(Este artículo fue publicado originalmente en la revista digital Cine Contexto el 17 de octubre de 2018)
TÍTULO: First Man (El primer hombre). TÍTULO ORIGINAL: First Man. AÑO: 2018. NACIONALIDAD: Estados
Unidos. DIRECCIÓN: Damien Chazelle. GUION: Josh Singer, adaptando el libro de James R. Hansen. MÚSICA
ORIGINAL: Justin Hurwitz. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Linus Sandgren. MONTAJE:
Tom Cross. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Ryan Gosling, Claire Foy, Jason Clarke,
Kyle Chandler, Ciarán Hinds, Christopher Abbot, Shea Whigham, Patrick Fugit,
Olivia Hamilton, Brady Smith, Corey Stoll, Lukas Haas. DURACIÓN: 141 minutos.
PÁGINA WEB OFICIAL: http://www.universalpictures.es/micro/first-man#.
Tras los vibrantes ejercicios
desplegados en Whiplash (2014) y La La Land (2016), sorprende bastante la
estrategia narrativa desarrollada por Damien Chazelle en First Man (El primer hombre). En su reconstrucción de la odisea que
llevó al primer astronauta a la Luna, hay una completa ausencia de épica, de
mítica y hasta de lírica, adquiriendo la película a lo largo de todo su metraje,
con disciplina férreamente espartana, un tono cercano al de títulos como Destino, las estrellas (1960) de J. Lee
Thompson – biopic de la ambivalente
figura del ingeniero Wernher von Braun – o Atrapados
en el espacio (1969) de John Sturges – curiosa anticipación de lo que, un
año después de su estreno, pasaría a la misión del Apolo XIII –, en los que la gélida
tensión derivada de los detalles técnicos copaba todo el protagonismo. Es
decir, First Man se decanta por una
línea muy alejada de los relatos de Elegidos
para la gloria (1983) de Philip Kaufman, Apolo 13 (1995) de Ron Howard o Figuras
ocultas (2016) de Theodore Melfi. Durante toda la película, el Neil
Armstrong interpretado por Ryan Gosling parece ser el protagonista de un guion
escrito por Paul Schrader,
un antihéroe que está atravesando un duro proceso de penitencia con el fin de
curar la herida vital que marca su existencia.
Efectivamente, la recreación del
duro proceso de adiestramiento, de la angustia derivada de la gran
incertidumbre que rodeaba las misiones enviadas al espacio, del claustrofóbico ambiente que se daba en las cápsulas del programa Apolo y
de las condiciones extremas de navegación a las que se enfrentaban los
astronautas parecen las estaciones de un doloroso viacrucis cuyo objetivo final
fuera una catarsis liberadora que depurara todos los traumas del pasado.
Evidentemente, ello puede desconcertar a más de un espectador que, con razón, podría
esperar el canto a una gesta heroica y se encuentra, en cambio, con una
narración áspera y desasosegante y a un protagonista hierático que contiene sus
sentimientos y esconde la naturaleza de su trauma y de su dolor.
Sin embargo, no cabe pensar que
la temática profunda de First Man se aparte
demasiado de los otros dos títulos de Damien Chazelle. Porque si tanto Whiplash como La La Land hablan de lo que podríamos denominar “la otra cara del
éxito”, esto es, el coste emocional y personal que supone alcanzar una cota de
excelencia, las contradicciones que surgen de una sociedad que eleva el triunfo
profesional a la altura de tótem objeto de adoración y, a la vez, la hipnótica
atracción que ejerce el ansia por su consecución, First Man aporta nuevos y decisivos matices al desmentir que el
componente emocional (tan valorado por la actual literatura de autoayuda) sea
la pieza clave para alcanzar los objetivos. Hay una reivindicación evidente de
la razón, de la lógica y de la sensatez en un momento en que la exaltación
visceral parece dominar en los ámbitos de la política, la comunicación y las
redes sociales.
Película con un ritmo y una
cadencia perfectamente medidos y calibrados, parece acabar desmintiéndose a sí
misma cuando, al reflejar las protestas existentes en la sociedad
estadounidense por el gasto del programa lunar y, sobre todo, en el simbolismo
del plano final, insinúa que es más fácil conducir a una tripulación por los
384.400 Km. que separan a la Tierra de la Luna que eliminar las distancias que
separan a los seres humanos. Pero, como pasaba al batería de Whiplash y al músico de jazz de La La Land, obsesionados ambos por lograr
el máximo nivel en sus respectivas disciplinas, la moraleja de esta minuciosa y
adusta fábula es que, quizás, los dioses nos castigan concediéndonos aquello
que más deseamos. Aunque, también, al mismo tiempo, abre la posibilidad de interpretar que, una vez cicatrizadas
las heridas del pasado, llega el momento de cerrar las del presente, lo cual
abriría una luz de optimismo al tono general del film. En cualquier caso, First Man nos demuestra que Damien
Chazelle es un realizador poco predispuesto a acomodarse y que va a
sorprendernos película tras película. Eso es una buena noticia para los que lo
tenemos como uno de los grandes directores del panorama actual.
TRÁILER DE LA
PELÍCULA:
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