“Como no se elige la familia donde se crece, tampoco se elige el país
donde se nace. Esas son fuerzas ineluctables de la vida. Al igual que a mi
país, no me fue posible reconciliarme con el dolor de mi pasado. Y cuando miro
a mi alrededor y veo que nada parece haber cambiado, me pongo a pensar que, tal
vez, el objetivo no es la reconciliación sino sobrevivir, cada uno en su propia
ficción”.
Estas palabras, con las que casi
termina el documental Los fantasmas del
Caribe, del director colombiano afincado en Suiza Felipe Monroy, resumen a
la perfección el espíritu y la forma de un film que es, a la vez, testimonio
personal y registro de un momento histórico de un país. Sin embargo, tal como
la cita mencionada deja traslucir, estos dos niveles no funcionan de forma
autónoma en Los fantasmas del Caribe sino
que son cara y cruz de un mismo dolor, de una misma herida abierta que,
pendiente de cicatrizar, atraviesa el alma de una persona y de toda la
conciencia nacional de Colombia.
Felipe Monroy,
director de Los fantasmas del Caribe
Felipe Monroy regresa a su país
en una coyuntura clave: en el momento en que, a finales de 2016, el gobierno
del presidente Juan Manuel Santos negocia con las FARC (Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia) un acuerdo de paz para poner fin a más de cinco
décadas de violencia. Habría que decir que esta no es sino una cara más de la
violencia en el país, sacudido en el pasado, además, por la violencia provocada
por el narcotráfico, liderada por los cárteles de Cali y Medellín, por la
violencia de la guerrilla del ELN (Ejército de Liberación Nacional) y por la
violencia de los grupos paramilitares de las AUC (Autodefensas Unidas de
Colombia). Es imposible que la envergadura colosal de todos los acontecimientos
que se derivaron de esta conjunción infernal de fuerzas no acabaran
adhiriéndose a las biografías personales y familiares de los colombianos hasta hacer
inseparables vida y devenir histórico, hasta hacer que ambos quedaran
determinados mutuamente y no se pudieran deslindar una del otro, generando un
bucle en el que la necesidad de esperanza acaba chocando contra la presencia de
heridas que no se sabe cómo curar o cómo aliviar.
Ese es el núcleo fundamental de Los fantasmas del Caribe, un magnífico
documental que sabe mostrar con sutileza e inteligencia ese nexo inseparable
entre un país dividido que no es capaz de encontrar la vía para poner fin a sus
conflictos internos y una familia rota que intenta superar los traumas del
pasado pero que no halla el medio para poder dejarlos atrás.
Escena de Los fantasmas del Caribe
Hay dos aspectos muy interesantes
en el desenlace del film y en su última escena (fíjense que hago la distinción porque
no son exactamente lo mismo) que no quiero dejar de destacar. El primero, es su
clara conexión con el desenlace de Elúltimo (1924) de F. W. Murnau o, más concretamente, con la forma en que el director lo
planteó. No sé si saben que Murnau tenía planteado un final diferente para esta
película que hubiera sido, realmente, el que se ve en torno al minuto 72 de
metraje. Pero los productores le obligaron a que el film tuviera un final feliz
y, por ello, añadió un epílogo en que el protagonista lograba resarcirse de sus
penurias pasadas. Pero, para remarcar la falsedad de este final postizo, Murnau
lo rodó de la manera más grotesca y disparatada posible, de forma que resulta
obvio para cualquier espectador su tono falso e impostado, claramente desligado
del que tiene el resto del film. Felipe Monroy hace algo similar y añade una
última escena que es, a todas luces, un happy
end forzado. Pero, al contrario de lo que ocurría en la película de Murnau,
está claro que, en este caso, el director sí desea que ese happy end hubiera sido real, de modo que se consigue una emotividad
final que matiza el poso de amargura que la película hubiera podido haber
dejado.
Escena de Los fantasmas del Caribe
El segundo aspecto que se
desprende del desenlace del film es algo muy importante que no se suele
recalcar suficientemente: un documental no es un reportaje sino que es una obra
cinematográfica. Por ello, como obra cinematográfica que es, está sostenido por
un relato, con su contenido y su forma y, en consecuencia, no es meramente el
soporte visual a una relación de hechos expuestos con frialdad periodística.
Aunque parezca una perogrullada o una obviedad, hay que decir que un documental
es una película y, como tal, se nutre de recursos estrictamente
cinematográficos. Gracias a ello, este género ha logrado avanzar, enriquecerse
y, a su vez, influir sobre los formatos de ficción, dando lugar a una de las
líneas de exploración más fecundas de los últimos tiempos: el indagar qué
posibilidades existen en ese territorio difuso entre ficción y documental y ver
qué nuevas opciones narrativas se esconden en el mismo. Siendo Los fantasmas del Caribe, evidentemente,
un documental puro, no es menos verdad que ayuda a revelarnos algunas de las
claves esenciales del género y a comprender todas las posibilidades que el
mismo ofrece.
Escena de Los fantasmas del Caribe
Al encontrarse Felipe Monroy en
Colombia rodando un nuevo documental, acudió al Festival de Málaga a presentar Los fantasmas del Caribe su productor
suizo, José-Michel Buhler, con quien hablamos brevemente sobre este film y sobre la historia que nos cuenta.
CINE ARTE MAGAZINE: Buenos días, señor Buhler. ¿Cómo conectó usted con
el proyecto de Los fantasmas del Caribe y
cómo se convirtió en productor del documental?
JOSÉ-MICHEL BUHLER: Felipe Monroy es un cineasta colombiano que
vive en Suiza desde hace unos trece años. El llegó como turista pero permaneció
viviendo allí y acabó ingresando en una escuela de cine, la perteneciente a la
HEAD (Haute école d’art et de design) de Ginebra, una de las mejores escuelas
de cine de Suiza. Cuando él obtuvo su diploma, lo hizo rodando en Colombia un
documental llamado Tacacho. Este
documental trata sobre un pueblo del que sus habitantes se han tenido que
marchar debido a la situación de violencia y su tema está muy vinculado a la
situación política que vive Colombia. Él, entonces, quiso hacer un segundo
film, centrado esta vez en el tema de su propia familia, con el punto de
partida de lo que él recordaba de todos los sucesos que la habían afectado. Su
familia había atravesado una muy difícil situación: su padre acabó viviendo en
las calles, con un problema de adicción a las droga, su madre acabó siendo una
especie de “madre coraje”… Él quiso reconectar con todas estas historias y
vincularlas al proceso de paz que se estaba viviendo en Colombia
simultáneamente. Felipe empezó a buscar productores para este proyecto cuando
él abandonó la escuela de cine y contactó con mi compañía, que tiene una larga
experiencia en producir y distribuir documentales y largometrajes de ficción en
Suiza. No fue demasiado difícil encontrar financiación para Los fantasmas del Caribe, no obtuvimos
toda la que esperábamos pero sí la suficiente para rodar en buenas condiciones.
Felipe estuvo mucho tiempo en Colombia rodando con su familia, unos seis meses,
además de registrar la nueva situación política que se estaba dando en
Colombia, y lo hizo de una manera muy íntima, de modo que eso ayudó a que él no
contara la historia meramente como un periodista.
José-Michel Buhler, en el Teatro Echegaray de Málaga, tras la proyección de Los fantasmas del Caribe en la Sección Oficial de Largometrajes Documentales del Festival de Málaga 2019
CINE ARTE MAGAZINE: Tengo una curiosidad. Siempre se dice que los
documentales tienen un público reducido y que no atraen demasiado interés por
parte de los espectadores. ¿Qué nos puede decir de lo que sucede con este
género entre el público de su país?
JOSÉ-MICHEL BUHLER: Tenemos una larga tradición de documentales en
Suiza. Los productores producimos documentales. Una de las razones de ello es,
quizás, que somos un pequeño país y no tenemos el suficiente público como para
poder producir largometrajes de ficción porque, además, contamos con la competencia
del cine estadounidense, francés y de otras producciones internacionales. Por
tanto, tenemos una fuerte tradición en la producción de cine documental de
bastante buena calidad. La cuestión del público de los documentales es que,
obviamente, no es tan numeroso como el que pueden llegar a tener las
superproducciones estadounidenses pero nosotros no competimos realmente con
estas superproducciones. No podemos aspirar al mismo tiempo de audiencia. Pero sí
que tenemos opciones de distribuir el cine documental a través, por ejemplo, de
los canales de televisión, donde se logran niveles de audiencia muy amplios. Y la
difusión que se consigue a través de los festivales hace que, por ejemplo, en Suiza podamos
conseguir que se lleguen a vender 10.000 entradas para ver un documental, lo
cual hace posible que este tipo de cine exista. Además, todo ello hace que un
film documental tenga un ciclo de vida más largo que el de los largometrajes de
ficción y eso ayuda al productor. Obviamente, no es la misma clase de negocio
que la industria del cine estadounidense o francesa pero despierta interés y
ello hace que exista suficiente audiencia como para poder producir este tipo de
cine.
CINE ARTE MAGAZINE: ¿Pueden las ayudar las nuevas plataformas de streaming a que los documentales tengan
más repercusión?
JOSÉ-MICHEL BUHLER: Realmente, yo no creo que mis documentales
puedan llegar a estar en plataformas como Netflix, por ejemplo. Quizás, sí en
plataformas más pequeñas. El problema de las plataformas, de las grandes
plataformas, es que necesitan gran número de usuarios para existir. Por tanto,
acaban dependiendo de los blockbusters para
atraer a ese número elevado de usuarios que necesitan. De todos modos, sí que
pueden ayudar a los documentales o a los films de autor a tener vías
adicionales de difusión. Quizás, tengan 200 espectadores en México, 200 en
Nueva York, 200 en París. No es mucha audiencia pero, para este tipo de films,
sí que puede ser un número de espectadores suficiente.
José-Michel Buhler (segundo por la izqda.), productor de Los fantasmas del Caribe, respondió a las preguntas del público tras la proyección del documental
CINE ARTE MAGAZINE: El espectador que vea por primera vez Los fantasmas del Caribe, ¿qué se va a
encontrar?
JOSÉ-MICHEL BUHLER: El espectador se va a encontrar con la muy, muy
emotiva historia de una familia colombiana, afectada por la situación de guerra
de los años 90, cuando Felipe, el director, era solo un muchacho. Con este
film, el público recordará lo que sucedió en esos años a través de, por
ejemplo, el retrato del padre del director (que es un fuerte, extraño y
fascinante personaje), de su madre (que también es un personaje fuerte, aunque
de una manera distinta), de su hermana, de él mismo… Y eso lo veremos a la vez
que se está produciendo el proceso de paz en el país. El documental permite que
todos los miembros de la familia se vuelvan a reunir y que vivan juntos ese
especial momento para el país, que hablen, que contemplen reunidos la firma del
acuerdo de paz en La Habana, el referéndum sobre el mismo y su resultado final,
en el que ganó el “no”… Es un film esencialmente emotivo. Hay quien ha llorado
al final de la proyección… Nos sorprendió cuando el film se proyectó en el
Festival Internacional de Cine de Bogotá, en octubre del año pasado, y, al
terminar la proyección, nadie se levantó y todo el público empezó a hablar
sobre los temas que habían aparecido en la película. Todo el mundo permaneció
allí hasta el final del debate. Y yo creo que en ello influyó que está rodado
en una forma muy íntima, muy emocional, casi confesional… Todos tienen una
familia y todos los espectadores comprenden lo que significa que una familia
tenga problemas importantes y ello hace que sea fácil conectar con el film.
CINE ARTE MAGAZINE: Para hacer este film, se han dado un conjunto de
circunstancias casi irrepetibles. Un director colombiano que está en Suiza, que
consigue la financiación para rodar el documental y vuelve a su país para
reencontrarse con su familia, que coincida ese hecho con el proceso de paz…
JOSÉ-MICHEL BUHLER: Efectivamente, porque un año antes o un año
después, las circunstancias hubieran sido otras y hubiera surgido otro
documental diferente a este. Ahora, por ejemplo, estamos rodando otro
documental en Colombia sobre los “falsos positivos”: gente joven que, hace
quince años, era asesinada por el ejército, haciéndola pasar por guerrilleros. Hay
diez mil casos documentados en Colombia. Nosotros estamos rodando en Soacha,
donde dieciocho jóvenes fueron secuestrados y asesinados en un solo día. Este
film se está rodando en un momento político muy extraño del país, ha habido un
cambio político, la derecha ha regresado al poder, la presión de las familias
sobre la justicia en torno a estos casos, que había empezado a funcionar, ha ido perdiendo fuerza debido a la nueva situación… No era la situación en la que
nosotros esperábamos rodar este documental hace dos años… Y ahora estamos
rodando con esta nueva situación que es muy diferente a la que se dio hace algo
más de dos años con Los fantasmas del
Caribe.
José-Michel Buhler (segundo por la izqda.), en el coloquio posterior a la proyección de Los fantasmas del Caribe en el Festival de Málaga
CINE ARTE MAGAZINE: Probablemente, este documental no solo hable de
Colombia en última instancia sino que también tenga mensajes claramente
universales. ¿Cuáles serían esos aspectos que trascienden lo que es
estrictamente la situación del país que se muestra?
JOSÉ-MICHEL BUHLER: Hay un aspecto universal del film que es
conectar con la forma que está rodado, con su intimismo, con la cercanía entre
la cámara del director y los protagonistas del film. Se establece una relación
especial entre ellos, alcanzado un punto fuertemente emocional. Y esto puede
ser entendido universalmente.
José-Michel Buhler está produciendo nuevos proyectos que siguen indagando en la convulsa situación social y política de Colombia
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