ENTREVISTA A FERNANDO MERINERO. RADIOGRAFÍA DE UN GUERRILLERO DEL CINE (I): REVISIÓN DE SU FILMOGRAFÍA



Fernando Merinero, en Cortar, se contempla a sí mismo cómo era más de veinte años antes durante el rodaje de Los hijos del viento. En esta primera parte de la entrevista, también nosotros le preguntamos por ese pasado, por toda su obra hasta la trilogía de Las 1001 novias


En España, se da la insólita circunstancia de que hay una larga lista de nombres de directores que, contra viento y marea, en medio de un ambiente hostil de incomprensión y perplejidad, logran hacer un cine absolutamente personal y sacar adelante proyectos que parecen, en principio, inviables, imposibles, descabellados o cualquier adjetivo que se le parezca. Calificamos de “insólita” tal circunstancia porque, en un entorno tan poco propicio para películas que no circulen por vías convencionales, cabría esperar que no proliferaran este tipo de directores. Sin embargo, sucede todo lo contrario. Hay una larga tradición de cine audaz y arriesgado que empieza con Luis Buñuel y que sigue, en heterogénea amalgama de enfoques y estilos, con nombres como Armand Guerra, Lorenzo Llobet Gracia, José Val del Omar, Javier Aguirre (y su “anticine”), Pere Portabella, Jacinto Esteva, Joaquim Jordá, Juan Estelrich, padre, y Juan Estelrich, hijo, Víctor Erice, Basilio Martín Patino, José Antonio Salgot, Paulino Viota, Gonzalo García-Pelayo, Iván Zulueta, José Luis Lozano, Carlos Pérez Merinero, Manuel Huerga, Agustí Villaronga, José Luis Guerín, Norberto Ramos del Val, Juan Pinzás, Albert Serra, Isaki Lacuesta, Gabriel Velázquez, Pablo Maqueda, Carlos Vermut, María Cañas, Eloy Enciso, Mauro Herce, Ana Asensio, Miguel Llansó… Seguro que nos quedamos algún nombre en el tintero y eso demuestra que, pese a todo, existen directores de raza que, luchando contra un mar de adversidades, acaban haciendo películas acordes a sus principios y a sus ideas.

Uno de estos directores es Fernando Merinero, quien empezó a mostrar sus cortos en el año 1989 y que estrenó su primer largometraje en 1995, Los hijos del viento, que llegó a ser seleccionada para el Festival de Cannes y que es necesario tomar como punto de partida para comprender su último proyecto, la trilogía (o Trilorgía, como se puede leer en el estuche de su reciente edición en DVD) Las 1001 novias (formada por las películas Capturar, Alumbrar y Cortar), su opus magnum hasta la fecha y que constituye una síntesis y, al mismo tiempo, una superación de los temas que ha ido abordando en sus anteriores películas. Habiéndonos encontrado con Fernando durante el último Festival de Málaga y habiéndonos anunciado que dicha trilogía salía en DVD, en una apetitosísima edición, a principios de mayo, no nos resistimos a pedirle una entrevista, la cual amablemente nos concedió y donde vamos a revisar su obra previa y lo que supone en ella la trilogía ahora editada en un formato ampliamente disponible para el público. Hoy, publicamos las preguntas que giran en torno a todas sus películas anteriores para, mañana, mantener una amplia conversación sobre Las 1001 novias. Os prometo que las respuestas del director os harán reflexionar y os permitirán ahondar en la temática de sus películas.





EL ESPECTADOR IMPERTINENTE: Hola, Fernando. Me da la sensación de que, desde que empezaste como director, estás haciendo lo que ahora se llama “cine de guerrilla”, expresión que, supongo, no se utilizaba en tus inicios. ¿En qué medida hay ello una faceta de necesidad y otra de convicción? Es decir, para tratar determinados temas, ¿no hay otra opción que recurrir a una producción modesta?¿O, a partir de tener que partir de una producción modesta, ello te da libertad para elegir los temas y enfocarlos sin ningún tipo de ataduras?

FERNANDO MERINERO: A medida que he ido cumpliendo años y acumulando películas, me he ido haciendo más guerrillero; digamos que, al principio, pegaba tiros desde una trinchera y ahora a campo abierto, en la intemperie. Mi única convicción en este sentido que planteas, es el de tratar de hacer de la necesidad virtud. Mi carrera está jalonada de proyectos abandonados por “obligación” que generan una nueva invención. Supongo que cuanto menos dinero tienes en el presupuesto te sientes más libre, pues entre otras cosas tienes que dar menos explicaciones ajenas a la naturaleza de la creación fílmica, y concentras tus “explicaciones” en lo estrictamente creativo.

EL ESPECTADOR IMPERTINENTE: Tu primer largometraje, de 1995, fue Los hijos del viento (obra esencial para comprender tu obra más reciente, la trilogía Las 1001 novias). Con él, llegaste a participar en la Semana de la Crítica en el Festival de Cannes. Hay varias cuestiones relevantes en esta película. Por seguir usando términos que hace 20 años no eran tan de uso común pero que hoy sí lo son, ¿en qué medida hay una relación tóxica entre el protagonista (interpretado por ti mismo) y el personaje de Magaly Santana?¿O, más bien, debemos entenderlo como que es tu visión en relación a determinada concepción del amor o del amor, en general? Su desenlace, abierto parece querer expresar que cuando se llega a conocer al objeto de nuestro amor, el mismo se escapa sin remedio… No sé si lo capté bien… ¿Qué supuso ir a Cannes?¿Fuiste ya consciente, a partir de esta tu primera película, de las dificultades para una producción independiente, situada fuera del llamado mainstream, de abrirse paso entre el público?

FERNANDO MERINERO: Tanto el amor como la pasión o cualquier sentimiento o emoción humana pueden llegar a ser tóxicos si su génesis encierra una gran mentira. El ser humano miente, a veces por placer, otras veces por necesidad, incluso por supervivencia, o por capricho, o por pura maldad, consciente o inconscientemente. En cualquier caso, la mentira es muy resbaladiza, a veces crees que te están engañando y en realidad te estás engañando tú, porque necesitas engañarte… Ese es el gran tema de Las 1001 novias, La verdad y la mentira, ¿dónde están?

Es muy difícil llegar a poder vaticinar todas las consecuencias de nuestras acciones y omisiones. En todo caso, prefiero ser robado que tener que robar. En cuanto a lo que me planteas sobre que se escape de nuestras manos el objeto amoroso según lo vas reconociendo, no creo que sea así, simplemente va evolucionando, es normal, hay misterios que encierran perlas, y otros que ocultan ladridos.

Fui a Cannes con mi primera película, era inexperto, soñador e inmaduro; si volviera a tocarme esa lotería creo que rentabilizaría mejor la experiencia. Y sí, empecé a acertar a ver que la industria sabe proteger sus delicados mimbres.


Imágenes de Los hijos del viento


EL ESPECTADOR IMPERTINENTE: Tu segundo film, Agujetas en el alma, de 1998, es un ejemplo de lo que se suele llamar “cine dentro del cine”. Es muy difícil no ver al protagonista, interpretado por Martxelo Rubio, como un trasunto de ti mismo, ¿no? Hay mucha autoironía en esta película. ¿Es ya cierto distanciamiento respecto a los mecanismos del cine convencional? En el desarrollo de la película, ocupa un lugar muy importante la aparición de la actriz Myriam Mézières. ¿Fue complicado que se integrara en el proyecto?¿La admiración del protagonista es la que tú sientes por ella? (lo cual no sería de extrañar, ya que es una actriz fascinante). Creo que en el desarrollo del casting que se va haciendo (y que constituye la columna vertebral de la trama), hay como un embrión de tu última trilogía…

FERNANDO MERINERO: Eso se comentaba, que Martxelo era un alter ego mío.  No creo que fuera tanto el distanciamiento del cine convencional como mostrar con naturalidad, sin falso glamour, cómo se gesta una producción independiente, pero sobre todo, un canto de amor a la creación cinematográfica, necesariamente envuelta de pasión. Sin pasión no se puede hacer cine, no se debe, más bien…

No fue complicada la incorporación de Myriam Mèzieres, pues empatizamos artísticamente nada más vernos por primera vez. Yo la admiraba desde que vi la película de Tanner Una llama en mi corazón, y fantaseé con la idea de que algún día trabajara para mi, cosa que se cumplió.

Puede ser, que inconscientemente con Las 1001 novias haya hecho una especie de remake inefable de Agujetas en el alma; aunque si lo pienso fríamente, en el tríptico de Las 1001 novias también late el espíritu de Los hijos del viento incluso de El viaje de Penélope, pues en todas ellas me muestro al tiempo que me escondo.



Imágenes de Agujetas en el alma


EL ESPECTADOR IMPERTINENTE: A raíz de Agujetas en el alma, surgió el documental Casting, que me parece muy original e interesante… ¿Cómo lograste que quienes se pusieron delante de la cámara llegaran a estar tan relajados y se mostraran tan sinceros y abiertos?

FERNANDO MERINERO: Es al revés: Casting fue el casting de Agujetas en el alma. Lo grabamos con buena imagen y buen sonido, era algo muy íntimo, muy psicológico, todos los técnicos disfrutaban y aprendían del ser humano, gracias al testimonio de todos los actores y actrices que iban pasando por allí… No querían levantarse, tenían necesidad de hablar, de contarme sus intimidades, de sincerarse, de que le escucharan de corazón en un casting. Todo el mundo salía transportado, decían que ahí había una película, así que cuando acabamos la producción de Agujetas en el alma me puse a editar el casting y salió Casting. Les pedimos permiso a todos y todas, nos lo dieron y les pagamos.



Imágenes de Casting


EL ESPECTADOR IMPERTINENTE: De 2002 es La novia de Lázaro. Una interesantísima película, rodada con tono de documental y que, para mí, constituye un ejemplo de maestría narrativa (con esa cámara al hombro que le da al film un nervio y un ritmo inconfundibles) y de mantenimiento de la tensión dramática prescindiendo de los mecanismos convencionales. Al menos hasta tu trilogía, me parece tu mejor película… No sé si estarás de acuerdo… ¿Cómo surgió el planteamiento temático y visual de la película? Tuvo que molestarte que, siendo un trabajo tan brillante y, sobre todo, elaborado, se acabara hablando de cinco segundos (no creo que sea más tiempo) de una determinada escena (hablo de la “felación explícita”, claro está, que apenas se ve, por otro lado…).

FERNANDO MERINERO: Cada película es como un hijo y los quieres a todos por igual, no sabría decir cuál es mi mejor película. Además, eres demasiado deudor de las vivencias, a veces tremendas, que inevitablemente encierran cada una de ellas. No puedo ni quiero compararlas artísticamente en términos de puntuación ni de mayor a menor ni de mejor a peor. Son lo que son y ahí están, con sus imperfecciones y defectos pero orgulloso de todas ellas, soy consciente de lo que me han costado y de lo que me han enseñado. Finalmente, son, sobre todo, eso, un aprendizaje de ti mismo.

En La novia de Lázaro, nada más empezar a rodar con Claudia Rojas y Roberto Govín, me di cuenta de que lo más importante estaba en sus miradas, que ahí estaba la fuerza de la película y que yo tenía que estar muy pendiente del más mínimo matiz de sus miradas y la única manera era llevando yo mismo la cámara y encuadrar en función de esa comunión de miradas, la del intérprete sintiendo y yo recibiendo de inmediato esa emoción. De hecho la película se iba a titular Tus ojos, tus labios, pues eran las dos cosas que más me gustaban de Claudia, la protagonista.

En cuanto a lo de la felación, ¿qué te voy a decir? Siempre hay gente dispuesta a descontextualizar, tergiversar, confundir, etc… Es un acto que en la película dura 6 segundos, pero dio para mucha tinta. El sexo es un tabú que aun sigue escandalizando, cuando hay muchas otras cosas que me parecen mucho más escandalosas y que pasan por ser normales. Lo mismo hemos construido sociedades con demasiada doble moral e hipocresía.



Imágenes de La novia de Lázaro


EL ESPECTADOR IMPERTINENTE: En 2006, hiciste un documental precioso, Las huellas de Dylan… Quienes admiramos al “bardo de Minnesota”, comprendemos perfectamente su espíritu. Seguramente, el documental nace de tu admiración por Dylan, ¿no?¿Qué representa él para ti y qué influencia ejerce en ti desde el punto de vista creativo?

FERNANDO MERINERO: Sí, la música de Dylan es la banda sonora de mi vida, desde que lo descubrí con tan solo 15 años no he dejado de escucharle, y él no me ha dejado solo. La primera vez que escuché su música sufrí un impacto emocional tremendo, me parecía música ancestral, eterna, misteriosa y profunda como ninguna otra, como si fuera el sonido del origen del ser humano, nuestras raíces, nuestras entrañas telúricas, fue una epifanía.

No sé cómo me ha influido, supongo que como lo pueda hacer un padre a quien respetas y admiras, pero por encima de todo, creo que ha sido ejemplar en la asunción de riesgos, nunca se ha conformado con lo conseguido, con el éxito, no ha dejado de evolucionar sin obedecer modas, corrientes musicales, gustos populares o gustos industriales. Su camino lo ha labrado él, solo él, creo… Quizás, en eso nos parezcamos.



Imágenes de Las huellas de Dylan


EL ESPECTADOR IMPERTINENTE: De 2007, es otro documental sorprendente… Un millón de amigos… No sé cómo llegaste a conocer a Javier Jurdao pero supongo que tardaste poco en darte cuenta de que era un personaje que daba para una película y, quizás, para mucho más… ¿En qué medida crees que es sincera la actitud antisistema de Jurdao y en qué parte es su excusa para eludir ciertas responsabilidades? Uno de los participantes en el documental dice que la auténtica familia que da miedo no es la de los Panero de El desencanto sino la de los Jurdao… Es una exageración, ¿no?

FERNANDO MERINERO: No me interesa tanto la sinceridad de Jurdao como su sentido del espectáculo y su hiperbólica personalidad, él disfruta como nadie siendo escuchado, esa es su medicina, su respiración, y a la vez disfruta como nadie entreteniéndote, es la perfecta personificación de un showman anarquista…

No puedo comparar a los Jurdao con los Panero, ni siquiera las películas; estaría bien que las pudiera comparar el público.Se me ocurre que sería muy buena idea programar una detrás de la otra: El desencanto y luego Un millón de amigos.



Imágenes de Un millón de amigos


EL ESPECTADOR IMPERTINENTE: En 2010, vuelves a la ficción con El viaje de Penélope. Una película atrevidísima en la que pones en tela de juicio los roles masculino y femenino tal como se conciben convencionalmente… Tengo la sensación de que esta película es mucho más actual hoy que, incluso, cuando la realizaste.

FERNANDO MERINERO: Comparto tu opinión, creo que es una obra que ha ganado con el tiempo. Cuando se adapta una obra literaria siempre se dice que hay que traicionar al autor, y de alguna manera, también se suele decir que el cine es otro lenguaje y que debe fagocitar a la literatura.

En El viaje de Penélope creo que traicioné en parte al autor, pero estoy convencido de que si Homero la viera con los ojos de la actualidad, disfrutaría viendo a Ulises con forma de mujer y a Penélope con la de hombre, incluso viendo a Penélope follar con un pretendiente.

Por otra parte, quise hacer una película muy literaria, con una voz en off omnisciente, la del propio Homero, y con unas interpretaciones impostadas, teatrales, como corresponde a personajes mitológicos.



Imágenes de El viaje de Penélope


EL ESPECTADOR IMPERTINENTE: En 2014, antes de la trilogía, Haz de tu vida una obra de arte, una comedia pura y dura en la que el humor está más presente que nunca… ¿Ganas de relajarse?¿Ganas de probar un camino nuevo?¿O, en realidad, no es tan distinta al resto de tus películas?¿Qué tal resultó la experiencia?

FERNANDO MERINERO: En Haz de tu vida una obra de arte me apetecía por primera vez rodar una película de ficción muy coral. Y, a la vez, ser transversal, mezclando, como en una batidora, humor gamberro y, por momentos, surrealista, con reflexiones más profundas sobre el arte de vivir. Tiene, en general, un tono agridulce que enmascara un desencanto hacia la vida y, quizás, recetas para mejorarla. Creo que encierra un alegato a favor del individualismo y del hedonismo en oposición a un mundo cada vez más programado, aburrido y previsible.

Me viene ahora a la mente el comentario de un  crítico, que escribió: “Si logras entrar, puede resultar realmente divertida”. En el fondo creo que esa sensación es algo que late en todo mi cine: hay que entrar, entrar sin prejuicios, y si entras, exploras un territorio virgen…



Imágenes de Haz de tu vida una obra de arte


Mañana, entraremos a fondo en Las 1001 novias. Y creo que saldréis con la entrevista con ganas de conocer la “trilorgía” completa…

(Todas estas películas están disponibles en internet en plataformas legales. Si quieren tener la posibilidad de acceder a ellas, aquí les dejamos los enlaces:

Los hijos del viento
Agujetas en el alma
Casting
La novia de Lázaro
Las huellas de Dylan
Un millón de amigos
El viaje de Penélope
Haz de tu vida una obra de arte)




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