TO THE WONDER (o cuando no encontramos lo que buscamos)
TÍTULO: To
the Wonder. TÍTULO
ORIGINAL: To the Wonder. AÑO: 2012. NACIONALIDAD: Estados
Unidos. DIRECCIÓN Y GUIÓN: Terrence Malick. MÚSICA
ORIGINAL: Hanan Townshend. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Ben Affleck, Olga
Kurylenko, Rachel McAdams, Javier Bardem, Tatiana Chiline, Romina Mondello,
Tony O’Gans, Charles Baker, Marshall Bell. PÁGINA WEB OFICIAL: http://www.tothewonder.es/.
Posiblemente, él no desea que ello sea así, pero Terrence Malick se ha
convertido en uno de los directores más polémicos de los tiempos actuales. Esta
circunstancia puede resultar chocante por varios motivos. El primero, porque es
un director esteticista con un estilo poético y preciosista que no pretende
abordar temas que provoquen fuertes divisiones sociales. El segundo, porque sus
tres primeras películas, rodadas en un período de 25 años (Malas tierras -1973-, Días del
cielo -1978- y La delgada línea roja -1998-),
consiguieron el aprecio de la crítica y la recepción entusiasta de un sector
del público, pero sin que su nombre estuviera asociado a algún tipo de querella
intelectual. Si ya El Nuevo Mundo (2005)
provocó cierta sorpresa por su tratamiento de la historia de Pocahontas, con El árbol de la vida (2011) llegó un
debate no poco agrio.
En el blog, ya dejamos constancia de que las opiniones sobre el film
habían estado fuertemente divididas y, desde entonces, las posiciones han pasado a ser irreconciliables: por un
lado, están los malick-maníacos
(entre los que me incluyo) y están los enemigos acérrimos de su estética y de
su forma de entender el cine. Si Carl Theodor Dreyer pudo desarrollar su carrera con una relativa tranquilidad (quizás, porque pocos
estaban pendientes del cine de su Dinamarca natal) y pudo realizar sus películas
sobre temas espirituales sin demasiadas presiones, estos tiempos que corren son
diferentes. Parece que no basta con aceptar que a quien le guste las películas
de Malick vaya a verlas y que a quien no le guste no se gaste su dinero en un
film del director de Illinois. Parece que molesta que alguien hable de temas
filosóficos y religiosos, alejado de cualquier visión materialista y, sobre
todo, no inscribible claramente en cualquier posición ideológica o doctrinal
claramente identificable. En definitiva, puede incomodar que Malick nos sitúe
en terreno desconocido y con modos y formas insólitos. En To the Wonder, no ha cedido un ápice en sus planteamientos y, por
ello, ha seguido irritando e incomodando (a pesar de la serenidad que destilan
sus películas).
To the Wonder viene a ser una película complementaria a El árbol de la vida. Si esta trataba la
relación del hombre con el Universo, pretendiendo alcanzar un notable nivel de
abstracción, en To the Wonder la
mirada se centra en las relaciones personales, en el amor y en los sinsabores
cotidianos que afectan a nuestras vidas. Básicamente, la cuestión central que
se plantea el film es muy sencilla: ¿podemos ser felices sin sentirnos amados, sintiéndonos
ignorados y menospreciados? Para intentar responder a la pregunta, Malick traza
dos historias que aunque, en apariencia, están desconectadas, en realidad se
explican mutuamente. Por un lado, está la problemática historia de amor que
protagonizan Olga Kurylenko y Ben Affleck, una relación donde se alternan las
rupturas y reconciliaciones y que, en última instancia, provoca la frustración
y decepción de la chica. Por otro lado, está la encrucijada en que se halla el
sacerdote interpretado por Javier Bardem. Este, ve su fe puesta en duda al no
ser capaz de ver a Dios en el dolor y sufrimiento que percibe a su alrededor.
El personaje interpretado por Olga Kurylendo y el sacerdote tienen en común que
dan su amor pero no encuentran que ese amor les sea devuelto ni por su amado ni
por Dios, respectivamente.
Ben Affleck interpreta a un
hombre hosco, callado, introvertido (apenas tiene líneas de diálogo en el
film), a quien, en el fondo, le aqueja
el mismo problema que al resto de personajes. Es un analista que mide el nivel
de vertidos de las explotaciones petrolíferas
de la compañía para la que trabaja y, a partir de ahí, el director
define una doble metáfora: el de la contaminación que mata la belleza y el
equilibrio y la conciencia de esa contaminación. Ben Affleck sabe que sus
mediciones sitúan los vertidos en niveles alarmantes, es decir, él es
consciente de la degradación. Pero, ante ella, no es capaz de reaccionar, no
sabe cómo dar respuesta a, vamos a decir, el mal del que es testigo. Esta
postura sirve para trazar un nuevo paralelismo con el personaje de Javier
Bardem y, por ello, aunque la subtrama protagonizada por el actor español puede
parecer innecesaria, en realidad es absolutamente imprescindible para explicar
toda la historia. Igualmente, la relación de Affleck con Rachel McAdams puede
parecer que también es irrelevante pero ayuda a mostrar un importante aspecto:
el director no nos está hablando de los problemas de una relación concreta (en
este caso, la de Affleck-Kurylenko) sino de los problemas de alguien que no es
capaz de aceptar el amor que se le ofrece. En realidad, toda la película no
viene a ser sino la historia de unos personajes que dan la espalda a la belleza
y a las posibilidades de hacer el bien y de aprovechar los dones que el mundo
nos otorga (en este sentido, es relevante cómo la cámara está situada casi
siempre detrás o de lado en relación a los personajes, casi nunca los enfoca de
frente).
Si, casi al principio de la
película, los protagonistas visitan Mont Saint Michel,
el desarrollo del film convertirá a esta referencia en altamente simbólica: un
monasterio ubicado en un promontorio que la marea convierte en una isla. Es
decir, la moraleja viene a ser que debemos aislarnos, mirar dentro de nosotros
mismos, para poder hallar las virtudes que nos permitan abrirnos a los demás.
Sólo llegando a comprender nuestro espíritu podremos enfrentarnos a un mundo
adverso. Y la última escena remata toda la reflexión: se trata de un proceso de
búsqueda que, quizás, nunca concluya… Ahí reside la miseria y la grandeza de la
misma.
Mont Saint-Michel
Nota (de 1 a 10): 8.
Lo que más me gustó: Es un auténtico poema en imágenes. Olga
Kurylenko.
Lo que menos me gustó: No me queda claro que el estilo de Malick,
llevado hasta sus últimas consecuencias, acabe de encajar con la naturaleza intimista
de la historia que narra.
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