Para cualquier espectador de
cine, las trilogías de El Padrino de
Francis Ford Coppola y La guerra de las
galaxias de George Lucas pueden tener escasos puntos en común. En el primer
caso, se trataría de de una película sobre la mafia. En el segundo, de una
película de ciencia-ficción. El Padrino,
a pesar de ser una superproducción made
in Hollywood, es considerada como un prodigio artístico y filosófico. La guerra de las galaxias es vista, en
la mayoría de las ocasiones, más como un puro divertimento que como una obra
que encierre sesudas reflexiones. Si analizamos los orígenes de cada trilogía,
tampoco percibiremos demasiados contactos entre ellas.
El padrino nació como novela de la pluma del escritor
estadounidense, hijo de padres italianos, Mario Puzo (1920-1999). Fue publicada
en 1969 y representó la salvación económica para su autor que estaba al borde
la bancarrota a pesar de haber publicado previamente dos novelas (La arena sucia – 1955- y El peregrino afortunado – 1965-) que
contaron con el beneplácito de la crítica aunque no con un favor similar por
parte del público. Al convertirse la novela en un best seller inmediato, vendiendo más de diez millones de
ejemplares, atrajo la atención de la Paramount, que compró los derechos para
adaptarla al cine. Atendiendo a los
orígenes del autor y las características del argumento, el director al que le
encargaron al proyecto fue al también italo-americano Francis Ford Coppola (n.
1939). Hasta ese momento, Coppola sólo había dirigido una película de terror
producida por la factoría de Roger Corman (Dementia
13 - 1963-), una comedia (Ya eres un
gran chico – 1966-) y dos musicales (El
valle del arco iris – 1968- y Llueve
sobre mi corazón – 1969-). En un primer momento, fue bastante reticente a
aceptar el encargo ya que consideraba que la novela no se ajustaba a los temas
que le interesaban. Sin embargo, poco a poco fue haciendo suya la novela
llevándola a su propio terreno. De hecho, si se compara la estructura de la
novela con la de película se pueden apreciar sustanciales diferencias: así, la
película, por ejemplo, elimina la mayor parte de las tramas secundarias; gana
protagonismo Michael Corleone frente a su padre, Vito Corleone; gana peso el
elemento psicológico frente al sociológico; y un matiz muy importante: si las
relaciones paterno-filiales son vistas en la novela principalmente desde la
perspectiva del patriarca, en la película se contemplan desde las respectivas
perspectivas de los hijos, por lo que las relaciones conflictivas entre los
hermanos adquieren un papel principal del que carecen en la novela.
La guerra de las galaxias, a pesar de su apariencia, está más cerca
del género de la fantasía heroica que
del de la ciencia-ficción. Su mundo está más próximo a las creaciones de J. R.
R. Tolkien y de George R. R. Martin que a las de H. G. Wells, Aldous Huxley,
Isaac Asimov u Orson Scott Card. Al igual que El señor de los anillos o Canción
de hielo y fuego, La guerra de las
galaxias crea geografías originarias que prescinde de cualquier atisbo de
realidad y hasta de las leyes de la física (¿han observado que, con
independencia del planeta donde se desarrolle la acción y de las dimensiones
del mismo, el nivel de la fuerza de la gravedad nunca varía - algo
científicamente imposible-?). De hecho, para construir la historia George Lucas
(n. 1944) se basó en el pensamiento del filósofo, historiador y antropólogo
Joseph Campbell quien en sus libros, El
héroe de las mil caras: psicoanálisis del mito (1949), Las máscaras de Dios (1968) y El
vuelo del ganso salvaje (1968) estudió los arquetipos universales
existentes en los mitos y leyendas de todos los tiempos y los puntos comunes de
todos los héroes que aparecían en ellos. Como muchos héroes de sagas
legendarias, Luke Skywalker tendrá que descubrir sus verdaderos orígenes,
tendrá que pasar por duras y difíciles pruebas, pasará por un proceso que le
hará adquirir auténtica pureza, tendrá que renacer después de una traumática
experiencia y vencerá al Mal debiendo sacrificar sus propios intereses y
expectativas.
Hasta aquí, las diferencias entre
ambas series parecen abismales. Sin embargo, ambas nacen de un conjunto de
elementos que, con mayor o menor sutileza, están presentes en todas las
películas: el auge de la contracultura en Estados Unidos a finales de los años
60, la existencia de una fuerte tensión social y política con la lucha por los
derechos civiles de la minoría negra, los asesinatos de John Fitzgerald
Kennedy, de Robert Kennedy y de Martin Luther King y la guerra de Vietnam como
telón de fondo y la crisis de los géneros tradicionales en el cine de
Hollywood.
Empezando por esto último, en los años 70 se produce una reinvención
de las fórmulas tradicionales, dejando a un lado los modelos vigentes en
décadas anteriores e incorporándose al mundo de la dirección una serie de
jóvenes realizadores que habían bebido de influencias muy poderosas del cine
europeo y japonés, las cuales revitalizaron el cine estadounidense y lo dotaron
de un renovado estilo visual y narrativo.
Así, por ejemplo, el argumento
original de La guerra de las galaxias (1977)
está inspirado, directamente, del film La
fortaleza escondida (1958) de Akira Kurosawa. En el caso de El Padrino, su trama está fuertemente
influenciada por Rocco y sus hermanos (1960)
de Luchino Visconti, sobre todo en su reflejo de las diferencias de carácter y
de las tensiones entre los distintos hermanos de una familia. Esta influencia llega
al aspecto musical al ser Nino Rota el autor de la banda sonora de ambas obras
así como al aspecto narrativo a través de algunas escenas de las respectivas
películas que guardan un evidente paralelismo.
Fotograma de El Padrino: la película empieza con la
celebración de una boda.
Fotograma de El Padrino: los hermanos juntos, alrededor
de una mesa.
Hay otra influencia visual muy importante en el caso de El Padrino que es la de Iván el Terrible (1945) de Sergei M. Eisenstein. Esta película, que también es la historia de un proceso de consecución del poder absoluto, muestra la evolución del rostro del protagonista como reflejo de su propia degeneración moral.
En El Padrino se utiliza una estrategia similar. Incluso, cabe decir
que en la segunda trilogía de La guerra
de las galaxias se inspira también en ella para mostrar el proceso de
conversión de Anakin Skywalker en Darth Vader.
Fotograma de Ocho y medio
Pero, más allá de estas referencias cinematográficas, el elemento más importante a destacar es el mensaje común que ambas series encierran y que está relacionada con las circunstancias históricas en que ambas obras nacieron. Ese mensaje común tiene que ver con la quiebra del ideal con el que Estados Unidos nació y lo que hacen, tanto El Padrino como La guerra de las galaxias es retratar y denunciar esa quiebra. Ambas obras son dos caras de una misma moneda y la moneda es, en ambos casos, la corrupción del sistema y la perversión de los ideales bajo los que el mismo nació. El Padrino, al final, no es la historia de un jefe de la mafia, es la historia de cómo los hombres poderosos se mueven en la realidad aunque, en teoría, las reglas del juego son otras muy diferentes. En la primera parte, ello queda claro en la esclarecedora conversación que Al Pacino tiene con Diane Keaton cuando el primero ha regresado de Sicilia. En la segunda parte, la subtrama del senador corrupto es suficientemente ilustrativa para redondear la aseveración.
Una conversación
clave para entender toda la trilogía en la primera parte de El Padrino
La corrupción del senador Pat Geary: la corrupción de todo un sistema.
La corrupción del senador Pat Geary: la corrupción de todo un sistema.
En el caso de La guerra de las galaxias, el mensaje, aunque parezca lo contrario, es aún más nítido y evidente. La trilogía formada por los episodios I, II y III (La amenaza fantasma – 1999-, El ataque de los clones – 2002-, La venganza de los Sith – 2005-) no es más que la descripción del proceso por el que una República se transforma en un Imperio y ello en virtud de un creciente proceso de militarización que va carcomiendo, poco a poco, la naturaleza original de las instituciones.
Por tanto, más allá de sus apariencias,
tanto El Padrino como La guerra de las galaxias dan testimonio
del estado de opinión de una generación que, siendo Francis Ford Coppola y
George Lucas miembros de ella, se revolvió contra la deriva que denunciaban y
que, en gran medida, no vieron saldados con éxito sus propósitos. Ello explica,
en gran medida, el aire melancólico que envuelve a ambas historias y que no es
más que el eco de un sueño que no se acabó convirtiendo en realidad: el de
devolver a Estados Unidos a su esencia original, a sus fundamentos primigenios
como nación.
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