TÍTULO: Entre dos aguas. TÍTULO ORIGINAL: Entre dos aguas. AÑO: 2018. NACIONALIDAD: España.
DIRECCIÓN: Isaki Lacuesta. GUION: Fran Araújo, Isa Campo e Isaki Lacuesta. MÚSICA
ORIGINAL: Raúl Fernández Miró y Kiko Veneno. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Diego
Dussuel. MONTAJE: Sergi Dies y Domi Parra. INTÉRPRETES
PRINCIPALES: Israel Gómez Romero, Francisco José Gómez Romero, Óscar Rodríguez.
DURACIÓN: 136 minutos. PÁGINA WEB OFICIAL: http://bteampictures.es/entre-dos-aguas/ y http://www.latermitafilms.com/es/las-producciones-de-la-termita/entre-dos-aguas/. ENLACE EN MÁRGENES: https://www.margenes.org/pelicula/5be862484fdd051939d3df27.
A estas alturas de su carrera, no
cabe discutir la personalidad y nivel artístico de Isaki Lacuesta ni su
posición privilegiada dentro del panorama creativo de nuestro cine. Su estilo,
que explora el vago y desconocido territorio (que en los últimos años ha
demostrado ser rico y extenso) que existe entre la ficción y el documental, ha
demostrado toda su potencia y versatilidad tanto cuando afronta obras que se
mueven en terrenos cercanos al documental puro, como en los casos de Cravan vs. Cravan (2002) o El cuaderno de barro (2011), como cuando
ha realizado obras que se inscriben en la órbita de la ficción sin ambages,
como pudimos ver en Murieron por encima
de sus posibilidades (2013) y La
próxima piel (2016), pero, sobre todo, cuando ha creado películas
inclasificables que son difíciles de definir y encerrar en un marco rígido y
estrecho, que es lo que sucedía con La
leyenda del tiempo (2006), Los
condenados (2009) y Los pasos dobles (2011).
Con Entre dos aguas, el director
catalán regresa a los predios estéticos en los que parece sentirse más cómodo, aquellos
dominados por la ambigüedad e imprecisión del formato, y nos ofrece todo un
ejemplo de madurez creativa que supone un paso adelante muy importante en su
obra.
Y, lo más curioso, es que ese
paso adelante pudiera parecer, en realidad, un paso atrás. En primer lugar,
porque Entre dos aguas enlaza con una
de sus películas anteriores, concretamente con La leyenda del tiempo y, más concretamente, con una de las dos
historias que en ella se contaban. Porque hay que recordar La leyenda del tiempo estaba compuesta por dos segmentos claramente
diferenciados, aunque ambos se desarrollaban en Cádiz y San Fernando. En el
primero, conocíamos a Israel, un niño gitano que, sabiendo cantar flamenco, no
lo podía cantar desde que se produjo la muerte de su padre. En el segundo, la
protagonista era Makiko, una chica japonesa que intentaba, con grandes
esfuerzos y escasos resultados, aprender a cantar flamenco. Una y otra historia
venían a constituir un brillante juego de espejos entre quien, dominando un
arte, por motivos emocionales derivados de la pérdida de un ser querido no
podía ejercitarlo y quien, queriendo aprenderlo, habiendo decidido, para ello,
alejarse de sus seres queridos, no llegaba a poder dominarlo. En Entre dos aguas, se retoma la historia
de Israel y de su hermano y vamos a conocer qué ha sucedido en este decenio que
ha transcurrido desde el anterior film. Pero hay un segundo punto, en esta
ocasión de carácter técnico, que podría hacernos pensar que Entre dos aguas es una especie de salto
atrás y es que, mientras que La leyenda
del tiempo estaba rodada con cámaras digitales, en la película ahora
estrenada se han utilizado cámaras analógicas. ¿Es Entre dos aguas un salto atrás en el tiempo? Pues, en cierto modo
sí pero, en gran medida, no.
Para comprender plenamente Entre dos aguas, habría que tener en
cuenta dos aspectos diferentes pero, hasta cierto punto, complementarios. El primero,
que el cine de Isaki Lacuesta, desde Murieron
por encima de sus posibilidades (2014), sin perder un ápice de su
preocupación por las cuestiones relacionadas con el estilo y la naturaleza del
lenguaje cinematográfico, manifiesta una más acusada preocupación por la
realidad actual y el entorno social, algo que es aún más palpable en Entre dos aguas. El segundo, que la
propia evolución personal de Israel y su hermano Francisco José alimentaban el
tipo de aproximación que realiza la película. Mientras que Francisco José ha
ingresado en la Armada, donde trabaja como cocinero, Israel ha pasado por la
cárcel y, tras salir de ella, vive separado de su mujer y sus hijas. No se
puede conocer y comprender la historia de ambos hermanos, sin conocer y
comprender el entorno en el que han vivido y la imagen obtenida con cámaras
analógicas resulta mucho más eficaz y coherente para retratarlo que la obtenida
con cámaras digitales, que suele tender de forma casi inevitable al
preciosismo. En el propio pressbook de
la película se explica de la siguiente forma: “al preparar Entre dos aguas notamos que ahora que son adultos, en sus formas de
vida hay, visualmente, algo muy intemporal: los rituales y uniformes en un
barco militar, los trabajos de mariscar o de ir a buscar chatarra... Sin
contexto, costaría saber si estamos en los 60, los 80 o en la actualidad, hasta
que aparece alguien hablando por móvil o bailando música actual. Creo que,
inconscientemente, rodar en celuloide subraya al espectador esta sensación de
intemporalidad, que implica para los personajes una pérdida de perspectivas de
futuro”.
Entre dos aguas profundiza mucho más en las biografías de los
protagonistas y en la realidad que viven y han tenido que vivir, realidad que,
a su vez, explica esas biografías y les da sentido. La película es el retrato
de la dureza de un entorno y de las escasas oportunidades que el mismo ofrece.
Pero, al mismo tiempo, sabe aportar una dimensión muy personal al entrar en el
tema de la muerte del padre de Israel y ver cómo sigue siendo una herida sin
cicatrizar de la que brota la ira, la rabia y la impotencia. Viendo el
conjunto, Entre dos aguas no solo es
una vibrante y emotiva historia sobre la lucha y la adaptación de unos
personajes a unas circunstancias ásperas, difíciles y complicadas (algo que,
con la perfección y brío narrativos con que está realizada, ya bastaría para
convertirla en una gran película) sino la demostración de que, más allá de los
cambios tecnológicos, en el cine existen unos mecanismos narrativos y unas
posibilidades de utilización de los mismos (aún por indagar) que abren
posibilidades expresivas insospechadas. Entre
dos aguas, con su fascinante combinación de materiales reales y materiales
ficticios, es la constatación de ello, constituyendo, simultáneamente, un
documento social y una obra artística de gran envergadura que nos emocionará,
que nos hará reflexionar y que dejará grabados en nuestra mente, por mucho
tiempo, el poderío y la sensación de verdad de sus imágenes.
TRÁILER DE LA PELÍCULA:
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