(Este artículo fue publicado originalmente en la revista digital Cine Contexto el 17 de octubre de 2018.)
TÍTULO: Climax. TÍTULO ORIGINAL: Climax. AÑO: 2018.
NACIONALIDAD: Francia. DIRECCIÓN Y GUION: Gaspar Noé. MÚSICA ORIGINAL: Enlace a la música interpretada enla película. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Benoît Debie. MONTAJE:
Denis Bedlow y Gaspar Noé. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Sofia Boutella, Romain Guillermic,
Souheila Yacoub, Kiddy Smile, Claude-Emmanuelle Gajan-Maull, Giselle Palmer,
Taylor Kastle, Thea Carla Schott, Sharleen Temple, Lea Vlamos, Alaia Alsafir,
Kendall Mugler, Lakdhar Dridi, Adrien Sissoko, Mamadou Bathily, Alou Sidibé,
Ashley Biscette, Mounia Nassangar, Tiphanie Au, Sarah Belala, Alexandre Moreau,
Naab, Strauss Serpent, Vince Galliot Cumant. DURACIÓN: 95 minutos. PÁGINA WEB
OFICIAL: http://www.avalon.me/distribucion/estrenos/climax. ENLACE EN FILMIN: https://www.filmin.es/pelicula/climax.
El concepto general de Climax de Gaspar Noé no es extraño en la
historia del cine: una acumulación de circunstancias provoca que una reunión de
personas acabe yendo por derroteros inesperados y lejos de cualquier tipo de cauce
racional. Recordemos, entre otras, El
guateque (1968) de Blake Edwards, Juegos
de sociedad (1974) de José Luis Merino, Fiesta
salvaje (1975) de James Ivory, Las
truchas (1978) de José Luis García Sánchez, Celebración (1998) de Thomas Vinterberg, Érase otra vez (2000), Días
de boda (2002) y El desenlace (2005)
de Juan Pinzás o la reciente Las
distancias (2018) de Elena Trapé. Y, por supuesto, como ejemplo
paradigmático y quintaesenciado, El ángel
exterminador (1962) de Luis Buñuel. En última instancia, el núcleo central
de Climax sigue ese mismo esquema,
solo que, en este caso, la reunión es de un grupo de bailarines que celebran
una fiesta que tiene como protagonista la música electrónica. Pero, eso sí,
donde Climax se distancia de las
películas citadas y de cualquier otra película en que pudiéramos pensar es en su
plasmación visual.
Si el francés Gaspar Noé ya nos
había proporcionado emociones fuertes con Irreversible
(2002) y Love (2015), en Climax da varias vueltas de tuerca a su
estilo para crear una performance alucinada
y delirante que casi busca taladrarnos los ojos o, como mínimo (atención a la
última escena de la película), empaparnos la mirada con imágenes enfermizas y
desquiciadas. Para llegar a este resultado, Noé se sirve de todo tipo de
recursos para crear un artificio antinatural y violento y, para ello, empieza
con la propia utilización del “tiempo” en la película. Es sabido que el tiempo
cinematográfico puede estar relacionado con el tiempo real de tres modos
distintos. Es posible que el tiempo cinematográfico coincida con el tiempo
real. Es lo que sucedía en las primeras películas de los hermanos Lumière y a
lo que aspiraba Andrei Tarkovski que hablaba de que el cine debía “esculpir el
tiempo”, es decir, reproducir en un conjunto de fotogramas un determinado
momento tal como se produjo y desarrolló. Es posible que el tiempo
cinematográfico cree un tiempo propio, diferente al real: podemos alternar
varias acciones que tienen lugar simultáneamente, por lo que el tiempo
cinematográfico acabaría “durando” más que el tiempo real, podemos hacer uso
del ralentí (con la misma consecuencia) o podemos emplear la elipsis para que
el tiempo cinematográfico sea más breve que el auténtico. O, como tercera
posibilidad, podemos crear un conjunto de imágenes que prescindan de cualquier
tiempo narrativo y parezcan estar sumidas en una especie de limbo cronológico. Climax alterna en su estructura estas
tres posibilidades a la vez, de modo que ya, de principio, su estructura
narrativa está dislocada. Lo cual le sirve al director para encajar el brutal dislocamiento que la propia película acaba siendo.
Efectivamente, la película, al
principio, con los momentos del casting inicial,
se mueve en el terreno de la indefinición temporal. Posteriormente, el avance
de la trama se sustenta en dos planos-secuencia (uno larguísimo y otro casi
infinito que se prolonga hasta llevar al espectador a sensaciones
insoportables, a sumergirlo en imágenes límite que lo llevan a una frontera
visual raramente transitada) en los que el tiempo cinematográfico y el real
coinciden, en una secuencia donde se van alternando varias acciones que tienen
lugar de modo simultáneo y en una escena final al ralentí. Pero es en el
terreno visual donde Climax hace
adentrarnos en un túnel de delirios y alucinaciones.
Ya el propio baile y la música
electrónica que lo acompaña empiezan a sumergirnos en una especie de ritual
primitivista que aspira a llevarnos a esferas alejadas de la realidad
normalizada. La escenografía peculiar, por un lado, con ese colegio abandonado
y esa bandera francesa como telón de fondo (¿cómo debemos interpretar este
detalle?) y las sorprendentes posiciones de la cámara, por otro, con tomas
cenitales e, incluso, invertidas, ayudan a reforzar la sensación de
antinaturalismo. Pero, finalmente, conforme la película avanza, el proceso
progresivo de deslavazamiento de la superficie, el deterioro de la estabilidad
de los personajes y de la imagen convierten a Climax en un torrente de fotogramas brutales e impactantes que
conducen al espectador, a través de un tobogán infernal, a territorio
desconocido y a estados de ánimo perturbadores.
La película, en su intento de
llevar al máximo nivel su arriesgada propuesta, muestra los títulos de crédito
al principio para que el final llegue de forma abrupta y se enciendan, de
repente, las luces de la sala para crear la percepción de que hemos despertado
de una pesadilla. Film no apto para cualquier tipo de público, aun para aquel
que esté más predispuesto a vivir experiencias visuales fuertes, esa será la
sensación dominante: la de haber salido de un sueño terrorífico que, por
momentos, parecía habernos atrapado para no dejarnos escapar nunca de él. Una
vez que Gaspar Noé ha llegado a este punto, la pregunta es inevitable: y
después de esto, ¿qué? Mejor, no pensarlo.
TRÁILER DE LA PELÍCULA:
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