LA CAZA (o cuando
nada puede volver a ser igual)
TÍTULO: La caza. TÍTULO
ORIGINAL: Jagten. AÑO: 2012. NACIONALIDAD: Dinamarca. DIRECCIÓN: Thomas
Vinterberg. GUIÓN: Tobias Lindholm
y Thomas Vinterberg. MÚSICA ORIGINAL: Nikolaj Egelund. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Mads
Mikkelsen, Thomas Bo Larsen, Annika Wedderkopp, Lasse Fogelstrom, Susse Wold,
Anne Louise Hassing, Lars Ranthe, Alexandra Rapaport, Ole Dupont. PÁGINA WEB
OFICIAL: http://www.magpictures.com/thehunt/.
Sólo la obra de Carl Theodor Dreyer (realizador de obras maestras como La pasión de Juana de Arco -1928-, Vampyr -1932- y, ya en su propio país, Dies Irae -1943-, Ordet (La palabra) -1955- y Gertrud
-1964-) serviría para convertir a la cinematografía danesa en una de las
más importantes del continente europeo. Sin embargo, a mediados de los 90, la
aparición del movimiento Dogma 95 (liderado por el siempre polémico Lars von
Trier y Thomas Vinterberg, director de La
caza) significó un notable impulso al cine de este país. El movimiento
Dogma defendía un cine sin ningún tipo de efectos especiales de forma que los
rodajes se efectuarían en localizaciones reales (sin creación alguna de
decorados), no se añadiría ningún sonido adicional al registrado durante la
grabación de la acción (por lo que no habría banda sonora a menos que la música
se reprodujera durante la misma – a través de, p. ej., una radio o un
reproductor de compact-discs-), se
rodaría cámara en mano, quedaban prohibidos los efectos ópticos y los filtros,
no se harían películas de género, el formato utilizado sería el de 35 mm y el
nombre del director no aparecería en los títulos de crédito (para reforzar la
idea de que este se limitaba a reproducir una historia realista sin ningún tipo
de creativo añadido visual).
Siguiendo los preceptos de este movimiento, Thomas Vinterberg dirigió Celebración (1998) y Lars von Trier, Los idiotas (1998) y, posteriormente, fueron
realizados, entre otros, los films The
King is Alive (2000) de Kristian Levring, Mifune (1999) de Soren Kragh-Jacobsen o Italiano para principiantes (2000) de Lone Scherfig, extendiéndose
su influencia a otros países como Francia (Lovers
-1999- de Jean-Marc Barr), Estados Unidos (Julien Donkey-Boy -1999- de Harmony Korine), Países Bajos (Interview -2003- del malogrado Theo van
Gogh) o España (Érase otra vez -2000-
y Días de boda -2002- de Juan Pinzás).
Pero, ante la rigidez de los principios de esta corriente, la misma se fue
desinflando y sus propios promotores se inclinaron llevar sus carreras por
otros rumbos (en cierto modo, su efervescencia inicial y su abrupto final guardan
un considerable paralelismo con la evolución que vivió el neorrealismo
italiano).
En 2004, Thomas Vinterberg realizó Querida
Wendy, una película que se apartaba ostensiblemente de las directrices del
movimiento. Con una maravillosa banda sonora, compuesta por canciones de The
Zombies (lo cual traicionaba uno de los principios que, con anterioridad, el
director había defendido), el film nos trasladaba a un pueblo indeterminado de
Estados Unidos, sin una referencia temporal concreta, para contar una historia
sobre la obsesión por las armas de fuego y sus consecuencias. La caza se relaciona temáticamente con Querida Wendy más de lo que parece, aunque,
visualmente, sea bastante distinta a ella. Y ello porque, sin regresar a la
sobriedad máxima de las películas del Dogma, se aleja del preciosismo de Querida Wendy para quedar en una especie
de término medio entre ambas concepciones (a continuación, diremos qué es lo
que no nos gusta de la opción elegida).
Decimos que ambas historias están relacionadas porque, de fondo, y
ocupando, aparentemente, un lugar secundario, está la afición a la caza de los protagonistas
masculinos de la película. Y decimos que es aparentemente secundario porque la
trama principal del film es, de hecho, una cacería, no a un animal sino a un
hombre (un profesor de guardería, interpretado por Mads Mikkelsen, a quien ya
vimos como Le Chiffre en Casino Royale -2006-
de Martin Campbell) que será falsamente acusado de pederastia. A partir del
momento en que surge la acusación, una dinámica diabólica se pone en marcha y
no habrá nadie (ni tan siquiera el propio afectado) que sea capaz de detenerla.
Cuando en 2004, Vinterberg y von Trier (guionistas de Querida Wendy) dijeron que esa película no era, en realidad, una
crítica a la afición en Estados Unidos por el uso de las armas de fuego,
podemos decir (una vez vista La caza)
que, a pesar de lo chocante de la frase, había mucho de verdad en ella. Porque,
en ambos films, la utilización de las armas viene a ser una metáfora del poder
de la masa para subyugar a un individuo, para castigarlo aunque, en realidad,
no sea merecedor de castigo alguno.
Pudiendo expresar esta idea central con gran sutileza a través de un
magnífico guión, la principal pega es que la realización, contenida y, en
muchos momentos, excesivamente pulcra, carece de la tensión que le vendría bien
para estar en consonancia con una historia con tanta violencia implícita. A
pesar de ello, cuando veamos la última escena, sin necesidad de palabras ni
frases rimbombantes, tendremos clara la verdad terrible que esconde La caza: cuando has quedado marcado por
la colectividad, conservarás el estigma para siempre y no podrás escapar de él.
Por su propio desarrollo y por ese brillante broche final, podemos afirmar, sin
temor a equivocarnos, que La caza es
una película que merece la pena no perderse.
Nota (de 1 a 10): 7.
Lo que más me gustó: La solidez del guión.
Lo que menos me gustó: A la historia le convendría más tensión en la
realización.
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