72 minutos. Esa es la duración de
Aire, la película dirigida por el
director venezolano afincado en Argentina Arturo Castro Godoy. Pero 72 minutos
que, en el clímax del film, se estiran hasta parecer infinitos o, quizás, como
sucedería en un agujero negro, el tiempo lo que hace es no avanzar, se queda
petrificado por el peso inmenso del contexto y de las circunstancias. Porque el
tiempo en el cine es una materia maleable que no depende del cronómetro sino de
la densidad de los fotogramas. Eso ya lo demostró Alfred Hitchcock en numerosas
películas, por ejemplo en Psicosis (1960),
en la célebre escena de la ducha, en la que sus cuarenta y siete segundos de
situación trascienden su propio tiempo y parecen absorber todo lo que sucede antes y
después en el film, el cual gravita en torno a ella como satélites accesorios
en torno a un planeta inmenso y oscuro. Algo similar ocurre en Buried (2010) de Rodrigo Cortés,
disección de un instante que se convierte en eterno. Buried termina cuando la débil estructura que la sostiene se
resquebraja. Una convención efímera que, en cambio, logra prolongarse hasta
soñar con su perpetuidad aunque sepa que ello es imposible. En Aire, el
tiempo también parece convertirse en una sustancia dúctil, elástica que amplía
sus límites al galope de la tensión y la angustia.
Escena de Aire con Julieta Zylberberg y Ceferino
Rodríguez Ibáñez
La premisa de Aire es, en principio, sencilla. Lucía
(Julieta Zylberberg) es madre de Mateo (Ceferino Rodríguez Ibáñez), quien sufre
síndrome de Asperger. Un día, estando ella en su puesto de trabajo en un
supermercado, recibe una llamada del colegio, avisándola de que su hijo ha
tenido un accidente. A partir de ese momento, se inicia una odisea por parte de
Lucía para dar con la pista de su hijo y superar los mil y un obstáculos e
inconvenientes que surgen en su camino para impedirle cumplir con su objetivo. En
Aire, la ciudad moderna se convierte
en un laberinto maldito donde lo que parecen alternativas para huir no son más que callejones
sin salida que obligan a retroceder en busca de una nueva vía de escape. Las
calles son el escenario donde se entrelazan todas las contradicciones sociales,
la lógica absurda e insensata de los mecanismos burocráticos e institucionales
y las reglas no declaradas de un juego colectivo donde el ser humano se
convierte en mero engranaje de una maquinaria deshumanizada.
Julieta Zylberberg
hace una gran interpretación en Aire de
Arturo Castro Godoy, convirtiéndose en el alma de la película
Aire logra eludir el que pudiera haber sido su gran peligro:
convertirse en un puro mecanismo basado en un crescendo narrativo sin que hubiera contenido real en su perfección
formal. A Aire le pasa, en cierto
modo, lo contrario. Primero, porque la gran interpretación de Julieta
Zylberberg, prodigiosamente contenida y eficazmente expresiva dentro la
angustiosa situación de caos que se ve obligada a transmitir, logra convertir
en carne y hueso a su personaje. Segundo porque, detrás de su apariencia, es
posible realizar multitud de lecturas sobre la historia que articula el film. Aire expresa lo que sucede en una
sociedad hecha no a medida del ser humano sino de estructuras esquivas e
inaccesibles.
Un número reducido de
circunstancias se acumulan y, en unos minutos, la vida de Lucía (Julieta Zylberberg)
se convierte en un caos.
Sobre el trasfondo de la película,
hablamos con su director, Arturo Castro Godoy, que nos dio valiosas pistas para
interpretar de manera adecuada su trabajo.
CINE ARTE MAGAZINE: Viendo Aire, a mí me ha recordado la famosa escena de la cadena de montaje de Tiempos modernos de Charles Chaplin: se produce un pequeño desajuste y todo explota y una persona se ve incapaz de volver a recomponer su estabilidad. ¿Hasta qué punto ambas situaciones no tienen en común que reducen a un caso de patología individual lo que es, en realidad, un caso de patología social o colectiva?
CINE ARTE MAGAZINE: Viendo Aire, a mí me ha recordado la famosa escena de la cadena de montaje de Tiempos modernos de Charles Chaplin: se produce un pequeño desajuste y todo explota y una persona se ve incapaz de volver a recomponer su estabilidad. ¿Hasta qué punto ambas situaciones no tienen en común que reducen a un caso de patología individual lo que es, en realidad, un caso de patología social o colectiva?
ARTURO CASTRO GODOY: Es muy lindo eso que has dicho. El fondo de la
película tiene que ver con eso que dices. Te diría que yo no tengo respuestas
al respecto pero lo que sí quería aflorar es cómo se siente una persona al ser
un engranaje, yendo a Tiempos modernos como
tú has mencionado, dentro de una maquinaria. Pero, ¿qué ocurre con ese
engranaje cuando le damos un nombre, le damos un pasado y le damos una vida
propia? Y este desajuste del que hablas tiene que ver con que las instituciones
y la manera en que tenemos de organizarnos no se ajustan a los casos
individuales, a la humanidad individual. Y, entonces, cuando el engranaje no
encaja perfectamente en esa maquinaria, se desajusta. Y lo que sucede es que
las instituciones, que deberían acompañarnos, que tendrían que sostenernos, que
tendrían que hacernos más fácil la vida en sociedad, nos acaban abandonando.
Eso es lo que le sucede un poco a Lucía. El camino que ella hace y la peripecia
que sufre tiene que ver con enfrentamientos con instituciones que la han
abandonado: la institución escolar, la institución de salud, la institución de
trabajo… La película tiene que ver mucho con eso: ¿cómo funcionamos con
nuestras particularidades individuales cuando no estamos dentro del estándar,
dentro de la persona normal y común que parecería funcionar dentro de esta
maquinaria? Y yo digo que no tengo respuestas porque me parece que, en el
fondo, nadie funciona perfectamente ahí y siempre hay desbarajustes. Entonces,
con elementos visuales, por ejemplo, con el montaje, la idea era expresar que
ella está desfasada de su entorno. El mundo sigue normalmente su camino pero
ella se salió de él un poquito. Y ahora tiene que encontrar el modo de volver a
entrar.
CINE ARTE MAGAZINE: Buscando referencias cinematográficas en tu
película, podemos pensar en el cine de los hermanos Dardenne y en esa idea de “pobres
contra pobres” que en Aire tiene bastante
relevancia en el desarrollo de la trama.
ARTURO CASTRO GODOY: Sí, la idea de “pobres contra pobres” tiene
mucha importancia en la película. Es una idea como que a mí un poco me
persigue. Por eso yo diría que más que egoísmo o antipatía u hostilidad por
parte de la sociedad y de las instituciones hacia la gente, yo hablaría más
bien de apatía. Hay un desinterés. En realidad, lo que sucede es que todos
estamos demasiado cansados como para encontrarnos. Esa es mi opinión. Más allá
de eso, el cine de los Dardenne es un cine que me gusta muchísimo aunque no es
una de las cosas que estuve mirando a la hora de pensar en la película. Pero,
obviamente, sí tuve en cuenta todas aquellas historias que retratan conflictos
muy claros y que están atravesadas por una condición social de los personajes y,
dentro de esta categoría, el caso de los hermanos Dardenne es muy arquetípico.
Entonces, algo sí tiene que ver. También pude tener en cuenta otras películas que
no tienen aparentemente nada que ver con la historia que se cuenta en Aire pero que, lo que las une, es la
necesidad de tener al espectador lo más cerca posible del personaje. Es decir,
se trataba de encontrar, dentro del engranaje, a la persona. Esta es Lucía, que
es única, que tiene su pasado, que tiene sus características propias y, entonces,
el esfuerzo no solo de la cámara o del montaje, sino de todas las áreas, por
ejemplo el sonido, era acercar al espectador lo más rápidamente posible y lo
más profundamente posible al personaje de Lucía y lograr, en la medida en que
se pudiera, que el espectador experimente la misma angustia que ella.
Arturo Castro Godoy,
director de Aire
CINE ARTE MAGAZINE: Pensado en otras referencias, a mí Aire me ha recordado en algunos momentos
al Panahi de El espejo o El círculo. En estas dos películas, es
un recorrido frenético y asfixiante por Teherán y aquí, es un recorrido con las
mismas características, aunque realizado de una forma distinta, por la ciudad
de Santa Fe.
ARTURO CASTRO GODOY: Panahi y el primer Kiarostami son cineastas
enormes para mí. Esas dos películas que nombras, en particular, son películas
que tienen un conflicto muy simple, un trayecto muy sencillo, pero que, al
mismo tiempo, son llevados adelante por personajes que son absolutamente humanos
y absolutamente redondos en su manera de reaccionar. Reaccionan tal como son
ellos y eso hace que sean absolutamente creíbles. Y, al mismo tiempo, hay una
situación social que está a su alrededor y que, de forma muy sutil, como es en
la vida normal de todos nosotros, condicionan la forma en que ellos se relacionan
con el mundo que tienen alrededor. El
círculo y El globo blanco de
Panahi o ¿Dónde está la casa de mi amigo?
de Kiarostami son películas que, para mí, resumen eso con una sencillez que
hace que todos los elementos de la película cobren un valor simbólico y
trascendental por la inteligencia con la que están escogidos. No falta ni sobra
nada en estas películas. Todo está cogido perfectamente y está todo lo que
tiene que estar. Entonces, las películas acaban siendo absolutamente redondas. Entonces,
Aire tiene mucho también de una
ciudad muy grande, que es Santa Fe en vez de Teherán, y de un personaje a su
suerte lidiando con lo que tiene que lidiar.
CINE ARTE MAGAZINE: ¿Qué nos puedes decir del excelente trabajo que
realiza Julieta Zylberberg en el film?
ARTURO CASTRO GODOY: Yo, ya desde las primeras versiones del guion,
había pensado en ella como posible intérprete. No la conocía pero tenemos
amigos en común y, a través de uno de ellos, contacté con ella. No tenía el
guion terminado, así que le envié una sinopsis hace tres años. Era una sinopsis
que ya tenía mucho trabajo pero que estaba muy lejos de lo que ha sido el guion
final de la película. Desde el primer momento en que ella la leyó, me dijo que
le gustó mucho y que tenía muchas ganas de hacer la película. El trabajo era
levantar la estructura de la película pero con la incertidumbre de si íbamos
poder tenerla a ella o no porque ella es una actriz que trabaja muchísimo y no
era fácil coordinar la cuestión. Afortunadamente, lo logramos y ella hace un
papel maravilloso. Yo quería trabajar en muchas capas al mismo tiempo y su
personaje acaba siendo una persona específica y única, no es un personaje
estandarizado, es una Lucía que es como es y no hay ninguna otra Lucía en
ninguna otra película. En este sentido, la película gana muchísimo porque su
singularidad proporciona a la película como una dosis de realidad. Para mí, era
fundamental construir un personaje humano y de carne y hueso, que tuviera sus
aciertos y sus fallos, como nos pasa a todos, y enfrentarlo a todos esos
obstáculos para ver cómo iba reaccionando. Julieta hizo un papel increíble,
siendo muchas cosas al mismo tiempo: es una madre que busca a su hijo, es una
persona que sufre un ataque de asma, se enfrenta a un montón de cosas… Y ella
ha sabido transmitir todo eso a través de pequeños gestos, con un gran manejo
de la sutileza que aporta mucho a la película. Y tuvo que hacer eso soportando la
cámara encima todo el tiempo… No solo soportar la cámara todo el tiempo (porque
ella aparece en todos los planos del film) sino llevar eso a un nivel superior haciendo
una Lucía única y que el espectador se crea y sienta todo lo que le está
pasando al personaje. Eso es fundamental.
La interpretación de
Julieta Zylberberg era esencial para el buen funcionamiento de Aire y la actriz cumple con creces,
realizando una sensacional interpretación
CINE ARTE MAGAZINE: Hay un tema que sobrevuela sutilmente toda la
película que es el síndrome de Asperger del niño. En los títulos de crédito,
hay incluso agradecimientos por su colaboración a asociaciones de afectados por
el mismo. Es un tema que habéis trabajado en la elaboración de la película,
¿no?
ARTURO CASTRO GODOY: Nosotros hicimos una investigación grande
junto a familias con Asperger y a asociaciones de Asperger de Argentina, cuando
decidimos incluir este tema que, para mí, aporta muchísimo a la película en
cuanto a hacer más particular la historia pero, también, por hacer lugar a una
cuestión que normalmente no tiene cabida en las pantallas, el síndrome de
Asperger, que es mucho más común de lo que pensamos. Tiene que vivir con él más
gente de lo que nosotros pensamos. Fue un trabajo muy fuerte de investigación junto
gente que tiene este síndrome, con gente que tiene hijos con este síndrome y
con gente que trata con gente que tiene este síndrome para que, en el poco
tiempo que mostramos a Mateo, el hijo de Lucía, poder mostrar detalles muy
puntuales a través de los cuales señalar que el niño tiene Asperger. En la
forma de hablar, en las cosas que tiene en su habitación, en su forma de
razonar sobre la gente, en el modo en que mira… Cosas muy chiquitas que, para
quien no está familiarizado, pasan muy pronto pero, para quien sí lo está, son
detalles que lo acercan al personaje. Hubo, entonces, una preocupación muy
importante no por hacer un panfleto sobre el Asperger sino mostrar realmente cómo
era el día cotidiano de una madre que levanta a su hijo y el hijo que tiene
Asperger: ¿Cómo son esas mañanas en la escuela?¿Cómo es la forma en que se
relaciona el hijo? Y, luego, eso tiene consecuencias mucho más amplias en el
resto de la trama porque nos damos cuenta de que es un abandono más de los que
sufre Lucía normalmente y es que nadie se pone a pensar en eso en la escuela y
el niño no recibe la atención que necesita, que tampoco es tanta que es tener
un poco de empatía para que a él la vida le cambie y todo le resulte mucho
mejor. El desafío de Lucía como madre siempre ha sido enfrentarse y luchar
contra todos para dar a su hijo la mejor calidad de vida posible y eso es lo
que la ha acostumbrado a ser la persona que es: el tener que luchar contra
todo. El Asperger es un elemento que vemos al principio pero que, después,
vemos cómo ha moldeado la vida de ambos, del hijo y de la madre. No el Asperger
sino la forma en que el resto de la sociedad reacciona frente a ello y no les
acompaña.
Como han podido ver, Aire de Arturo Castro Godoy es una
película que, aparte de poseer una estructura cinematográfica que funciona como
un perfecto mecanismo de relojería, es un título que sabe llenarse de contenido
humanista y que sabe llevar al espectador no solo por el camino de la angustia
sino también por el de la emoción y la reflexión. Uno de los mejores films que
hemos podido ver en el 22º Festival de Málaga y que es una buena muestra del
buen nivel que, desde siempre, pero mucho más en los últimos años, tiene el
cine argentino, del que nos siguen llegando títulos interesantes, relevantes e
impactantes.
José Manuel Cruz,
director de Cine Arte Magazine, con Arturo Castro Godoy, director de Aire
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