Hoy, en mi blog de cine, publico
un post especial sobre películas relacionadas
(directa o indirectamente) con la Navidad. Algún título es menos evidente de lo
que parece. Pero es que siempre hay que intentar huir de lo obvio.
CLÁSICOS ETERNOS
¡QUÉ BELLO ES VIVIR! (1946) de Frank Capra
TÍTULO: ¡Qué bello es vivir! TÍTULO ORIGINAL: It’s a Wonderful
Life. AÑO: 1946. NACIONALIDAD: Estados
Unidos. DIRECCIÓN: Frank Capra. GUIÓN: Frances Goodrich, Albert
Hackett, Frank Capra y Jo Swerling, según una historia de Philip Van Doren
Stern. MÚSICA ORIGINAL: Dimitri Tiomkin. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Joseph F.
Biroc, Joseph Walker y Victor Milner. INTÉRPRETES PRINCIPALES: James Stewart, Donna Reed, Lionel Barrymore,
Thomas Mitchell, Henry Travers, Beulah Bondi, Frank Faylen, Ward Bond, Gloria
Grahame, H. B. Warner, Todd Karns, Samuel S. Hinds, Mary Treen, Frank Albertson.
El hecho de que ¡Qué bello es
vivir! se haya convertido en la película navideña por antonomasia se debe,
en gran medida, a un error administrativo. Los derechos originales de este
título estaban en posesión de Liberty Films, compañía que fue adquirida por la
Paramount Pictures en 1951. La Paramount decidió vender, en 1955, una serie de
derechos (entre los que se incluían los de esta película) a la U. M&M TV
Corp., la cual, a su vez, los vendió con posterioridad a la National Telefilm
Associates (NTA), que cambiaría su denominación por la de Republic Pictures. En
1946, los derechos de copyright estaban vigentes por un período de 28 años. Cuando,
en 1974, había que proceder a renovarlos, la Republic Pictures se equivocó al
realizar los trámites, de modo que el film pasó a ser de dominio público y las
televisiones pudieron emitirlo libremente sin ningún tipo de cortapisas
(únicamente, había que pagar los derechos al autor de la historia, Philip Van
Doren Stern, que sí supo renovar los suyos correctamente). Por ello, no había
Navidad en que, a través de algún canal de televisión, se emitiera la cinta,
convirtiéndose esta emisión en una tradición más de estas fechas, al igual que
la del Concierto de Año Nuevo en Viena o la retransmisión de las doce
campanadas desde la Puerta del Sol de Madrid (sólo en 1993, la Republic
Pictures consiguió que los tribunales estadounidenses volvieran a reconocerle
sus derechos sobre la película y, aunque ello provocó que su ritmo de emisión
haya disminuido, su prestigio ya se había aquilatado lo suficiente como para
que ese hecho hiciera algún tipo de mella en el mismo).
Cuento todo esto porque nos equivocaríamos si viéramos ¡Qué bello es vivir! únicamente como una
película navideña porque, como todo el cine de Capra, es mucho más de lo que
las apariencias nos pueden hacer pensar.
El cine de Frank Capra es inseparable de la etapa del New Deal del presidente Roosevelt. Pero, huyendo de cualquier afán propagandista, su obra se centra, sobre todo, en los afanes, ilusiones, esperanzas y expectativas de quienes estaban sufriendo los efectos de la Depresión del 29. Si queremos revisar la mentalidad de esos años, es imprescindible acudir a revisar Sucedió una noche (1934), El secreto de vivir (1936), Vive como quieras (1938), Caballero sin espada (1939) o Juan Nadie (1941). Lo que convierte a Capra en un autor con una personalidad propia indiscutible es que se enfrenta a su época desde el optimismo (cuando se habla de “autor” se no suele venir a la cabeza los nombres de directores sombríos y oscuros pero ello, obviamente, no es más que una falsa idea preconcebida). Y ese optimismo no es un estado de ánimo vacuo o impostado. Se asienta en su creencia en la dignidad de todos los seres humanos y en su derecho a buscar la felicidad sin que las imposiciones autoritarias de los poderosos se lo impidan. ¡Qué bello es vivir! es la quintaesencia de su filosofía de la vida y la expresión máxima de su forma de entender el cine.
¡Qué bello es vivir! sucede en Navidad porque sólo es en estas
fechas cuando nos enfrentamos a determinados tipos de vivencias: acaba un año y
es inevitable hacer una recapitulación sobre el mismo y trazar un plan para el
año que entra; nos encontramos con los seres queridos, con los amigos, con los
conocidos; hay que parecer alegres, con independencia de lo que sintamos
realmente en esos momentos; y, por todo ello, al final, es inevitable que hagamos
balance de nuestra vida. Eso es lo mismo que le sucede a George Bailey,
protagonista de la película, interpretado con un soberbio James Stewart. (En
realidad, habría que destacar el magnífico trabajo de todo el espléndido
reparto: ver juntos, además de al protagonista, a Donna Reed, a Lionel
Barrymore, Thomas Mitchell, Henry Travers, Beulah Bondi, Ward Bond, Gloria
Grahame o H. B. Warner es todo un lujo).
James Stewart
Donna Reed
Lionel Barrymore
Thomas Mitchell
Ward Bond
Gloria Grahame
George Bailey dudará sobre el sentido de su presencia en el mundo y se
sentirá un ser insignificante cuya vida es completamente intrascendente. Todos
sabemos que, al final, se le mostrará que ello no es así. Pero lo más
importante, paradójicamente, no es el desenlace (aunque será lo que cualquier
espectador recuerde al oír hablar de la película). Lo verdaderamente importante
es el proceso que lleva a ese desenlace: el resumen de una vida llevada con
ética y honestidad. A pesar de la intensa emoción que embarga la secuencia
final, no podemos ignorar que es en todo lo que hemos visto con anterioridad
donde reside la clave real del film y lo que acaba de darle todo su auténtico
sentido.
Nota (de 1 a 10): 10.
Lo que más gustará: Las interpretaciones de todo el reparto. Su
magnífico guión. Su emocionante final.
Lo que menos puede gustar: ¿Demasiada emoción para quien sea de lágrima
fácil?
TÚ Y YO (1939 y 1957) de Leo
McCarey
Ficha artística de la versión
de 1939
TÍTULO: Tú y yo. TÍTULO
ORIGINAL: Love Affair. AÑO: 1939. NACIONALIDAD: Estados
Unidos. DIRECCIÓN: Leo McCarey. GUIÓN: Delmer Daves y Donald Ogden
Stewart, según una historia de Mildren Cram y Leo McCarey. MÚSICA ORIGINAL: Roy
Webb. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Rudolph Maté. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Irene
Dunne, Charles Boyer, Maria Ouspenskaya, Lee Bowman, Astrid Allwyn, Maurice
Moscovitch.
Ficha artística de la versión
de 1957
TÍTULO: Tú y yo. TÍTULO
ORIGINAL: An Affair to Remember. AÑO: 1957. NACIONALIDAD: Estados
Unidos. DIRECCIÓN: Leo McCarey. GUIÓN: Delmer Daves, Donald Ogden
Stewart y Leo McCarey, según una historia de Mildren Cram y Leo McCarey. MÚSICA
ORIGINAL: Hugo Friedhofer. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Milton R. Krasner. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Cary Grant,
Deborah Kerr, Richard Denning, Neva Patterson, Cathleen Nesbitt, Robert Q.
Lewis, Charles Watts, Fortunio Bonanova.
Que esta película tenga dos
versiones con tanto puntos en común (la gran diferencia aparente es que la
primera versión es en blanco y negro y la segunda en color, aunque después
hablaremos de ello) resulta extraño. Más extraño aún cuando ambas películas son
del mismo director (Leo McCarey, realizador de clásicos como Sopa de ganso -1933-, Dejad paso al mañana -1937-, Siguiendo mi camino -1944- o Las campanas de Santa María -1945-), lo
cual nos obliga a pararnos a pensar sobre cuáles fueron sus motivaciones para
dirigir dos veces la misma historia. El antecedente más obvio que existe es el
de El hombre que sabía demasiado de
Alfred Hitchcock, que cuenta con una versión británica de 1934 y una versión
estadounidense de 1956. Sin embargo, en este caso está claro que la segunda
versión es claramente superior y que el remake
vino motivado porque el maestro del suspense quedó, probablemente, insatisfecho
con la primera versión del film (en su famosa entrevista con Truffaut manifestó
que “digamos que la primera versión la hizo un aficionado con talento mientras
que la segunda la hizo un profesional”). ¿Por qué McCarey retomó el mismo guión
después de dieciocho años? Es difícil dar una respuesta a esa pregunta pero si
comparamos ambas películas, nos daremos cuenta que, entre ellas, hay
diferencias. No es menos cierto que son de matices, de matices excesivamente
sutiles, pero los matices, a veces, importan.
Lo primero que habría que decir
es que McCarey hizo un esfuerzo consciente para no mimetizar el film de 1957 en
función del film de 1939. Así, por ejemplo, en la primera escena, en la que
llega un telegrama al protagonista, en la primera versión el botones del barco
se le enfoca desde atrás mientras que, en la segunda, es enfocado desde
adelante; en el primer encuentro entre los protagonistas, Charles Boyer está en
la derecha de la pantalla e Irene Dunne en la izquierda, mientras que en el remake es al revés: Cary Grant está en
la izquierda y Deborah Kerr en la derecha; en la escena en la que el Empire
State Building se refleja en el cristal de una ventana, el edificio aparece a
la izquierda de la protagonista mientras que en la versión de 1957 aparece a su
derecha; en el momento final, en la primera película la protagonista es
enfocada desde nuestra derecha, mientras que, en la segunda, es enfocada desde
nuestra izquierda. Podríamos enumerar muchos cambios similares más en la planificación
visual de las escenas que hacen que una película no sea una mera réplica de la
otra. (También es significativo lo que no cambia: la vista del Empire State
Building cuando la protagonista sufre el accidente es prácticamente la misma.)
La segunda diferencia entre las
dos versiones es, obviamente, la del actor protagonista. Mientras que la
interpretación de Charles Boyer en la primera versión de 1939 es muy buena, la
de Cary Grant en la de 1957 no es que también lo sea sino que el personaje está
hecho completamente a la medida del actor, de forma que uno y otro encajan como
un guante en su mano. Casi cabría decir que si hay algún elemento que
permitiría decantarnos por una de las dos películas, es, precisamente, la
actuación de Cary Grant en el remake
cuyo carisma y personalidad refuerzan, de modo indiscutible, el tono del film.
(Por contra, en mi opinión, Irene Dunne se adapta mucho mejor a su personaje
que Deborah Kerr, no tanto por la calidad de la interpretación –que, en ambos
casos, es magnífica- sino por la distinta personalidad de las respectivas
actrices).
Pero la gran diferencia es, sin
duda, que la versión de 1957 es mucho más luminosa que la de 1939, que incide más
en los elementos tristes y sombríos. Así, varios detalles de humor con los
pasajeros y la tripulación del barco en la primera mitad del film están
presentes en el remake pero no en la
película original. La escena en la segunda versión en la que Cary Grant es entrevistado en la televisión no tiene su
momento paralelo en la primera. Igualmente, la escena de la protagonista en el
hospital es más breve y menos dramática en el remake que en la película original. En la película de 1939, los
niños a los que la protagonista da clases de música son de un orfanato mientras
que en la segunda son niños de familias modestas de Nueva York. El efecto del
blanco negro y del color y del cinemascope en uno y otro film tampoco es
desdeñable. Posiblemente, McCarey pudo pensar que la historia no debía
desprender un halo de tristeza sino, más bien, de optimismo y esperanza y está
claro que el remake acaba teniendo
una alegría de la que carece la película original.
Aunque lo que, sin duda, tienen en
común ambos títulos es situar en la Navidad el momento cumbre (de forma más
notoria en la película de 1939) y esa decisión no es en absoluto baladí. Porque
es en esas fiestas cuando afloran los recuerdos por los seres queridos que ya
no están con nosotros, cuando nos reencontramos con personas a quienes les
hemos perdido la pista y cuando los sentimientos y las emociones están a flor
de piel. Y ese contexto hace posible que la última escena tenga pleno sentido y
justificación. Aunque la Navidad sólo aparece en el tramo final del film, nunca
ha estado tan justificado en un guión el situar la trama o parte de ella en
estas fiestas. Porque, en cualquier otro momento del año, el momento mágico del
desenlace de esta historia no hubiese podido tener la fuerza que aún hoy sigue
conservando.
Nota (de 1 a 10): 9.
Lo que más gustará: Su romanticismo sin complejos.
Lo que menos puede gustar: Tener que elegir entre una de las dos
versiones.
PLÁCIDO (1961) de Luis García Berlanga
TÍTULO: Plácido. TÍTULO
ORIGINAL: Plácido. AÑO: 1961. NACIONALIDAD: España. DIRECCIÓN: Luis García
Berlanga. GUIÓN: Luis García Berlanga, Rafael Azcona, José Luis Colina y José
Luis Font. MÚSICA ORIGINAL: Miguel Asins Arbó. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA:
Francisco Sempere. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Cassen, José Luis López Vázquez,
Elvira Quintillá, Manuel Alexandre, Mario Bustos, María Francés, Mari Carmen
Yepes, Jesús Puche, Roberto Llamas, Amelia de la Torre, Juan G. Medina, José
María Caffarel, Xan das Bolas, Fernando Delgado, Laura Granados, Juan Manuel
Simón, José Orjas, Erasmo Pascual, Agustín González, Luis Ciges, Julia Caba
Alba, Antonio Ferrandis, Amparo Soler Leal.
Si en las dos películas anteriores, la Navidad representa una fecha
mágica y emocionante, en este film de Berlanga la visión es completamente
distinta. Siendo el tema central del film una campaña caritativa que tiene por
nombre “Ponga un pobre en su mesa”, toda la película es un amargo y ácido
ataque contra la hipocresía de estas fiestas. Tremendamente cáustica, como
todas las obras que nacieron de la colaboración de Berlanca con Rafael Azcona,
su moraleja es que todas las buenas intenciones de las que hablamos en Navidad
son, simplemente, mentira.
Las andanzas de un pobre hombre que quiere evitar que le protesten una de
las letras que ha de pagar por el motocarro con el que se gana la vida son la
excusa para desmontar la doblez y las falsas apariencias que, en el fondo, no
serían patrimonio exclusivo de estas fiestas sino que acabarían dominando todas
las actitudes y comportamientos. Más que una película navideña, Plácido sería la película para aquellos
espectadores que no comparten el ambiente de euforia en el que parece que hay
que estar inmersos en estas fechas.
Con su magnífico reparto y el espléndido buen hacer del director, Plácido es, indiscutiblemente, una de
las obras maestras de la historia del cine español.
Nota (de 1 a 10): 10.
Lo que más gustará: Su tono desmitificador de la Navidad. Las
actuaciones de todo su reparto. El ácido guión.
Lo que menos puede gustar: No deja resquicio alguno al optimismo.
JOYAS OCULTAS
FELICIDADES (2000) de Lucho Bender
TÍTULO: Felicidades. TÍTULO
ORIGINAL: Felicidades. AÑO: 2000. NACIONALIDAD: Argentina. DIRECCIÓN:
Lucho Bender. GUIÓN: Lucho Bender, Pablo Cedrón y Pedro Loeb. MÚSICA ORIGINAL:
Andrés Goldstein y Daniel Tarrab. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Daniel Sotelo. INTÉRPRETES
PRINCIPALES: Luis Machín, Gastón Pauls, Silke, Pablo Cedrón, Carlos Belloso,
Marcelo Mazzarello, Alfredo Casero, Cacho Castaña, Fabián Arenillas, Eduardo
Ayala, Federico Cammarota, Fatty Iastrebner.
Si pensamos en la iconografía típica de la Navidad, vendrá a nuestra
mente el frío, la nieve y el fuego de una chimenea. Pero, claro está, eso es en
el Hemisferio Norte. Porque, en el Hemisferio Sur, la Navidad significa el
calor y el atosigamiento del verano. Podemos verlo en Felicidades, una película
argentina que cuenta cómo pasan la Nochebuena una serie de personajes envueltos
en toda una serie de surrealistas y kafkianas circunstancias.
Todas las circunstancias
(aparentemente autónomas) que articulan la trama veremos que acabarán estando,
más o menos, relacionadas pero, por encima del artificio, el film nos dejará el
agridulce sabor de boca de que la jornada festiva no es más que un ilusorio
paréntesis en el que creeremos escapar de un presente que no nos ofrece ninguna
escapatoria. Por ello, el villancico que suena como música de fondo al final
del film nos deja un regusto de triste melancolía, aún más triste y melancólico
que el regusto que los villancicos suelen dejarnos.
Nota (de 1 a 10): 8.
Lo que más gustará: La inteligencia de su guión.
Lo que menos gustará: Los personajes no acaban encontrando su
redención.
2046 (2004) de Wong Kar Wai
TÍTULO: 2046. TÍTULO
ORIGINAL: 2046. AÑO: 2004. NACIONALIDAD: Hong
Kong-China-Francia-Italia-Alemania. DIRECCIÓN Y GUIÓN: Wong Kar Wai. MÚSICA
ORIGINAL: Shigeru Umebayashi. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Christopher Doyle y Kwan
Pung-Leung. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Tony Leung, Gong Li, Wong Faye, Kimura
Takuya, Zhang Ziyi, Carina Lau, Maggie Cheung.
2046 es una de las obras maestras de la pasada década y, por ello,
habrá que dedicarle un espacio más amplio en este blog junto a su primera
parte: Deseando amar (2000). Pero hoy
hay que traerla a colación para ver cómo una cultura tan aparentemente alejada
de la occidental como la china, también es capaz de percibir lo especial que
estas fiestas tienen. Aparentemente, esta película tiene poco de navideña.
Pero, si analizamos su trama, veremos que esa fecha tiene mucho más peso de lo
que una primera visión nos puede hacer creer.
“Todos los recuerdos son surcos
de lágrimas”. Esa es la primera frase de la película. Y en Navidad es cuando
esa frase es más cierta que en cualquier momento del año. Deliberadamente, el
director elige varias Nochebuenas como los momentos de encuentro del
protagonista (Tony Leung) con las mujeres que se cruzan en su vida. El 24 de
diciembre de 1966, con Lulú/Mimí, papel interpretado por Carina Lau. El 24 de
diciembre de 1967, acaba cenando con Bai Ling (Zhang Ziyi), la mujer con la que
tendrá encuentros y desencuentros y que tendrá el protagonismo del
desesperanzador desenlace. El 24 de diciembre de 1968, cenará con la hija del
dueño del hotel en el que se hospeda, Wang Jing-wen (papel interpretado por
Wong Faye) y, con ella, tendrá un gesto que sólo en Navidad es posible: el
llevarla al periódico donde él trabaja para que pueda llamar a Tokio y hablar
con su novio (aunque sus pretensiones originales eran otras). Y descubrirá,
entonces, el misterio que encierran los compartimentos 1224 y 1225 del tren en
el que se desarrolla el relato de ciencia-ficción que está escribiendo: 1224 y
1225 son las fechas de la Navidad, las fechas en que “necesitamos más calor
humano del habitual”.
Y con esa convicción, viajará a
Singapur el 24 de diciembre de 1969, para encontrarse con Su Li-zhen (papel que
interpreta Gong Li), la mujer que oculta bajo un guante su mano izquierda como
símbolo de su pasado inaccesible. Pero no podrá encontrarla porque esa mujer es
un agujero negro que constituye un enigma irresoluble e inalcanzable. Y será
inevitable llegar a la conclusión de que, efectivamente, todos los recuerdos
son surcos de lágrimas… Y si es Navidad, ello es aún más cierto y verdadero.
Nota (de 1 a 10): 10.
Lo que más gustará: Su fuerza poética. Su poderío visual. Su mezcla
de géneros (melodrama, reconstrucción histórica, ciencia-ficción…). Su absoluta
originalidad.
Lo que menos puede gustar: Su extraño carácter no la hace apta para
el gran público.
EL CANT DELS OCELLS (2008) de Albert Serra
TÍTULO: El cant dels ocells. TÍTULO
ORIGINAL: El cant dels ocells. AÑO: 2008. NACIONALIDAD: España. DIRECCIÓN
Y GUIÓN: Albert Serra. MÚSICA: Aunque el film no tiene música original, merece
destacarle la inclusión en la banda sonora de El cant dels ocells (“El canto de los pájaros”), canción popular
catalana, interpretada por Pau Casals, en el momento más emocionante de la
trama. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Jimmy Gimferrer y Neus Ollé-Soronellas. INTÉRPRETES
PRINCIPALES: Victòria Aragonés, Lluis Carbó, Mark Perenson, Lluís Serrat
Batlle, Lluís Serrat Masanellas, Montse Triola.
Para acabar, vamos a hablar de una rareza absoluta. Albert Serra es un
director cuyos títulos (entre otros, Honor
de caballería -2006-, Els noms de
Crist -2010- o Història
de la meva mort -2013, aparte del film que aquí referimos) están
completamente alejados de los cauces convencionales. En este caso, lo que se
nos narra es el viaje de los tres Reyes Magos para adorar al niño que ha nacido
en Belén. Pero, evidentemente, la forma de contárnoslo no tiene nada de
previsible.
Porque las conversaciones que van jalonando el viaje carecen,
completamente, de toda trascendencia. Parecen, más bien, sacadas de
documentales como En construcción (2001)
de Jose Luis Guerín o El cielo gira (2004),
es decir, aparentemente cháchara intrascendental que no parece la apropiada
para quienes van a cumplir con tan alta misión para rendir honores al Mesías.
Sin embargo, en medio del enorme vacío rodado en el desierto de Canarias, surge
un momento indescriptible, dotado de una magia que no podemos definir pero que
es palpable en la pantalla: aquel en que los Reyes se postran ante Jesús
mientras suena de fondo El cant dels
ocells interpretado por Pau Casals. Esa escena viene a ser el punto de fuga
de toda la película, el momento en el que debemos meditar para huir de la nada
que envuelve al resto del metraje, el asidero que constituye, quizás, la única
esperanza posible.
Nota (de 1 a 10): 7.
Lo que más gustará: El momento de la Adoración. Su peculiar y
soterrado sentido del humor.
Lo que menos puede gustar: Es una rareza absoluta.
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