CANÍBAL (o, a veces, un cadáver pesa menos que un corazón destrozado *)
TÍTULO: Caníbal. TÍTULO
ORIGINAL: Caníbal. AÑO: 2013. NACIONALIDAD: España- Rumanía-Rusia-Francia. DIRECCIÓN:
Manuel Martín Cuenca. GUIÓN:
Alejandro Hernández Díaz y Manuel Martín Cuenca. INTÉRPRETES
PRINCIPALES: Antonio de la Torre, Olimpia Melinte, Alfonsa Rosso, Delphine
Tempels, Joaquín Núñez, Yolanda Serrano, Gregory Brossard, Manuel Solo. PÁGINA
WEB OFICIAL: http://golem.es/canibal/.
Manuel Martín Cuenca es un director especializado en retratar heridas sin
cicatrizar, en heridas que permanecen ocultas al espectador, incluso a los
propios protagonistas de sus películas, haciendo imposible su cura y remedio. A
los films del director almeriense les son aplicables los versos de Antonio
Machado que dicen aquello de que “…
borrada la historia/contaba la pena”. En Malas temporadas (2005), éramos testigos de cómo una serie de
personajes se sentían fuera de lugar, desconectados del mundo, traumatizados
por acontecimientos que no se nos desvelaban, paralizados en su propia frustración, quedando todas las tramas
resumidas y simbolizadas en la historia del adolescente que se negaba a salir
de su cuarto. En La mitad de Óscar (2010),
dos hermanos excelsamente interpretados por Verónica Echegui y Rodrigo Sáenz de
Heredia nos transmitían una complicada historia familiar con una grandiosa
sutileza, revelándonos el drama escondido sólo casi al final de la película con
un gesto (con un simple gesto) que explicará los silencios, las miradas
esquivas y los miedos reprimidos. El estilo depurado del que ha hecho gala este
director llega a su máxima expresión con la terrible historia que cuenta Caníbal. Evidentemente, la película,
desde su mismo título, ya pone las cartas sobre la mesa pero, a partir de ahí,
no se recrea ni en el morbo ni en la exposición de psicologías retorcidas al
estilo de El silencio de los corderos (1991)
o Seven (1995). Es la disección fría
e implacable de cómo el vacío, la nada pueden ser la envoltura perfecta para
los secretos más inconfesables.
Caníbal se desarrolla en el contexto de una ciudad de provincias
(que podría ser la ciudad de provincias de cualquier país o de cualquier lugar)
donde nada reseñable parece acontecer. Pero, si en las películas, por ejemplo,
de Claude Chabrol, o en Nunca pasa nada (1963)
de Juan Antonio Bardem, se partía de la fachada, de la apariencia y se iban
revelando las tensiones soterradas, aquí el proceso es el inverso. Lo primero
que se nos muestra es la maldad inexplicable y, a continuación, vemos el
entorno donde se desarrolla la historia, de forma que el mismo viene a ser la
coartada perfecta para ocultar un delito. De ahí surge otro elemento diferencial
de esta película: frente a lo que es habitual en muchos thrillers criminales, que se desarrollan en escenarios típicamente
urbanos donde el anonimato permite una amplia libertad de maniobra, aquí la
impunidad es posible gracias al estatus alcanzado en una comunidad pequeña y cerrada.
Martín Cuenca demuestra una
excepcional maestría narrativa al reducir los elementos explícitos a su mínima
expresión y fiarlo todo a la asociación de ideas que genera una suma de
imágenes y detalles cuidadosamente seleccionados. Igualmente, cabe destacar las
inmensas actuaciones de Antonio de la Torre y de Olimpia Melinte (en un doble
papel) que otorgan plena credibilidad a sus respectivos personajes.
Todo el conjunto está impregnado
de una impresionante gelidez que va en paralelo a la insensibilidad del
protagonista y a su incapacidad para asumir sus propios deseos y sentimientos. La
película no ofrece abiertamente una explicación de la conducta del personaje
principal y deja al espectador la reflexión sobre el sentido profundo del
sinsentido, de modo que la mirada final de Antonio de la Torre es una
interrogación que se abre ante nosotros, dejándonos en la desazón y evitando
cualquier tipo de falsa redención o engañosa justicia.
Nota (de 1 a 10): 8.
Lo que más me gustó: La interpretación de Antonio de la Torre. Su
excepcional maestría narrativa.
Lo que menos me gustó: Su frialdad puede descolocar a muchos
espectadores.
* La frase “un cadáver pesa más
que un corazón destrozado” pertenece a la novela El sueño eterno (1939) de Raymond Chandler.
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