuerpo. Y eso es lo que descubres
con la enfermedad. Ya después, con el paso del tiempo, ahora analizo esos
vídeos, que es lo que hacemos en el documental con una voz en off que sitúa al espectador en el ahora,
y empiezo a ver cosas que hacía y veo que ya soy capaz de ponerles nombre.
Entonces, eso es lo que nos faltaba en la estructura para que el espectador
pudiera decir que comprendía lo que yo le estaba diciendo.
Escena de Ellas (la historia de la princesa y la guerrera)
CINE ARTE MAGAZINE: En la mayoría de las ocasiones, las imágenes son
más potentes que las palabras. Y, muchas veces, después de grabarlas,
encuentras en ellas cosas de las que no fuiste consciente en el momento de la
grabación. En el caso de este documental, ¿las imágenes te han acabado transmitiendo
el mensaje de la película?
PABLO DE VILA: Sí, totalmente. Yo creo que se han dado una serie de
factores a lo largo del proceso que me han parecido mágicos. Por ejemplo,
nosotros dos no nos conocíamos. Yo, primero, veo los vídeos y luego la conozco,
y lo primero que me digo es: “Un momento. Yo he visto una cosa y ahora estoy
conociendo a otra persona diferente”. Entonces, ahí se me hace un clic en el cerebro y me digo que ya
tenemos algo con qué empezar. Ahí ya hay algo que contar. Y, luego, ella me
cuenta su visión de cómo vivió su enfermedad y también me doy cuenta de que no
es lo mismo que lo que la expresión de su cara dice en los vídeos. Entonces, se
trataba de que ella se diera cuenta de que todo eso llevaba a un lugar que, a
lo mejor, no era lo que ella tenía en su mente en un principio, pero que va a
ser lo que verdaderamente funcione para llegar a donde queríamos llegar…
VIRGINIA MUÑOZ: Fue un ejercicio de ir quitando capas…
CINE ARTE MAGAZINE: Por lo que me contáis, se ha tratado de un
documental vivo…
VIRGINIA MUÑOZ: Absolutamente. Porque, además, es que Pablo me
decía cosas y yo no lo entendía. Porque, claro, en los discursos a cámara
siempre hay algo como de presentadora: “¡Hola! Estamos aquí. Te voy a contar mi
dolor…”. Y lo dices como quien va a contar otra cosa. Entonces, yo siempre me
colocaba de ese modo. Incluso la voz me cambia. Entonces, yo no era muy consciente
porque me salía solo, automáticamente. Claro, viendo los videos después, es
cuando me doy cuenta y hay un momento en que llego a decirme: “¡Pero cuánto
miedo tenía yo en esos vídeos!”. Y eso él me lo fue diciendo poco a poco, con
mucha sensibilidad. Si me lo llega a decir de golpe, de forma más abrupta,
igual lo mando a la mierda… Pero fue poquito a poco, fue una cebolla realmente,
quitando capa a capa hasta que hemos llegado al meollo de todo. Yo llegué a la
sensación de haber llegado allí hace dos meses. Enseñamos el documental a una
serie de personas, para que nos transmitieran su feedback, yo no fui capaz de quedarme a verlo pero él se quedó y no
dejaba de enviarme mensajes diciéndome que ya tenía lo que le hacía falta al
documental… Después, estuve cuatro días sin querer saber nada del documental. Fue
algo raro. Y la siguiente vez que nos encontramos, fue para ver el vídeo y,
entonces, el cuerpo me hizo clack. ¿Sabes?
De repente, me separé de las imágenes. Y tengo grabado el momento. Ahí fue
cuando me di cuenta del miedo. Hasta ese instante, no fui capaz de percibirlo.
Entonces, eso hizo que pudiéramos contar la historia con muchísima verdad.
Virginia Muñoz mientras atendía a las respuestas de Cine Arte Magazine
CINE ARTE MAGAZINE: Tú misma, Virginia, eres todo un spoiler del documental. Te vemos y
sabemos que el documental acaba bien. Yo creo que el documental, al final, es
un testimonio de victoria y de que, cualquier situación, sea una enfermedad u
otra, se puede superar…
PABLO DE VILA: Es un documental de vida. Yo ayer lo pensaba. En
realidad, Virginia es actriz y utiliza su cuerpo como herramienta de trabajo. Y
a ella le pasa algo grave en su herramienta de trabajo, que es su cuerpo. Yo
creo que, consciente o inconscientemente, te tiras a grabar porque dices,
bueno, si mi herramienta va a salir afectada de todo esto, voy a utilizarla y
te lleva hacia delante… Porque ya no es que cojas la cámara, te pongas a grabar
y a contar una historia de superación. Es cómo se ve el tomar la decisión de
decir: “Voy a acabar en un determinado punto de estado físico y no me importa
que se me vea”. Cuando, probablemente, en general, es más complicado que una
actriz de sus características, a priori,
se exponga a este nivel. Yo creo que es muy difícil. Lo que ella hace, me
parece digno de admiración por eso.
CINE ARTE MAGAZINE: Pues, Virgina, lo último, lo que tú quieras decir.
VIRGINIA MUÑOZ: Pues, mira, hablando del físico, yo creo que ha sido
un acierto. Inicialmente, el documental acababa con un vídeo de ahora. Que era
un vídeo igual que el primer vídeo que aparece, con el mismo plano, pero del momento
de ahora. Pero creo que el mejor acierto es que no se me ve cómo estoy ahora.
Porque no es importante. Estoy contando una historia de un momento concreto que
ahora ya no es. El ahora está en la voz, en el off. Y eso también ha hecho que yo me conecte más con el
documental. Porque me daba más pudor salir tal como estoy ahora que salir como
estaba en ese momento. Porque la historia de ahora no era la que yo quería
contar. Yo quería contar la historia de ahí, de esos momentos.
Hemos hablado de la superación,
del pudor y, al final, del miedo no reconocido, del miedo que anida cuando una
enfermedad grave te acecha y no quieres reconocer que el mismo está presente.
Esos son los temas de Ellas (la historia
de la princesa y la guerrera), un ejemplo de cuando la vida se hace cine y
el cine se hace vida, como testimonio, ejemplo y guía de viaje para esquivar
trances que pesan un mundo pero que pueden ser algo más livianos si sabes que
otros, antes que tú, ya han logrado vencerlos.
Virginia Muñoz y Pablo de Vila, codirectores del documental Ellas (la historia de la princesa y la guerrera)
Comentarios
Publicar un comentario