IDA (o no somos lo que somos sino lo que decidimos ser)



IDA (o no somos lo que somos sino lo que decidimos ser)

TÍTULO: Ida. TÍTULO ORIGINAL: Ida. 2013. NACIONALIDAD: Polonia-Dinamarca. DIRECCIÓN: Pawel Pawlikowski. GUIÓN: Rebecca Lenkiewicz y Pawel Pawkilowski. MÚSICA ORIGINAL: Kristian Eidnes Andersen. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Ryszard Lenczewski y Lukasz Zal. MONTAJE: Jaroslaw Kaminski. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Agata Kulesza, Agata Trzebuchowska, Joanna Kulig, Dawid Ogrodnik, Adam Szyszkowski, Jerzy Trela. PÁGINA WEB OFICIAL: http://www.caramelfilms.es/site/sinopsis/ida.

Hay en esta película dos referencias musicales que, sin parecer que digan mucho, dicen más de lo que, en un primer momento, podemos llegar a percibir. La primera, es una vieja conocida en este blog: el Preludio Coral en Fa-menor Ich ruf zu dir, Herr Jesu Christ (BWV 639) de Johann Sebastian Bach.






Recordemos que aparecía en Nymphomaniac de Lars von Trier y ya, en la reseña de esta película, hablamos de que era el tema central de la banda sonora de Solaris (1972) de Andrei Tarkovski. Tanto este film como el de von Trier tiene en común con Ida que se tratan todos ellos de viajes interiores cuyo destino no está en ninguna parte sino, en realidad, en el centro de las almas de sus propios protagonistas.

La segunda referencia, más tangencial, es la canción italiana 24 mila baci, interpretada originalmente por Adriano Celentano.






Esta canción también aparecía en ¿Te acuerdas de Dolly Bell? (1981) de Emir Kusturica, película que narraba la historia de iniciación de un niño en el Sarajevo anterior a la disolución de Yugoslavia.

Uniendo estos dos hilos, podemos decir, sin temor a equivocarnos, que Ida es una historia de iniciación y de búsqueda interior y, aunque las referencias a la historia de Polonia durante la II Guerra Mundial y la posguerra son fundamentales para entender lo que se nos narra, de lo que la película nos habla, en realidad, es sobre cómo actuamos y cómo podemos actuar en un contexto difícil y abrumador.







Para mostrar la rigurosidad férrea de ese contexto, Pawlikowski elige una estrategia visual radical que lleva hasta sus últimas consecuencias. Por un lado, opta por una pantalla cuadrada en formato 4:3 (algo similar a lo que ha hecho Wes Anderson en buena parte de El Gran Hotel Budapest) lo cual, además de remitir al pasado (en consonancia con el momento histórico en que tiene lugar la trama), ayuda a crear un clima asfixiante que impregna sutil y subliminalmente toda la narración. Por otro lado, casi toda la película ha sido rodada con una cámara fija, completamente estática, que no realiza ningún movimiento y que deja un amplio espacio vacío alrededor de los actores en metáfora de la ausencia de referencias, de horizontes y de salidas en la que los personajes se deben mover.

Historia de una novicia que, poco antes de tomar los votos definitiva, descubre que pertenece a una familia judía, más allá de realizar un duro retrato de la sociedad polaca posterior a 1945 y, en particular, de su deliberada amnesia sobre la presencia del holocausto en su país, acaba siendo una reflexión sobre la necesidad individual de elegir el propio destino y construir la identidad más allá de lo que nuestra sangre y  nuestros genes pudieran indicar. Cuando, en la última escena, la cámara pierde su estaticidad y adquiera movilidad tras ochenta minutos de quietud, reparamos en que la protagonista ha decidido su camino y que, nos parezca discutible o no, ello es mejor que vivir en un eterno callejón sin salida ajeno a la identidad que nuestra voluntad ha decidido forjar.



Nota (de 1 a 10): 8,25.

Lo que más me gustó: Su planteamiento estético. Su magnífico sentido del encuadre y la composición. Su fotografía. La secuencia en el bosque.

Lo que menos me gustó: En algunos momentos, llega a ser un poco rígida.





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