EXPOSICIÓN "ARTE Y CINE: 120 AÑOS DE INTERCAMBIOS" EN CAIXA FORUM. COMPOSICIÓN INCOMPLETA.





El pasado 26 de abril, se inauguró en el edificio Caixa Forum de Madrid (Paseo del Prado, 36)  una exposición titulada Arte y cine: 120 años de intercambios que, como su propio nombre indica, traza un recorrido sobre las interrelaciones (en uno y otro sentido) producidas entre el cine y el resto de manifestaciones artísticas desde la irrupción de la imagen en movimiento en el año 1895. Pueden visitarla hasta el próximo 20 de agosto.

La exposición plantea un muy buen resumen de los principales hitos que, durante casi este siglo y cuarto, han caracterizado las influencias mutuas entre cine y arte, con los títulos y ejemplos visuales más relevantes o, quizás sería mejor decir, conocidos. Conforme vamos viendo la muestra, se aprecia claramente que su hilo conductor se centra en que cada época y movimiento estéticos importantes del siglo XX han ido teniendo su correlato correspondiente en el campo del séptimo arte, de modo que se podría trazar la historia de este último dibujando una línea paralela con los cambios acaecidos en la pintura, la escultura o la música: empezando con el impacto de las obras de los hermanos Lumière y las influencias que actuaron sobre ellos, siguiendo con los ecos de la famosa serie Fantômas (1913-1914) de Louis Feuillade, la irrupción del expresionismo, con títulos tan emblemáticos como El gabinete del doctor Caligari (1920) de Robert Wiene o La caja de Pandora (1929) de G. W. Pabst, la erupción del surrealismo con obras tan rupturistas como Un perro andaluz (1929) o La edad de oro (1930) de Luis Buñuel y la participación de Salvador Dalí en Recuerda (1945) de Alfred Hitchcock, los ecos del arte crítico y contestatario de los 60 en Godard y Warhol y su bifurcación posterior en un arte que va al encuentro directo con una realidad caótica, por un lado (por ejemplo, Guy Debord y su libro y película La sociedad del espectáculo), que se refugia en un mundo personal lleno de claves crípticas, por otro (por ejemplo, David Lynch) o que, finalmente, busca deconstruir el mismo hecho artístico para descubrir la ideología subyacente (como en Histoire(s) du cinéma de Jean-Luc Godard).



Proyección en la exposición de La llegada del tren (1896) de los hermanos Lumière


Imagen de una película de los hermanos de Lumière y cuadro de Pierre-Auguste Renoir: el paralelismo es evidente.


Arriba, a la izquierda, imagen de El gabinete del Dr. Caligari. Abajo, a la derecha, cartel de La caja de Pandora. El expresionismo fue el primer movimiento estético total: literatura, pintura, música, cine… El séptimo arte adquiría plena madurez en Europa.


A través de la urna que alberga una escultura cubista, se entrevé (en la pantalla superior izquierda) ¡Armas al hombro! (1918) de Charles Chaplin. En el cine de este personaje fundamental en la historia del séptimo arte, coexiste la búsqueda de la pureza de la forma y la obsesión humanista, elementos que acabarán marcando el devenir posterior de las vanguardias.


Preocupación formal y preocupación humanista siguen conviviendo en perfecta armonía en Tiempos modernos (1936) de Charles Chaplin.


Arriba a la izquierda, escena correspondiente a los momentos finales de La edad de oro (1930). Abajo, a la derecha, secuencia inicial de Un perro andaluz (1929). Con el surrealismo, aflora el inconsciente y todo lo que encierra. Al seguir con sus postulados, Luis Buñuel hará que el cine pierda para siempre la inocencia.


 La secuencia onírica de Recuerda (1945) de Alfred Hitchcock, diseñada por Salvador Dalí, es otro de los grandes momentos del surrealismo en la historia del cine.


Arriba a la izquierda, El misterio Picasso (1956) de H. G. Clouzot. Abajo a la derecha, escena de Al final de la escapada (1960) de Jean-Luc Godard. Arriba a la derecha, cartel de la película. El cine contestatario y rupturista de Godard emparenta, obviamente, con el espíritu de las vanguardias de entreguerras.


Lemmy contra Alphaville (1965) de Jean-Luc Godard: su tecnoescepticismo y su reivindicación de los sentimientos frente a la fría racionalidad se relaciona directamente con el de Tiempos modernos de Chaplin.


Carteles de las películas de Godard: la ruptura con las formas clásicas alcanza hasta a los elementos publicitarios.


A la izquierda, Pierrot el loco (1965) de Jean-Luc Godard. A la derecha, cuadro de Yves Klein. Ambas obras, cada una a su manera, son una muestra de neodadaísmo.



Pero las influencias se expanden en numerosas direcciones: a la izquierda, el mismo cuadro de Klein; a la derecha, cartel publicitario de Cuatro noches de un soñador (1971) de Robert Bresson.


Andy Warhol, punta de lanza de la experimentación cinematográfica al otro lado del Atlántico. Un ejemplo de artista total que consagra con descaro la creación de un mundo personal como polo de atracción esencial de toda su obra (con posterioridad, Rainer Werner Fassbinder, David Lynch, Alan Rudolph, Pedro Almodóvar, Gus Van Sant, Wes Anderson, Jaime Rosales, Xavier Dolan o Albert Serra no estarían muy alejados de esa misma actitud).


Cine y pintura de David Lynch, dos visiones diferentes del mismo mundo inquietante.



Y, como trasfondo, la acelerada evolución del soporte material de la película.


Sin embargo, como en muchas de las exposiciones que tratan sobre cine (algo parecido me pasó con la organizada el año pasado por el Espacio Telefónica sobre Alfred Hitchcock), termino con la sensación de que se ha optado por una excesiva simplificación, que no sé si proviene del hecho de que cuando se aborda el séptimo arte desde determinadas perspectivas se piensa que el conocimiento esencial sobre el mismo se reduce a unos escasos elementos presuntamente fáciles de manejar o de la intención de ser excesivamente complaciente con el visitante no rompiendo esquemas mentales preestablecidos.

Porque la relación entre arte y cine es mucho más compleja de lo que esta exposición muestra. No sólo se puede circunscribir a la vinculación de las películas con los movimientos estéticos de su época sino que es igual de relevante la influencia de obras artísticas de cualquier momento temporal en la configuración visual de una gran cantidad de títulos ampliamente conocidos.

Así, por ejemplo, a la hora de diseñar la composición de sus escenas, John Ford tuvo muy en cuenta los cuadros de Frederic Remington (1861-1909), Charles Russell (1852-1916), Charles Schreyvogel (1861-1912) o Harold von Schmidt (1893-1982).



Arriba, cuadro de Frederic Remington. Abajo, fotograma de Fort Apache (1948).



Arriba, cuadro de Frederic Remington. Abajo, fotograma de La legión invencible (1949).



Arriba, cuadro de Charles Russell. Abajo, a la derecha, fotograma de La legión invencible (1949). Abajo a la izquierda, fotograma de Bucking Broadway (1917): en una fecha tan temprana, Ford ya se inspiraba en cuadros de pintores norteamericanos para crear toda una iconografía mitológica.



Arriba, cuadro de Charles Shchreyvogel. Abajo a la izquierda, fotograma de Fort Apache. Abajo a la derecha, fotograma de La legión invencible.


Arriba, cuadro de Harold von Schmidt. Abajo, fotograma de Fort Apache.


Evidentemente, el caso de Ford no es el único de un director inspirado por obras pictóricas. Hay otros casos igualmente nítidos y, también, muy conocidos.



Arriba, cuadro de Edward Hopper. Abajo, la casa de Norman Bates en Psicosis (1960) de Alfred Hichcock.



Arriba, cuadro de Otto Dix. Abajo, fotograma de Cabaret (1972) de Bob Fosse.



A la izquierda, cuadro de Max Beckmann. A la derecha, fotograma de Cabaret (1972) de Bob Fosse.



A la izquierda, El grito de Edvard Munch. A la derecha, escena final de La invasión de los ultracuerpos (1978) de Philip Kaufman.



A la izquierda, cuadro de Johannes Vermeer. A la derecha, fotograma de El espíritu de la colmena (1973) de Víctor Erice. La composición de muchas de las escenas del interior de la casa y su tonalidad cromática tienen una acusada influencia pictórica.


Pero la influencia, en ocasiones, opera en sentido contrario. En 2011, el director de fotografía José Luis Alcaine dio a conocer el resultado de una investigación realizada por él en la que concluía que la principal inspiración de Pablo Picasso para pintar el Guernica fue el film Adiós a las armas (1932) de Frank Borzage, concretamente una secuencia que se desarrolla entre el minuto 52 y 55 de la película en la que aparecen toda una serie de elementos que aparecerán con posterioridad en la famosa obra pictórica.



Arriba, Guernica de Pablo Picasso. Abajo, imágenes de Adiós a las armas de Frank Borzage con elementos que aparecen en el cuadro: llamas, una persona que levanta las manos, una luz en medio de la oscuridad, un caballo encabritado, una mujer que coge a una niña en sus brazos, una mano extendida sobre el suelo…


No es este el único ejemplo, sino que también habría que concluir que el documental de ocho horas de Andy Warhol Empire (1964), donde vamos viendo cómo cambia la visión del Empire State Building según el momento del día en que se trate, está íntimamente relacionado con las series pictóricas de Claude Monet, en las que reflejaba los cambios que el tiempo provocaba en el aspecto visual de los elementos.


A la izquierda, serie de Claude Monet dedicada al Parlamento británico. A la derecha, fotogramas de Empire de Andy Warhol.


Finalmente, para no agotar el tema, hay que recordar las películas que, bien desde una perspectiva de ficción, bien desde una perspectiva documental, tienen como tema, precisamente, la creación artística y el hecho artístico en general: su génesis, sus implicaciones y los entornos en los que se desarrolla y los entornos que, a su vez, genera.




Imagen de El sol del membrillo (1992) de Víctor Erice, donde somos testigos de los esfuerzos del pintor Antonio López por representar con absoluta fidelidad un membrillero del jardín de su estudio.


La joven de la perla (2003) de Peter Webber: toda una reconstrucción del mundo en que vivió y desarrolló su obra el pintor Johannes Vermeer…


… como Mr. Turner (2014) de Mike Leigh hace con J. M. W. Turner.


National Gallery (2014) de Frederick Wiseman, tres horas de soberbio documental sobre la vida interior de un museo.

Como se puede ver, cuando se amplían las perspectivas, vemos que la relación entre el arte y el cine es mucho más compleja y diversa de lo que la exposición de Caixa Forum muestra. Para aproximarse con rigor a la misma, posiblemente hubiera que salirse de los esquemas convencionales y desafiar al visitante con perspectivas insólitas y enfoques inesperados, indagar en interrelaciones y conexiones escondidas, buscar más allá de los nombres conocidos y adentrarse en territorios poco transitados, que no son sólo los de los últimos veinte años, como la exposición parece querer insinuar, sino los de toda la historia del cine. Y, por qué no, intentar buscar la provocación, generar el rechazo inicial para llegar al reconocimiento de que el cine es un arte mucho más rico y complejo de lo que estamos dispuestos a aceptar con comodona estrechez de miras. De lo contrario, seguiríamos caminando por una senda en la que corremos el riesgo de que la cinefilia podría quedar convertida en un mero rincón de adormecedora nostalgia o una risible apología del narcisismo más estéril.







Provoquemos un poco. A la izquierda, cuadros de René Magritte. A la derecha, fotogramas de diversas películas. Posiblemente, estemos dispuestos a aceptar el eco del pintor belga en Fresas salvajes (1957) de Ingmar Bergman o en La dolce vita (1960) de Federico Fellini. Quizás, no tanto a admitirla en El bueno, el feo y el malo (1966) de Sergio Leone o en Pieles (2017) de Eduardo Casanova.





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