En la edición de 2018 del
Festival de Málaga, el director argentino Baltazar Tokman presentó en la sección
Zonazine del certamen Casa Coraggio,
título que se convirtió en una de las grandes triunfadoras del año pasado
ganando la Biznaga a la Mejor Película Iberoamericana de la sección y el premio
a la mejor interpretación femenina a su protagonista, Sofía Urosevich. Por
ello, durante toda la semana de celebración del festival estuvimos esperando
con impaciencia la proyección de la nueva película del realizador, Sapos, que se presentaba en la misma
sección del año anterior y que, de entrada, para nuestra sorpresa, lejos de
seguir una línea similar a su anterior film, parecía un giro intenso y radical.
Casa Coraggio era una ficción que
parecía documental mientras que Sapos
era un documental que parecía ficción. O no. O quizás sí. O, quizás, nos
movemos en ese terreno donde la realidad se representa mediante los mecanismos
del relato inventado y el relato se disfraza de realidad para habitar entre
nosotros. Así es el cine de Baltazar Tokman: una exploración de ese territorio
difuso entre la verdad y la fábula que nos obliga a plantearnos nuestras
propias creencias y los resortes con los que intentamos explicar nuestro mundo.
Escena de Sapos
El planteamiento inicial de Sapos es ser un presunto (o no)
documental sobre la figura de un científico (Fernando Ventura) que busca
recurrir a la ingeniería genética, utilizando concretamente el ADN de los
sapos, para intentar solucionar los complejos, miedos y traumas de sus
pacientes. A partir de dicha premisa, el espectador se adentra en una
fascinante narración (dividida en cinco capítulos: “Epigenética”, “Herencia”, “Trauma”,
“Plaga” y “Hechizo”) que va más allá del juego entre verdad y ficción para
intentar retratar a unos personajes que están unidos por la búsqueda de un
subterfugio (quizás delirante, quizás correctamente fundamentado, quién sabe)
para hallar la solución que ellos mismos no están dispuestos a afrontar.
Imágenes del
documental Sapos. ¿Documental?¿Y si
no lo fuera?¡Y si, efectivamente, lo fuera…!
Hay muchas vertientes de Sapos que resultan interesantes. Su
textura de documental rigurosamente construido, con combinación de materiales
audiovisuales diversos y heterogéneos; su conjunción de historias personales,
dramáticas por debajo de la fachada irónica con que, inicialmente, nos son
mostradas; sus interpretaciones, que, forzosamente, se tuvieron que mover entre
la búsqueda del naturalismo y un minucioso diseño de la caracterización de los
personajes para que desprendieran vida saliéndose, casi, de los fotogramas; su aguda
reflexión sobre dónde termina el retrato y dónde comienza la fábula; su
apelación a la búsqueda de nosotros mismos para salir de las pantanosas aguas
del estancamiento, la parálisis y el bloque interior; su diseño de sonido, con
ese frío y suspensivo sonido electrónico y ese croar de sapos que aparece
punteando la música como dimensión medio sarcástica, medio terrorífica… Por
todo ello, era casi obligatorio hablar con Baltazar Tokman, quien vino a Málaga
acompañado de Rodrigo Raffetto, uno de los protagonistas del film. Sus
respuestas fueron sugerentes y nos invitaron a muchísimas preguntas más, que
preferimos no hacer para encontrar las respuestas por nosotros mismos.
Rodrigo Raffetto (a
la izqda.) y Baltazar Tokman (a la dcha.) acudieron a Málaga para presentar Sapos
En la primera pregunta que le
hacemos a Baltazar, nos llevamos la primera gran sorpresa.
CINE ARTE MAGAZINE: Baltazar, triunfaste el año pasado en el Festival
de Málaga con Casa Coraggio. Este año,
traes una película muy diferente. Porque Sapos
es lo mismo que Casa Coraggio pero
al revés. ¿O no?¿Qué nos puedes decir de la génesis de tu nueva película?
BALTAZAR TOKMAN: En este caso, recibí como una cinta de vídeo de
una televisión alemana, que le habían hecho al científico que retrato, no
recuerdo muy bien si recibí esa cinta o me la inventé… Pero fue algo así.
CINE ARTE MAGAZINE: Casa Coraggio
era un largometraje de ficción pero parecía un documental. ¿Es Sapos un documental que parece
ficción?¿Cómo podemos considerarla?
BALTAZAR TOKMAN: Siempre me interesa meterme ahí en los pasillos de
los limbos, tiene un poco de ficción y mucho de realidad. Es la historia de un
científico que trabajaba apoyado por un laboratorio alemán pero después, de
forma clandestina, modificaba el ADN de las personas para liberarlos de sus
traumas con la molécula de un sapo. La historia, entonces, se narra de forma
policial y voy descubriendo a estos “sapos”, a estas personas que trabajaban
con el doctor, que era un stripper internacional,
un chico trans, una chica que pasó
por un accidente terrible y quiere quedar embarazada, y se interna por eso, y
un chico que tiene una historia con narcotraficantes, una historia muy tremenda,
y se disfraza y hace . Son unos personajes muy al límite, son nuestros “sapos”.
Y, en definitiva, cualquiera es un sapo. Y de eso trata la película. Y, así,
como el doctor Ventura, el científico, trabaja con vestigios del pasado de las
personas e indagaba sobre su memoria genética, yo quiero hacer lo mismo en esta
película y trato de comprender y trabajo con toda la historia y la vida
personal de estos pacientes.
Cuatro personajes muy
al límite acaban siendo los protagonistas de Sapos. Pero, en última instancia, a cualquiera de nosotros puede
sucederle lo que les pasa en el fondo a ellos…
CINE ARTE MAGAZINE: ¿Cuáles fueron las principales dificultades desde
el punto de vista cinematográfico a la hora de contar la historia para hacerla
creíble?
BALTAZAR TOKMAN: No, la verdad, es que incluso cuando lo cuento, no termino de darme cuenta de qué es
verdad y qué no lo es… Me meto tanto en el meollo que, hasta los actores, se
confunden… Rodrigo que está aquí al lado, tampoco sabe muy bien si actuó o qué
hizo…
Quien está al lado de Baltazar es
Rodrigo Raffetto, uno de los protagonistas de la película, donde interpreta a
un policía que investiga las oscuras prácticas del doctor Ventura. Rodrigo es
actor y músico. Comenzó su formación en el año 2006 en el Actors Studio de
Carlos Gandolfo y Dora Baret y continuó su proceso de aprendizaje con profesores
como Alejandro Catalán, Edgardo Castro, Sergio Boris y Manuel Vicente. Obtuvo
el premio de Mejor Actor de Reparto en la edición de 2017 del Buenos Aires Web
Fest por el personaje de Tomás en la serie web Che Peruano y el premio al Mejor Actor en la edición de 2018 del The 48 Hour Film Project de
Punta del Este por su actuación en el cortometraje La Última Navidad. Ha participado en numerosas obras teatrales,
entre la que destaca No es fácil decirlo,
bajo la dirección de Fabián Arenillas. Actualmente actúa en la pieza Deconstruidos, en Microteatro Buenos Aires.
Recientemente, lanzó su primer EP, Plantas
Bajas, como compositor e intérprete. Fue nominado en los premios Estrella
de Mar por la composición de la música original de la obra de teatro La última vez.
Cuando Rodrigo responde la invitación
que le hace Baltazar para comentar su participación en la película, su
respuesta vuelve a sembrar nuestras dudas.
RODRIGO RAFFETTO: Yo recuerdo haber recibido unas cintas de un canal
alemán, de un amigo que una vez estaba viajando por allá, y que eran de un
programa que no llegó a ser editado. Como conozco a Baltazar y sé de sus
películas y su forma de llevarlas a cabo, se las acerqué para que las viera. Y
creemos que este fue el primer acercamiento a la película. Eso creemos que pasó…
Rodrigo Raffeto
intenta en Sapos intenta desenmarañar
las extrañas investigaciones del científico protagonista del film
CINE ARTE MAGAZINE: Como actor, el meterte en algo tan fuera de lo
convencional, ¿qué te supuso?
RODRIGO RAFFETTO: Fue complicado porque, la verdad, el no saber si
es ficción o no, no trabajar con otro actor que te devuelve una conversación o
algo por el estilo, sino que es todo el tiempo hablando a cámara, a uno lo
puede hacer perder, ¿no? Te planteas si estás logrando hacer creer si está en
esa sala de detectives o no.
CINE ARTE MAGAZINE: Rodrigo, ¿qué papel haces en Sapos?
RODRIGO RAFFETTO: Yo soy el comisario criminalista que investiga si
este científico está manipulando realmente el ADN de las personas, si está
siguiendo unos fines nobles de saludo o si es simplemente un loco que quiere creerse
Dios…
CINE ARTE MAGAZINE: Y ni tú mismo sabes cuál es la conclusión de la
investigación…
RODRIGO RAFFETTO: Para nada…
CINE ARTE MAGAZINE: Entonces, si el comisario investigador no tiene las
ideas claras sobre el asunto, es evidente que el espectador tiene que estar
abierto a cualquier tipo de conjetura porque puede ser correcta…
BALTAZAR TOKMAN: Sí, el espectador tiene que estar abierto al
juego. Y cuando algo le acongoje o le angustie puede pensar que es mentira o
también puede seguir y angustiarse todavía más porque es una tremenda realidad.
Son un poco los cruces que aparecen en mis películas, en las que es la realidad
la que me nutre y voy transformando y haciendo un cuento de eso, un cuento
quizás sanador para las personas que intervienen y ponen a disposición su vida
y un juego de ficción para poder ir liberando las piezas. Pero porque también
así es la vida de cada uno… Yo, al menos, vivo la vida así: como una especie de
cuento que me invita a jugar y trato de que mi vida sea un poco como el cine.
RODRIGO RAFFETTO: Lo que está claro es que ninguno de los
espectadores se va a sentir fuera de la historia. Sin duda, todos se verán
tocados por alguna de las anécdotas que cuentas estos pacientes y de cómo
intentan resolver sus problemas, bien sea genéticamente, psicológicamente o a
través de una historia criminal…
Del mismo modo que Sapos nos lleva a la realidad, nos lleva
al embrujo de la construcción (o deconstrucción, según como se mire)
audiovisual para adentrarnos en los “pasillos de los limbos”, como dice
Baltazar Tokman
CINE ARTE MAGAZINE: Baltazar, ¿tal vez lo más difícil de la película
fue combinar materiales audiovisuales diversos y heterogéneos?
BALTAZAR TOKMAN: Bueno, vamos a identificar los puntos de vista y
los formatos. Por un lado, tenemos el experimento, que el propio científico
filmó, que tiene un formato particular de la época, un registro hecho en vídeo,
ya digital pero de unos diez años atrás. Por otro lado, tenemos el registro
documental, que sería la mirada del director, mi mirada. Es una cámara más prolija,
con un soporte técnico más alto, una cámara con estándares técnicos más alto,
más actuales, siempre fija, con pequeños movimientos, un poco emulando lo que
es un documental tradicional y tratando de encontrar más belleza en los
encuadres. Estos dos puntos de vista se mezclan porque el científico que
manipula podría ser un poco el autor y el autor podría estar representado en
los registros del científico… Cuando digo “autor”, me refiero a mí. Por otra
parte, tenemos los propios registros personales de cada uno de los pacientes
del científico, que funcionan como flashbacks,
son documentos de su pasado, de sus infancias, de sus traumas. Son vídeos en
VHS. Después, tenemos un tratamiento de vídeo en Super-8 del científico cuando
era pequeño. Creo que esos son todos los registros que conviven en el
documental y también fotos y documentos gráficos pero, en síntesis, estos son
todos los formatos que se refieren al tratamiento formal de la película. No
creo que combinar todo estos materiales haya sido lo más complicado de la
película. Yo tenía como un guion de base y había que ir diferenciando con
coherencia cada uno de los puntos de vista.
CINE ARTE MAGAZINE: ¿Qué fue entonces lo más complicado?
BALTAZAR TOKMAN: Lo más complicado de la película, tanto en esta
como en otras, es sostener el verosímil. Porque si los hilos se notan, se cae
el verosímil. Si se notan mucho y uno puede diferencia qué es ficción y qué es
documental, ahí radica el mayor riesgo que yo asumo al proponer las películas que
hago. La obra en sí tiene éxito porque no se nota y conviven estos dos
universos. Si yo, al narrar la historia del científico en tono policial, que
estructura el relato, de golpe paso empiezo a contar la historia de uno de
ellos, por ejemplo Vanina y su accidente, esta historia es muy encantadora,
terrible pero, al mismo tiempo, muy atrapante… O la de cada uno de los
personajes, la historia de Alejandro, el chico stripper, la historia de Dani,
el chico trans, o Pedro Juliá, cuyo
padre es narcotraficante, todas estas historias son disruptivas del relato
principal. Son pacientes del científico pero estas historias empezarían a tomar
fuerza. Entonces, el mayor riesgo era que esta disrupción cause sea tóxica y el
relato no avance. Yo creo que esto no ocurre. Que el relato fluye, que uno
siempre puede volver al documental policial, a la historia de este científico
que estaba trabajando con estas personas y, así y todo, meterse en la piel y
vida de estos personajes. Yo creo que este es el mayor riesgo y creo que es el
mayor logro.
Baltazar Tokman y
Rodrigo Raffetto nos contaron las principales dificultades que encontraron como
director y actor, respectivamente, de Sapos
CINE ARTE MAGAZINE: Ayer hablé con otro director que me contó de qué
iba a tratar su futuro proyecto y, en él, la ingeniería genética y sus
consecuencias no previstas también tiene mucha importancia. ¿Es un tema que
suscita preocupación y que, por ello, empieza a ser tratado por el cine?
BALTAZAR TOKMAN: No sé si es la pregunta para hacerle a un
cineasta. Porque como lo mío es un juego lúdico, yo diría que para hacer
películas hay que ser un poco amoral. No digo inmoral, que es un término
diferente, sino amoral. Uno se puede permitir ciertas cosas. Entonces, Sapos parte de un juego en pos de dejar
un mensaje que uno tiene. En este caso, creo que todos tenemos un poco como
nuestros traumas y deseamos que los mismos se puedan solucionar mediante
psicología o mediante un experimento genético loco o como sea. Entonces, lo que
la película cuenta es que todos somos un poco sapos. Tenemos nuestra
imposibilidad de ser libres o seguir adelante y vivimos en un mundo trastornado
que es una carrera hacia no se sabe qué. Pero, bueno, volviendo al tema
genético, ya que me he metido en este universo y he trabajado con científicos
reales, que también trabajan el tema de la epigenética, ellos decían que, en un
futuro no muy lejano, podíamos pensar que los seres humanos íbamos a ser una
subraza porque ya las técnicas disponibles permiten crear un ser humano clonado,
inteligente, especial… Pero lo que prohíbe que esto suceda es, más bien, una
cuestión ética, legal y moral… Así que bueno…
CINE ARTE MAGAZINE: Entonces, ¿es el tema de la ingeniería genética,
realmente, una especie de "macguffin" que sirve para hacernos llegar
a la cuestión fundamental de la película: las dificultades de las personas para
reconocer las autolimitaciones artificiales que nos imponemos y la búsqueda de
subterfugios para escapar de esa situación?
BALTAZAR TOKMAN: Sí, un poco digamos que, a veces, pienso: “¡Qué
bueno sería tomar una pastilla que lo arreglara todo!”. Cada uno carga con sus
traumas de infancia, con su genética, con su epigenética… Está comprobado que
si tu abuelo murió en Auschwitz, algo de eso va a tener tu padre y algo de eso
te va a tocar a vos. Los accidentes y los traumas perduran en el tiempo. Te
podría dar otros ejemplos. Un matrimonio se separa, uno de los dos no lo
resuelve… Pasa la vida, pasan treinta años y sigue hablando de esa separación
como si hubiera pasado ayer. Entonces, a partir de esto, que tiene que ver más
con una cuestión que yo veo en mi propia terapia, encuentro una excusa para
crear como un relato de ficción y hablar de los traumas de cada persona que
tiene y de que, en definitiva, todos somos sapos y que el liberarnos y el
conocernos y el tener una conciencia un poco más elevada de quiénes somos nos
puede hacer personas más libres y podríamos tener un mundo más bello. Esta es
un poco el fondo de la cuestión y el fondo de la película.
Sapos es, en realidad, una película sobre la liberación personal
CINE ARTE MAGAZINE: Hace muchos años, un famoso periodista español,
Jesús Quintero, entrevistó a José de Zer, un famoso "reportero"
argentino cuyos programas tuvieron gran audiencia. Lo presentó como "el
hombre capaz de demostrar que Abel mató a Caín". El tipo de programas que hacía
José de Zer, o alguno similar, ¿ha influido en Sapos?
BALTAZAR TOKMAN: No, no… José de Zer era un periodista que era como
muy fabulero, un poco gracioso, se metía como en unos terrenos muy raros pero
yo era muy chico y no tengo yo recuerdos de sus programas… No fue la
inspiración de mi obra ni de mi idea de mezclar ficción y realidad. Yo creo que
tiene que ver más con mi propia historia, conmigo mismo, que, pon situaciones
que yo viví de chico, creé una fantasía sobre el mundo que habitaba y soy un
fanático de la realidad, pienso que, detrás de cada persona, hay una historia
que contar y me gusta jugar con eso. Es un poco también como una mirada lúdica,
una mirada infantil. Me permito ser niño el cine. En la vida, es un poco más
difícil: uno crece, se hace adulto y ello conlleva responsabilidades. Pero en
el cine es hermoso poder permitirse ser niño, jugar y llevar la realidad a un
plano más maravilloso y más ficticio. Y esa es mi forma de trabajar: encuentro
realidad y la transformo. Es casi como un proceso alquímico.
CINE ARTE MAGAZINE: ¿La película se ha estrenado ya en Argentina?
BALTAZAR TOKMAN: No. En Málaga, será el estreno mundial. En abril,
estaremos en el BAFICI, de Buenos Aires.
RODRIGO RAFETTO: Es un placer hacer el estreno mundial de la
película en Málaga, que es un sitio muy hermoso y es un placer estar aquí.
CINE ARTE MAGAZINE: ¿Es tu primera vez en España?
RODRIGO RAFETTO: Es mi primera vez en Málaga. Ya he estado antes en
Barcelona y en Madrid.
Seguiríamos con la conversación
mucho más tiempo. Pero, por razones de tiempo, nos vemos obligados a
interrumpirla aquí. Nos quedamos con muchas incógnitas pero pienso que esto es
bueno para incitar la curiosidad del espectador. Solo nos queda decir que Sapos ganó la Mención Especial del
Jurado de la sección Zonazine, un justo premio para una película que rompe
esquemas y desafía la mirada perezosa del espectador. Lo que podemos asegurar
es que Sapos es una película que no
dejará indiferente a nadie.
La conversación con
Baltazar Tokman y Rodrigo Raffetto nos sirvió para descubrir muchísimos aspectos
de Sapos
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