TÍTULO: Tres caras. TÍTULO ORIGINAL: Se rokh. AÑO: 2018. NACIONALIDAD: Irán.
DIRECCIÓN: Jafar Panahi. GUION: Jafar Panahi y Nader Saeivar. DIRECCIÓN DE
FOTOGRAFÍA: Amin Jafari. MONTAJE:
Mastaneh Mohajer y Panah Panahi. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Behnaz Jafari, Jafar
Panahi, Marziyeh Rezaei, Maedeh Erteghaei y Narges Delaram. DURACIÓN: 100 minutos.
PÁGINA WEB OFICIAL: http://www.golem.es/distribucion/pelicula.php?id=426.

El cine de Jafar Panahi es el de la sencillez con
hondura. Por tanto, no hay tanta sencillez como parece. Detrás de ella, hay,
por ejemplo, una precisa elaboración (precisa e invisible porque, a pesar de
ella, sus películas saben conservar una inaudita frescura estética) que permite
conseguir la mayor eficacia expresiva con el menor grado de recursos posible.
Así lo vemos en las dos primeras escenas, que son resueltas con dos
planos-secuencia, uno rodado con un móvil y otro que se desarrolla en el
interior de un coche, que introducen al espectador (sin necesidad de más
explicaciones posteriores) en la historia y en las circunstancias de quienes
van a ser los protagonistas. Del mismo modo, ello también se observa en el
plano-secuencia final (esta vez, con una toma desde el interior del mismo coche
pero que nos muestra el paisaje exterior), en el que acaban enlazados, con
sobriedad absoluta, los principales hilos argumentales que se han ido
desgranando a lo largo de la hora y media anterior. No solo en esos momentos se
descubre la falsa sencillez de Panahi. También se detecta en un inteligente
guion, en el que la aparente levedad dramática y narrativa esconde todo un
abanico de elipsis, picotazos y apuntes certeros que llevan la película mucho
más allá de lo que la anécdota inicial parecía sugerir.
La acción que sirve de detonante a Tres caras es un vídeo grabado con su
teléfono móvil por una chica que vive en un apartado pueblo al norte de Irán
que, ante el absoluto rechazo de su familia a que ella sea actriz e ingrese en
una escuela de arte dramático en Teherán, muestra cómo (presuntamente) se
suicida, ante su incapacidad para solucionar el problema y haber resultado
infructuosos sus (presuntos) intentos para contactar con la actriz Behnaz
Jafari pidiéndole ayuda. El vídeo acaba llegando, por medio del propio director
Jafar Panahi, a la propia actriz, iniciando tanto uno como otra un penoso
periplo para descubrir si el vídeo es auténtico o no.
Sabiendo la peculiar, triste y
lamentable situación que ha vivido Jafar Panahi en su país, donde se le ha
prohibido ejercer como director de cine (lo cual fue el origen de dos films tan
peculiares como Esto no es una película –
2011 – y Taxi Teherán – 2015 –), cabe
pensar que Tres caras es una crítica
(más o menos velada, más o menos críptica) del conservadurismo imperante en la
sociedad iraní. Y, obviamente, la película es eso pero en ella hay mucho más,
porque el cine de Panahi no se limita a descalificar sino a indagar y a revelar
la humanidad de sus personajes, a desmenuzar el contexto en el que tiene lugar
la historia para que el espectador no se acabe quedando con un juicio demasiado
simplificado o reduccionista. En este caso, aunque el director no pierde la
ocasión de mostrar la rigidez moral que reina en la aldea a donde llegan para
resolver el misterio, sabe, al mismo tiempo, matizar entre los habitantes del
lugar, mostrando la individualidad de cada uno de ellos y manifestando una
ternura especial hacia las mujeres, capaces de ver más allá de los estrictos
preceptos con los que se deben desenvolver en su vida cotidiana.
En este sentido, tiene especial
importancia la figura de la antigua actriz que vive sola y marginada, una mujer
a la que no veremos en toda la película pero que es clave para aportar una
clave y una dimensión inesperadas al relato. En la medida en que ella sufrió el
abandono y la falta de apoyos de las gentes de su profesión cuando llegó al
poder la Revolución Islámica, la mirada crítica, a la vez que compasiva, de
Panahi se extiende a la cobardía y falta de compromiso del mundo artístico e
intelectual de su país, incapaz de hacer frente a situaciones injustas y
arbitrarias.
Tres caras no es una película que busca ser una mera recopilación
de soflamas o mensajes en clave sino, sobre todo, una mirada desprejuiciada y
llena de cariño – pero, a la vez, nada complaciente– hacia las gentes de Irán,
hacia sus problemas, sus inquietudes y la dureza de su día a día. Y, a partir
de esa mirada, el film acaba abordando temas universales como el de la lucha
del individuo frente a los obstáculos que pone su entorno a su propia
autorrealización o las decisiones morales que cada persona debe tomar para no
perder su propia humanidad. Y con ello, y a pesar de la complicada situación
que Jafar Panahi ha sufrido, el director ha conseguido superar el trance para
sacar de sí mismo lo mejor de su capacidad creativa y llevar su cine a un
estadio superior. Y ello es una excelente noticia para cualquier cinéfilo, que
encontrará en su cine gemas muy difíciles de hallar en las obras de cualquier otro
autor actual.
TRÁILER DE LA PELÍCULA:
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