LA OTRA CARA DEL FESTIVAL DE MÁLAGA. EL FESTIVAL Y LOS SIETE PECADOS CAPITALES: 4.- LA AVARICIA



Imagen de Laura Ledesma en Diana


Dice el catecismo de la Iglesia Católica que "el apetito sensible nos impulsa a desear las cosas agradables que no poseemos. Así, desear comer cuando se tiene hambre, o calentarse cuando se tiene frío. Estos deseos son buenos en sí mismos; pero con frecuencia no guardan la medida de la razón y nos empujan a codiciar injustamente lo que no es nuestro y pertenece o es debido a otra persona. El décimo mandamiento prohíbe la avaricia y el deseo de una apropiación inmoderada de los bienes terrenos. Prohíbe el deseo desordenado nacido de la pasión inmoderada de las riquezas y de su poder. Prohíbe también el deseo de cometer una injusticia mediante la cual se dañaría al prójimo en sus bienes temporales".

Con la avaricia, sucede algo parecido a lo que comentamos con la envidia. El sistema necesita el ansia por los bienes materiales de los individuos para que ello actúa como gasolina que acelere el ritmo de crecimiento pero, a partir de cierto momento, el exceso de avaricia acaba provocando que se desencajen las cuadernas del propio sistema. Aún puede ser peor que la avaricia tenga un origen patológico porque, obviando el mismo en función del posible efecto benefactor de la codicia, el mal se divulgaría como una especie de virus pernicioso que acabaría por violentar normas y principios éticos. De ahí que Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal, en su comparecencia ante el Senado de Estados Unidos, en julio de 2002, hablase de "codicia infecciosa" a la hora de calificar la conducta de determinados agentes económicos y financieros que habían alimentado quiebras empresariales como las de Worldcom o Enron. Ese es uno de los temas que se desarrollan en Diana de Alejo Moreno.



Imágenes de Jorge Roldán en Diana


Como un explosivo estratégicamente colocado para desarticular la estructura narrativa mostrada desde el principio (quizás, como metáfora del poder destructor de la avaricia), el personaje de Jorge Roldán en Diana esconde un secreto (basado en un hecho real que fue noticia de amplio alcance en España hace cuatro años) que es revelador de las malas prácticas que han empezado a ganar fuerza en empresas y mercados financieros al calor de expectativas infladas y sobredimensionadas de obtención de beneficios. Pero, evidentemente, ello no es el único factor que posibilita el fraude. Toda una red de creación y difusión de engaños y mentiras y toda una cultura que debilita el sentido crítico del individuo son el complemento necesario para que la falsedad se imponga y los avariciosos tengan el camino más sencillo para cumplir sus propósitos.



Jorge Roldán realiza una gran interpretación en Diana de Alejo Moreno (Fotografía de Lorenzo Hernandez)


El documental Tierra sola de Tiziana Panizza aporta una nueva visión de la avaricia y es la que se refiere a la avaricia perfectamente organizada y estructurada. Porque desde que la Isla de Pascua pasa a formar parte de Chile, este enclave se convierte en objeto de explotación por parte del gobierno de dicho país austral y de compañías extranjeras que obtienen la concesión gubernamental para llevar a cabo sus actividades ganaderas. Toda la comunidad de la isla pasa a vivir en una situación próxima a la esclavitud, donde la opresión, el trabajo en condiciones penosas y el ataque a su identidad cultural pasan a ser moneda de uso corriente. 





Lo que nos muestra este magnífico documental es que, más allá de ser un mal de carácter exclusivamente individual, puede convertirse en elemento cultural de ámbito colectivo. Porque sólo así se puede entender que toda la estructura de gobierno de un país y una serie de compañías, dirigidas por un conjunto más o menos amplio de seres humanos, se muestren completamente insensibles a una situación injusta y arbitraria, hecho que sólo estuvo motivado por el rendimiento económico que dicha situación generaba. Vemos así que la avaricia es fuente de circunstancias invadidas por la indignidad, el oprobio y la vergüenza.




Tráiler de Tierra sola de Tiziana Panizza


Pero, entre ese dilema entre lo individual y lo colectivo, las películas del Festival no nos dan una respuesta inequívoca. Porque, tras las dos propuestas anteriormente comentadas, en las que sitúan el mal a nivel social (sobre todo en Tierra sola, ya que en Diana ello seria más matizable), el documental El último país de Gretel Marín y el largometraje de ficción Los buenos demonios de Gerardo Chijona descolocarán bastante a quienes busquen respuestas cerradas y cuadriculadas sobre la cuestión. Porque ambas películas, que retratan la realidad cubana actual, muestran con claridad que la avaricia ha empezado a germinar en la isla,  a pesar de los años de Revolución que, presuntamente, ha buscado colocar otro tipo de valores en el seno de la sociedad por delante de los estrictamente materiales.

Hay un momento especialmente expresivo en El último país, que es cuando la realizadora visita la zona donde están instalados los negocios privados y uno de los propietarios le exige que pague alguna cantidad de dinero para poder grabar. La verdad es que es un momento muy chocante porque, hasta para nosotros, que vivimos en países capitalistas, vemos continuamente a equipos de cine o televisión grabando por las calles y pueden hacerlo sin que nadie les exija algún tipo de compensación económica. Parece como si hubiera un impulso interno que, de querer apagarlo o reprimirlo, renaciera vengativamente con mucha más fuerza en el momento en que tuviera la oportunidad de manifestarse.



Momento de El último país de Gretel Marín en que el propietario de un negocio privado le exige que pague para poder seguir grabando


Pero esa sensación se acrecienta viendo Los buenos demonios de Gerardo Chijona, una adaptación de la novela Algún demonio de Alejandro Hernández, que hace un retrato nada complaciente de la realidad actual cubana. El dominio de los valores materialistas más ásperos y extremos crea un clima asfixiante en el que la desconfianza y la pérdida de cohesión social son las consecuencias más obvias. La violencia, el engaño, el desencanto y la decepción más profunda son los ejes que van dominando la vida cotidiana sin que haya esperanza de una posible salida.




Imágenes de Los buenos demonios de Gerardo Chijona

En la última escena, el rostro congelado y lloroso de la madre del protagonista es la fría y brutal constatación de que el intento de cambiar la naturaleza humana ha fracasado. Quizás, la codicia que existe dentro de nosotros es un instinto irrefrenable y la única esperanza sea manejarlo de forma más o menos aceptable a través de un sistema social que sepa utilizarlo en beneficio de todos y reprimir sus extremos más perniciosos. Pero, hasta ahora, parece no haberse encontrado la fórmula adecuada.



Tráiler de Los buenos demonios

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